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Parte I | "Algunas cosas están destinadas a ser"1. Michael.

Mis aspiraciones eran sencillas: ser un estudiante ejemplar, tener todos los títulos que me fueran posibles, postularme para la presidencia, ganarme a las personas durante la campaña, ser el presidente.

Y gané. Con esfuerzo, dedicación y responsabilidad logré todo lo que me propuse. Por eso llegué aquí, porque quise y me convencí a mí mismo de que podía hacerlo. Todo es mental, por eso preparé a mi subconsciente y me proclamé ganador mucho antes de serlo.

No puedo quejarme, tengo todo lo que quiero, ¿qué más puedo pedir?

—Ay, cariño, tan pequeño y tan importante —Marianela palmea mi mejilla, sonriendo con cariño—. ¿Quién diría que mi pequeño huracán sería todo un hombre correcto?

—Mamá, por favor —le pido, mientras me acomodo la corbata—. Estamos en público.

—¿Y eso qué? Soy tu madre —me regaña, sacándome una sonrisa—. Estoy muy orgullosa de ti, pequeño.

—Gracias, mamá —ella arruga la nariz y pellizca mis mejillas antes de que un bullicio llame nuestra atención.

—Lo que faltaba —refunfuña.

—Mamá —le advierto, ella rueda los ojos y se acomoda la cartera en el hombro—. No seas grosera, por favor.

—¿Y cómo no serlo? —bufa justo antes de que la puerta sea abierta de par en par.

Grita. La rubia, alta y esbelta, de ojos azules y sonrisa encantadora grita hasta dejarme sordo.

—¡Cariño! —corre hacia mí con sus tacones de aguja y ese vestido rosado fuerte que me da dolor de cabeza. Me besa. Una, dos y tres veces—. Felicidades, mi amor.

—Gracias, Grace —ella volvió a chillar y se guindó de mi cuello, por sobre su hombro vi a mi madre poner los ojos en blanco.

—No puedo creer que seas el presidente —se aleja un poco y pasó sus manos por mi pecho—. Ahora eres el hombre más importante del país.

—Veamos si así deja de juntarse con gente corriente —murmuró Marianela—. En fin, prepárate hijo, tienes una rueda de prensa en diez minutos.

Y se retira, colérica como siempre.

—Tu madre sigue sin quererme —dice Grace haciendo un puchero.

—Ya sabes cómo es —justifico, ella se encogió de hombros.

—No importa —pasa sus brazos por mi cuello y vuelve a besarme—. Estoy tan feliz por ti, por lo que has logrado...

—Gracias —le digo otra vez, mirando sus ojos azules.

—Esta noche te daré tu obsequio por este triunfo —sonríe maliciosa, y de inmediato mi cuerpo reacciona.

—¿En serio? —se muerde el labio cuando la acerco a mi cuerpo.

—Oh sí.

Sus labios tocan los míos en un beso hambriento, atraigo su perfecto cuerpo hacia el mío con desesperación. Grace es... molesta, pero es mi novia, y no puedo luchar contra ello.

Dos toques en la puerta me obligan a separarme de ella, la suelto y su ceño se frunce. Está sonrojada y algo contrariada por mi actitud, pero justamente ahora mi imagen lo es todo.

—¿Nos vemos más tarde? —le pregunto.

Ella se acomoda el cabello y asiente, con las mejillas rojas.

—Debo reunirme con mi madre —dice, se acerca de nuevo y besa mi mejilla—. Adiós.

Y va hacia la puerta, al abrirla, Harry le da un asentimiento a modo de saludo antes de que se vaya.

—¿Qué necesitas, Harry? —me acomodo el saco.

—Todo está listo en la sala de prensa, señor —murmuró quien sería mi mano derecha por los próximos cuatro años—. Los periodistas están esperando su primera declaración como presidente de los Estados Unidos.

Asentí y de pronto me sentí ansioso, cosa que no pasaba con frecuencia y eso me sorprendió en sobremanera. Fruncí un poco el entrecejo y me pasé una mano por el cabello.

—Perfecto —asentí de nuevo hacia él—. Hagámoslo.

—Como ordene, señor —musitó y esperó a que yo saliera para seguirme muy de cerca.

La sala de prensa estaba llena de periodistas y no me asombró en lo absoluto, mi madre se encontraba en una esquina con su sonrisa orgullosa y mi padre, como casi siempre, serio y a un lado de mi madre.

Los flashes no se hicieron esperar, y aún así, no dejé de sentirme abrumado. ¿Será porque ya soy lo que quería ser? ¿Ser el centro de atención se volvió demasiado para mí antes de siquiera poder acostumbrarme?

Me acerqué al podio, asentí en dirección a los presentes mientras que Harry daba las breves instrucciones sobre el orden y el por qué era importante para que todos nos entendiéramos con claridad.

—Buenas tardes a todos, es un placer tenerlos aquí presentes, dispuestos a escucharme y dar encarecidamente una información verídica a los ciudadanos de este país —murmuré.

Harry le dio la palabra a una pelirroja de unos treinta y tantos.

—Buenas tardes, señor presidente. Muchas felicidades por su triunfo en estas elecciones —dice, primeramente—. Un cuestionamiento que nos hacemos todos los medios, teniendo en cuenta por supuesto, su edad, muchas personas piensas que es extraño ver a un presidente tan joven como mandatario de un país. ¿Cómo lleva las críticas luego de su victoria de hace dos semanas?

—Gracias. Bueno, cada uno tiene su punto de vista y es respetable. No me considero la gran cosa por ser el candidato más joven en pisar la presidencia, sin embargo, sé que tengo la capacidad para manejar la situación. Me preparé para esto casi toda mi vida, y mis intereses son hacer las cosas lo mejor que pueda.

—Señor presidente, muchos de los que no votaron por usted consideran que sus derechos no serán respetados por no estar de acuerdo en su plan de gobierno, ¿qué le diría usted a esas personas?

—Como dije anteriormente: estoy aquí para hacer las cosas bien. Y, una manera de lograr mis objetivos es hacer prevalecer los derechos de todos los ciudadanos, estén a mi favor o no.

Y así siguieron las preguntas, unas sobre mí plan de gobierno, mis aspiraciones como presidente, lo que iba o no a hacer mientras estuviera al poder. Nada que no pudiera sobrellevar. Y, luego de lo que parecía una entrevista más, pasó a ser totalmente diferente cuando llegaron las preguntas personales.

—Señor presidente, ¿se considera usted capaz de sobrellevar un país con tan corta edad? Teniendo en cuenta, claro, sus antecesores.

—Dediqué mi vida a aprender a liderar, a ser capaz de reconocer los problemas y buscar una manera sencilla de solucionarlos. Muchos de mis antecesores lo hicieron, sin importar su edad, ellos eran los que decidían o no si eran capaces de afrontar las consecuencias de cada problema. Estoy aquí para luchar por mi país, sin importar la edad que tenga, soy consciente de que puedo gobernar este país de la mejor manera posible.

—Señor presidente, es usted el primer candidato que logra llegar a la presidencia con su edad, y sin esposa. Todos los presidentes anteriores tenían como ejemplo a su familia, demostrando así que tenían presente los principales objetivos para el país, como son los derechos humanos hacia la familia. ¿Qué tiene para decir sobre eso?

¿Cuánto tardarían en hacer esa pregunta? Pues, ha llegado.

—No estoy casado, tampoco tengo planes de estarlo a corto plazo —aclaro, y logro ver la satisfacción de mi madre a lo lejos—. Independientemente de las razones, tengo presente que lo más importante es la familia, no obstante, tengo un objetivo y es mejorar este país, hasta entonces, mi familia tendrá un mejor lugar en el cual formarse.

Había planeado esa respuesta desde que supe que me iban a preguntar eso, como si fuera algo realmente relevante.

—Señor presidente, ya todos sabemos cuáles eran sus planes para el mejoramiento del país durante su campaña, ahora nos preguntamos, ¿han cambiado o siguen siendo los mismos?

—Siguen siendo los mismos —asiento—. Modernizar los sistemas, mejorar la calidad de vida y respaldar los derechos de todas las personas que viven y tienen el sueño de pisar suelo norteamericano. No importa la nacionalidad, no importa el género, no importa el lugar de donde vengan, todos tenemos derechos que deben ser respetados, y mientras yo esté aquí, todos y cada uno de esos derechos estará primero que cualquier cosa.

[...]

Estar en este lugar es demasiado extraño, saber que por esta casa pasaron muchísimas personas. Hombres que hoy en día son parte de nuestra historia, y que, de alguna manera, dejaron parte de sus vidas aquí. Algunos pudieron sufrir entre estas paredes sin que nadie lo supiera, pudieron sentirte de la peor manera y todo habría quedado estancado en este lugar.

Oculto como el más oscuro secreto.

La Casa Blanca.

Este sería mi hogar por cuatro años seguidos, aquí pasarían muchísimas cosas que, en su momento, también serán parte de la historia.

—Esto es increíble —dice Grace, caminado por toda la habitación—. ¿Estarás bien aquí solo?

—He vivido solo durante mucho tiempo —me quito la corbata y el saco—, no creo haya alguna diferencia.

—Puedo hacerte compañía siempre que quieras, lo sabes —se muerde el labio y camina hacia mí—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Depende —respondo y ella se ríe.

—¿Por qué dijiste eso del compromiso? —su pregunta no me tomó por sorpresa, además, la estaba esperando.

—Es lo que tenemos, ¿o no? —le digo, ella frunce el entrecejo un poco—. Cuando nos conocimos sabíamos a lo que íbamos.

—Estabas ocupado por la campaña, dijiste que una vez que terminara...

—Veríamos que pasaría —le recuerdo—. Grace, ¿por qué nos hicimos novios?

—Porque no era bueno para tu imagen salir con alguien sin compromiso —asentí.

Cuando nos conocimos, la relación abierta que forjamos era estrictamente física, por lo que los sentimientos no se involucraban. Mi campaña presidencial estaba en su mejor momento, y no era bueno para mí ir por ahí acostándome con cualquier mujer sin tener un compromiso. Grace venía de una buena familia, de alguna manera, no era un mal partido para mí.

Iniciamos una relación formal cuando mi padre dio el visto bueno, quizás así las personas veían que tenía una vida más allá de la postulación, y creo que funcionó. Así se basó nuestro noviazgo desde hace varios años.

Ella me importaba, le había tomado mucho cariño desde que estábamos juntos oficialmente, pero si hablamos de amor, creo que ninguno podrá ahondar en el tema.

—De igual manera, que seas el presidente y que no tengas esposa tampoco da buena imagen —dijo después de unos segundos en silencio.

—No, no lo es —admito, dando un paso hacia ella. Llevo mis dedos al cierre delantero de su vestido y lo bajo lentamente—. Así como tampoco es bueno hacer las cosas por obligación —le quito el vestido con lentitud, y el conjunto de lencería roja que enmarca su cuerpo es más que una distracción para todo el estrés de la semana—. No es momento para hablar de un matrimonio, Grace, y tú lo sabes.

Asiente, porque sabe que tengo razón. De alguna manera u otra, muy en el fondo sabemos que no somos compatibles para forjar un matrimonio. Aún y cuando estoy en el ojo público, no me gusta dar de que hablar. Por otro lado, Grace Spencer es una mujer que le gusta estar en la boca de todos, que la conozcan y la envidien.

Yo no soy el hombre indicado para ella, y ella no es la mujer indicada para mí.







⚫⚫⚫

¡Ay, Dios, estoy tan emocionada!

¡Bienvenidos otra vez a mi mundo!

Holis, otra vez estoy aquí y con una nueva historia. Dejé mis pestañas, mi esfuerzo y empeño están en esta obra, así que, espero que la amen tanto como yo.

Tengo el placer de presentarles a Michael Evans, nuestro querido presidente.

¿Qué les pareció? ¿Les gustó?

Los leo.

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