54. Incógnito.
Apenas lo vi llegar a Seattle el alma me volvió al cuerpo. Aquella catástrofe por poco me mata del susto, pero, al parecer, solo fue una falsa alarma.
—Señor, ya tenemos todo listo —dice uno de mis hombres a mis espaldas. Dejo salir el humo del cigarro y me giro a verlo. Me entrega una carpeta marrón—. Fueron tres granadas. Pero solo detonaron dos.
—¿Y la tercera? —miro el informe completo.
—La tercera se la llevó el FBI —dice.
—¿Qué más encontraste?
—Según tengo entendido, no hubo heridos, pero si llegó a haber un sospechoso —informa, sacude la cabeza—. Bueno, en realidad era una sospechosa, pero el presidente la descartó de inmediato.
—¿Quién era?
—Lo dice el informe, señor.
Maydeline Allen.
—Es su novia —frunzo el ceño—. ¿Crees que tuvo algo que ver?
—Siendo sincero, señor, lo dudo —se encoge de hombros—. De acuerdo a su expediente, es una señorita muy centrada y correcta. No creo que ponga en riesgo su reputación con algo como esto.
—Menos si está en el ojo público, ¿cierto? —él asiente—. Bien, mantén un ojo sobre ella, solo por precaución.
—Sí, señor.
Lo veo retirarse y mientras yo me permito observar Seattle desde aquí. El refugio provisional que mi personal encontró no es el más discreto, pero debo admitir que estar en un rascacielos es sorprendente, sobre todo a estas horas de la tarde.
—No me decepciones, May —susurro a la nada—. Cuídalo por mí, por favor.
Esto cada vez se pone más intenso.
¿Tienen teorías?
¡Los leo!
¡VOTEN Y COMENTEN MUCHO!
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