Capítulo 5
Mathew tenía aquellas palabras su cabeza " Búscame y encuéntrame todos los días "Te observo aunque no me veas, pequeño alfa" después de aquel sexo fogoso que tuvieron bajo las gradas el Omega lo ayudó a vestirse y antes de irse le susurró esas palabras.
Aquello lo tenía atento buscando a ese Omega, pero no era nada fácil. No podía encontrar su aroma, sus amigos conocían a más de media universidad y ni así pudo encontrarlo.
— Maldición... — se volteó bruscamente chocando con alguien — Mira por donde mierda caminas...
El alfa se quedó callado ahí mismo al ver con la persona que chocó. Su día acababa de empezar de una manera poco agradable, era lo último que necesitaba, ver a ese ser humano delante de él.
— Por lo visto, su vocabulario es igual de vulgar que usted — le dio una mirada lasciva, pero la cambió rápidamente — Debe de decirle a sus padres que le enseñe buenos modales.
Mathew en ese momento no midió su fuerza y estampó al omega contra la pared y acercó su rostro al del profesor. La mirada que le dio el omega fue una llena de incredulidad por la tremenda fuerza que usó y más aun, la mirada que le estaba dando.
— Hoy no estoy de humor para tener que aguantarlo a usted y su mierda — gruñó — Así que no se meta en lo que no le importa, viejo — Mathew lo soltó bruscamente y salió caminando rápido de ahí al darse cuenta lo que había hecho, sin percatarse que aquel omega había quedado con una sonrisa en su rostro
— Por lo visto y hecho ese niño es de armas tomar cuando está enojado — se mordió la lengua, caminando en otra dirección.
Mathew metió las manos en sus bolsillos entrando en su clase de motivación y emoción. Temía que si levantaba la mirada, sus compañeros le dijeran algo por estar de cachondo con un desconocido debajo de las gradas de soccer.
— ¿Encontraron algo?
— No, tu sexy omega es un misterio — dijo Luka, sentándose a su lado — ¿Fue bueno el sexo en las gradas?
— Si, fue grandioso — suspiró, y luego sacudió la cabeza — ¡No tengo porque decirles eso, cochinos!
— No te pongas así, recuerda que te estamos ayudando a encontrar a ese omega, no seas tan quisquilloso — dijo Archie — Los detalles te los estás guardando y eso no se hace.
— No estoy siendo quisquilloso — se encogió de hombros — Dejen de estar preguntándome cosas de mi sexual, yo no les preguntó en cuanta orgias han estado y ustedes no me preguntan cómo es el sexo con ese omega.
— Si desean podemos tener un trío contigo — dijo sugerente Archie — Así sentirás dos vergas en lugar de una, mi amor.
— Si, eso no pasará.
Después de su clase, se mantuvo hablando con sus padres por teléfono y habló un poco con sus hermanos también. Fue hacia la cafetería y se sentó cerca de la ventana que daba vista a gran parte del campus, arrugó la nariz viendo a su profesor de psicología sonreírle a un maestro algo que le pareció extraño, porque éste siempre estaba que deseaba matar alguien. Desde la noche anterior se había quedado pensando en las posibles cosas que podía realizar para saber quién era ese dichoso omega.
— Eso es — hizo un sonido con sus dedos — Ya lo tengo — marcó el numero de Archie — ¿Cuántos Alexander hay en el campus?
— ¿Qué?
— Escuchaste lo que dije, idiota — salió de la cafetería con una batida — Así nuestra búsqueda será más corta y reducida a tal punto de que no creo que haya muchos Alexander en éste lugar y que trabajen.
— ¿Y por qué me llamas a mi?
— Porque eres el único que tiene sexo con el señor del registro — dijo, obvio — No iba a llamar Luka para que me haga ese favor.
— No iré...
— Le diré a mi papá que te preste su jet privado y que te regale un fin de semana a cualquiera de sus islas.
— Dame diez minutos — colgó, antes de que Mathew dijera algo.
— Soy un buen hombre de negociosos — caminó hacia el campus pasando justamente por donde se encontraba su maestro Vítale.
— ¿Tampoco me saludará ahora? — el profesor se colocó junto a él
— No, no haré eso jamás y menos con usted — entrecerró los ojos — Por favor le pido que se mantenga alejado lo más posible de mi.
— Vaya, sus padres debieron de darle un par de nalgadas por ser tan indeseable...
— ¿Tiene algún fetiche con las nalgadas? Ya es la tercera vez en lo que va de la semana que me dice eso — se detuvo de golpe — Ya me está comenzando a dar miedo.
— Descuide, que si tengo algún fetiche no lo cumpliré con usted — lo miró de arriba hacia abajo — Usted es el típico alfa que no deseo en mi vida.
— Y usted es el puto omega que deseo matar cada vez que lo veo y no me ando quejando — gruñó — Déjeme en paz de una buena vez por todas.
— No estoy haciéndole algo como para que me hable de esa manera, joven — masculló, viendo hacia los lados — Deje esos modales...
— Escuche profesor — se detuvo — Somos dos polos muy opuestos como para tener una conversación normal entre ambos — señaló — Por favor, tratemos de matarnos en el salón de clases porque ya su existencia me tiene harto.
— No puedo decir algo contradictorio a eso que has dicho — se pasó la lengua por los labios — Tenga un feliz resto del día, espero que sus tareas estén en mi escritorio para mañana en la mañana.
— Descuide, ni siquiera me verá en su clase — rodó los ojos tengo cosas más importantes que hacer.
— Vaya, vaya — rió — Espero verlo mañana o ya sabe lo que le espera si falta a una de mis clases, joven.
— Usted es un mezquino sin sentimientos que nació para esperar que yo llegara a esta universidad para hacerme la vida imposible, pero gracias al cielo que sólo quedan por menos seis semanas.
— ¿Qué?
— Oh, ¿No recuerda que las vacaciones están por llegar? — Lo agarró por el cuello de la camisa — Es lo que todos sus estudiantes estamos esperando con tanto esmero — pestañeó verías veces — Créame que si fuera por mí, ya lo hubiese matado con mis propias manos.
— Joven, aléjese de mi — Mathew no se movió — Recuerde que soy su profesor y que puedo llevarlo al decano...
— No estamos en sus horarios de clases — lo cortó — Así que puedo romperle la nariz si deseo.
— No estamos en horarios de clases — dijo, despacio — ¿Puedo ponerle el trasero rojo si le doy un par de nalgadas?
— ¡Sabía que era un asalta cunas! — Exclamó, asqueado — Aléjese de mí, estúpido anciano.
Mathew corrió hacia el interior de la universidad y fue en busca de su siguiente clase ese día, sin dejar de correr. Le dio una sensación que no pudo descifrar que era exactamente, pero ya estaba ahí y no podía hacer nada.
Lo primero que le pasó Archie cuando se vieron fue el listado de los empleados de ese lugar, los cuales eran pocos, unos diez como máximo.
Frunció el ceño al ver el famoso nombre de su profesor en uno de los últimos.
— Kyle Alexander Vítale — dijo, para sí mismo — ¿Habías visto esto antes?
— No, no tuve tiempo de abrir el sobre — Archie masticó un chicle — Me dijo ese sobre sellado, por si no habías notado ese fabuloso sello que tienen ahí, idiota.
— ¿Qué nombres ahí?
— Nadie que conozca — mintió, entrando la hoja nuevamente en su lugar — ¿En dónde está el profesor?
— Está lisiado — respondió Luka — No sé porqué estamos aquí en primer lugar.
— ¿Es en serio, hijos de satanás? — Bramó colocándose de pie — Me voy, tengo cosas más importantes que hacer el día de hoy.
Se puso de pie, y sacó de su mochila una bolsas llena de papas fritas y siguió caminando hacia su dormitorio, otro día más sin clases, fue todo lo que pensó. Ya deseaba poder saborear el día de mañana e ir a su casa para pasar su cumpleaños con sus padres.
Ese pequeño suceso le recordó la primera vez que celebró su cumpleaños con sus padres, y que fue gracias a Aiden.
— Hola, nueva mamá — el menor entró y se acostó junto a él — ¿Cómo te llamas, nueva mamá?
— Aiden — murmuró, bajito — Yo no...
— Soy Mathew, mamá — Aiden se quedó completamente mudo — Hueles bien, hueles a papá.
— No creo que debas de estar aquí — pasó saliva — Tu papá se puede enojar si te ve conmigo.
— No, no lo hará — colocó su mejilla en el pecho de Aiden — Nunca se da cuenta de que hago algo malo, él nunca me pone atención así que como eres mi nueva mamá me darás cariño.
— ¿Dónde tu mamá? — quitó las sabanas.
— Aquí conmigo — dijo, con obviedad — Creo que me hice pipi en tu cama, mamá nueva.
— Ay, Jesús — Aiden tentó la parte trasera del pañal y suspiró — ¿Tienes más pañales?
— Si, en mi habitación — se puso de pie — Ven, mamá.
— ¿Quién te puso ese pañal?
— Yo lo hice — levantó sus caderas para que Aiden quitara por completo el pañal — Nadie viene aquí a menos que sea para llevarme a la escuela y traerme comida.
— ¿Qué hace tu papá entonces?
— No sé — metió su pulgar a la boca — ¿Te puedo decir un secreto, nueva mamá?
— Si, corazón — fue hacia donde estaba las cosas de bebé — Puedes decirme lo que desees.
— Cuando mi papá te conoció... yo tomé algo que me hizo estar enfermo... — confesó — Él no quería llevarme... yo saqué su ropa de su maleta y entré yo.
— ¿Por qué hiciste eso?
— Papá no me quiere — se pasó una mano por los ojos — No juega conmigo... tampoco se acuerda de que mañana es mi cumpleaños... cumplo cinco...
— ¿Tienes tus cosas aquí? Ya sabes, para comprobar tú hecha de nacimiento — terminó de colocarle correctamente el pañal.
— Si, están ahí — señaló la gaveta que estaba junto a su cama — Papá nunca sabe nada.
— Bien, mientras reviso tus cosas, ¿Crees poder dormir? — el menor asintió, y se colocó en el centro de la cama.
Suspiró ante ese recuerdo y fue pasando aula por aula, recordando los pequeños momentos que pasó estando con ellos.
— Por lo visto usted tuvo un excelente día, joven.
— ¡Me caso con satanás! — Se llevó una mano al pecho — Usted vive para matarme de un infarto.
— No lo podría de esa manera, pero ya que lo dice, estoy seguro de que sí, eso es lo que más deseo en esta vida — se cruzó de brazos, y Mathew se mordió los labios al ver como los brazos de éste se marcaban contra la camisa — Deje de mirarme de esa forma.
— ¿De qué manera lo estoy mirando? — Subió una ceja — Usted no tiene pruebas de eso.
— Me está mirando como si deseara follarme — la boca de Mathew se abrió y se cerró varias veces — Es lo que está pensando hacerme, no lo niegue.
— Ya le dije que no — pateó el piso — Usted es el único que desea dañarme — lo apuntó — Le pido que me deje en paz, ya bastante ha hecho con desear quitarme la beca. No arruine mi cumpleaños también.
— ¿Es su cumpleaños?
— Mañana lo es, ¿Por qué razón cree que no deseo pasarlo con usted? — Le sonrió, un mostrar los dientes — Adiós.
— Venga conmigo.
No pudo reaccionar cuando fue llevado hacia el aula en la que estaba anteriormente su maestro.
— ¿Qué está haciendo? Me está...
Tampoco terminó la oración, porque los labios de su profesor estaban sobre los suyos, y le estaba gustando el beso más de lo que debería.
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