Capitulo 12
Pocas personas saben mi agenda. Quiero decir, solo tengo dos amigos, y estoy segura de que no cuentan mi vida a otros. Y después a nadie más le digo, —o sabe—, que los lunes Micaela y yo siempre vamos a correr a la pista.
La pista es un gran terreno verde con un camino en círculo de pavimento. Algo así como una gran rueda de hámster en el suelo, y aplastada.
Me explico mejor si digo una pista de practicar atletismo o ciclismo. Pero lo del hámster también. Como sea, damos tres o cuatro vueltas y después cruzamos al frente para comer empanadas y refrescos. Ah y Micaela va a ver a los chicos jugar en la cancha de tenis.
Por eso no me explico que hace Leo ahí. En la entrada de la pista con su pantalón de tela gris y su camisa blanca.
¿Cómo sabía que yo estaba aquí?
Si no podía respirar mientras trotaba con Micaela, ahora menos, y mis orejas están tan calientes que siento que van a explotar. Micaela nota mi cambio de ánimo y me mira.
—¿Qué pasa? —pregunta con la voz entrecortada. Trotar tanto nos fatiga a las dos, y más porque íbamos en nuestra segunda vuelta sin descanso y sin beber una gota de agua.
Como yo me quedo callada, ella mira al otro extremo y ve a Leo parado en la puerta de alambrado metálico, con un pie cruzado encima de otro y los brazos cruzados. El sol le daba más o menos en la cara por lo que tenía sus ojos entornado hacia nosotras, y adivinen... estaba sonriendo.
Recordé que me había besado y también recordé mi teoría de los tres besos:
Primer beso: sería fatal.
Segundo beso: sería genial.
Tercer beso: sería el mejor y la despedida.
Y para mi sorpresa el primer beso con Leo no fue tan fatal... de hecho, si hubiese cerrado mis ojos lo hubiese disfrutado más, pero es que el shock era más fuerte, y él no me avisó. En conclusión: no fue justo.
Así que como persona responsable que soy y que mi papá dice que debo ser, trataré de conseguir el segundo beso, el cual será genial.
Y en esto he pensado toda la semana que ha transcurrido después de que Leo me haya besado. Pero había dos problemas, en realidad no son dos, son muchos más, pero esos son los principales.
Como sea:
1.-Estaba de castigo. Mi papá no permitiría que saliera ni a la bodega. Tampoco puedo cuidar de Lalie porque si no me vería tentada a "robar" y aún tenía que dar cuentas de eso.
Gracias Leo, corazón.
2.-Él tiene algo raro bajo la manga, y ahora, aunque me atrae, la mitad del tiempo me asusta, y pienso que me hará algo muy malo. Además, ¡estaba casado!
¡Dios, en serio estaba buscando la forma de volver a besar por segunda vez a un hombre casado!
Los problemas siguen estando allí, pero mis ganas hacen que se vean diminutos, y que no sean tan relevantes. Y además, con los recuerdos de su beso cualquier coincidencia es estúpida.
—¿Qué demonios hace tu vecino aquí? —Micaela me despierta del pequeño trance en el cual me quedé mientras miraba fijamente a Leo y pensaba todas esas cosas.
¿Mencioné que sus labios eran suaves?, ¿mencioné que su aliento a centímetros de mi boca es la mejor sensación del mundo?, ¿mencioné que me besó con lengua?, ¿mencioné que sonrió solo para mí?, ¿mencioné que me besó porque mis labios le parecieron lindos?
¡¿Mencioné que Leo está sacando lo peor de mí?
Oh Dios.
Oh Dios.
—¡¿Mara!?
—Mica... besé a Leo.
—¿¡Quéee!?
—Y no sé qué quiere, pero vengo ahora. —Me lancé a correr hacia donde él, pero Micaela me detuvo halándome del brazo.
—¿Te tengo que recordar que no sabes qué clase de cosa es él?
—Mica, basta, déjame ir con él. —Le abro los ojos y me zafo de su agarre—, míralo del lado positivo: Dago está ahí en las gradas, te puedes ir con él sino he llegado a tiempo.
—No Mara, ¡no voy a dejar que te vayas con tu vecino!
—Está bien, pero al menos deja que vaya a decirle que no. O a saludarlo, por favor.
Micaela negó. —Tú me prometiste que olvidarías esto.
—Como cuando tú prometiste que no consumirías productos lácteos y te bebiste aquella malteada que te regalo Dago.
—¡Porque fue Dago!
—¡Y él es Leo!
Micaela respira ruidosamente.
—Quince minutos. Los voy a estar observando desde aquí. —Se cruzó de brazos, y yo me volteé.
Mientras me dirijo hacia Leo, le ordeno a mi cuerpo que deje de transpirar, y a mis rodillas que aguanten.
—Hola.
—Leo, ¡Hola! —digo demasiado rápido. Se nota que estoy nerviosa y sonrío para disimular.
—¿Qué le pasa a tu amiga de ojos grandes?
—No lo sé, supongo que no le caes bien. O algo así.
—Ah, ¿y por qué?
—¿El hecho de que le quemaste la laptop a Dago como por dos días, podías espiar su cuarto, o me metiste en problema con mi padre? —Miré hacia la izquierda, y después negué con el rostro confundido—Uhm, ni idea...
Mi sarcasmo era tan fuerte que me auto felicite.
Leo sonrió. —Ya veo. —Comenzó a arreglarse la muñeca de la camisa.
Me mordí el labio inconscientemente. — ¿Y qué haces aquí?..., ¿y Natalie?
Merezco un premio, ese llamado: "Premio a la persona más idiota del mundo que pregunta cosas fuera de lugar"
Sí, porque se supone que no me agrada, ¿por qué pregunto por ella?
Leo dejó de sonreír, alzó las cejas, y bajó la cabeza a mi altura. —No sé.
—¿No sabes qué?, ¿Qué a que viniste...? —Wow, wow, wow., ¿Por qué se acerca tanto a mi cara—, ¿o donde esta Natalie? —Con mi mano en su pecho lo alejé, devolviéndome a mí misma el espacio vital que necesito para respirar.
—Una de ellas. Mira Mara, quería llevarte a un sitio.
—¿Qué y por qué? Yo creí que tú no querías que me metiera en tus asuntos. Ah, y Leo, ¿Por qué me besaste?, ¿Por qué me ibas a besar ahora?
—Ya te había dicho, tus labios se mueven lindos al hablar.
«Leo, los tuyos se ven lindos desde que naciste.»
—Sí, pero está mal. Hasta yo eso sé.
—Honestamente esto no es tan malo. Besé a mi vecina porque sus labios se mueven lindos. Tú besaste a tu vecino porque te gusta.
—Yo-o no te besé.
Dago nos interrumpió. Y el muy inteligente se quedó mirando a Leo como si fuera un extraterrestre.
—Nos vemos Mara —Me dio la mano, pero en realidad dejó un papel en ella que luego vería yo. Después, tocó la cabeza de Dago y dijo:
—Y adiós rulos.
Pero no había dado ni dos pasos cuando se volteó, señaló el puente de su nariz y dijo:
—Ahora solo estaba mirando que sudas la nariz.
Ah claro... no me iba a besar, ya, ya. No era lo que yo pensaba de todas formas...
Entonces se marchó hasta su auto, y Dago y yo nos quedamos detrás de la puerta metálica observando cómo se iba.
Luego golpeé el hombro de Dago. Con fuerza. Ese idiota.
—¿Qué demonios...?
—¡Nos interrumpiste!
—¡Te salvé la vida!, —Me gritó en el rostro, en ese momento Micaela llegó hasta donde estábamos—, quería besarte, y según Micaela, obligó a que lo besaras.
—Y no me habías dicho nada de eso aun. —Micaela añadió llegando hacia nosotros.
Me puse las manos en las caderas y los miré perpleja. —¿Y es que acaso a ustedes se les olvida que a mí me gusta Leo?, ¿así como mucho?, ¿y que también quería que me besara? ¡¿Y que hay muchas personas aquí alrededor de nosotros y que Leo no me haría nada malo aquí parado hablando conmigo?! —Había alzado mis manos señalando alrededor.
—¿Se te olvida a ti que es el mismo que te espía?
—¡Pero yo lo acosaba!, ¡mis semillas dieron fruto!, ¡al fin!
—¿Qué es casado? —Micaela esta vez fue la que habló.
—Estoy segura de que todo el mundo, incluso Leo, está cansado de que mencionen a la vieja verde esa de Natalie, —Me acerqué a ellos alzando las cejas, otra vez había sudor en mi nariz, y quizás por el sol—, un trato: No. La. Mencionen. Nunca., ¿Qué les parece?
—Esto está tan mal. —Micaela hizo una mueca y se puso a mirar a la pista, con las dos manos en las esquina de los ojos.
Veo el papel, mientras ellos no ven:
«Trrs3789. Envíame una solicitud en Hablus. Necesito hablar contigo.»
Necesito estaba subrayado y escrito en rojo, y mi corazón empezó a latir muy fuerte.
sorry por tardar tanto... es que estuve muy ocupadísima esta semana. Pero ya vuelvo al mismo ritmo :D
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