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Parte / 20


-Pero por favor hombre, que cosas dices, lo que pase en este salón, en este salón se queda, que van a pensar estás lindas mujeres, que no son dignas de ti.

A Eduardo no le quedó más remedio se puso de pie y fue hasta las mujeres que estaban paradas en una sola fila con una sonrisa seductora en sus labios.

Él iba a tomar a cualquier mujer, ya que era un hombre de convicciones y una moral muy alta, pero no quería que sus amigos se molestaran les estaba agradecido, por lo que estaban haciendo por él, de pronto sus ojos se encontraron con otros que lo miraban fijamente, recorrió la anatomía de la dueña de esos ojos grandes, con largas pestañas, las cual  le daban más hermosura a la dueña, poco a poco fue bajando la mirada, hacia su nariz respingada, su boca no era grande pero tampoco pequeña, sus labios carnosos dejaban ver unos dientes parejos y blanquísimos, su pelo caía en cascada en sus hombros y, que decir de su cuerpo este era escultural, parecía una muñeca, sin temor a equivocarse, Eduardo calculo que esa jovencita no pasaba de los dieciocho años, le extendió la mano, está la tomó, los demás amigos escogieron a su compañera de juerga de esa noche.

-Lo que paso después es lo típico que pasa en una despedida de soltero, beber, bromear, bailar, besarse y por último las caricias atrevidas, Eduardo contagiado por sus amigos bebió y bebió, pero sin perder la cordura, poco a poco su cuerpo sintió la necesidad de poseer a la mujer, sus amigos le dijeron que habían comprado el paquete completo eso incluía pasar la noche con las damas de compañía, él se resistió lo más que pudo, poco a poco se le fue borrando la cara de su prometida Estela y en su lugar solo quedo la de la hermosa jovencita.

Los hombres pasaron por una puerta que daba a un pasillo con puertas a los lados eran recamaras Eduardo, pasó a una acompañado de su amante por esa noche, la mujer hábilmente empezó a besar a Eduardo al mismo tiempo que le desabrochaba los botones de la camisa el, hombre, estaba ansioso,  se quitó la ropa, mientras la mujer hacia lo mismo, cuando el levanto la vista vio a la mujer en todo su esplendor ella estaba completamente desnuda, parecía una imagen de porcelana, él se dejó sus calzoncillos, la mujer se puso de rodillas y se los quito y lo que paso después queda a la imaginación del lector.

El trabajo de la mujer era enloquecer a los hombres y lo hacía muy bien, Eduardo quedo enloquecido por la mujercita, a la mañana siguiente, se retiraron de la casa ahí terminaba todo, para los nueve hombres, pero para Eduardo apenas empezaba, quedo locamente apasionado de la dama, todos los días iba al burdel pagaba la cuota para poseer a la mujer, pero tenía un gran problema su boda se acercaba, varias veces pensó en romper su matrimonio, pero ante todo él era un caballero, no podía hacerle eso a la mujer que hasta hacia menos de ocho días quería, con un amor tranquilo, lo que sentía por la meretriz era pasión pura.

Él no podía con ese secreto, necesitaba contarle a alguien y quizás ese alguien lo aconsejara, busco a su amigo Alejandro, él era su mejor amigo y sabía que lo que le dijera estaba a salvo con él.

Alejandro llego al pequeño bar llamado "El Lido" un lugar discreto que se prestaba a las confidencias, a los pocos minutos llego Alejandro, se saludaron.

Aquí estoy, ¿cómo estas, hermano, cual es la urgencia? cuando me llamaste por teléfono note preocupación en tu voz.

-Y no estas equivocado, pero vamos a un privado

-Pasaron a un saloncillo privado, atrás quedaban los ruidos de la clientela, se sentaron llego el mesero les tomo la orden de lo que iban a consumir y se retiró, Eduardo espero a que volviera el mesero con las bebidas, cuando se retiró empezó hablar.

-El motivo de que estemos aquí, es para pedirte un consejo.

-Tú me quieres pedir un consejo, si eres tú el que siempre me sacas de mis apuros.

-Déjame hablar por favor, este no es un consejo de trabajo es un consejo personal.

-A bueno pues siendo así habla que para eso si soy bueno.

-El asunto es que me enamoré perdidamente de la chica del burdel, no me la puedo sacar de la mente, he estado viéndola todos estos días no sé qué hacer.

-Eduardo tú no estás enamorado estas apasionado, eso se pasa pronto, tú de quién estás enamorado es de Estela.

-Eso lo tengo muy claro, adoro a Estela y no la quiero perder, pero a Lulú, tampoco la quiero perder, quiero que nada más sea para mí, me muero de celos nada más de pensar que otro hombre le ponga las manos encima.

-Lo primero que tienes que hacer es tranquilizarte, faltan dos días para tu matrimonio, ¿o piensas cancelar la boda?

- ¡No¡, de ninguna manera, yo no le puedo hacer eso a Estela.

-Muy bien entonces has lo que todos los hombres hacen incluyéndome a mí, págale a la dueña del burdel para que le dé su libertad a tu amada e instala en una casa, donde te esté esperando sólo a ti.

-Esa es una gran idea, gracias hermano sabía que me ibas ayudar, te espero en mi boda

-Claro ahí estaremos Mariana y yo.

-Esa misma noche, Eduardo habló con Lulú.

-Lulú quiero tenerte para mí solo, ya no quiero que estés más en esta casa.

-Pero Lalo me dijiste que ya pronto vas a contraer matrimonio.

-Así es mi amor, pero podemos ser amantes, si tu aceptas te voy a llevar a vivir a una casita que sea nada más para ti y para mí ¿aceptas?

-Pero sabes cuánto dinero te costará eso

-tú no te preocupes por eso, sólo dime si aceptas.

- ¿Te puedo contestar mañana?

-Está bien espero que aceptes

Esa noche Lulú consulto con sus tutoras, todas le aconsejaron que aceptara, muy pocas mujeres que se dedicaban al mismo oficio que ellas recibían esas ofertas, por lo tanto al siguiente día que llego Eduardo le dio su respuesta.

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