Parte/23
-Que contrariedad, ¿que estas mujeres no se dan por vencidas?
-Volvió a ver por la ventana y con agrado vio que era su padre
-Le abrió la puerta.
-Pasa padre, no escuche tu coche
-Lo deje en el mismo lugar de ayer, recuerda que nadie lo debe ver, aunque la casa está muy retirada alguien puede pasar por aquí.
-Tienes razón padre si te dijera que hace unos momentos sus amigas de la mujer la vinieron a buscar.
-Ya vez hijo te digo, pero vamos al baño para ver cómo va eso.
Cuando entraron al baño, de los dos cuerpos jóvenes y vigorosos solo quedaba un polvo blancuzco, del color de los huesos, abrieron el grifo y poco a poco el polvo se fue por la cañería, Eduardo lavo muy bien el baño borrando todo rastro de lo que ahí había pasado, también arreglo la cama donde había dormido, su padre le dijo
-Hijo esto no paso, - jamás vamos a volver hablar tu y yo de este asunto y espero que confieses tu pecado en secreto de confesión, espero que Dios te perdone por este horrible crimen, ojalá que nunca te vuelvas a enredar con ninguna mujerzuela en tu vida.
-Enseguida los dos hombres salieron de la casa cerciorándose primero de que no hubiera nadie por los alrededores, cada quién subió a su coche y cada uno enfilo a sus respectivos domicilios.
Eduardo, el lunes llego a la casa, de Lulú llevaba un ramo de flores y una caja de chocolates los preferidos de su amante, cuando entro lo primero que vio fue a la sirvienta muy afligida.
- ¿Pasa algo? ¿acaso la señora se siente mal?
-No, señor, pero creo que la señora se fue de la casa
-Pero que estupideces estás diciendo, ella no se pudo ir, ella me ama, o tu sabes algo que no me quieres decir, HABLA QUE ES LO ¿QUE SABES?
-Señor yo no sé nada, solo que cuando llegue la señora no estaba y su ropa y todas sus cosas personales no están y eso solo quiere decir una cosa que la señora lo abandono.
Eduardo hizo muy bien su papel de la novela que le tocaba interpretar, corrió hasta la recamara, abrió el gran armario, ahí sólo quedaba unas cuantas prendas que el mismo había dejado, tomo una de ellas y se tumbó en la cama con la prenda de ropa entre sus manos acercándola a su cara de sus ojos salían copiosas lágrimas, estas no eran fingidas, con el llanto estaba sacando todo el estrés que había vivido desde que cometió su horrible crimen.
La mujer al verlo sufrir tanto nunca paso por su mente que ese hombre que sufría tanto por su niña como ella le decía a Lulú, llevado por la furia había sido capaz de cegar la vida de ella y su amante.
La mujer llevada por su ética profesional ni una vez menciono nada de las visitas del amante de la mujer, ella estaba segura que su niña había huido con el hombre, ya que antes de que Eduardo llegara ella busco y no encontró ni las joyas de la mujer ni el dinero, eso no dejaba la menor duda, su niña se había dejado envolver por el vividor, lo único que le dolía era que cuando se les terminará el dinero el rufián la iba a abandonar y ella iba a terminar deambulando y vendiendo su cuerpo al mejor postor.
Cuando a Eduardo le paso el ataque de llanto le dijo a la mujer.
Pues como ve señora aquí no hay nada que hacer, tenga este dinero como compensación de sus servicios.
-Gracias señor.
La mujer salió de la casa, ella volvió al burdel, ella también había sido dama de compañía cuando era joven ahora que ya no era atractiva para los hombres se desempeñaba en el servicio doméstico, les conto a las madres sustitutas lo que había pasado con los ojos llenos de lágrimas.
-Pero que estás diciendo mujer - ¿cuándo se fue?
-No sé, yo me fui a mi casa el viernes, el domingo que llegué en la tarde la niña ya no estaba.
-Pero como de que te fuiste el viernes, te dejamos para que la cuidaras, no para que la dejaras sola.
-Es que la niña no estaba sola
- Qué no estaba sola, ¿no me digas que estaba con el vividor de Ernesto?
-Sí, ella en cuanto él llegaba me despachaba a mi casa, yo no le podía decir que no, ella se alteraba mucho y me ofendía es por eso que mejor optaba por irme, Ernesto siempre me decía – Vete bruja que a mi tesorito no le va a pasar nada conmigo.
- ¿Y don Eduardo ya lo sabe?
- Si, si lo hubieran visto, se volvió loco de dolor en cuanto leyó la carta que le dejo la niña.
- ¿Dices que le dejo una carta?
-Sí, señora cuando entre a su recamara estaba en la mesita de noche
-Y sabes que decía esa carta.
-Entre otras cosas le pedía perdón por abandonarlo, decía que ya no aguantaba el encierro
-Hicimos mal en dejarla ir a vivir sola es demasiado joven, todavía no estaba lista, ¿de pura casualidad no decía a donde se iba?
-No, señoras, el señor Eduardo también me preguntó eso, pero se los juro a mí no me dijo nada, ni siquiera que tenía pensado huir del señor Eduardo.
No, de tonta te decía, ella sabía que nos ibas a decir a dónde se fue, o al señor Eduardo.
-Todavía no terminaban de hablar cuando una empleada les dijo que el señor Eduardo necesitaba hablar con una de las señoras, él tenía que borrar toda sospecha, cuando sospecharan que a los jóvenes les había pasado algo cuando pasara el tiempo y no regresaran.
La dueña de la casa fue, hablar con el hombre.
- ¿Dígame don Eduardo en que le puedo servir?
-No se haga la tonta usted sabe muy bien a lo que vengo.
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