Parte/ 9
Al siguiente día estuve listo para trabajar; antes de empezar mis labores, doña Meche ya tenía listo el desayuno para todos los empleados.
─Andale mijo, almuerza muy bien porque el trabajo es duro y ya no hay comida hasta la una de la tarde.
─Gracias Meche
La señora me hablaba en un tono tan maternal, yo me sentía muy agradecido con ella y no dejaba de darle gracias a Buda, por poner a esta mujer, que era lo más parecido a la madre que al otro lado del mundo oraba por su hijo ausente.
Cuando terminamos don Danilo me dijo en un tono altivo y déspota.
─¿Por qué no te pusiste el uniforme? Todos los que laboran en esta casa lo deben de usar.
Doña Meche salió en mi defensa.
─No sea imprudente, el muchacho cómo va a adivinar usted tiene la obligación de decirle las reglas y en vez de regañarlo tráigale uno y asunto arreglado.
El hombre fulminó con la mirada a la pobre mujer, pero esta no se amínalo para nada le sostuvo la mirada, el hombre desapareció por unos momentos, regresando poco después con un uniforme, me lo puse me quedaba algo holgado, doña Meche me dijo.
─Por ahora póntelo así, cuando termines la faena yo te lo ajusto a tu medida.
─Gracias meche.
Me fui hacia el jardín, ahí me esperaba don Joaquín, caminamos hasta el fondo de la finca, llegamos hasta un portón grande don Joaquín lo empujó, este se abrió con facilidad, cuando entramos quede maravillado con lo que vi, había muchos árboles frutales de diferentes frutas, don Joaquín me dijo.
─Agarra una de esas canastas y vamos a juntar la fruta que está en el suelo.
─Sí, don Joaquín enseguida.
Estábamos muy concentrados recogiendo la fruta cuando una voz nos sacó de nuestros pensamientos; la voz pertenecía a un joven con una amplia sonrisa en su rostro, pero cuando reparó en mí su expresión risueña cambió por una de total desconcierto.
─Don Joaquín ya volví─, a caray que se me hace que ya me suplantaron─, ¿Quién es este amigo?
─Este muchacho lo trajo el patrón y don Danilo me lo enjareto (se lo asigno), así que mientras no manden otra cosa él nos va ayudar, ándale vete por una canasta para recoger la fruta.
─Ta bueno don Joaquín.
Al contrario de don Joaquín Leobardo si era muy platicador.
─Yo me llamo Leobardo ¿y tú cómo te llamas?
─Mi nombre es Tatsuki
─¡Tatsuki! nunca había oído ese nombre─¿De dónde eres? eres medio raro, tienes los parpados muy hinchados y hablas chiqueado.
─Soy del lejano oriente de Japón.
─A chirrión (expresión de asombro), y donde queda eso
─Al otro lado del mundo, para llegar aquí tuvimos que cruzar el mar.
─No... pues con razón.
─Don Eduardo me enseño hablar algo de español, es por ese motivo que no lo hablo bien y no entiendo muchas palabras, es por eso que no sé qué quiere decir chiqueado ¿me puedes decir que significa esa palabra?
─Quiere decir que no puedes hablar bien, así les decimos a los niños cuando están empezando hablar.
─A ya entendí, doña Meche me puso un nuevo nombre, Tachito, así me puedes llamar.
─ ¡A que Mechita! Esta mujer siempre bautizando a los cristianos, a mí me dice Leo, que dizque porque Leobardo está muy largo, ja, ja, ja, hazme el favor
─Pero no te apures si duras mucho aquí, pronto vas hablar como nosotros.
─Eso espero, para que ya no me digas chiqueado.
Después de recoger la fruta la separamos
─Mira tachito la fruta que este mallugada y muy madura la vamos a poner aquí, para que las mujeres hagan agua fresca y dulce.
Eran como las diez de la mañana, cuando una voz nos sacó de nuestra tarea.
─Muchacho por fin te encuentro, te busque por todas partes. deja eso y ven conmigo.
─Sí, Don Eduardo.
Leobardo murmuró en voz baja.
─Órale, este va a ser gato de angora, igual que el viejo Danilo.
Antes de alejarme con don Eduardo le di las gracias a Leobardo.
─Gracias Leo, eres muy amable
(En México se les dice gato de angora a los sirvientes de más categoría).
Don Eduardo le dijo a don Danilo.
─Mire Danilo, este muchacho no pertenece al servicio de la casa, él vino conmigo como mi asistente.
─Está bien señor como usted ordene.
─Y tu ve cámbiate de ropa, los uniformes son para las personas del servicio, date prisa que vamos a salir, aquí te espero
Rápidamente fui a quitarme el uniforme y me puse un cambio de la ropa que me había comprado don Eduardo regresé a su lado.
─Salimos a la calle donde ya estaba esperando el cochero, José abrió la puerta para que don Eduardo subiera, yo me iba a subir al lado de José, pero el señor dijo.
─Tu vienes conmigo, sube
José me vio con una mirada llena de coraje, pero no le quedó más remedio que abrirme la puerta para que subiera al lado de don Eduardo.
─Vamos con el sastre, le ordeno a José.
─Llegamos a una casa elegante, bajamos del carruaje, un empleado nos condujo hasta un salón muy grande había varios hombres cosiendo en máquinas de coser, un hombre nos salió al encuentro, traía una cinta de medir en el cuello.
─Buenos días ¿don Eduardo en que le puedo servir?
─Le traigo a este muchacho para que me le haga ropa de vestir y otra para el diario, me le hace un cambio para cada día, también ropa interior, también quiero calcetines, usted sabe, lo que se necesite.
Como usted diga don Eduardo, ven muchacho para tomarte medidas,
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