Parte/ 10
Cuando el sastre termino de tomarme medidas salimos del lugar y entramos a una zapatería, me compró algunos pares, de ahí nos fuimos a una tienda donde vendían sombreros, me compro uno de fieltro, y otro de palma, regresamos a la casa, yo iba entrar por la puerta de la servidumbre, pero don Eduardo me dijo.
─Tu vienes conmigo.
─No me quedó más remedio que entrar por la puerta principal, quede maravillado por el lujo que había en el interior de la casa, si el exterior era bello, el interior parecía un palacio, nos salió al encuentro su esposa, que por su mirada no aprobó que yo estuviera dentro, pero don Eduardo le dijo.
─Este joven viene conmigo desde Japón, es mi asistente y lo vas a ver muy seguido dentro de la casa, su nombre es Tatsuki─. Dirigiéndose a mí me la presento formalmente.
─Tatsuki esta venerable dama es mi esposa doña Inés.
─Yo salude a la señora con una inclinación de cabeza y las manos unidas, como saludamos en mi país, ella solo se dignó a mirarme de arriba abajo con un gesto de desaprobación, le contesto.
─También me lo vas a imponer en la mesa.
─Por favor Inés, ten más respeto por las personas.
─Pero ella ya no contesto se fue dejando a don Eduardo con la palabra en la boca.
─Tatsuki vamos a comer
Entramos a un salón donde había una mesa muy grande y elegante ya estaban sentados su esposa y sus dos hijos que inmediatamente se pusieron de pie cuando vieron entrar a su padre, don Eduardo les hizo una seña con la mano para que siguieran sentados, yo le dije.
─Señor si usted me lo permite me gustaría comer con los empleados.
─Está bien muchacho, luego te busco.
Me dirigí al comedor de los empleados, ya estaban todos comiendo, doña Meché cuando me vio entrar me dijo.
─Siéntate tachito ahorita te sirvo tu comida.
─Todos los sirvientes me miraban diferente, algo en ellos había cambiado, pero yo no sabía qué, ni por qué, todos platicaban entre ellos, pero a mí nadie me dirigió la palabra solo doña Meche, cuando terminamos de comer cada quien salió del comedor para seguir sus actividades don Danilo entró al comedor me dijo
─El señor te busca, ve rápido no lo hagas esperar
─Gracias don Danilo, voy con él.
Cuando Salí del comedor el señor ya me estaba esperando.
─Ven conmigo
Caminamos a la huerta al fondo de ésta y escondida entre los árboles había una construcción entramos, pero no era casa era un laboratorio, tenía dos habitaciones debidamente amuebladas, había un cuarto de baño con una regadera y un excusado, pero este no era como las letrinas de los empleados este era una taza de porcelana, arriba de la taza había un tanque con una cadena, don Eduardo me dijo.
─Mira muchacho en este inodoro haces tus necesidades del cuerpo, cuando termines jalas esta cadena, en este lavabo te lavas las manos.
─Sí, señor ─, sus recomendaciones sobre la limpieza personal, salían sobrando si hay algo de lo que pecamos los japoneses es de la extrema limpieza de nuestra persona.
─Tú vas a dormir en esta recamara, cambia tu ropa para acá, mañana llegan unas cosas que traje de Japón para poder trabajar, mientras tanto vamos a sacudir, todo esto está muy abandonado, aquí no entra nadie más que yo, desde ahora también tú, solo los dos, nadie puede entrar entendido.
─Sí, señor
Había un patio con un lavadero y una pileta con agua y todo lo necesario para asear, tome una escoba y barrí muy bien el lugar, sacudí todo, con una cubeta lave muy bien el piso, había dos ventanas de madera muy grandes, por donde entraba la luz, mientras yo hacía todo eso, don Eduardo hacia muchas anotaciones en un cuaderno.
Después de casi tres horas, por fin quedó el lugar muy limpio, en la recamara donde iba a dormir había un gran armario, en éste encontré ropa de cama, sacudí muy bien el colchón y vestí la cama, hice lo mismo con la otra cama de la otra habitación, pronto la oscuridad invadió el lugar, prendí un quinqué para alumbrar el recinto, en ese tiempo no existía la luz eléctrica, don Eduardo me dijo
─Vamos a cenar, después de comer tomas tus cosas y te vienes a descansar, mañana empezamos a trabajar en nuestro proyecto.
Antes de que los empleados llegaran a dormir saque mis pertenencias y las lleve a la recamara que don Eduardo me había asignado, regrese a cenar, nadie me hizo preguntas que no podía responder, me fui a dormir, al día siguiente me levanté a la misma hora de siempre me bañe, me vestí con ropa limpia, y lave la que me quite, me gustó estar independiente de los empleados, era más íntimo, bajé a desayunar con todos los empleados, cuando terminé, fui a la entrada de la casa esperar a don Eduardo, en ese momento llegó una carreta con tres cajas grandes de madera, Don Eduardo salió de la casa me pidió.
─Sube muchacho.
Subimos a la carreta, caminamos hasta espaldas de la casa ahí había una puerta semi-tapada por una enredadera, don Eduardo la abrió y entre el cochero él y yo metimos una de las pesadas cajas al laboratorio, después de eso regresamos a la entrada principal, don Eduardo le dio una dirección al cochero, diciéndole.
─Vete yendo nosotros te alcanzamos.
─Vente muchacho, vamos en el carruaje.
─José seguía mirándome con enejo, pero yo lo ignoraba seguimos la carreta hasta un almacén que estaba en el centro de la ciudad, bajamos las dos cajas, en éstas había mercancía enseguida llegaron unos empleados y empezaron a desempacar todo, era telas, de seda, vajillas y figuras de porcelana, perfumes y muchas cosas más, a un lado del almacén estaba una tienda de lujo, pertenecía al señor Eduardo, esa era una de las muchas más que tenía por toda la república mexicana, volvimos a la casa, y empezamos a desempacar la caja que habíamos dejado, eran varios químicos y artefactos que solo don Eduardo conocía.
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