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Parte /17


Al día siguiente llegaron las chicas jóvenes y vigorosas a limpiar mi chiquero como dijo mi madre, hay que saber que es una exagerada, tampoco era para tanto, me dijo Eustolia

─Señorita Olivo, su mamá nos mandó a limpiar, vamos a venir el lunes y el viernes.

─Pasenle chicas están en su casa, antes de irme vean si tienen todo lo necesario para limpiar.

─No se preocupe señorita, en esta bolsa traemos todo lo que necesitamos, su mamá nos dejó en la entrada del edificio─. Mi mamá siempre tan precavida.

─Bueno yo me tengo que ir a la escuela, en el refrigerador hay de todo para que se preparen su desayuno, yo no sé a qué hora llegue, esta es la llave del depa para que cuando vengan se pasen.

Está bien señorita que le vaya bien.

─Gracias chicas y no me digan señorita, díganme Olí, como todos me llaman,

─Las deje en mi cantón (casa) y me fui a la escuela.

Ese día llegue tarde traía un hambre de los mil demonios, ya quería llegar a mi hogar y prepararme una sopa marucha, para calmar un poco a la bestia que crujía dentro de mi estómago, cuando entré al depa, me recibió un olor a limpio, me recordó la casa de mis padres, todo estaba limpísimo, ahí comprendí que mi madre tenía razón vivía en un chiquero, cuando abrí el refrigerador, estaba limpio, había desaparecido, varios restos de pizza, hamburguesas, frutas y verduras que ya estaban en mal estado, ya las había visto, pero estaba esperando tener tiempo para limpiar y tirar todo lo que ya no servía, pero nunca me di el tiempo, en su lugar estaban debidamente acomodados recipientes de tupperware, con comida, tenían letreros que indicaban el día que me los tenía que comer, encima estaba lunes, los tomé y abrí un delicioso aroma a cochinita pibil inundo mis fosas nasales, era el olor inconfundible de los guisos de Carmelita, la cocinera de la familia, mi madre, mi santa madre me mandó la comida, después de todo seguía siendo la consentida.

Bueno, pero eso es pasado, volvamos al presente y mi prioridad más urgente es leer el diario de mi antepasada, me puse mi ropa de dormir, puse música ambiental bajito, no quise poner de mis artistas preferidos no quería que alguna canción me distrajera de la lectura, me acomode cómodamente en el sofá del estudio, abrí el libro con la pequeña llavecita, un olor a viejo llego a mi nariz, no era un olor desagradable más bien era olor a madera, mezclado con perfume el diario empezaba así.

Mi nombre es Inés, soy la quinta hija, de una familia numerosa, tuve una infancia feliz, mi madre dedicó gran parte de su tiempo a educarnos, mi padre se dedicaba a trabajar. Desde muy temprano salía a la fábrica, pero ni un solo día faltó a comer con su familia, fue poco cariñoso con sus hijos, pero no escatimaba dinero en nuestra educación, paseos y en regalos para sus hijos, mis hermanas y yo por ser mujeres, fuimos las más consentidas.

Nos educaron dentro de la religión católica, mi padre era muy estricto a ese respecto, nunca faltábamos a misa todos los domingos y fiestas de guardar, cuando cumplí siete años hice mi primera comunión.

Conforme fui creciendo mi cerebro trabajaba más, no entendía porque mi madre siempre estaba en cinta, no tenía descanso la pobre mujer, pero al mismo tiempo se veía feliz, mis padres no podían disimular el fuerte amor que sentían el uno por el otro; cuando cumplí doce años murió mi abuelo Eduardo, mi (Tito), aunque no era mi abuelo de sangre, mi padre lo quería como tal, la fortuna le sonrió a mi progenitor, pero a pesar de eso, él nunca olvidó su origen humilde, siempre nos contaba su niñez carente de cosas materiales, vivían pobres, pero no en la miseria, Ellos eran muy ricos en amor, poco tiempo después de la muerte de don Eduardo, murió su esposa (mi tita) Inés, a ella, le debo mi nombre.

Mi familia paso a ocupar su residencia, sus hijos decidieron vender los bienes materiales y al primero que se la ofrecieron fue a mi padre, él la compró, la casa donde vivíamos era grande, pero la nueva era grandísima, mis hermanos y yo exploramos la casa, un día que estábamos jugando a las escondidillas, me metí a la recamara de mis padres, busqué donde esconderme, me metí hasta el fondo de un gran armario empotrado en la pared.

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