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49. Maydeline.

Me limpio las manos llenas de ácido oxálico¹⁵ con un paño, gracias a eso el piso de mármol quedó perfectamente pulido, y mis manos un poco resecas, a pesar de haber tenido guantes puestos. Me limpié la frente, sin saber por qué estaba sudando si el aire acondicionado estaba encendido. Guardé todas las cosas en el carrito y salí bufando de la habitación.

Sonrío inconscientemente cuando paso frente a la oficina de Michael, sabiendo que está ahí dentro en una reunión con otras personas importantes. Saludo a Charles y Steve con una sonrisa y sigo mi camino, sin querer interrumpir a nadie de su trabajo.

De por sí, ya está siendo un día bastante largo. Eran las cuatro de la tarde, viernes y yo seguía aquí, aún faltaban un par de cosas por limpiar. Por suerte, hoy no me tocaron los baños, solo las habitaciones más importantes. Pero era agotador, porque no son nada pequeñas. Decidí no pensar de más, así que continué con mi trabajo sin quejarme, aunque estaba cansada.

A eso de las seis y cincuenta, ya estaba dejando todo en su lugar para disponerme a vestirme e irme a casa, pero mi teléfono sonó en una videollamada.

—¡Hola, hola! —exclamó Marla al otro lado de la pantalla.

—Hola, ¿dónde están? —fruncí el ceño al verla en un lugar lleno de gente.

—¡Había juego hoy y Noah quería venir! —dijo por sobre el ruido—. ¡Dile hola a tu hermana, Noah!

—¡Hola, May! —mi hermanito apreció en la pantalla con una gorra de los Mariners—. ¡Vamos a ver el juego!

—Hola, cariño —le sonreí—. Que guapo estás. Me alegro de verte. ¿Ya comiste? ¿Tomaste tu medicina?

—¡Ya está todo cubierto, mamá gallina! —nos interrumpió Marla, pegando su mejilla contra la de Noah, mientras que el último la abraza por el cuello —. Veremos el juego y luego lo llevaré a mi casa para ver películas de superhéroes, ¿verdad, Noah?

—¡Eso está súper, tía Marla! —la abrazó con más fuerza.

—Merlina...

—¡Es mío también, ¿okey?! Te lo devolveré mañana temprano —gritó—. Di adiós, bebé.

—¡Adiós!

—Adiós, los quiero.

Me sonrieron una última vez y la llamada finalizó.

Suspiré aliviada, contenta y tranquila. Con Marla, Noah estaba seguro. Ella sería capaz de sacarle los ojos a cualquiera que quisiera hacerle daño a mi pequeño hermano. Ahora que mi mejor amiga había terminado su carrera, optó por tomarse un descanso, ofreciéndose —sin que nadie se lo pidiera, obviamente— como niñera de Noah mientras yo trabajo.

Se lo agradecía, porque no sé que haría sin su ayuda.

Tomé el ascensor porque los pies me estaban matando, no quería bajar las escaleras y así llegaría más rápido al sótano de servicio. Una vez ahí, me quité el uniforme y me vestí rápidamente, para entonces, Cassandra ya estaba por irse.

—Está empezando a llover —dijo ella, recogiendo su bolso—. Me voy antes de que se ponga peor. ¿Quieres que te espere?

—No, tranquila, ya me iré ahora —le sonreí de igual manera—. Tengo hacer una llamada primero.

—Está bien, nos vemos el lunes.

—Adiós.

Me levanté del banco y busqué mi teléfono.

Marla, cuida de Noah.

¡Está lloviendo! No dejes que se moje. :)

La respuesta no tardó en llegar.

¡No te preocupes! Somos aficionados VIP¹⁶

No nos sentamos en cualquier parte.

Me envió una foto en un lugar cerrado. Noah tenía la nariz pegada al vidrio y tenía las mejillas rojas. Sonreí y me tranquilicé.

Gracias. Estoy un poco paranoica, eso es todo.

Disfruten del juego.

Los quiero. <3

Está bien. Lo cuídate mucho.

Gracias, también te queremos.

XOXO

Suspiré y guardé mi teléfono en el bolso, ya lista para irme.

—¿Qué haces aquí? —unos brazos me rodearon desde atrás y pegué un salto.

—¡Ay, Dios! —me reí cuando su perfume me nubló los sentidos—. ¡Casi me matas del susto!

—Ya veo —me dio un beso en la mejilla antes de soltarme. Me di la vuelta y me encontré con su rostro sonriente y hermoso—. ¿Te ibas sin despedirte?

—No, me estaba vistiendo —justifiqué, aunque no estaba en mis planes volver a subir—. Además, me iba casi corriendo, está lloviendo.

—Ven —tomó mi mano cuando ya me había puesto el bolso en el hombro—. Vamos.

—¡Pero...!

—Shhh —se puso un dedo en los labios y me llevó al ascensor—. Charles te llevará después.

—No puedo irme con él, debo firmar el control de visitas —dije refunfuñada cuando estábamos en el ascensor—. Estoy hablando en serio.

—Y yo también —me pasó el brazo por los hombros—. Ya lo harás después.

—Está lloviendo muy fuerte —le recuerdo.

—No tienes prisa —me sonrió—. Noah está con Marla, ¿no?

—Sí, pero... Espera —me interrumpí y lo miré confundida—. ¿Cómo lo sabes?

—Los vi en Instagram —se encogió de hombros.

—Ah, claro —reí—. Tú también tienes Instagram.

—Por supuesto, soy un presidente moderno —me besó en la mejilla—. Ven.

Entrelazó nuestros dedos cuando bajamos del elevador. Caminamos por el segundo piso nos detuvimos frente a la puerta de su habitación. Me paralicé y lo miré.

—Michael... —alargué en tono de advertencia.

—¿Qué? —se río inocente cuando no lo dejé empujarme dentro de la habitación.

—Tú sabes perfectamente de que hablo —siseé, pero sonreí.

—Entra —señaló la puerta abierta, pero noté la diversión en sus ojos azules.

—Estás loco, de verdad.

Sacudí la cabeza y lo esquivé para poder entrar a la habitación, quedando pasmada un segundo después. Detallé todo a mi alrededor con ojos curiosos, impactada con la inmensidad de la habitación, dejando caer el bolso al suelo de la impresión.

Era preciosa, con colores rojos, dorados y beige. Los muebles, la cama, las ventanas que, sin lugar a dudas, tenían la mejor vista de toda la casa.

—¿Por qué estás tan sorprendida? —me giro hacia él que me mira atentamente—. ¿Nunca habías entrado aquí?

—No, la verdad es que no —niego, sin dejar de ver la decoración y lo limpio que está todo—. No sé si lo sabes, pero tu personal es bastante estricto en lo que a ti respecta. Greta se encarga de limpiar tu habitación, nosotros no tenemos permitido entrar aquí —le digo, incapaz de creer que él no supiera nada—. Por precaución, supongo.

—Entonces —escuché el cambio en el tono de su voz, así que me di la vuelta y me apoyé contra uno de los postes del dosel de la cama. Caminó hacia mí con lentitud hasta que estuvo a centímetros de mí cuerpo, con su rostro bastante cerca del mío—, estamos rompiendo muchas reglas.

—Creo que sí —me mordí el labio inferior, mirando sus ojos azules cristalinos.

—Había anhelado traerte aquí desde que estamos juntos —musitó en voz baja, enviando escalofríos a la parte baja de mi vientre.

—¿Para qué? —ladeé la cabeza, sus dedos empezaron a jugar con el dobladillo de mi top, rozando mi abdomen en el proceso.

—No es algo que pueda explicar con simples palabras —sonrió y todo a mi alrededor perdió importancia, porque no hay nada más hermoso que esa sonrisa—. Sin embargo, puedo mostrarte.

Lo miré fijamente, intentando descifrar que carajos había hecho yo en otra vida para terminar aquí, con semejante hombre frente a mí.

Debí hacer algo realmente bueno.

La expectación se hizo presente entre los dos, percibí aquel tirón en el aire. Tenía unas ganas terribles de lanzarme sobre él, pero me contuve, nerviosa.

Muéstrame —susurré hacia él, incapaz de moverme—. Muéstrame para que querías traerme aquí.

Sonríe, dejándome aturdida y más enamorada que nunca. Su boca se presiona contra la mía, tanteando mis labios con los suyos, volándome la cabeza. Cuando creo que me va a besar en serio, se aleja, solo para tomar mi mano y alejarme unos pasos de la cama. Me mira con anhelo y amor, sostiene mi rostro entre sus manos y ahora sí me besa. La pasión se desborda, la excitación esparce su aroma en el aire y un gemido escapa de mis labios al sentir sus manos en mi cuerpo.

Me aprieta contra su pecho, bajando las manos por mi espalda hasta mi trasero, estrujándome contra su entrepierna. Jadeo y llevo mis manos a sus brazos, buscando sostenerme de algo.

—¿Ya te he dicho que me encanta como hueles? —deja un beso en mi cuello y se aleja para observarme. Estoy mareada, pero eso parece gustarle, porque sonríe—. Eres preciosa...

—Michael... —suspiro, remojo mis labios con la punta de mi lengua, captando su atención.

—¿Qué es lo quieres? —aparta el mechón que se sale mi coleta y lo pone detrás de mi oreja—. Dime lo que quieres, May.

—Te quiero a ti —respondo sin aliento—. Completamente.

Ya soy todo tuyo —su voz envió sensaciones a lugares de mi cuerpo que no sabía que existían, y, sin embargo, parecía no ser suficiente.

No dije nada, solo rodeé su cuello con mis brazos y lo besé. Lo besé con fervor, con el deseo espeso corriendo por mis venas, con una necesidad desconocida que parecía solo crecer con el pasar del tiempo. Mis manos se precipitan a los botones de su camisa blanca, abriendo uno por uno, sin alejar mis labios de los suyos. Una vez que lo despojo de la prenda, sus dedos tiran de la tela de mi top hacia arriba, sacándolo por encima de mi cabeza.

—No tienes la menor idea de lo hermosa que eres —acaricia la cima de mis pechos por el borde del sujetador, rozando nuestros labios suavemente—. May...

—¿Qué? —eché la cabeza para atrás y lo miré—. ¿Qué pasa?

—No hagas eso —sisea con los ojos oscurecidos, mientras que mis manos se arrastran por su abdomen marcado y se detienen en el broche de su cinturón—. May, por favor...

—¿Por qué? —intento parecer lo más inocente posible, parpadeando varias veces en su dirección, abriendo el botón de sus pantalones.

No puedo controlarme cuando estás tan cerca de mí —admite, quitándome la goma que sostiene mi pelo, dejándolo caer en hondas gruesas sobre mis hombros.

—No quiero que te controles —confieso, arrastrando mi nariz por si mandíbula, sintiendo algo de barba cubrir su piel—. Ha pasado ya tanto tiempo... No lo pienses —le pido, mordiendo el lóbulo de su oreja, haciéndolo gemir—. Folláme, Michael.

Lo sentí soltar un leve gruñido antes tirar suavemente de mi cabello para después besarme como si la vida se le fuera en el intento. Su lengua se abrió paso dentro de mí boca y empujó la mía, al mismo tiempo que me hacía retroceder hasta que la cama diera contra la parte trasera de mis rodillas.

—Recuéstate —me dice y noto como su voz se torna autoritaria.

Mordiéndome el labio hago lo que me pide, viéndolo inclinarse para quitarme las Converse, luego desabrocha el botón de mis jeans para después bajarlo por mis piernas. Una vez estoy en ropa interior, su mirada azulosa se pasea por todo mi cuerpo y en vez de hacerme sentir avergonzada, me excita y demasiado.

¿Qué carajos me está pasando?

Trago con fuerza cuando se deshace del resto de su ropa, quedándose únicamente con su bóxer.

—Eres tan deseable que lo único que quiero hacer es besarte hasta el cansancio y luego... —se queda en silencio cuando me obliga a acomodarme mejor sobre la cama y se sitúa entre mis piernas.

Lo miro fijamente, aún incorporada en mis codos, esperando que continúe, pero no lo hace, por eso insisto y le pregunto:

—¿Y luego? —suspiro, sintiendo aquella exquisita sensación al presionarse contra mí—. Michael...

—Ya lo sentirás —asegura, dejando un casto y vehemente beso mis labios.

Besa mi mejilla, mi mandíbula y desciende hasta mi cuello, pasando su mano hacia mí espalda para desprender el sujetador de su lugar. El frío de la habitación me estremece y un largo gemido me abandona cuando apresa uno de mis pezones entre sus labios, tirando suavemente de él hasta erizarlo por completo. Muerdo mi labio inferior al sentir como repite el procedimiento con el otro, enviando una dolorosa y placentera pulsada a mi centro.

Ay, por Dios...

—Michael... —jadeo, enredando mis dedos en su pelo.

Sus labios siguen bajando, dejando besos húmedos por todas partes. Tiemblo ante el contacto de sus dientes alrededor de mi ombligo, en dónde no tardó en dejar un beso y seguir bajando. Mi respiración se acelera y sus dedos se enganchan en mis bragas, las baja lentamente, sin dejar de repartir besos por mis piernas.

—Michael...

—Shhh —me tenso cuando siento su respiración cerca de mi centro—. Te va a gustar.

Y vaya que tenía razón.

Sus labios se presionan contra mi lugar más sensible y todo mi cuerpo reacciona en consecuencia, termino por acostarme y arquear mi espalda sobre la cama. Un largo gemido sale de mis labios y no tardo en enredar mis manos en su cabello. Su lengua, sus labios e incluso sus dientes entran en juego y no tengo otra cosa en la cabeza que no sea este momento.

Lo veo ahí, entre mis piernas y la sola imagen me vuelve loca. Mi imaginación estalla con la sensación de tenerlo en ese sitio.

Mi mente y cuerpo están hechos un lío, soy un río de sensaciones y emociones que no tienen definición alguna. Mis caderas se mueven por vida propia porque necesito más. Jamás pensé necesitar más, pero ahora veo que sí es posible.

—¡Oh, por favor! —jadeo, cerrando los ojos y dejando caer la cabeza contra las almohadas. Intento controlar mis gemidos, pero no es posible—. Michael, por favor, por favor... ¡Ah!

Mi cuerpo se precipita hacia un abismo en dónde caigo sin paracaídas. Doy vueltas y vueltas en un orgasmo interminable. Soy toda sensaciones. Percibo todo y nada al mismo tiempo. Solo siento. Satisfacción, aturdimiento y placer.

Estoy respirando profundo, con los labios entreabiertos y con el cuerpo tembloroso. Una fina capa de sudor cubre mi piel y no soy capaz de abrir los ojos hasta que Michael deja un beso sobre mis labios.

—Eres aún más deliciosa de lo que imaginé —me sonrojé por lo que dijo y sonrió, besándome otra vez.

Sin darme tiempo a pensar o tan siquiera asimilar lo que había pasado, se levantó, tiró de mis tobillos hasta dejarme en la orilla de la cama. Solté un jadeo de sorpresa cuándo me dio una vuelta completa y me dejó boca abajo.

—Arrodíllate —ordena y su voz profunda hace que cumpla su mandato sin rechistar. Su mano se desliza por mi espalda baja, apartándome el cabello y rozando mi columna con sus dedos. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo y me estremezco al escuchar el característico plástico romperse en el silencio que reina en la habitación—. Eres tan, tan hermosa...

Ni siquiera lo esperé, tan solo me embistió de golpe, arrancándome un sonoro gemido de placer. Apreté las sábanas de seda entre mis dedos, acostumbrándome a tenerlo en mi interior, disfrutando de sus arremetidas en mi contra. Era tan... satisfactorio sentirlo así, tan cerca, tan... íntimo y pleno.

—Sí, sí, sí —no reconocía mi voz, no sabía que pasaba por mi mente y mucho menos que salía de mis labios—. Por favor, por favor...

Mi preciosa May... —lo oigo suspirar mientras aprieta mi cintura con más fuerza.

No sé cuánto tiempo pasamos así, tal vez fueron horas o tan solo unos pocos segundos, pero todo a mi alrededor se detuvo cuando sus embestidas se hicieron más rápidas y profundas, más placenteras e intensas. Entonces, exploté en mil fragmentos distintos. Caí en un espiral infinito de sensaciones eternas; en dónde yo gemía su nombre y él, el mío.

Mis ojos se cerraron y mi cuerpo se volvió laso sobre la cama en algún momento que no me di cuenta.

Cuando parecía que comenzaba a recobrar el sentido, sentía las manos de Michael acariciar mi rostro con suma suavidad y ternura.

—¿Estás bien? —me preguntó, pero yo apenas estaba abriendo los ojos otra vez. La poca luz de la habitación me cegó instantáneamente, pero logré acostumbrarme—. ¿Te lastimé?

—¿Qué? —no entendía a qué se refería.

Michael no dijo nada, solo me atrajo hacia su pecho y besó mis labios con lentitud. Repasó mi labio inferior antes de morderlo suavemente.

—¿Me sobrepasé? —dijo otra vez.

—¿Qué? No —cuando pude despejar mi mente de la bruma en la que estaba sumergida, lo miré a los ojos. Esos hermosos ojos que tanto me encantaban—. No me lastimaste, eso fue... increíble.

Sonrió, dándome un beso en la frente.

—Creí que te había hecho daño —murmuró contra mi cabello. Suspiré y me apretujé contra su cuerpo. Era consciente de nuestra desnudez, pero no me importa—. Te desmayaste como por cinco minutos.

—Yo también lo creo —concuerdo con él, dado que yo tampoco recordaba nada de los anteriores cinco minutos—. No me hiciste daño. Lo que hicimos... Eso, emh... Estuvo bien.

Me besó otra vez, deslizando su mano por mi espalda hasta mi cintura, apretándome contra su pecho. Busqué la calidez y suavidad de sus brazos, me sentía bien estando ahí. Era como estar en casa.

Él era mi hogar.

—Quédate conmigo —me susurró con los labios pegados a mi mejilla.

—No puedo —me lamenté, dibujando figuras abstractas en su pecho con mis dedos—. Debo ir a casa.

—Marla está cuidando de Noah —me recordó, dándome tiernos besos en el rostro—. Todo está bien, quédate aquí...

—Debo buscar a Noah mañana temprano —informé, cerrando los ojos un segundo, sosegada por sus caricias—. Hay que madrugar.

—Charles te llevará mañana al departamento —se alejó para verme a los ojos. Él sabía que ganaría la batalla si me miraba así—. Vamos, quédate aquí conmigo hoy. Te echo de menos cuando te vas.

Hago una mueca y me escondo en su cuello cuando se ríe de mí.

—Yo también te echo de menos cuando no estamos juntos —admití, respirando su perfume—. Michael...

—¿Y bien? —juega con los mechones de mi pelo—. ¿Te quedas?

Me iba a arrepentir si me iba, lo sabía. Él me lo iba a recordar a cada segundo, más cuando su agenda se llene y no tengamos ni un mísero segundo para vernos.

—De acuerdo —sonreí, levanté la cabeza para poder verlo mejor—. Me quedo.

—Por eso eres la mejor —me besó una vez más, acomodándonos bajo las sábanas. Apagó la lamparita y me abrazó con fuerza—. ¿Estás cómoda?

—Mucho —apoyé mi mejilla en su pecho y me dejé llevar con sus caricias en mi espalda.

—¿Qué tal te fue en tu primera consulta? —indagó, jugando con mi pelo.

—Me fue bien —respiré hondo, abriendo los ojos en la oscuridad—. Me sentí diferente, por primera vez... creí que merecía ayuda.

—La mereces —besó mi frente—. Te mereces todo lo bueno, Maydeline.

[...]

Me remuevo incómoda en la cama, buscando algo de calor en medio del frío, pero no consigo nada. Frunzo el entrecejo aún dormida, me doy una vuelta completa y por poco caigo al suelo.

—Ay, mierda —me acomodo para evitar caerme y suspiro, abriendo los ojos.

Recuerdo que estoy en la habitación de Michael por el color del techo, también rememoro los hechos de la noche anterior, pero evitar ahondar mucho en esos pensamientos. Giro la cabeza hacia la izquierda y me encuentro con un pequeño papel en la almohada.

Quisiera despertar contigo, a la hora que sea, donde sea, como sea, pero contigo... ¡Que horrible ser el presidente y tener la agenda llena!

No quise despertarte, sé que estabas cansada.

Surgió algo importante, duerme todo lo que quieras.

Te quiero.

M.

Pd: ¿Ya te dije que eres lo más hermoso que he visto jamás?

Pd2: ¿Ya te dije que te quiero? No lo recuerdo, así que te quiero.

Sonreí como idiota, apretando la nota contra mi pecho, suspirando enamorada.

Sí, estaba cansada y sus palabras me tentaron a dormir todo el día, pero no podía. Con desgana me levanto de la cama y voy hacia el baño, me aseo lo más rápido que puedo y salgo para vestirme. Me coloco los jeans y los zapatos, cuando me estoy poniendo la camisa, la puerta se abre.

—¡Ay, por el amor de Dios! —exclama Cassandra llevándose una mano al pecho y otra a la boca—. Casi me muero del susto, Maydeline.

Respira profundo varias veces, cerrando los ojos y tranquilizándose, supongo.

—Dios, creí que no había nadie —se pasó una mano por el pecho—. Greta dijo que no podía limpiar, de haber sabido que tú estarías... —se quedó en silencio cuando me observó, detallando mi vestimenta. Sus ojos me barrieron de arriba abajo y, sorprendida, abrió la boca—. ¿Por qué estás...? —me señaló, pero no pudo terminar.

—Cassandra, yo... —carraspeé, roja como una manzana y avergonzada—. Yo...

—May —susurró con los ojos bien abiertos, como si ya supiera todo lo que estaba pasando.

Lo que me faltaba.

¹⁵) Ácido oxálico: El ácido oxálico es un polvo o sólido cristalino (como la arena) inodoro de incoloro a blanco. Se utiliza para pulir pisos de mármol, terrazo y granito.
¹⁶) VIP: Del ingl. vip, acrón. de very important person 'persona muy importante'.

(...)

¡DRAMAAAAAAAA!

¿Qué fue lo que les dije?

Se vienen catástrofes, pandas.

¡VOTEN Y COMENTEN MUCHO!

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