Capitulo 1
Melisa
Ingreso al pequeño departamento que he alquilado para que mi hermana esté cómoda mientras voy a la universidad. Al llegar la encuentro en uno de los muebles sumergida en sus libros de romance que tanto le gustan.
―Hola―Me acerco y beso su frente.
―Hola―Susurra despacio.
Dejo mi bolso y voy hasta la cocina, hago una mueca al ver el desastre que ha hecho mi hermana.
―Lo siento... yo... quería preparar algo de comer.
Suspiro y me doy la vuelta al ver su mirada al suelo, se me rompe el corazón, me acerco y la abrazo antes de decirle que vaya a la sala que yo me encargo de todo. Mi madre me sonríe y vuelve al mueble para seguir leyendo su libro.
Suelto un suspiro y recojo la olla que está quemada y la tiro a la basura, por más que trate de lavarla es imposible quitarle el pegoste que tiene y ni hablar que ya no sirve para nada. Empiezo a limpiar la estufa y tengo que esforzarme para sacar lo que tiene pegado, me limpio el sudor con la manga mientras hago más presión.
Logro limpiar y lavar los platos y empiezo a preparar la cena. Estoy agotada, pero no puedo dejar que mi hermana se meta de nuevo en la cocina y termine incendiándola, la última que vez que lo hizo nuestros padres adoptivos casi se dan cuenta de la existencia de la otra.
He tenido que mantener oculta a mi hermana todo este tiempo y solo intercambiamos cuando mis padres adoptivos se la llevan de vacaciones.
Recuerdo que el día que me adoptaron la madre superiora les oculto a mis padres adoptivos que tenía una gemela. Ella decía que a los padres no les gustaban los gemelos y mucho menos tener que separarlos, ya que eso traería problemas con su familia, por esa razón no dijo nada y cuando debía empacar mi maleta para irme con ellos decidí cambiar con mi hermana y que fuera ella que tuviera un hogar.
Natalia es mi única familia de sangre que tengo, mi gemela menor por unos minutos. No sabemos quiénes fueron nuestros padres, crecimos en el orfanato y a medida que crecemos las personas se daban cuenta de que, aunque nos parecíamos físicamente, pero éramos muy diferentes internamente. Cuando estábamos más grandes, las monjas del convento se dieron cuenta de que mi hermana tenía problemas para socializar y descubrieron que sufría de ansiedad social y eso ocasionó que hubiera rechazo de parte de los otros niños.
He cuidado siempre de mi hermana, nunca me ha importado hacerlo. Ella es lo único que tengo, aunque mis padres adoptivos han sido buenos conmigo, no son mi sangre.
Cuando me adoptaron decidí intercambiarme por ella, quería lo mejor para mi gemela sin importar quedarme en el orfanato, pero vi la mirada de mi hermana cuando se subía al auto y supe que tendría uno de sus ataques de pánico y si ellos se daban cuenta la devolvería, ya que nadie quiere hacerse cargo de alguien con problemas mentales.
Me escabullí y llegué donde Vivían. No fue fácil al principio y después de esconderme en el ático pude intercambiar con ella y así evitar que se dieran cuenta de su problema. Yo estudiaba y ella disfrutaba de la comodidad de la casa y así fue pasando hasta que fui a la universidad y alquilé un departamento con el dinero de mis padres y traerla a vivir conmigo. Mi hermana es retraída, no le gusta el contacto de otras personas y prefiere estar encerrada en casa leyendo. Eso ha hecho que no tenga remordimiento cuando salgo a la calle, así sea solo para estudiar. No tengo tiempo ni para romances ni amigas y mi única diversión es estar con mi hermana.
Termino de preparar la cena y mi móvil suena.
― ¿Hola?
― ¡Cariño! ¿Cómo has estado?
―Hola, madre― Mi cuerpo se tensiona al escuchar la voz de mi madre adoptiva ― ¿Cómo estás?
―Muy bien cariño, acá con deseos de verte. Ya tu padre y yo estamos preparando todo para el viaje.
― ¿Viaje?
―Si cariño, ¿Crees que nos vamos a perder el grado de nuestra hija? ―Mi corazón empieza a palpitar con fuerza.
―Pero aún faltan unas semanas.
―Sí, pero hemos decidido ir antes para acompañarte y arreglar todo de tu grado.
―Pero...
―No hay peros cariño, sé que mantienes muy ocupada con tus estudios. Has sido una buena hija y deja que tus padres se ocupen en acompañarte ahora y estar ahí para lo que necesites.
Trago duro, son dulces sus palabras. Ellos siempre se han esmerado para ser buenos padres y no ha sido fácil para Natalia y yo estar una oculta en las sombras. Tengo planeado decirles todo cuando termine la universidad, no puedo arriesgarme que las cosas se compliquen faltándome poco para hacerlo y si ellos aceptan a mi hermana bienvenido sea sino, pues me iré lejos con ella.
―Está bien, ¿Cuándo llegan?
―El lunes.
Muerdo mis labios y cambio el tema. Eso quiere decir que tengo 6 días para encontrar un lugar a mi hermana mientras ellos estén aquí.
Cuelgo y me pongo a pensar que hacer y recuerdo la pequeña cabaña que alquile el año pasado para ir de vacaciones con mi hermana.
―Debemos hablar―Le digo a Natalia.
Le explico todo a Natalia y ella se pone nerviosa, ya que, aunque le gusta la soledad, nunca hemos estado una lejos de la otra y puedo ver como su ansiedad empieza a crecer.
―Cálmate, será por unos días.
―Sabes... que no es así―Su respiración se empieza acelerar ― ¿Y si pasa algo? Yo no... no puedo salir de la casa y...―Sus ojos se llenan de lágrimas.
―Todo va a salir bien. Recuerda que puedes pedir suministros a la tienda si necesitas algo, esa parte de la playa no se transita mucho, es un lugar alejado donde podrás estar tranquila y disfrutar de tus lecturas―Sonrió tomando su mano ― ¿Qué dices?
―A mí... me gusta ese lugar.
―Lo sé, por eso pensé primero en ese lugar. Además, acá no hay ático ni sótano para esconderte.
Mi hermana sonríe y me acerco para abrazarla. Sé que no es fácil para ella su situación y todo lo que ha tenido que vivir. Ella no es culpable de sufrir de ansiedad y de tener que vivir en la oscuridad.
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