Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 31 - Escaleras

Me enfrenté a esos escalones y volví a sentirme una niña pequeña, solo que esta vez no estaba sola, ni era una niña. Era una mujer, y debía enfrentar lo que estaba viviendo, no esconderme más tras falsas pesadillas. Esta realidad era mucho peor que cualquier mal sueño.

Salva me tomó la mano y comenzamos a bajar lentamente. Cada paso que dábamos nos sumía más en la oscuridad. No quisimos encender ninguna luz para no poner sobre alerta a nadie. Comencé a sentir cómo castañeteaban mis dientes y puse mi lengua entre ellos para no hacer ruido.

Pasé mis manos por la pared y noté como un material acolchado, como si fueran pedazos de goma espuma o el material con que se hacen las almohadas. Salva me miró y me explicó:

-Lo usan para aislar el sonido. Nadie de afuera puede escuchar lo que pasa aquí. Así que evidentemente no es nada bueno.

Me estremecí y recordé que había visto ese material en varias películas. Este lugar era de lo peor. Estaba más oscuro y húmedo de lo que recordaba, pero el terror que me provocaba era el mismo de hace tantos años. O peor. Porque ahora sabía que no era un sueño.

Cuando llegamos al pie de la escalera se abrieron dos caminos ante nosotros: uno a la izquierda y otro a la derecha. Parecía algo más pequeño que cuando lo vi hace tiempo. Claro, en ese entonces yo tenía siete años, todo me parecía más grande.

Enfilamos a la derecha y encontramos un pequeño pasillo. Había dos puertas. Una era un armario lleno de productos de limpieza, sobre todo lejía y cal. También había varios bidones de lo que parecía ser agua o algún otro producto, y unas cuantas palas. Completaban el arsenal algunos rollos de nylon, cinta adhesiva y varias bolsas de basura. Todo lo que había allí me dio mala espina. Cerramos la puerta y abrimos la siguiente, que estaba enfrentada al armario. Allí encontramos un pequeño cuarto prácticamente vacío. Solo contaba con un colchón desvencijado y sucio, y unos grilletes unidos a la pared. ¿Qué mierda era este lugar? Sentí un escalofrío y me agarré del brazo de Salvador.

Cambiamos de rumbo y nos fuimos a la izquierda de la escalera. Este pasillo era un poco más ancho y conducía a más estancias que el derecho. La primera puerta que encontramos era un asqueroso cuarto de baño. Tenía solamente una sucia pileta, un water sin asiento y una gran tina con aspecto antiguo.

La segunda puerta tenía otro cuartucho, de aspecto similar al primero que vimos, con otro sucio colchón y grilletes en la pared. ¡Por Dios! ¿A quién traerían aquí? Tuve que reprimir mis ganas de vomitar por el solo hecho de pensar en que trajeran a Ailén a este lugar.

La tercera puerta hizo vívida mi pesadilla. Esta conducía a otro pasillo, más largo que el anterior, y, por ende, más alejado. Al fondo había tres puertas más, dos enfrentadas, y otra perpendicular a las anteriores. Caminamos el tramo que nos separaba de ellas y llegamos frente a la primera. Era el lugar donde vi que mataban a ese hombre. Cuando abrimos puedo jurar que vi al pobre desgraciado morir nuevamente, vi esos ojos llenos de terror mientras el asesino le cortaba la garganta, la cruz colgada de su cuello que comenzó a llenarse de sangre. Sentí que me desvanecía y Salva me sostuvo antes de llegar al suelo. Ahora esa habitación estaba vacía, a excepción de la antigua mesa en la que había estado depositado el cuchillo. El piso era de cemento pulido, a diferencia del resto de las estancias que habíamos visto, que eran de hormigón común. En la esquina opuesta a donde estábamos había una mancha oscura en el suelo. Nos acercamos para ver de qué se trataba y vimos que era una gran mancha de color marrón oscuro. Parecía sangre, pero no podíamos confirmarlo. Volvimos junto a la mesa y Salva me preguntó:

-¿Fue aquí donde ocurrió?

-Sí -logré articular. -Aquí fue donde pasó. Ahí lo mató -dije, señalando el lugar donde había muerto ese desconocido.

-Vamos, Lola. Aquí no hay nada y no te hace bien ver todo esto. Sigamos buscando algo que nos demuestre lo que pasa aquí y dónde está Ailén.

Lo seguí como autómata, estaba llegando a un punto en el que no podía coordinar demasiado mis próximos pasos, por lo que me venía muy bien que Salvador tomara la voz de mando en nuestra desafortunada incursión.

Abrimos la segunda puerta y nos enfrentamos a un nuevo armario. Varias estanterías con algunos productos de limpieza, no tantos como en el otro, algunos baldes, bolsas de cemento y otros materiales de construcción. Salva se trepó a un pequeño banco que había allí y se puso a revisar las estanterías, pero no encontró nada a excepción de lo que ya habíamos visto. Estaba a punto de bajarse cuando algo llamó su atención. Parecía una caja de madera, escondida detrás de unos bidones.

-Mira esto, Lola.

-¿Qué hay? ¿Qué encontraste?

-Es una cajita, como un alhajero... Está lleno de anillos, pulseras y más cosas... Voy a llevármelo -dijo, guardando la caja en el bolsillo de su chaqueta. -Lo que hay aquí adentro tal vez nos ayude a identificar a quiénes han traído aquí y nos dé pistas para inculparlos. Ven, sigamos buscando.

Asentí, pensando en cuánta gente habría traído mi padre para hacerles Dios sabe qué. A juzgar por el crimen que había visto años atrás, nada bueno.

Llegamos a la tercera puerta. Intentamos entrar y no pudimos. Estaba cerrada con llave. Sin dudas aquí habría algo importante. Salva intentó forzarla y no logró abrirla.

-Necesitamos hacer palanca con algo. Esta puerta es vieja, va a ceder con algo de fuerza.

-¿Y si hay alguien, Salva?

-Amor: El sótano estaba cerrado cuando llegamos - mencionó, explicando todo como si fuera un maestro dando la lección. -Además, no te preocupes, que si hubiera alguien ya nos habrían volado la cabeza.

-Guau, me dejas más tranquila. - comenté con ironía.

Salva volvió al armario y regresó con un fierro grande, con el que comenzó a hacer palanca. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para abrirla, pero la madera ni se movía. La cerradura era antigua, como la de la puerta de acceso al sótano.

Se me prendió la lamparita. ¿Y si era la misma llave? No sería muy inteligente pero sí práctico, y teniendo en cuenta que era un sótano oculto, tal vez habían preferido la practicidad.

Ante la mirada atónita de Salva, me quité la llave del bolsillo y la puse en la cerradura. Esta giró sin problemas y puse la mano en el picaporte.

-A veces hace falta un poco de gentileza en lugar de brutalidad. -le dije con sarcasmo.

-Por Dios, te deseo tanto, Lola, que te tomaría aquí mismo. -sonrió y me besó rápidamente.

Hubiera querido que ese momento durara eternamente, más aún por lo que estábamos a punto de descubrir. Fue de esos momentos en los que todavía estás viviendo un poco de felicidad y no lo sabes, hasta que ocurre algo más y ahí anhelas esos segunditos de dicha.

Tras abrir la puerta tuvimos que alejarnos para atrás debido al olor que había allí. Era un olor fuerte a productos químicos, mezclado con mucha humedad y algo más. La pestilencia de la muerte. Como cuando entras a un cementerio y notas que, por más flores que se planten o se pongan en jarrones, nada puede eludir el olor de la muerte.

Eso sentimos al asomarnos a la puerta, pero algo más nos llamó la atención. El suelo. Como si de un jardín se tratara, todo el suelo de esa habitación era de tierra. El perímetro del lugar era de hormigón, unos quince centímetros, pero después el resto era de tierra, como si fuera una piscina. La habitación era muchísimo más grande que todas las otras. De hecho era casi del tamaño de todo el salón del restaurante. ¿Qué sorpresa macabra nos tendría preparado este lugar?

La tierra estaba lisa, a excepción de un sector en el fondo de la estancia, donde se veía una pala apoyada contra la pared y un montón de tierra acumulada en un rincón. Al lado reposaba una bolsa negra enorme, que parecía vacía.

-Salva, ¿eso es...? - pregunté apoyando mi mano en su pecho, que latía desbocado.

-Eso parece...esto es...es increíble, yo creo que es un puto cementerio.

Tapé mi boca, con horror, y comenzamos a caminar al rincón de la habitación. Nuestros pies se hundían con cada paso que dábamos, pero poco nos importaba. Necesitábamos ver qué había allí.

A medida que nos acercábamos el olor a químicos se hacía más fuerte. Salva llegó antes que yo, miró a la fosa improvisada e inmediatamente se dio vuelta y regresó a mí.

-¡Quédate ahí, Lola! ¡No avances más, por favor!

Se lo veía desesperado, y aunque quise hacerle caso, mi curiosidad pudo más. Caminé los metros que me separaban de él y entonces la vi. Esa melena rubia que tantas horas me había dedicado a peinar mientras nos preparábamos para ir a bailar. Sus ojos estaban abiertos, congelados en una mirada de horror que nadie sabría lo que vio en su momento final. Estaba desnuda, ni siquiera pudieron respetar su intimidad esos cabrones. Su cuerpo estaba cubierto de cal y sus tejidos comenzaban a desintegrarse. Toda la ropa estaba apilada delante del montón de tierra. También le habían sacado sus anillos y colgantes.

En las películas de terror la protagonista siempre pega un grito ensordecedor cuando descubre algo horripilante. En mi caso no fue así. Sentí que la sangre abandonaba mi cuerpo y que mi corazón se detenía. No podía ser. Mi amiga Ailén no podía estar ahí, muerta.

Apenas alcancé a darme vuelta y vomité todo el contenido de mi estómago, que no era mucho. Salva me tomó el cabello y apoyó su mano en mi espalda. Cuando terminé me incorporé y me colgué de él en un abrazo que necesitaba más que el aire. Mi amiga estaba muerta. Mi padre había matado a mi Ailén.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro