Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9. Michael.

El lunes había llegado y con él, el estrés de una semana que sería un total fiasco. ¿Por qué lo digo? Sencillo: papeles, entrevistas, papeles, reuniones y más papeles.

—No puedo creer que mi mejor amigo sea el puto presidente —soltó Andrés Down sentado en el sofá de la oficina—. ¿Qué más pasó mientras estuve fuera del país?

Lo miro, el castaño de ojos verdes me observa fijamente, como si intentara ver más allá de mi alma.

—Nada fuera de lo normal —simplifiqué—. Lo único interesante es que ahora soy el presidente y tengo el derecho de darte todas las órdenes que me da la gana.

—Hijo de puta —bufa y se ríe—. ¿No ha pasado nada más?

—Nada.

—¿Seguro?

—Segurísimo, ¿por qué? —cuestioné y ladeo la cabeza, confundido ante su interés.

—No lo sé, eso te pregunto a ti —se pone de pie y camina en mi dirección, apoya sus manos en el escritorio y me observa a los ojos—. Hay un brillo raro en tu mirada que no había visto antes.

¿Y a este que mosca le picó?

¿Francia te lavó el cerebro? —me reí—. Estás loco.

No, aquí el loco es otro —entrecerró los ojos hacia mí—. ¿Quién es?

¿Y es quién? —sentí como la corbata me estaba ahorcando de repente.

La mujer que no te deja dormir —soltó.

Y ahora es adivino. Vaya caja de sorpresa la que es mi amigo.

¿Qué debía decirle ahora? Dios, ¿por qué carajos Andrés tiene que ser tan inteligente?

—Tengo novia —digo en mi defensa.

—O sea, que sí hay una mujer —rodé los ojos ante su respuesta—. ¿Quién es?

—¡Que tengo novia, Andrés! No me vengas con tus teorías conspirativas —le advertí.

—Lo siento, hermano, tú mismo te has delatado —se ríe, se apoya contra el escritorio—. Habla de una vez.

—No hay nada que decir —murmuro, me concentro en los papeles.

—¿Sabes algo? Hace un tiempo me di cuenta de que soy la persona que más te conoce —dice, mirando al techo como si recordara algo—. ¿Y sabes por qué es así?

—¿Por qué? —gruñí.

—Aparte de que ya te he visto desnudo desde esa vez que te emborrachaste y querías saltar desde la azotea del hotel de Las Vegas —me reí ante eso, porque sí, era un recuerdo único, aunque para mí solo eran imágenes borrosas—. También sé cuándo algo se te mete en la cabeza y cuando eso te gusta tanto que se te nota por los poros.

—¿Cuál es tu punto? —solté el bolígrafo sobre el escritorio y lo miré.

—No tengo ninguno, solo quiero que me digas quien es la afortunada que ha logrado despertar al enamorado empedernido que vive oculto en tu interior.

Sí, a él no se le escapaba ni un solo detalle.

Maldito desgraciado.

—No hay nadie, Andrés.

—¿Quién es? —insistió.

—Dios, ¿por qué eres así? A veces te odio —bufé.

—¿Pasó algo con Grace? —cuestiona.

—No, con Grace... —no pude responder, porque con Grace jamás me he sentido así.

—Dime quien es, quizá eso ayude —me alienta.

—No es nadie conocida —admito y él sonríe.

—¿Cómo es?

¿Cómo era Maydeline? Dios, podría pasar todo el día describiéndola.

—No la conozco mucho, en realidad, solo hemos hablado un par de veces —digo—. Es dulce, amable, inocente...

—Vaya —dice Andrés, alucinado—, es la primera vez que te escucho hablar de alguien por cómo es, que por su físico.

—Es hermosa, lo admito. Es la mujer más bella que había visto en la vida... —tomo aire—. Solo que, es totalmente diferente. Es... mucho más hermosa por dentro, lo sé.

—No puede ser —susurra—. Estás enamorado.

—¿Qué? —me reí y aflojé mi corbata, nervioso—. ¿Estás loco? Obviamente no. Solo la conozco hace tres semanas.

—¿Y qué? —arquea una ceja, sin borrar la sonrisa—. Para el amor no hay tiempo.

—¿Amor? Yo no estoy enamorado de nadie, Andrés —me reí y negué.

Esa era la verdad, no estaba enamorado, ¿cierto?

—Ajá —se cruzó de brazos.

—Bueno, eso no importa ahora —recordé—. Estoy ocupado con todo esto, tengo novia y May no sabe que existo...

—¿May? —eleva las cejas y yo maldigo en voz baja.

—No voy a decirte nada más —gruño hacia él.

Se ríe y se levanta otra vez.

—¿Te digo algo? Si te haces el imbécil puede que pierdas la única oportunidad de ser feliz, porque estoy segurísimo de que con Grace no lo serás.

Sus palabras me golpean fuertemente, no sé que pensar después de eso, pero decido no darle importancia.

—Cuando quieras contarme estaré aquí, ¿sabes? —asentí, después sonrió—. Debemos ir a tomar algo, hace tiempo que no vamos a un bar.

—No puedo ir a un bar —digo, él bufa.

—Lo siento, señor presidente —se mofa.

—Pero si podemos ir a tu departamento —terminé de decir.

—Cierto —me señala. Observa su reloj—. Bueno, debo irme, tengo una reunión —me informa—. Fue un placer hablar contigo, hombre enamorado...

—Andrés —advierto.

—Perdón, perdón —levanta las manos en sinónimo de paz—. En fin, espero que podamos hablar mejor del tema cuando no estés ocupado y evadas la conversación diciendo que tienes trabajo.

—No hablaré de nada —zanjé, revisando los papeles, o intentando revisarlos.

—Como digas —no borra esa sonrisa burlona que me desespera—. Nos vemos, hermano.

—Nos vemos.

Cuando sale de la oficina suelto un suspiro de exasperación, dejé caer la cabeza entre mis manos para poder despejarme. Pienso en las palabras de mi mejor y me niego creerlo.

—Eso no es así —me dije a mí mismo—. No. Estás. Enamorado.

Tocan la puerta y todo parece caer en su lugar, suspiro.

—Adelante —digo con desgana.

—Buenas tardes, señor —dijo Harry, entrando con un montón de carpetas en las manos—. Tiene que firmar el acuerdo que se realizará con los tailandeses para proceder con la junta, así podrá llevar a cabo los procesos para estrechar los lazos otra vez con ellos.

—Perfecto —asentí y revisé rápidamente los papeles y firmé, luego un par más—. ¿Qué hay de lo que te pedí?

—Ya está listo señor, los conductores dijeron que sí y están dispuestos a ayudar con eso —informa—. De hecho, Greta ya reunió al personal de servicio para que usted le de la noticia.

Mierda, yo no estaba preparado para dar esa noticia.

—Bueno, vamos allá.

[...]

Me acomodé la cortaba mientras observaba a las veinte personas delante mí, todos eran del personal de servicio doméstico y vestían sus respectivos uniformes. Sin embargo, para mí, la única persona llamativa entre ellos era esa castaña preciosa de ojos hermosos y sonrisa luminosa. Esos ojos que hoy estaban enrojecidos, y esa sonrisa que al parecer no podría ver por el tapabocas que es parte de su atuendo el día de hoy.

Una rara sensación de preocupación me invadió y quise acercarme a ella, preguntarle por qué se veía cansada, si estaba bien. No obstante, aunque quería hacer todo eso, me concentré en mi pequeño discurso.

—Creo que esto los tomó por sorpresa a todos —dije—, sin embargo, es algo que nos concierne a todos. A ustedes, precisamente. Hace algunos días, estuve pensando en todo lo que quiero hacer para ayudar a aquellos que más lo necesitan —musito, sin quitar mis ojos de ella, que parece estar en otro mundo—. Entonces, tengo presente lo difícil que puede ser a veces llegar hasta acá, o en otros casos, ir a casa después del trabajo —apenas las palabras salen de mi boca, Maydeline pone sus ojos en mí—. A partir de hoy, todos ustedes tendrán un medio de transporte para venir de sus casas al trabajo y viceversa.

Todos parecen estar sorprendidos por mi información, pero ella está ahí, mirándome a los ojos fijamente, y no tengo la menor idea. ¿Está sonriendo? Realmente me gustaría saberlo.

—En fin, espero les sirva muchísimo esta nueva modalidad y les ayude en su día a día. Lo único que deben hacer es darle su dirección exacta a Greta para que ella le dé el informe a Harry, quien, a su vez, les informará a los conductores de los autobuses —todos sueltan un murmullo parecido a unas gracias que me regocija más que cualquier otra cosa—. Gracias a usted por su labor.

Con un asentimiento en conjunto todos se retiraron, a excepción de ella, que me miraba con curiosidad. Con una sonrisa, me acerqué a ella, manteniendo una distancia prudente para no perderme ningún detalle de su rostro, o lo que podía ver de él.

—¿Te encuentras bien? —quise saber.

—Sí, estoy bien. Solo fue la lluvia —recuerda, y por como sus ojos se achinaron, supe que estaba sonriendo—. Esto... Lo del transporte para todos, es muy amable de su parte, señor.

—No es nada del otro mundo, para eso estoy —murmuro con una sonrisa—. Y, si no me equivoco, creo que el viernes dejamos en claro eso de tutearnos.

Aún y con el tapabocas veo como se sonroja, baja la cabeza y se ríe. Eso provoca algo dentro de mí que no me deja respirar.

—Perdón, pero creo aquí no deberíamos hablarnos de ese modo —dice, pasando sus ojos por todas partes, menos por mí.

—¿Por qué no?

—Usted es mí jefe, y no creo que esté bien —susurra, como si alguien estuviese escuchando nuestra íntima conversación.

¿Qué le asusta?

—Entiendo —musité, aunque no lo hacía—, no quieres tener problemas.

—No soy yo quien me preocupa —aclara, entrelazando sus manos—. No quiero que tengas problemas por mí culpa.

Espera, ¿qué?

—Eso si no lo entiendo —fruncí el entrecejo—. ¿Por qué tendría problemas?

Ella vuelve a sonrojarse y a jugar con sus dedos.

—Bueno, usted es el presidente y yo... —se le corta la voz, y creo que sé a qué se refiere.

—No me va a generar ningún problema hablar contigo, Maydeline —le digo, entre molesto y desconcertado por lo que insinúa—. En todo caso, no debería importar lo que piense la gente.

—Yo creo que sí, teniendo en cuenta que usted es el hombre más importante del país —sus ojos ahora me retan, como si viera algo que yo no—. Además, usted tiene novia, por si lo olvida.

Y se gira en dirección contraria, dispuesta a irse y dejarme totalmente aturdido por su actitud. Sin embargo, se detiene a medio camino, y me observa de nuevo.

—Por cierto, señor —dice, y escucho su voz algo molesta—, gracias por lo del transporte, es muy importante para todos los empleados, incluyéndome —suelta—. Con permiso.

La veo alejarse decidida y no puedo evitar pensar en lo rara y fascinante que es esta mujer. Aunque me haya dejado completamente desorientado su postura, sigo creyendo lo increíble que es.




Se respira en el aire...

¿Qué se respira en el aire?

¡Voten y comenten mucho!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro