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44. Maydeline

Ya era sábado y realmente no sabía si estaba bien lo que hacía y la decisión que había tomado, pero ya lo hice y no creo que pueda retractarme. Michael no me dejaría. Ya había dejado todos los puntos claros y no pienso que sea buena idea decirle que no luego de aceptar.

—¡¿Qué te vas a vivir con Michael?! —exclamó Marla a los cuatro vientos, sin portarle que estuviéramos en medio de la calle.

Sí, esto era lo que no quería. Lidiar con Merlina era algo... estresante.

—No me voy a vivir con él, ¿de acuerdo? —me acerco a las escaleras y cojo una caja antes de dársela al chico del camión de la mudanza, que me sonríe por millonésima vez desde que llegó—. Solo estaré en su departamento...

—¡Nada más! —exclama otra vez, dejando la caja con fuerza en el último escalón. Me mira con las cejas arqueadas—. ¿Por qué carajos no me lo habías dicho?

Me pasé las manos por la cara y negué, porque no sabía que decirle o qué carajos hacer.

—Porque apenas el jueves le dije que sí, se me pasó —lo admito, pero miento un poco también. Tenía miedo de que me gritara, como ahora—. Solo me ofreció su departamento porque se dio cuenta de la falta de espacio que hay aquí en el mío. ¿Qué tiene de malo?

—¡Que tiene de malo! —se ríe—. No tiene nada de malo, en realidad... Lo único que no entiendo es como pudiste decirme que vas a mudarte, pero no en dónde y mucho menos con quién. ¡Estás loca! ¿Por qué no me lo dijiste?

—¡Qué se yo, Marla! No sé por qué no te lo dije —dije, también con la voz elevada—. ¡Tal vez porque es una locura! Quizás, solo me quedé callada porque han pasado muchísimas cosas en menos de tres meses. Mi vida era tan aburrida y monótona que, de un momento a otro, se puso de cabeza. Cambié de trabajo, Michael llegó, me enamoré de él, Noah enfermó y de un instante a otro ya tengo su custodia... ¡Puedo seguir todo el puto día con esto! Estoy agradecida, sí. Con la vida, contigo, con Michael... ¡Estoy feliz! Sí. Pero también estoy incómoda. Me incómoda toda esta atención. ¡Las personas me miran como si fuera una cazafortunas! Por el amor a Dios... ¡No quiero el maldito dinero del presidente! Pasé toda mi vida luchando hasta el cansancio y no pienso dejar de hacerlo solo porque mi novio el puto hombre más importante del país.

Solté todo sin siquiera respirar y ahora me encontraba jadeando, con los chicos de la mudanza mirándome con los ojos bien abiertos y con una Marla sorprendida y algo avergonzada. ¿Parecía culpable? No lo entendía, no obstante, mi corazón iba en contra reloj, agitado por mi largo discurso.

—Okey, señoritas, que buen espectáculo —dijo Nana en la puerta de mi edificio—. ¿Pueden continuar adentro? Aún faltan muchas cajas que bajar.

Suspiré cuando supe que ella solo quería alivianar el ambiente y lo agradecí. Marla y yo nos miramos una última vez y ambas entramos al edificio, subimos las escaleras una al lado de la otra, manteniendo el silencio. No me gustaba estar así con ella, era mi mejor amiga y esta situación no me agradaba del todo.

—Lo siento —susurro cuando estamos en la puerta de mi departamento—. No debí actuar así, pero es que...

—Lo sé, lo entiendo —apretó mi brazo con cariño—. Estás abrumada, te conozco. Sé que estás haciendo todo para mostrarte dócil, pero es difícil para ti aceptar todo en bandeja de plata. Pero ¿sabes que? Llegó la hora que la vida te devuelva todo lo que te debe.

Me guiñó un ojo y me sonrió.

—Ven aquí —abrió sus brazos para mí.

La abracé con fuerza, sintiéndome completa. Merlina Addams era la hermana que jamás tuve, así que no tenía nada más que ofrecerle, salvo mi amor y gratitud.

—Ay, niñas, ustedes son unas ternuritas —dice Nana, sonriendo con cariño.

—Sí, somos divinas —se ríe Marla—. ¡Pero bueno, vamos a empacar lo que falta!

Entró al departamento como un rayo, logrando que Nana sonriera.

—¿Siempre es así? —me preguntó cuando pasé por su lado.

—Es peor —sonreí a modo de disculpa—. Gracias por venir.

—Ay, linda, no es nada —le resta importancia y me estrecha en un abrazo de lado—. Me encanta ayudar, más si es a la familia.

Sus palabras, como siempre, me dejaban en el aire. Esa rapidez con la que me había aceptado como la novia de su niño, era algo que aún me sorprendía. Por otra parte, me hacía sentir mejor. Como si, de alguna forma, mi relación con Michael fuera real.

Nana había llegado temprano, me dijo que Michael la había llamado diciéndole que necesitaba ayuda con la mudanza y lo agradecía. A eso de las siete de la mañana, ya se encontraba el camión de la mudanza frente al edificio. Desde ayer por la noche he estado empacando lo poco que tengo, lo que no me llevó tanto tiempo, sin embargo, siempre quedaban cosas por guardar.

—¿Qué harás con el resto de las cosas? —cuestionó Marla empujando una caja con sus pies.

—Las subí a eBay¹³ —dije, guardando lo que quedaba en la cocina—. Necesito el dinero para comprar unas cosas de Noah.

El jueves tuve una conversación profunda y concisa con Michael, no creí que funcionaría...

Acepto —le dije, su cuerpo se tensó un poco.

Estábamos en su oficina, sentados en su silla presidencial. Sus brazos me rodeaban con fuerza y ternura, manteniendo mi cuerpo en su regazo desde hace unos minutos.

—¿Aceptas? —sus dedos subieron mi barbilla, nuestros ojos se encontraron—. ¿Vas a mudarte al departamento?

Asiento, me acomodo sobre sus piernas para poder verlo mejor.

—Estuve pensando en lo que me dijiste, en lo del espacio y todo eso —mis dedos jugaron con su corbata de color azul celeste, como sus ojos—. Tienes razón. Mi departamento es muy pequeño. Ayer por la noche estaba buscando la manera de acomodar mi habitación, pensé como meter otra cama y me di cuenta que no cabría. Ahora que Noah esté conmigo necesitará muchas comodidades, y no puedo permitirme buscar un departamento más grande.

—En mi departamento van a estar más cómodos, te lo aseguro —me acaricia la mejilla con los nudillos, me regala una sonrisa—. Me alegra que aceptaras, me deja más tranquilo. Solo quiero que estés bien.

—Lo sé y te lo agradezco —me acerqué para darle un beso, uno que él interpretó como otra cosa, así que lo interrumpí antes de que llegara a más—. Sin embargo, tengo unas condiciones.

Se aleja, frunce la nariz y me mira a los ojos.

—¿Condiciones? —asiento solemne—. ¿Qué tipo de condiciones?

—Bueno, hay unas cosas que quiero hacer mientras viva en tu departamento —me enderecé en su regazo. Entrelacé mis manos y las suyas se situaron sobre mis piernas, acariciándome suavemente—. Dado que no me vas a dejar pagarte algún alquiler...

—Por supuesto que no, eso es obvio —bufa y se ríe con ironía. Pongo los ojos en blanco y él me mira con el ceño fruncido—. No me vas a pagar nada, Maydeline, ya te lo dije.

—Lo sé, no quiero volver al tema. Ya estoy... haciéndome la idea —susurré resignada—. A lo que iba, ya que no voy a pagarte por eso... Espero... No, te informo que todos los gastos restantes corren por mi cuenta.

Arquea una ceja en mi dirección.

—¿A qué gastos te refieres? —inquiere arrugando la frente.

—El camión de la mudanza, los servicios públicos y los gastos del departamento —comenté con rapidez, sus labios se abrieron para replicar, pero lo interrumpí. Puse mis dedos sobre sus labios para no dejarlo hablar—. Eh, eh. Ya te lo dije, si no pago ningún alquiler, todo lo demás corre por cuenta mía. Son mis condiciones, Michael.

—Y si no accedo a ellas, ¿no te mudarás? —quitó mi mano de su boca.

—Me temo que no, Sr. Presidente —hice una mueca divertida, acaricié su barbilla—. Soy nueva en esto de recibir ayuda sin dar nada como agradecimiento... Dame tiempo, ¿sí? Me estoy dando cuenta que tu manera de ayudar sobrepasa los límites de mi moral, así que déjame acostumbrarme.

Me miró unos largos segundos, hasta que suspiró y asintió, así como resignado sin poder hacer nada más.

—De acuerdo —asiente otra vez, más para sí mismo que para mí—. Yo también debo acostumbrarme a qué me pongas este tipo de condiciones. Normalmente, hago lo que quiero cuando me plazca, pero ya veo que eso combinará de ahora en adelante.

—Yo también lo creo —sonreí.

—Bueno, puedes darme muchos besos en señal agradecimiento —me mira con picardía, sonriendo de lado y acercando su nariz a la mía—. Así ambos nos acostumbramos más rápido.

—Mmh, será un placer —y lo besé, cerrando nuestro trato.

Pero funcionó, lo que de verdad no me esperaba para nada.

—Emh, sabes que puedo ayudarte, ¿verdad? —me dijo, sentándose sobre una caja.

—Lo sé —le sonreí—. Gracias. Pero no te preocupes, ya tengo todo cubierto. Con los cinco mil dólares que tengo en el banco cubriré los gastos de Noah, en la clínica y cuando vuelva conmigo. Además, he estado ahorrando, así que tengo dinero suficiente como para un mes completo. Estoy bien, en serio, gracias por el ofrecimiento.

—De nada —sube los hombros—. Entonces, vas a vivir con Mr. President, ¿eh?

Reí, meneando la cabeza.

—No voy a vivir con él, Marla —fruncí la nariz—. Michael vive en La Casa Blanca, así que no se quedará conmigo...

—No todos los días, pero si cuando tenga tiempo, ¿a qué sí? —sube las cejas con maldad—. Lo que significa que vivirá...

—... a tiempo parcial conmigo —terminé por ella—. Sí, eso mismo le dije yo. También le dije que lo matarías cuando lo supieras.

—Sí, puede que me piquen las manos ahora mismo de las ganas que tengo de estrangularlo —se carcajea—. Más le vale tratarte bien, de lo contrario... —se pasa una mano por el cuello—. ¡Bye, bye, President!

[...]

Okey, digamos que me sentí muy plena cuando pisé el departamento de Michael, pero no fue así. Una bola demoledora impactó contra mi estómago al darme cuenta del giro de trescientos sesenta grados que estaba dando mi vida, así que decidí verle el lado positivo y olvidarme de los contras que venían a mi mente.

Me mantuve ocupada casi todo el día, Nana fue de mucha ayuda y Marla también, para mi sorpresa, se mostró muy servicial. Bueno, luego del pequeño almuerzo que hizo Nana, Merlina siguió con su trabajo. Ordenamos lo poquito que traje y todo siguió viéndose igual, lo que me agradó mucho. No quería que el departamento cambiara solo porque estaba aquí.

—Admito que Michael tiene buen gusto —dijo Marla como a las seis de la tarde, pasando su brazo por mis hombros.

—Es bastante grande.

Nos quedamos las dos de pie frente al ventanal, viendo a un Seattle nublada y lluviosa.

—Me agrada, en serio —mencionó de pronto—. Acepto que al principio creí que era un enamoramiento, ¿sabes? Luego, con el pasar de los días, me di cuenta que Michael y tú tienen mucho en común.

—¿Cómo qué? —indagué con curiosidad.

—Que ambos son capaces de darlo todo por las personas que quieren —me sonríe—. Eso es admirable.

Le sonreí a Marla de vuelta, abrazándola.

—Creí que estarían corriendo por todo el departamento —la voz de Michael me hace saltar en mi lugar, me giro al instante—. Por lo que veo, ya terminaron.

—Es que las tres hacemos un excelente equipo —alardea Marla con suficiencia, alejándose de mí—. Somos las mejores en esto de organizar, deberíamos abrir un negocio.

—En eso tienes razón —la secundó Nana, sonriendo con diversión—. Seríamos millonarias.

—¡No se diga más! A planear ese negocio —mi mejor amiga se acercó a Nana para hablar de quién sabe qué.

Caminé con lentitud hasta reunirme con mi novio en medio del living, inclinando mi cabeza hacia atrás para poder verlo a la cara. Me sonrió, sostuvo mi rostro entre sus manos y acercó su boca a la mía. Suspiré, derritiéndome contra su cuerpo, pasando mis brazos alrededor de su torso.

—Mmh, te extrañé —pasó su nariz a lo largo de la mía, besándome una vez más—. ¿Qué tal día?

—Yo también te extrañé —sonreí, maravillada con sus ojos azules brillando en la penumbra—. El día estuvo bien. Ajetreado, ya sabes, por la mudanza y todo eso. Lo bueno es que no fue mucho.

—Que bien —me besó una última vez y se alejó, pasando su brazo por mis hombros—. ¿Ya ordenaron todo?

—Sí, mi niño —le respondió Nana por mí—. Ya todo está en su lugar, ahora toca comer. Estás niñas han hecho un trabajo excelente, se merecen su respectiva recompensa.

—¡Ay, sí! Me estoy muriendo de hambre —exclama Marla con dramatismo—. ¿Quieres que te ayude, Nana?

Ambas se pierden en la cocina, dejándonos a Michael y a mí solos. El primero se aparta de mí para quitarse el saco, tomar mi mano y llevarme al sofá. Sonrío y me siento junto a él, refugiándome entre sus brazos.

—Entonces, ¿cómo te sientes? —me pregunta, peinando los mechones sueltos de mi pelo hacia atrás—. ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —apoyé la cabeza en su hombro y pasé los dedos por los botones de su camisa blanca—. Es raro, pero... me siento bien. Gracias —lo miré—. Gracias por todo.

—Te quiero —me acarició la mejilla con el pulgar—. No tienes que agradecerme nada.

Michael era dócil y terco en partes iguales, tanto así que me ponía de los nervios y también era el único que podía calmarme.

Le sonreí y luego le di un beso para agradecerle de esa forma, sin decir palabras.

Acéptalo: no eres su obra beneficia, eres su novia y te quiere. Acéptalo.

¹³) eBay: es un sitio destinado a la subasta y comercio electrónico de productos a través de internet. 

🖤🖤🖤🖤

Miline es lo más hermoso que hay.

May debía sacar lo que tenía atorado en la garganta para poder seguir.

¿Ustedes que opinan?

¡VOTEN Y COMENTEN MUCHO!

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