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Parte / 6


Poco antes de llegar, don Eduardo me dijo

─Mira muchacho para llegar a California con eso quiero decir a los Estados Unidos de América, te digo esto porque California empieza en México, pero todos los que vienen a América es porque quieren llegar a USA, pero para que puedas llegar a ese lugar tienes que tener dos cosas muy importantes para que no sufras por allá, no siempre se encuentra un amigo que te ayude tu eres muy joven tienes la misma edad de mi hijo, no me gustaría que alguien se aproveche de ti. Mira tienes que tener dinero, la otra cosa es dominar, aunque sea lo más indispensable del idioma inglés.

─¿No hablan el mismo idioma de usted?

─No, en USA, se habla el idioma inglés. Mira muchacho, ¿Qué te parece si te quedas aquí en México, yo te puedo enseñar inglés a que lo hables y lo entiendas, mientras trabajas conmigo, te pago un sueldo lo guardas y cuando ya tengas una cantidad razonable de dinero sigues tu camino hacia California─¿Qué te parece?

─¿Haría eso por mí?

─Claro que si, a lo largo de estos cinco meses te he tomado cariño

─Gracias señor, yo también siento el mismo cariño por usted.

─Mira muchacho ya llegamos, te va a gustar mi país, recoge tus cosas, vamos a bajar.

Cuando bajamos del barco había mucho movimiento, mucha gente yendo y viniendo, la mayoría cargaba bultos, había un fuerte olor a pescado, salimos del malecón, eran las seis de la tarde, don Eduardo paro un carruaje subimos el señor le ordenó al chófer .

─A la estación del ferrocarril por favor.

Yo conocía las carretas tiradas por caballos, sin embargo era la primera vez que veía un carruaje y subir a él, iba de sorpresa en sorpresa, cuando llegamos a nuestro destino, me dijo don Eduardo.

─Mira esta es la estación del tren.

 Yo no sabía que era tren, hay que recordar que yo venía de una pequeña aldea del interior de Japón. Entramos a una sala grande donde había bancas de madera varias personas estaban sentadas un gran reloj colgaba del techo para que las personas pudiéramos ver la hora ver la hora, don Eduardo me dijo.

─Esperarme aquí, toma asiento voy a comprar los boletos del tren.

─Si don Eduardo aquí lo espero.

─A los pocos minutos regreso.

Ya estoy aquí, el tren sale a las diez de la noche, nos da tiempo para ir a cenar, vamos a dejar encargado el equipaje para no andar cargando.

Ya que dejamos encargado el equipaje salimos al exterior de la estación del tren y fuimos a un restaurancito pequeño, una señorita se acercó a nosotros y nos dio un papel, don Eduardo lo leyó y le dijo a la empleada, dos órdenes de pescado a la vizcaína el me dijo.

─Te va a gustar, este es el platillo especial del estado de Veracruz.

El guiso estaba muy sabroso no lo sirvieron con arroz, me dieron una clase de pan don Eduardo me explicó.

─Estas se llaman tortillas, aquí en México la dieta de los mexicanos principalmente es el maíz frijol y chile.

 Había una vasija de piedra que contenía una especie de salsa, yo vi que don Eduardo ponía de esa salsa en una tortilla la enrollaba y se la comía, yo iba a ser lo mismo, pero él me dijo.

─Ten mucho cuidado es muy picoso, es mejor que comas un poco hasta que tu paladar se habitué a los sabores de México,

Así lo hice comí un poco, pero en cuanto la salsa cayó a mi lengua sentí fuego que me quemaba  los oídos me zumbaban, gruesas lágrimas salían de mis ojos y agua por mi nariz le susurré a don Eduardo.

─¿Cómo pueden comer esto? parece fuego.

─Ja, ja, ja, ya verás que con el tiempo te va a gustar, al principio pica, pero después te gusta.

Terminamos de comer el rico platillo con sus tortillas, nos sirvieron unas vasijas que don Eduardo me dijo que se llamaban jarros, con agua fresca de Jamaica su color era de rojo intenso, muy sabrosa, cuando terminamos de comer, salimos a caminar un poco, la ciudad era bonita, regresamos a la estación, de pronto se escuchó un pitido muy fuerte y a lo lejos se veía mucho humo poco a poco se venía acercando un gusano de hierro, don Eduardo me dijo.

─Ahí viene el tren cuando pare, nos subimos.

Así lo hicimos en cuanto paró el tren, las personas empezamos a subir caminamos por un largo pasillo, a los lados había una hilera de pequeños cubículos para cuatro personas dos de cada lado las personas quedaban una enfrente de la otra. Arriba de los asientos había unas especies de canastillas donde pusimos las maletas que traíamos. Nosotros no nos sentamos en los asientos me dijo don Eduardo,

─Nosotros vamos al camarote

Llegamos a una puerta un empleado debidamente uniformado, nos abrió con una llave que le entregó a don Eduardo, pasamos, había una litera con dos cómodas camas con una pequeña escalera para subir a la cama de arriba, en las ventanas había una pesada cortina que no dejaba pasar la luz.

─Tu que eres más joven duermes en la cama de arriba yo voy a dormir en la cama de abajo, vamos a dormir que todavía nos queda camino que recorrer, buenas noches.

─Subí a la cama superior y casi al momento me quede dormido, me arrulló el vaivén y el ruido del chuco, chuco del tren, desperté al siguiente dia con el grito de un hombre que decía

─Hemos llegado a la ciudad de México

Rápidamente nos pusimos de pie, nos pusimos nuestros zapatos y el sombrero, eso era lo único que nos habíamos quitado, dormimos con la ropa puesta, y salimos al largo pasillo tomamos las maletas y bajamos.

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