Capítulo 4
Mathew se dejó caer por completo contra su silla, estaba en serios problemas. Ahora sí que tenía que regresar a su casa con las maletas, y sabia que cuando su padre se enterara del porque, vendría y le pegaría dos tiros al omega... aunque, pensándolo mejor, no era una idea tan mala después de todo.
Comenzó a hacer garabatos en su cuaderno, en lo que los demás estudiantes salían de ahí. Saltó en su lugar cuando la puerta del aula fue azotada de forma violenta y la mirada de su profesor fue hacia él
— Llevo más de diez años dando clases en ésta universidad y en ningún momento han usado sus teléfonos en mis clases — dijo, despacio — Desde que llegó a mi clase, no ha parado de retarme y ya me tiene harto.
— No es que haya deseado hacerlo — murmuró — Tampoco se haga el santo conmigo, usted tampoco es que me haya tratado de la mejor manera. Siempre está diciéndome que hago todo mal.
— Es porque hace todo mal, no presta atención a mi clase — levantó un dedo — No se mantiene callado cuando un superior habla con usted — levantó otro — Me lleva la contraria — otro más — Se la vive pegado a su celular, ¿Desea que continúe?
— ¡Usted es un omega que no acepta que un alfa sea mejor que usted! — Golpeó la mesa — ¿Qué quiere que haga? ¿Me mato?
— Eso sería estupendo — sonrió, socarrón — Así me quitaría el peso de tener que darle clases a un alfa que se cree superior a los omegas.
— Nunca me he sentido superior a ustedes — gruñó — Usted es un anciano de mierda que viene a darme ordenes por ser mi ser mi profesor — se puso de pie.
— Tengo treinta y cinco años, pero contigo aparento de más edad cada día que pasa — levantó las manos al aire — Hace todo para que lo repruebe y no aporta en nada más que en darme dolores de cabeza.
— Ya esos usted los tenía desde que nació — entrecerró los ojos — No me diga que usted nunca ha tenido otro estudiante que le haya sacado más canas de las que ya tiene, porque no se lo creo, anciano — sonrió, sin mostrarle los dientes — Déjeme en paz.
— Eso es lo que necesito para que no salga en la primera plana, que un omega mató a un alfa porque lo sacó de quicio — hizo que el menor se sentara nuevamente en su asiento, colocando sus manos sobre los hombros de éste — No me respondas a menos que te diga que lo hagas.
— No estamos en clases para que me dé ordenes de cómo hacer las cosas — quitó las manos de éste de su cuerpo — Lo siento, pero no es mi maestro después de las horas de clases, sé bien cómo funcionan las cosas.
— En éste momento lo soy — volvió a colocar sus manos sobre los hombros de éste — No te confundas, porque te daré un par de nalgadas y lo disfrutaré.
— Hablaré con la facultad de psicología para que lo expulsen de aquí — bramó — Es demasiado malo conmigo.
— Créeme que en éste momento de mi vida, deseo matarlo con mis propias manos, pero me contengo más de lo que debería — apretó sus manos en los hombros del menor — Eres un alfa que necesita de una buena lección para que deje de comportarse de una manera que ni sus padres aguantarían.
— Los suyos deben de odiarlo.
— Créeme que lo hacen y con eso estoy viviendo — se alejó de él — Manténgase lejos de los problemas conmigo y no saldrá lastimado.
— Más de lo que ya estoy con usted, lo dudo al cien por ciento.
Se puso de pie, y salió del aula antes de que le dijese algo malo. Se sentía exhausto de todo lo que le estaba pasando.
Sus siguientes clases fueron mejor que la primera, y ya para cuando fueron las cuatro de la tarde, estaba de camino a su dormitorio. Al menos ya podía estar tranquilo después de todo. Su mochila estaba realmente pesada, por los libros que buscó en la biblioteca.
Los dejó caer contra el suelo de su dormitorio cuando estuvo seguro de que nadie lo escucharía hacer ese escándalo. Se desnudó y se dio una ducha rápida mirando su cuerpo en el espejo que estaba junto a la puerta del baño.
Cielos, estaba lleno de marcas de dientes y le dolían un poco. Gracia al cielo, sólo serian por poco tiempo. Se puso una sudadera y un bóxer. Recogió los libros del suelo. No tenía deseos de hacer nada, sólo de faltar a las clases de ese profesor.
Miró el reloj en su teléfono y luego prosiguió a pedir comida en algún restaurante de comida rápida. Media hora después, ya estaba comiendo mientras hacia las tareas, miraba una serie en su computadora la cual no sabía el nombre, sólo sabe que era una donde había muchas personas siendo asesinadas.
— De esa manera asesinaré a ese Vítale de mierda — dijo para sí mismo
Su teléfono comenzó a sonar, dándole a indicar que era video llamada... la rechazó y siguió haciendo sus clases. Pero el teléfono siguió sonando, era el mismo número de su gran cita. Por su culpa estaba metido en un gran problema.
— Hola — al final terminó por tomar la llamada.
— ¿Ahora no me hablas?
— Debería de hacerlo, duraste dos días sin dirigirme la palabra — se encogió de hombros — No es para menos.
— Estás enojado conmigo — su voz sonó baja — Pensé que necesitabas tiempo para asimilar lo que pasó el sábado.
— Si a eso le llamas tiempo, te mereces el premio al peor idiota de todos — rodó los ojos — Por si no te habías dado cuenta, estoy lleno de tareas.
— Está bien, nos veremos algún día — sin más colgó la llamada.
— Si es que nos vemos — bufó.
*****
Al día siguiente, por la noche, Mathew caminaba por el campus, con una bolsa de golosinas en sus manos, masticando y mirando a las felices parejas. Eso era algo que lo estaba enfermando y no se daba cuenta de que lo hacía. Se dijo a sí mismo de que algún día estaría de esa manera con alguien. Se sentía liberado el no tener que hacer tareas de ningún tipo, al menos ya podía descansar.
Su teléfono sonó en su bolsillo, al ver de quien era la llamada, la rechazó. No deseaba saber nada de ese ser humano que casi logra que lo expulsen de la universidad y sobre todo que iba a dañar su bella y hermosa beca estudiantil. Ni siquiera les había comentado a sus amigos sobre lo que estaba pasando.
Llegó al campus de futbol, para poder llegar rápidamente hacia donde estaba su dormitorio. Algo fue puesto en sus ojos y antes de que pudiese diferenciar lo que era, fue sujetado por las manos, colocándolas en su espalda y llevado hacia las gradas.
— Gritaré, juro gritaré, pero será después que te mate — se removió — Suéltame.
— Sigue comiendo de tus dulces, pequeño alfa — un puñado de dulces fue introducido en su boca, antes de que pudiese quejarse — Eso es.
— ¿Pero qué mierda es esta? — gruñó, cuando al fin pudo escupir todos los dulces.
— Ignoras mis llamadas, pequeño alfa —le dio un punta pie, para que cayera de rodillas — ¿Por qué lo haces?
— No deseo hablar contigo — dejó de moverse — No deseo seguir con lo que sea que teníamos, así que si no es una molestia, aléjate de mí.
— No puedo dejar mis manos lejos de ti — dejó una mordida en el hombro de éste — No puedes abandonarme.
— Puedo y ya lo hice — dijo obvio — No teníamos una relación seria y ya terminó todo.
— ¿Ya no soy la persona a la cual le contabas tus cosas sobre tu famoso profesor? — Preguntó, jovialmente — Dime la verdadera razón por la cual me estas abandonando.
— Por nada en especial, ambos conseguimos lo que deseábamos y fin — pasó saliva — No hay otra razón por la cual deba de seguir contigo...
— Vamos, pequeño alfa, dime la verdadera razón por la cual no deseas estar conmigo otra vez — pidió, colocando una de sus manos en la entrepierna del chico.
Mathew cerró los ojos fuertemente, se giró quitándose la venda de los ojos cuando sus manos fueron liberadas por completo. Entrecerró los ojos para encontrarse con un enmascarado.
— ¿Creías que me verías?
— Por razones como esta es que no deseo verte más — aplastó la funda de gomitas — Ni siquiera sé quién eres, y tampoco estoy seguro de que me hayas dicho tu nombre real.
— No te mentí con eso de mi nombre, me llamo Alexander — abrió las piernas de éste y se colocó entre ellas — No te he dicho una sola mentira sobre mí, y tú me estás ignorando.
— Ya te dije que no teníamos nada serio, pensé que sería mejor que todo terminara y fin — pasó saliva, nuevamente, cuando el botón de su pantalón fue retirado — ¿Qué estás haciendo? — sujetó las manos del omega — Alguien nos puede ver.
— ¿Has visto la hora que es? — Siguió quitando los pantalones del alfa— Es casi media noche, creí que ustedes tenían toque de queda.
— No, sólo cuando las cosas están calmadas aquí — levantó las caderas, para darle más acceso — ¿Cómo sabes donde estudio?
— Me lo dijiste, y también sobre tus caminatas nocturnas — quitó los zapatos de éste, cuando vio que los pantalones no quisieron salir por completo — No vuelvas a dejar de hablarme, pequeño alfa. Soy un omega y ya sabes lo empalagoso que somos — acercó su rostro al de él — ¿Lo harás otra vez?
— ¿Me estás diciendo eso ahora? — Levantó una ceja — Me das miedo...
— No hay porque tener miedo — acercó su rostro al de él — Ya te dije, soy un omega muy empalagoso... ahora dame amor.
— No, en serio. Me estás dando miedo — la risa ronca del omega, le hizo mirarlo un momento para darse cuenta del color de sus ojos.
— Veremos que tan miedoso eres después de esto.
Mathew dirigió su mirada hacia la entrepierna del omega, para ver como éste sacaba su miembro y que su cuerpo era levantado. Sin ningún tipo de preparación, fue embestido con fuerza, logrando que una de sus manos fuera a parar a sus labios.
Alguien podía pasar por ahí y verlos en esa escena tan comprometedora, pero al omega eso parecía no importarle, porque no le había importado el esperar para que pudiese acostumbrarse a tenerlo dentro de él. Sus piernas fueron sujetadas por el omega, y colocadas alrededor de su cuerpo, la sonrisa que tenía en su rostro le indicó el que no se detendría para lubricarlo, que seguiría estando de esa manera.
Aunque, alguien pudiese verlos, Mathew dejó eso a un lado y apretó el brazo del alfa con su mano libre, con la otra aun seguía acallando los gemidos que deseaban salir y dejarlo al descubierto. Había fracasado en seguir ahuyentándolo lejos en el momento que el olor de éste salió con más fuerza que cuando lo vio.
Las manos del omega estaban a cada lado de su cabeza, aun con su rostro cerca de él. Sus ojos era azules, eso no era algo que lo ayudara a buscarlo entre los estudiantes o trabajadores de la universidad... sin duda era un trabajador, el cuerpo que éste tenía era mucho más trabajado como para que sea de un estudiante.
— ¿Por qué... no dejas salir tus gemidos? — quitó la mano que tapaba sus labios — Nadie nos escuchará aquí, Mathew.
— No... alguien puedo hacerlo — jadeó — Suéltame...
— No... si hubieses querido, te hubieses usarías la otra mano — se acercó a un más a él — Tranquilo, estamos en las gradas, nadie se dará cuenta, no nos verán y sólo nosotros podemos verlos a ellos pasar.
— No estaría tan seguro, el olor a sexo está por todos lados...
Los labios del omega estaban sobre los suyos, antes de que pudiese terminar la oración, y las embestidas no se detenían seguían siendo rápidas y dolorosas, pero aun así le gustaban. Lo único que tenia del omega, eran los tatuajes y el color de sus ojos, ya eso era un gran avance para saber quién era.
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