Capitulo 2
De mi casa a la casa de Leo hay exactamente treinta y tres pasos. Es una señal, lo sé. Tres es mi número favorito. A ver... le dije a mi papá que mi proyecto es ver como las cosas cambian de tamaño según la distancia en que se encuentran. Antes de él irse a solicitar una sentencia al Tribunal, le pedí que dejara un ladrillo en la acera de al frente, y que iba a ver qué tan lejos estaba desde el ático y cómo cambiaba su tamaño.
Gran error.
Mi papá no tenía idea de que podías ver tan claro la casa del frente, y me pidió que no acechara demasiado. Puf... ¿acechar a quién?
—Me das los resultados cuando vuelva de trabajar para ayudarte a confirmarlos. Y no actúes tan sospechosa. —Me dijo en la puerta, marchándose.
Oh, por favor, ¿yo sospechosa? Imposible. No llevo hechas no tengo sospechas. Aún... cuando bese a Leo mi rostro cambiara. Sé que lo hará.
Pero si hablamos de sospechosos, él lo es, siempre está viendo a todo el mundo. Algunas veces sale de noche, no tengo idea de a dónde. No habla más de lo necesario con ninguno de los otros vecinos, y con la única persona que siempre ha querido hacer amistad es con mi padre. Pero yo ya les expliqué porque mi padre no quiere dicha cosa.
Lo estoy viendo ahora. Está jugando con Lalie en su césped. Juegan a la pelota. Su sonrisa es de las más hermosas que jamás he visto.
Es sábado. En solo catorce días es mi cumpleaños. Lo llevo contado. Y ya sé lo que quiero de regalo... a él.
Alguien toca la puerta fuerte.
—¡Mara! ¿Estás ahí?
Lo veo mirar hacia mi casa.
—Mara, necesito que me ayudes en algo.
No molestes. Estoy mirando a Leo quien está parado con las manos en la cintura mirando hacia mi casa.
—Algo le paso a mi laptop. No sé cómo solucionarlo... pero tú podrías...
Un momento, él está mirando a su esposa quien acaba de llamarlo desde el césped de mi casa. ¿Qué hace aquí ella?
—... Ayudarme, es para pasarle a la vecina un libro de psicología infantil a su memoria. Por favor.
¿Por qué piensa que estoy aquí de todos modos?, ¿Papá le dijo que estaba aquí?, ¿Ahora siempre me buscarían aquí? No, joder, joder, joder... nunca más voy a poder venir al ático en las noches a observarlo entrar su auto a la marquesina porque mi papá sabrá que estoy acechando a algo. Y se dará cuenta que no es algo, sino alguien, y mi cabeza volara, me sacrificara al dios de las niñas sospechosas, y peor, sabrá que muero por Leo.
Pienso en mi cumpleaños y recuerdo lo que me emociona sobre eso.
Cumplimos el mismo día.
Yo dieciséis, el treinta.
Un día, exactamente el primero de marzo, mi mamá estaba hablando con Natalie. El simple hecho de que mi papá y mi Leo no se llevaran del todo bien y que no fueran amigos no impedía que ellas fueran amigas. Tenía las cosas claras: podía cuidar a Lalie solo a veces, y podía hablar con Natalie solo si mi mamá me llamaba. Aunque eran amigas, a mi mamá no le gustaba que anduviese de niñera y no tenía el tiempo además.
Natalie dijo:
—Leonardo cumple veintinueve la semana que viene.
—¿Oh sí? —respondió mi mamá.
—Si... y le haremos una barbacoa con amigos... ustedes pueden venir. Dudo que su esposo vaya, pero usted y su hija. Digo lo de su esposo porque noté que no le gusta mucho eso de...
—¡Oh, qué va! Bueno sí. Pero no importa. —Mamá se ruborizó.
—Es el ocho de marzo.
—¡No...! —dijo sorprendida, echándose hacia atrás en su asiento.
—Sí, está en su cedula —dijo Natalie, como si de pronto pensase que estaba equivocada.
—No, eso no, ¡sino que Mara cumple quince ese mismo día!
—Wow. Que coincidencia. Podemos celebrar juntos. —Lo dijo con desgane, que conste.
—No lo creo, la llevaré a un pasadía en un hotel. Pero no le digas nada... es una sorpresa.
Yo estaba a metros de ella, así que no fue una sorpresa. Y no pude felicitar a mi Leo, ni él a mí.
Se supone que este año si lo hará.
—¿Mara, Mara? —volvió a llamar.
Leo cargó a Lalie, que lindo.
Siento que mi mamá se va, y abro la puerta para confirmar. No está. Así que vuelvo a mirar para la casa de Leo, pero él tampoco está. Zapateo con toda mi ardor porque no vi su espalda al entrar a su casa.
Su espalda. Ay su espalda.
Quiero tocarla. Es una manía de la cual yo y Micaela hablamos. Es como totalmente normal tener una obsesión con las espaldas de los chicos, en mi caso; con la espalda de mi Leo.
Salgo de allí. Bajo las escaleras y están todos los Torres y mi mamá.
¿Cuándo fue que invitaron a los Torres a mi casa, y por qué nadie me lo había dicho?
Leo vio que llegué, pero así mismo sigue mirando la pantalla, con sus manos en los bolsillos y los primeros botones de su camisa desabotonada... Dios... no caigas Mara... lo hace propósito... ¿Cómo alguien tan mayor puede lucir tan?... ¡¿tan?! ¡Ahh!
¿Cuántas veces Leo entraba a mi casa? Una vez por año. Quizás exageraba, pero era raro debido a mi papá.
—Mi hija, te estaba buscando, —mi mamá anunció—, pero ya el vecino me ayudó, sabe de computadoras.
—Bien —digo. Estoy totalmente temblando (literalmente). Mis piernas no pueden avanzar. Lo veo de lejos, lo acecho de lejos. Pero en su presencia me derrito. Las mariposas me traicionan.
—Ven a ver —dice mi mamá.
Me acerco, es la foto de un pastel color azul marino, de una sola planta.
—Es lindo. Pero no quiero una fiesta mamá. —Me quejo. No tengo tiempo para hacer amigos para llenar una fiesta, esa es la razón.
Leo le susurra algo a su esposa, y ella se ríe. Lo miré de reojo, mi estómago se hizo un nudo.
Que se vayan. Lárguense. Es mi casa. ¿Acaso se reían de mí?, ¿Pueden leer mis pensamientos?
—No queremos fiestas, ¿verdad Mara? —Ahora está cerca de mí y toca mi hombro mientras me sonríe.
—No... —respondo. Estoy afectada. Me está tocando el hombro. Mi hombro... ¿qué pasa?
—Tranquilo Leonardo, lo tuyo solo será una cena en el patio de la casa. Y hablando de cenas, yo voy a ir a preparar la nuestra. —Natalie coge su memoria de la laptop, (que descuidada, ni siquiera espero a desconectarla en modo seguro), y con Natanael en sus brazos, pasa su otra mano libre por la cintura de mi Leo mientras salen de mi casa—. Adiós vecina y gracias —dice a mi mamá cuando se voltea.
Que linda familia, piensan todos.
Que dolor, pienso yo. Digo, no es un dolor tan agonizante. Me gusta Leo, Lalie me cae bien, Natanael también... oh, ¿pero quién se cree ella como para agarrar a mi Leo y llevárselo a su casa?
Además, juraría que lo hizo adrede, ¿para salir lo tiene que agarrar?, oh, ¿y eso de tener que reírse por lo bajo?
Cierto... no se supone que ella sabe que me gusta su esposo. Así que quizás no lo hizo adrede. De todos modos, ¿Qué clase de personas cenan a las cinco de la tarde? Natalie necesita un curso intensivo de aprender a mentir. Yo se lo podría dar pero no me cae muy bien.
Me volteo, mi mamá está mirando su laptop media asombrada.
—Te juro que la pantalla estaba negra... Leonardo vino y lo soluciono. No creo que tú lo hayas hecho mejor.
Gracias mamá. Siempre tus comentarios suben mi autoestima. Aunque en realidad, era solo cuestión de presionar alt, ctrl, y delete. No es que él sea un genio.
Sin embargo no es eso que le respondo, me limito a decirle:
—Oh por favor mamá. Cualquiera lo hubiese hecho. —Beso su mejilla, y me marcho a mi habitación de redes.
"La habitación de redes" es un cuarto de la casa donde hago mis tareas y dónde está mi laptop y mi PC de mesa. La razón por la que están ahí es porque mi papá dice que no seguro tener "esas cosas" en el cuarto de dormir. Entonces voy, pero no para usar el internet.
Me siento con la corbata en la mano. Aunque ha pasado tanto tiempo, me atrevería a decir que huele a su colonia.
Oh Leo, ¿Cómo te volviste en mi obsesión?
♥
Estoy camino a casa. En la jippeta de mi papá y bloqueando mis oídos. No funciona, lo estoy escuchando sermonearme. Todo ha pasado porque hoy a la salida estaba riéndome con un chico muy lindo. No me la podía creer, pero la conversación solo fluyó por un jugo rancio que vendieron en la cafetería.
Él dice:
—No te lleves de las malas influencias y de gozar un rato...
Ay Dios, aquí va. No papá, no me acostare con ese chico. Hablábamos de una chinola media rancia...
—Porque todo trae consecuencias...
¿Has visto lo feo que es? Quiero decir, comparado con mi Leo lo es. ¿Antes no había dicho que era lindo? Ay lo que sea...
— ¿Me escuchas Mara? No quiero que te arruines la vida.
—Aja. Te escuché. —Le respondo. Me bajo de la jippeta y veo como él vuelve a irse. Entro a la casa tirando la mochila en el piso.
Si se ponía así porque hablara con un chico, ¿Cómo se pondría si sabe que me gusta nuestro vecino?
Enloquecería. Completamente. Me mandaría a un convento de monjas, de esos que inician clases a las seis y terminan a las tres de la tarde. Aunque pensándolo bien, mi mamá no dejaría que me llevé a un convento de monjas. Así que no sé muy bien que haría si se da cuenta.
Por alguna razón la casa se siente vacía. La recorro entera buscando lo que falta... pero todavía no sé qué es. Escucho el sonido de la Play Station desde mi cuarto de redes... oh, eso significa que...
Jugar videojuegos... con Leo.
La pregunta importante aquí no es qué hace él jugando en mi casa, en mi cuarto de redes, sino:
¿Mara, tienes un hermano mayor? Si. Él tiene veinticinco y está casado. Pelean dos veces a la semana, me refiero a mi hermano y su esposa. De esas pequeñas riñas, una al mes es en serio, y mi hermano viene a vivir a la casa hasta que se reconcilian.
En mi cuarto de redes está ese gran sofá color rosa el cual el utiliza como cama. Y también trae su pantalla plana junto a su mochila de videojuegos. Ni siquiera duden el que no le importa tener que cargarla de su casa a la mía cada vez que pelean. Jugar videojuegos es su vida.
El caso es que mi hermano es un hombre, y Leo también, y se llevan cinco años, y son algo así como "casi" amigos. Solo de jugar videojuegos para ser más precisa. Y como no veo rastros de mamá, y papá solo ha venido a traerme porque tiene una reunión con un cliente importante, la casa está sola. Y Leo entra. Y esto solo pasa una vez al mes, y creo que voy a desmayarme.
Eh, hola, nótenme, estoy justo aquí parada.
¡Que dejen de mirar la pantalla! Ugh.
—Julián, ¿Dónde está mamá?
—Mara —dice. Me saluda y me mira solo por un cuarto de segundo antes de dejar de manejar la motocicleta. Está jugando San Andreas. —O Grand Theft Auto—. Amo eso, en serio.
—Hola Leo —le digo a mi Leo, quien deja de mirar la pantalla y me ve, sonríe y me dice:
—Hola.
Hola.
Un hola que se reproducirá en mi cabeza por días. Hablo en serio. Su tono de voz es el cielo.
—Julián, te pregunté que dónde está mamá.
—Tú ya sabes, en un retiro —dice concentrado. Salta al ver que su moto es derrumbada por la policía de San Andreas. A continuación, lo matan en menos de un segundo, la pantalla se pone negra y luego aparece Carl en el hospital—. Joder, que mierda —dice y luego me mira—. ¿Viste Mara?
Asiento. La verdad es que cuando tienes ya cinco estrellas llenas de policías siguiéndote, sin chaleco antibalas, estás indefenso, y al menos que utilices claves para mágicamente aparecerte un chaleco antibalas, te asesinan en un segundo. Pero ahora él está jugando sin claves, quiere demostrar que él es el big daddy.
—Mamá está en un retiro de la iglesia. —Por fin me dice y se levanta—. Voy a buscar un refresco en el freezer de tu papá...
Su papá y el mío no son los mismos, y por eso nunca se dirige a él como papá, sin el "tu" o llamándolo por su primer nombre.
—Lleva a Carl a nadar para que le subas su habilidad. La próxima misión es debajo del agua. —Me ordena. Nunca me pide algo o me da la opción de decir que no. Habla como si fueran órdenes.
No me pesa hacer lo que me manda en realidad. Eso es lo que hago, desde que tengo ocho años así juego San Andreas, ósea, soy pésima en el ámbito de matar, huir de la policía, o siquiera robar un auto sin que me lo vuelva a quitar su dueño, pero haciendo nadar a Carl, es algo en lo que soy buena. Además, esa misión es increíble, los gráficos no son tan buenos pero te sorprenden lo suficiente.
Me acerco y me siento junto a Leo. Tomo el control. Automáticamente mis manos sudan. No solamente porque estoy al lado de Leo, sino porque mis manos de por si sudan cuando tengo algo en ellas. Algo como el control de la play station.
Siento mis piernas estremecerse, y creo que tengo un tic nervioso. Leo esta aun lado mío con el cuerpo echado hacia delante mientras ve en la pantalla como conduzco a Carl en una motocicleta y me lanzo por el muelle hacia el mar, después, hago nadar a Carl a la superficie para volver a sumergirlo en el agua.
Anda, di algo Mara. Tu hermano va a volver, dile algo.
—Tu hermano es un tramposo, se sabe todas las claves para que le den armas y ponerse un chaleco antibalas sin pagar por ellas en la armería.
Oh Dios, ¿Quién dijo eso?
Siento que la respiración se me corta, al igual que a Carl, está muy al fondo y le queda poco aire, empiezo subir paranoica a la superficie, pero Leo me pone nerviosa, y le estoy dando a la tecla que no es. Ay no, ¿el triángulo, el circulo o el cuadrado?, ¿Cuál de los dos es? Julián me va a matar si mato a Carl ahogado...
—Mara, sé que tu hermano dijo que eras buena en esto, pero lo estás haciendo mal...
Ay Dios, otra vez me habló. ¿Qué hago?
Suelto una risa nerviosa. Siento cuando Leo me quita el control de las manos y la toma. Comienza a sacar a Carl a la superficie.
No puedo respirar, su mano estaba tan caliente, a diferencia de las mías, las mías están frías.
—Mara, yepa, te dejaste ganar de Leonardo —dice Julián, ha vuelto. ¿Cuándo lo hizo realmente?
—Es que me confundí —digo, volteo a mirar a Julián, luego miro a Leo—.Voy a preparar mi comida —digo y salgo.
Me quedo con los hombros alzados mientras bajo las escaleras, tengo los ojos abiertos y me estomago da vueltas. No, no tengo nada de hambre.
Oh Dios.
Toco mi mano.
Su mano era tan caliente.
La estoy imaginando en mi cintura. Ay Dios.
Mis rodillas se flexionan y me abajo dando vueltas mientras muerdo mi labio.
¡Él me encanta!, ¡Él me nota!, ¡Él me ayudo!
Estoy sonriendo y brincando por todas partes. Luego comienzo a bailar, muevo mi cabeza, y siento que estoy mareada. Me tiro en el piso y suspiro ruidosamente mientras me toco la parte de la mano que él me toco.
—¿Mara?
Oh. ¿Qué ha sido eso?
—¿Mara, escuche un golpe, has sido tú?
A ver, ¿qué hace esa mujer aquí?
Ay no, ¿y si me ha visto bailar?, ¿y si le dice a Leo que me vio bailar y el responde que fue porque él me hablo?
La veo cruzar detrás del desayunador para verme en el piso.
—Si te hablo, ¿por qué no me respondes?
—Lo siento Natalie —le respondo—. Mamá no está aquí. —añado. Quiero decir; vete. Nadie te ha llamado.
—No, no. Vine por Leonardo. Tú ya sabes cómo es tu papá, y Leonardo parece un niño de doce el cual no entiende nada.
—Están jugando allá arriba. —Señalé con mi dedo a la segunda planta.
—Oye, ¿sabes lo grande que es eso?, como si estas son horas de jugar. —Hace una clase de movimiento con sus ojos y pone las manos en su cintura—. Son la una y media y no ha comido, y voy a salir esta tarde, necesito que atienda a la niña. Y mañana, y después de mañana. Estoy tan ocupada. Ay Marita, cuando crezcas vas a ver lo difícil que es la vida.
Espera amiga, wow, wow, wow. ¿Desde cuándo me cuentas de tu vida? ¿Y qué era eso de "Marita"?
La iba a mandar a callar, pero como dice un dicho: "cuando no puedes con el enemigo, únetele" eso exactamente debía hacer. Además, llevaba una semana sin atender a Lalie. Y hay dos cosas: necesito dinero. La otra: necesito robar otra prenda de vestir de Leo.
—Si quieres, yo cuido de Natalie.
—Ay no, ¿cómo crees?, ¿No tienes cosas que hacer?
—Bueno, hoy si —le dije. No me acordaba de que había quedado con Micaela para ir a comprar unas cosas—. Pero mañana no, mañana es jueves y estoy libre.
— ¿Tu papá no se molesta?, ¿No dizque que tienes que trabajar?
—No, no. No trabajaré.
Ella lo piensa.
—Está bien —dice.
En ese segundo Leo baja, se acerca y me ve tirada en el suelo. No le da mucha importancia. Pero si le da un beso corto en los labios a su esposa.
Mi corazón se vuelve gris.
—Natalie, ¿Qué haces aquí?
—Vine a buscarte, tú muy bien sabes lo que hemos hablado —le dice y lo señala con el dedo índice—. Adiós Mara. —Me dice a mí, y entonces, hala a Leo de un brazo y se dirigen a la puerta de salida.
Me levanto del suelo y empiezo a reírme.
No es gracioso lo que ella hace. Pero si es definitivamente gracioso la cara que me está haciendo Leo mientras camina de espaldas a la salida. Está haciendo muecas porque Natalie aún no ha dejado de regañarle.
Le estoy sonriendo. Creo que lo amo.
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Big daddy: "gran papi" juego de palabras que utilizan Mara y Julian para referirse a que es el padre de los videojuegos.
Los botones del control de la Play Station, en vez de A y B, tienen cuatro botones, triángulo, cuadrado, círculo, y una equis.
Yepa: se refiera a una expresión como "wow" o "woah" y se pronuncia "ieepaa"
Que divertido es leer esto de nuevo, es como leerme a mi desde fuera de mi cuerpo y no pensar que escribí esto hace tres años mas o menos. Como sea, ¿que les pareció el capitulo? Cuentenme. Por favor voten si les gustó el capitulo.
y como prometí, vieron? dos días solo. #laregladelos2dias anyway, besos♥
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