Parte / 19
Eduardo Takumi Valenzuela.
Eduardo Takumi Valenzuela.
Mi familia ante la sociedad éramos un dechado de honestidad, pero como en las familias se cuecen habas, como Mi hermano mayor, trabajaba con mi padre, junto con dos hermanos menores, Tanaca y Tatsuki en la industria del jabón, en la cual se fabricaba detergente, jabón de pasta, jabón de tocador, perfumería y otros productos más.
La familia, ante la sociedad éramos un dechado de honestidad.
Cuando mi hermano Eduardo cumplió veinticinco años, mi padre habló con él.
─Hijo ya es tiempo que contraigas matrimonio, no es bien visto que un hombre se mantenga soltero por mucho tiempo eso puede suscitar comentarios mal intencionados.
Mi padre se refería a que las personas podrían pensar que fuera homosexual. Todos los miembros de la familia sabíamos que más que un comentario o una sugerencia de mi padre, era una orden, es por eso que, al oír las palabras de mi padre, mi hermano prontamente contestó.
─Como usted ordene padre, hoy mismo voy hablar con Estela para preguntarle cuándo cree que sea conveniente de hablar con sus padres y pedirla en matrimonio, ella ya me lo ha insinuado varias veces se va a poner muy feliz.
─Está bien hijo nos avisas que día, procura que sea lo más pronto posible.
Estela era hija de un prominente hombre de negocios dueño de una gran fortuna, desde luego que mi padre había dado su anuencia para el noviazgo, él quería que sus hijos se casaran con parejas igual de adineradas o más que nosotros, yo no entendía el porqué, si el a cada paso que daba, nos recordaba su niñez carente de todo, quizás era por esa razón; esa misma noche mi hermano habló con su novia.
─Estela ya tenemos tiempo de tratarnos y estoy seguro que tú eres la mujer que quiero para compañera de toda la vida y la madre de mis hijos. Y diciendo esto sacó un estuche que contenía un anillo de compromiso con un gran diamante le susurro al oído.
Mi amor─¿Mi amor aceptarías ser mi esposa?─
Estela quedó gratamente sorprendida y sin titubear ni un momento le contestó al instante.
─Si mi amor, acepto ser tu esposa de todo corazón.
Los novios sellaron su compromiso con un beso.
─Mañana le preguntas a tus padres cuando están dispuestos a recibir a los míos para que pidan tu mano formalmente y mañana que venga me lo dices.
Estela no espero hasta otro día para dar la noticia, esa misma noche a la hora de la cena les comunicó a sus padres la agradable noticia.
─¡Papá, mamá Eduardo me pidió que sea su esposa, y acepte, quiere saber cuándo es conveniente que vengan sus padres a pedir mi mano!
Sus padres se llenaron de alegría sobre todo su madre que no se cansaba de repetirle a su hija, que ella a su edad ya era madre de sus cuatro hijos.
─Cuanto antes mejor, ¿Qué te parece Ricardo que vengan el próximo sábado?
─Eso es pasado mañana, me parece bien, voy a cancelar un compromiso que tengo esa noche, la felicidad de mi hija es más importante.
El próximo sábado se hizo la petición de mano formalmente, poniendo un plazo de seis meses para organizar todo, este matrimonio iba a ser un evento a todo lo alto ya que con el enlace de los contrayentes se fusionaron dos familias muy prominentes.
Pero el destino teje su telaraña, tres meses antes de que mi hermano contrajera matrimonio, sus amigos lo invitaron a salir.
─Eduardo ya pronto vas a perder tu libertad y es preciso que antes de hacerlo te diviertas un poco como todo soltero.
─No, no, yo paso, gracias, pero no me apetece salir.
─Pues fíjate que no aceptamos un no por respuesta, ahora, no vamos a dejar que nos hagas plancha, vamos a salir el sábado y no se diga más.
Eduardo aceptó a regañadientes ya que él había heredado lo responsable de mi padre, los dos estaban casados con el trabajo.
Ese sábado pasarían los amigos por mi hermano, él no sabía a donde lo iban a llevar, se despidió de mis padres.
─Madre, padre, no se preocupen por mí, esta noche no voy a venir a dormir me quedaré en casa de alfonsino va a festejar su cumpleaños.
─Está bien hijo ve con Dios, no tomes mucho.
─No se preocupe madre, ya sabe que no soy de tomar mucho.
Mi padre le dijo a mi madre algo molesto.
─No sé porque Eduardo se tiene que quedar a dormir en otra casa que no es la suya, en mi juventud las fiestas eran a horas razonables, a más tardar a las nueve de la noche ya estaba uno en su casa, cenando en familia.
─No te enojes Tachito, los tiempos cambian, anda vamos a descansar.
Está bien vamos a dormir─. Así era mi padre de controlador y posesivo.
En esos momentos se escuchó el claxon de un coche, eran los amigos de mi hermano, éste salió y subió al auto partiendo rápidamente, estaban ansiosos por divertirse, Eduardo no era hombre de parranda ni de amoríos mucho menos de tener amantes, de vez en vez visitaba una casa de citas para desahogar las urgencias del cuerpo, solo para eso, pero esa noche no iba a ser como las demás.
El coche se detuvo a la entrada de una mansión desconocida para Eduardo, no era la casa de ninguno de sus amigos de los que iban en el coche, Silvestre el conductor del coche le entregó las llaves a un valet parking vestido con un elegante uniforme, los amigos bajaron del coche y entraron a la mansión, otro empleado uniformado los condujo a un salón especial, Eduardo no pudo menos que quedarse anonadado por el lujo de toda la mansión, pasaron por una sala donde varios hombres estaban cómodamente sentados en elegantes sillones otos mas bailan, el piso estaba vestido con carísimos tapetes persas, los hombres estaban acompañados de bellas mujeres, vestidas con ropas muy reveladoras, que reían, charlaban y fumaban, llegaron hasta una puerta dorada que el empleado abrió se hizo a un lado para que los caballeros pasaran en el interior ya estaban esperando otros cinco caballeros en total iban a ser diez, el empleado se retiró, no sin antes recibir una jugosa propina.
─Al fin llegaron─exclamó Hugo
El salón contaba con un bar muy bien surtido, que atendía diligentemente un barman, ya que estuvieron instalados los recién llegados, se abrió la puerta y entraron diez mujeres, eran muy jovencitas iban elegantemente vestidas que dejaban ver sus atractivos con que Dios las dotó, Hugo, que fue el que organizó todo le dijo a Eduardo.
─Tu eres el que vas abandonar la soltería, tienes derecho a escoger la mujer que más te agrade.
Eduardo que pasaba de sorpresa en sorpresa, murmuró.
─No me parece correcto...
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