Capítulo 22 - Cicatrices
La cabaña era mucho más pequeña que el bungalow donde pasamos el fin de semana, pero igualmente acogedora. También tenía acceso al mar desde la puerta trasera, una chimenea encantadora, y lo más importante, una gran cama matrimonial en la habitación. Más pronto que tarde descubriríamos qué uso darle, y sería uno muy bueno, después de la experiencia en la litera.
Esa noche cenamos frente a la chimenea, aunque apagada por supuesto, porque hacía mucho calor. Aprovechamos cada instante para besarnos y estar juntos. Esta intimidad que estaba creciendo entre nosotros era más de lo que esperaba, y me gustaba mucho.
Hablamos de todo: de nuestra niñez, de nuestra familia, le conté cuánto había sufrido con la muerte de mi madre, y él se abrió conmigo contándome cuánta falta le hacía su padre. Al ser el hermano mayor era quien más lo había disfrutado, y eso le dolía más aún, porque se aferraba a los recuerdos y solo podía imaginarse los momentos que no había podido construir: la secundaria, las primeras novias, las desilusiones amorosas, todo lo que se comparte con un buen papá, como era él.
Nos quedamos acostados en la alfombra y miramos una película, de terror, por supuesto. Salva me acariciaba la cabeza con ternura y yo estaba a punto de quedarme dormida. En un momento detuvo su mano en un punto unos centímetros sobre mi nuca y estuvo un buen rato tocándome allí. Le pregunté qué estaba haciendo.
-Cariño, me gustan las caricias en la cabeza pero quiero que sepas que no tengo piojos, así que deja de buscar.
Salva se echó a reír y me besó.
-Mira que eres tonta... Tienes una cicatriz aquí, donde te estoy tocando. Es grande. ¿Cómo te la hiciste?
Me quedé pensando unos minutos, pero no logré recordarlo.
-Pues no tengo idea. -comenté encogiendo los hombros. -Seguramente me la hice cuando niña, pero no lo recuerdo.
-Por esa cicatriz te deben haber dado puntos, es más, quizá hasta te hospitalizaron. Es un golpe grande.
-Ni idea. Luego le preguntaré a mi padre y después te cuento.
-Bien, y ya que vas a hablar con él, pregúntale cómo hizo para tener una hija tan, pero tan, pero tan hermosa. Y dile que no pienso soltarte nunca más. -Salva comenzó a hacerme cosquillas y yo empecé a gritar y reírme sin poder respirar. Acto seguido se metió debajo de las mantas, y entonces dejé de reír.
Pasamos las horas enredados en las sábanas, solo salíamos para comer o ir hasta la playa a darnos baños en el hermoso mar.
La noche del martes, última noche que pasamos en el paraíso, Salva me invitó a cenar. Eligió un precioso y fino restaurante, al que se accedía caminando por un largo muelle y estaba ubicado en medio del mar. Nos sentamos en una mesa reservada, muy cerca del agua. Ordenamos la especialidad del menú: pez espada con papas a la provenzal. Estaba exquisito. Para beber elegimos vino blanco.
Cuando estábamos cenando, Salva tomó mi mano y acarició mi cara.
-Todavía no puedo creer estar aquí contigo, Lola. Eres lo más precioso que me ha pasado en mucho tiempo, tanto que no puedo recordar cuándo fue la última vez que fui así de feliz.
-Guau, ¿no estarás exagerando un poco? Yo no puedo provocar eso...yo soy solo...
-Eres lo más dulce que he conocido jamás. Eres maravillosa, generosa, bella. Eres la persona más exquisita que he tenido el placer de tratar. No te haces una idea de cuánto me gustas.
Comencé a ver borroso. Eran las lágrimas que pugnaban por salir. Me resultaba raro estar en una relación tan tranquila, y comprobé una vez más que Salvador me daba paz. Y no era solo por sus palabras. Era todo. Él era la paz que necesitaba desde siempre. Hasta estaba durmiendo mejor desde que dormía con él, resulta que también era el salvador de mis sueños.
Emocionada, le hice un breve resumen de mi tormentosa historia, empezando por las pesadillas que sufría de niña con esas escaleras y los asesinos que cortan cuellos por doquier, pasando luego por mi complicada adolescencia al borde de la depresión, para por fin llegar a lo raro que me resultaba estar en esta relación que me daba paz, y que me hacía sentir segura, cuidada y valorada. Nada de lo cual había sentido en mis relaciones pasadas, particularmente con Pedro.
Cuando lo mencioné se puso visiblemente incómodo, entonces cambié de tema para que no se arruinara la hermosa velada que estábamos pasando.
-Vas a pensar que estoy fallada, Salva. Entenderé si quieres salir corriendo de aquí, -dije con sinceridad.
-Solo saldré corriendo de aquí si es contigo. No me voy a ir. Y no vuelvas a decir que estás fallada. Eres perfecta así como eres. Esto que tenemos es bueno, y cuando algo es bueno no hay razones para irse, ¿no? Déjate querer, te voy a demostrar que tienes mucha luz adentro, que la oscuridad que te rodea no eres tú. Todos estamos rotos, Lola, una vez leí que es por ahí por donde entra la luz.
No pude decir nada, solo me puse de pie y lo abracé, lo abracé hasta que casi nos echaron del restaurante porque estaban por cerrar. Mientras nos mecíamos al compás del sonido de las olas, como bailando una melodía que solo nosotros escuchábamos, agradecí al cielo por haberlo conocido. Definitivamente debía haber hecho algo muy bueno para haber conocido a Salvador.
Cuando llegamos a nuestra cabaña, Salva trajo fresas y champagne, para que tuviéramos una "noche inolvidable".
-Lo siento. ¿Demasiado cliché? -preguntó, algo contrariado al ver que me reía.
-¡No! No me estoy burlando. Es que no puedo creer cómo me malcrías. Me voy a malacostumbrar y después me tendrás que aguantar.
-Lo haré con gusto, hermosa. -dijo, y comenzó a besarme.
Caminamos hasta la orilla de la cama y Salva se sentó, mientras que yo quedé parada frente a él. Era tan bajita y él tan alto que casi quedamos cara a cara. Rodeó mi cintura con sus brazos y me atrajo hasta besarme. Sus manos se posaron en mi trasero y después viajaron hasta mis pechos, donde se quedaron un buen rato y luego comenzaron a desprender mi ropa.
En pocos segundos me quedé en ropa interior, y él no se quedó atrás. Le quité la camisa sin dejar de besarlo y de pronto me tomó en sus brazos y me llevó al baño, a la ducha. Abrió el grifo y nos metió a ambos adentro.
Terminamos de desnudarnos bajo el agua y llegados a ese punto, perdimos el control. Nunca había sentido lo que sentí haciendo el amor con Salva. Era sin duda una experiencia sublime, algo más allá, lo que sentía no lo puedo describir en palabras, pero sin dudas me hacía experimentar más de lo que pensé que mi cuerpo podía experimentar.
Dormimos hasta pasadas las nueve de la mañana y, después de desayunar, aprontamos todo para irnos. Juntamos nuestras pertenencias y partimos hacia la estación.
Salva me abrazó con amor y nos prometimos volver algún día, a esta playa que había sido testigo del inicio de nuestro amor. Bueno, el amor había nacido hace bastante ya, digamos el comienzo de nuestro noviazgo. Sí. noviazgo. A veces era lindo llamar a las cosas a la antigua. En el viaje nos reímos recordando nuestra primera vez, unos días atrás, en esa incómoda litera. Y también nos imaginamos cuántas cosas podríamos hacer una vez que llegáramos a casa, en una cama decente, aunque la cama de dos plazas de la cabañita tampoco había estado nada mal.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro