50. Anónimo.
—Señor, me temo que la situación es más compleja de lo que creíamos —dice la marioneta.
Mi ceño se frunce, dejo el periódico en la mesa y lo miro.
—¿A qué te refieres?
—A la mujer con la que el presidente está saliendo —responde, nervioso—. Tengo una vaga idea de que quien puede ser.
—¿Quién? —indago, ahora con más interés.
—No estoy muy seguro, por eso no quiero afirmarlo, pero puede pensar que no es una mujer como la que creíamos que sería —explica, se acomoda el saco y carraspea—. Puedo investigar un poco más y así...
—No, ya basta de investigar —espeto, golpeando la mesa de metal con algo de fuerza—. No hay tiempo para eso.
La situación con el presidente es algo que ya no puedo controlar, no se mueve como creí que lo haría. Al parecer, su interés por el dinero y el poder no son iguales a los míos.
—Si no estás seguro de quién es, pero tienes una idea... Tienes que hacerla dar la cara —murmuro, maquinando—. Tenemos que obligarla a salir a luz.
—¿Qué quiere que haga exactamente, señor? —me mira.
Sonrío, tal vez sea un poco drástico, pero servirá.
—Un atentado —le digo, la marioneta palidece un instante—. Un susto. Solo algo pequeño con lo que él se sienta obligado a mostrarla.
—¿Un atentado? —su voz tambalea un poco—. ¿Cómo qué?
—Eso te lo dejo a ti.
Un poco de acción no le hace mal a nadie.
Houston, tenemos un problema.
Repito: WE HAVE A PROBLEM!
¡VOTEN Y COMENTEN MUCHO!
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