Parte/52
Me dedique a estudiar arduamente como el maestro me había dicho, paso un año, yo practicaba en el viejo piano donde me enseñe de niña, mi madre me decía.
-Hay hija tocas como los ángeles.
-Pero solo ella me decía eso mi maestro era muy estricto, siempre me decía.
Ya tocas bien, pero todavía no llegas al punto, de transmitir tu música al público.
Lo llegue a odiar.
Yo, pensé quizás sean los pianos el de mi casa y este de la escuela, esta noche que mis padres van a salir voy a aprovechar para entrar al cuarto de música y voy a tocar el piano, no me gusta desobedecer a mi padre, pero él no me deja otra alternativa, no entiendo su negativa para dejarme tocar esa belleza de piano.
Esa noche, mis padres salieron como cada último sábado de cada mes, se reunían con algunos amigos a platicar, jugar cartas y pasarla bien, cuando empezaron a reunirse, eran varias parejas, pero con el paso de los años iban quedando menos, gracias a la ley de la vida, que todo lo que vive tiene que morir.
-Cuando salieron espere un tiempo considerable, ya que casi siempre, se regresaban por algo que se les olvidaba, cosas de la edad, cuando vi que no regresaron, pase al cuarto secreto apreté el botón que movía el librero que dejaba paso al cuarto de música, llegue al piano y este estaba lleno de polvo, se veía claramente que tenía mucho sin hacer el aseo, quite la hermosa cubierta la sacudí y con un trapo quite todo el polvo, gracias a que la tapa del piano cerraba perfectamente bien, las teclas no tenían tanto polvo.
Era un piano muy hermoso, me senté en el banquillo, hice mis ejercicios de las manos y me dispuse a tocar, deslicé mis dedos por todo el teclado, el sonido que salió de la caja era maravilloso, empecé a tocar la partitura de la "Sonata para piano número once.
Mientras yo tocaba los sirvientes se empezaron a inquietar, los más antiguos decían entre sí.
-Oh Dios Mío, el fantasma volvió.
-Estaban muy asustados, pero se pusieron a rezar pidiéndole a Dios que no se le fuera aparecer, yo ni siquiera había pensado en eso, yo estaba muy concentrada tocando la melodía, cuando de pronto, alguien entro como un bólido por el cuarto secreto, alce la vista y ante mí estaba un hombre de mediana edad, le calcule más de treinta años, me fulminó con la mirada, cuando mis ojos se encontraron con los del me dijo, con una voz potente y llena de ira.
- ¿PERO COMO TE ATREVES A PROFANAR MI PIANO?
-Su, piano, claro que no, este piano como todo lo que se encuentra en esta casa le pertenece a mi padre, ahora mismo me va a decir ¿quién es usted y como entro?
-Eres una muchachita muy irrespetuosa, como te atreves a decir que tu padre es el dueño de todo esto, si está casa siempre le ha pertenecido a mi familia.
-Creo que usted se escapó del manicomio, sólo un loco puede estar actuando de ese modo, mire señor cualquiera que sea su nombre, le voy a dar la oportunidad que salga por donde entró, después de todo usted no parece un loco mucho menos un ladrón, creo que se confundió de casa, pero si no se va por las buenas me va a obligar a hablar a la policía ellos se encargaran de usted.
-No, señorita la que va a salir de aquí es usted, le digo que esta fue la casa de mis padres y ahora me pertenece a mí después de su fallecimiento.
-No, señor mis padrinos los antiguos dueños el señor Eduardo y la señora Inés, solo tuvieron dos hijos, viven en el extranjero si es que viven, y si es así ya son unos ancianos.
-De que Eduardo y de que Inés habla, mis padres eran los distinguidos señores Adrien y Camille Leblanc y, por supuesto yo llevo el mismo nombre de mi padre.
-Al mencionar esos nombres, me asusté más, pensé, este hombre está más loco de lo que pensé, en la escuela de música nos dijeron.
-Algunas veces se van a encontrar con personas desquiciadas adquiriendo la personalidad de algún músico famoso, no les teman por lo regulas son personas pacificas sólo llévenles la corriente.
Recordando esas palabras, me lo tome con más calma, aunque si ese hombre me agredía nadie se iba a dar cuenta, ya que al parecer nadie sabía que el cuarto secreto existía, hasta que el olor putrefacto de mi cuerpo o el encargado de limpiar el cuarto de música me encontrara.
-Mucho gusto señor Adrien, le voy a decir la verdad, lo que pasa es que yo trabajo aquí en su casa, para pagar mis estudios de música, vine a limpiar y me encontré con este hermoso piano y no pude resistirme a tocarlo, perdóneme por mi atrevimiento le juro que no va a volver a pasar.
Al oír mis disculpas el hombre cambió su expresión de enojo por una tenue sonrisa.
- ¿Así que estudias música?
-Si señor
- ¿En dónde?
-En el conservatorio de música
-Debes de ser buena, porque allí solo admiten a los mejores y hay muy pocos espacios.
- ¿Usted conoce el conservatorio?
-Me extraña tu pregunta, y lo que más me extraña es que no me conozcas, yo soy uno de los maestros.
- ¿En serio?
-Sí, vamos a ver, empieza a tocar.
Me senté a tocar; él se recargo en el piano y escucho atentamente la melodía cuando termine de tocar, me dijo
Tocas bien, pero tu música no trasmite nada al oyente.
Me dio tanto coraje, eso mismo me había dicho mi maestro actual. Le dije llena de coraje.
Pues que quieren de mí, que me desangre las manos, ¿eso es lo que quieren?
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