Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

38. Michael.

Nueva York, Estados Unidos.

No puedo alejar mis ojos de la pantalla de mi teléfono mientras leo en la página oficial de The Washington Post¹⁰ la noticia que tiene a medio país de cabeza. Aunque, pensándolo bien, también tambaleó todo mi autocontrol. Debería demandar al periódico, no obstante, eso me llevaría a tomar medidas drásticas contra toda la prensa de Estados Unidos, teniendo en cuenta que la fotografía está en cualquier rincón del país.

«'El presidente... ¿y su nueva conquista?' Ese fue el titular que causó revuelo en redes sociales desde ayer por la noche. La fuente anónima que proporcionó dicha información, asegura que el sujeto de la fotografía es el presidente electo Michael Evans, en dónde se encuentra con una mujer que podría ser la presunta nueva conquista del mandatario.

Semanas atrás, la periodista deportiva Grace Spencer, hizo pública la ruptura de su relación amorosa con el presidente por medio de sus redes sociales, dejando claro que sus vidas tomaron caminos separados y que ella se encontraba oficialmente soltera. Hecho que el mandatario no ha desmentido y tampoco confirmado. En efecto, durante las últimas semanas, ambos se han dejado ver en sus respectivos trabajos sin la compañía del otro, lo que garantiza la finalización de su relación.

Con respecto a la fotografía que ronda por las redes y en muchos otros medios de comunicación, la fuente anónima hace resaltar que el presidente se encuentra en otra relación, sin embargo, el mismo no ha dado ha conocer los detalles. Mostrándose muy reservado en lo que respecta su vida sentimental, el mandatario aún no se pronuncia ante la noticia que tiene a todo Estados Unidos alerta.

Se desconoce el lugar de los hechos y el nombre de la supuesta mujer que le ha rodado el corazón al presidente».

Mmh, excelente noticia, lo único malo es que se encuentra en la sección de farándula y no en las noticias importantes. Si bien no pienso hablar de mi vida sentimental, tampoco me gusta mucho que este dando vueltas por ahí como si fuera algo realmente importante para el país.

Es mi vida privada, por lo tanto, quiero mantenerla así. ¿Qué tan difícil es? Carajo, soy el presidente, eso debe seguir para algo. ¿Qué necesidad había de hacer esto? ¿A quien mierda le importa? No me hace ni puta gracia todo esto.

—La rueda de prensa empieza en cinco minutos, señor —anuncia Steve, quien se ha mostrado de los más servicial y paciente pese a mi humor de perro esta mañana.

—Gracias, Steve —suspiro, me acomodo la corbata y me levanto de la silla—. ¿Has llamado a Charles?

—Sí, señor —asiente—. Ya se encuentra con la Srta. Allen y la Srta. Addams en el BCH. La cirugía empezó hace media hora, hasta el momento, todo va bien.

—Que bueno —suelto entre dientes.

No había hablado con May desde hace dos horas, me escribió un mensaje diciéndome que estaba nerviosa por lo de hoy y que ojalá estuviera ahí con ella. No mencionó nada respecto a lo de la noticia, lo que me dejó pensando en dos cosas: no lo sabía o decidió ignorarlo por el bien de ambos. Supuse que, al estar tan ocupada con la operación de Noah, no quiso darle tanta importancia.

Luego de lo de ayer, de como me ignoró y me dijo que tenía muchas cosas en las que pensar, me encontraba nervioso. Sabía que May tenía cierta resistencia con el hecho de dejarme ayudarla. ¿Por qué? Yo solo quiero que esté bien. Que no se preocupe por nada más que por nosotros. ¿Eso es egoísta de mi parte? Ella adora a su hermano y ha luchado incansablemente por él, llegó el momento de tenerlo a su lado sin barreras.

—¡Michael, que bueno que te veo antes de la rueda de prensa! —la voz de Sam Scott me sacó de mis pensamientos.

La morena iba vestida igual que siempre, con un traje femenino de dos piezas, junto con esos enormes tacones que parecían armas mortales. Su cabello lacio y castaño caía en ondas a la altura de sus hombros, dejando su rostro fino con ligero maquillaje que acentuaban sus rasgos afroamericanos.

—Dime que necesitas, Sam —le cuestiono, mirando la hora en mi reloj—. Creí que ya no vendrías.

—No vendría, me quedaría en el hotel organizando todo para la siguiente conferencia —explica, tecleando algo en su iPad—. Es solo que he estado viendo el revuelvo que ha causado la noticia y creo que deberías responder a unas cuantas preguntas sobre eso, ya sabes, para desviar la atención.

—No voy a responder ninguna pregunta sobre eso —sus ojos grises se elevaron hacia mí, confundidos.

—¿Por qué?

—Porque a nadie le interesa con quién carajos me acuesto y con quién no —espeté con molestia, cansado de toda esta mierda—. Mi vida privada permanecerá de esa manera y ya está.

Mi voz es rotunda y no deja opción a reproches ni a nada que se le parezca. Sam me mira con los ojos bien abiertos y creo que con algo que arrepentimiento y vergüenza. Por otra parte, Steve está cerca de la puerta y se le nota algo incómodo, mientras cambia el peso de su cuerpo de un pie al otro.

—Entiendo, sé que no quieres exponer a la chica, pero eres el presidente y sabes que no puedes...

—Lo entiendo perfectamente, Sam. No ando por ahí pavoneándome a diestra y siniestra solo porque soy el presidente. Además, no quiero exponerla a ella ni a mi vida amorosa, porque eso no es asunto de nadie, ¿de acuerdo? —vuelvo a gruñir como perro rabioso. Al ver la expresión de Sam, suelto un suspiro y cierro los ojos—. Lo siento, no quise ser grosero. Es que no entiendo cómo es que le dan más importancia a mi vida que a lo que pasa en el país.

La risa de la morena me obliga a verla a los ojos.

—Tranquilo, en serio, no pasa nada —despreocupada negó con la cabeza—. Entiendo que quieras mantener las cosas a raya, solo sugería que podías dejar todo claro para que no siguiera adelante con los rumores. Es más sencillo, cortarlo de raíz y de un tajo.

—Lo sé y gracias, pero no —negué.

—Bueno, si es algo casual, es mejor que mantengas el silencio...

—Si es algo casual o no, es asunto mío, no de la prensa —opte por un tono más serio, pero igual de relajado que antes—. De todos modos, no pienso responder a esas preguntas.

—De acuerdo —sonrío ella, pero algo en sus ojos me dijo que no iba a dejar pasar el tema hasta saberlo todo—. Perfecto, no tenemos más que aclarar. Ya sabes cómo es esto, no des más detalles de los que ellos quieren saber y ya está.

—Okey —me arreglo el saco de mala gana y me preparo para la peor parte de ser el presidente.

Hablar con gente que no quiere entender las cosas como son.

[...]

No sé cómo carajos logré librarme de mi Secretaria de Prensa, Sam Scott, y mucho menos me interesa, lo que sí sé es que el vuelo de Nueva York a Boston se me hizo larguísimo, aunque tan solo fueron una hora y diez minutos.

No obstante, estaba orgulloso de mi equipo de seguridad. Gracias a Steve logré entrar oculto al hospital pediátrico más importante de Boston y encontrar una habitación vacía en donde poder ocultarme.

Sí, yo, Michael Evans, el presidente de los Estados Unidos, oculto en una habitación de hospital. Simplemente genial.

Por otro lado, Charles es el encargado de enviar a May a esta habitación en dónde pretendo emboscarla y sacarle las palabras a besos, porque estoy al borde del estrés ante su silencio. No me contesta las llamadas y mucho menos los mensajes, sé que no tiene el teléfono apagado, solo está evitándome.

—Charles, ¿para que querías que viniera a este pasillo? —escucho su voz al otro lado de la puerta, así que me preparo abriendo un poco la misma—. No, no veo nada... ¡Pero que mierda! —exclama cuando siente como tiro de su brazo con más fuerza de la necesaria. Aflojo mi agarre de inmediato, pero sigo tirando de ella hasta meterla en la habitación. Sus ojos azules se agrandan y se posan de mí. Aún tiene el teléfono pegado a la oreja, pero su expresión sigue siendo de sorpresa—. Olvídalo, ya lo encontré.

Suelta un suspiro y guarda el teléfono en su chaqueta de jeans. No puedo evitar darle un vistazo rápido de arriba abajo, comprobando lo hermosa que está, con ese jeans negros que le sienta tan bien a sus piernas y a su trasero, sus Converse amarillas y una camiseta azul cielo bajo la chaqueta. Y, por supuesto, su cabello castaño oscuro como el chocolate enmarca su hermoso rostro, limpio de maquillaje.

¿Por qué me gusta tanto sin maquillaje? ¿Será porque es hermosa, así como es? Digo, se ve preciosa con maquillaje, en especial cuando sus labios resaltan en rojo, pero ahora, tal y como está, me parece la mujer más bella del mundo.

—Ya veo que tu teléfono sí sirve —ladeo la cabeza, luego de aclararme las ideas. No puedo dejarme llevar por su belleza. No ahora. Sus ojos no se alejan de los míos—. Lo que me da a entender que, efectivamente, me estás evitando.

Pestañea varias veces y traga con fuerza, sus hombros suben y bajan acorde su respiración, se apoya contra la puerta y baja la cabeza para mirarse las manos.

—Lo siento —me mira de reojo—, es que tengo la cabeza hecha un lío.

—No lo dudo —empatizo con ella, muerto de ganas de abrazarla—. ¿Cómo va lo de Noah?

—Nos dijeron que sería complicado —dice en voz baja—, que tardarían unas seis u ocho horas, apenas van cinco —cierra los ojos y se masajea las sienes—. Cada tanto sale una enfermera a decirnos cómo se encuentra, hasta ahora, todo va bien.

—Que gusto me da oírlo —doy paso hacia ella.

—¿Qué haces aquí? —me mira—. Creí que estabas en Nueva York.

—Estaba, pero me escapé —confieso con una sonrisita, que la hace sonreír a ella también—. Ahora mismo, Sam debe estar subiéndose a las paredes.

Recuerdo que mi teléfono no ha parado de sonar.

—¿Sam? —arruga la nariz.

—Mi Secretaria de Prensa.

—Ah —se muerde los labios—. ¿Y porque te escapaste?

Su curiosidad me llena el corazón de ternura.

—Porque necesitaba saber por qué mi preciosa novia me está ignorando —se ríe cuando me acerco a ella y le pongo pestillo a la puerta. Estamos tan cerca que puedo oler su perfume—. Es algo que no me deja dormir por las noches.

—Perdóname —hace una mueca y entrecierra los ojos, levantando la cabeza hasta nuestros labios se rozan.

—Si te beso ahora, no hablaremos de nada —admito con desazón, apoyando mi frente sobre la suya—. Dime qué pasa.

—¿Por qué haces esto? —me mira a los ojos.

—Sé más específica, por favor.

Se relame los labios y cierra los ojos.

—¿Por qué lo das todo por mí y no esperas nada a cambio? —cuestiona en un susurro.

Su pregunta llega a mí como una bola demoledora... ¿A qué se refiere?

—¿Qué quieres decir? —cuestiono confundido.

—Ay, Michael, de verdad que trato de entender por qué haces todo esto —murmura, poniéndose las manos en la cabeza y alejándose de mí—. Estoy profundamente agradecida, de verdad que sí —asiente con desesperación, como si quisiera que lo supiera. Eso ya lo sé. Sin embargo, las lágrimas en sus ojos me dejan más atónito que nunca—. Nadie nunca ha hecho este tipo de cosas por mí y cuando me tendían la mano, siempre buscaban otra cosa de mí. Marla fue la única que me ayudó sin interés, sé que tú también lo haces, pero no entiendo...

—¿No entiendes por qué te estoy ayudando? —la interrumpo. Estoy un poco contrariado por su actitud, tal vez está confundida, pero esto me hace sentir extraño—. Te estoy ayudando porque quiero, pero me gusta verte feliz. Solo quiero que estés tranquila. También sé lo mucho que has pasado toda tu vida y tengo claro que es lo que mereces. Es por eso que estoy ayudándote.

May bajó la cabeza y camino hasta sentarse en la camilla en medio de la habitación. Para cuándo me miró, las lágrimas rodaban por sus mejillas.

—Mira todo lo que haces —señaló, conteniendo la voz para no echarse a llorar ahí mismo—. Estoy a nada de conseguir la custodia completa de mi hermano, Noah va a tener sus pulmones nuevos... ¿Y yo qué? —me encoge de hombros y mira un punto detrás de mí—. Yo no hago nada por nosotros. ¿Ves lo que trato de decirte? —se muerde el labio inferior—. Tú; lo das todo y yo, nada.

Sus palabras me golpean con una fuerza dolorosa, porque ya puedo entender su punto de vista. Ella no le incómoda todo esto porque sea orgullosa o mucho menos, sino porque no puede hacer lo mismo que yo. Otra vez se hace presente ese desnivel entre nosotros y lo odio, muchísimo.

—Siento que no doy lo suficiente, Michael, ¿entiendes? —susurra sin mirarme—. Yo solo quiero ser suficiente para ti. Quiero mecerte.

Con las manos en la cadera, inclino la cabeza para atrás, ahuyentando también las lágrimas que acudieron a mis ojos. Controlo mis emociones y me acerco a ella, despacio y sujeto sus manos.

—Mírame —le pido con suavidad, cuando lo hace mi corazón enfurece ante la belleza de sus ojos—. Tu amor es suficiente para mí.

—De amor no se vive —se lamenta, sonrío divertido.

—Bueno, para mí es más que suficiente —aseguro, acariciando suavemente sus nudillos antes de besar su frente y con mis labios sobre su dulce piel murmuro—: No quiero nada más en esta vida, Maydeline Allen, solo te necesito a ti.

Alejándose un poco de mí, me mira con los ojos brillantes y rebosantes de todo lo que necesito: su amor incondicional y sincero.

Me rodea los hombros con los brazos y esconde su rostro en mi cuello, abrazándome con todas las fuerzas de su pequeño cuerpo.

—No te merezco —dice, haciéndome cosquillas con sus pestañas húmedas.

—Yo tampoco, si vamos al caso —secundo su intranquilidad.

—No vamos a llegar a mucho con esta conversación si decimos lo mismo —se echa para atrás entre mis brazos para poder verme—. Me alegro que hayas venido.

—Yo también —beso sus labios un instante—. No puedo quedarme mucho tiempo, ya sabes, estoy prófugo.

—Oh, cierto —se ríe y mi día se llena de luz, me siento completo cuando veo su sonrisa—. Bueno, debes irte antes de que te atrapen y sea peor —posa sus labios en los míos con ternura e intensidad—. Te veré cuando seas libre de nuevo.

Sus palabras me hicieron sonreír, de una manera tan cálida que me enterneció el corazón.

—Ya que estás aquí —murmuró, acariciando mi barbilla con sus dedos—, ¿podemos hablar de lo que dijiste el lunes?

—Mmh no, hablaremos cuando nos veamos otra vez —le di un beso en la nariz—. Ya hemos arreglado este asunto, no quiero echar a perder el momento.

Hizo una mueca y ladeó la cabeza.

—¿Es algo grande? Ya sabes, importante —indagó.

—Para mí, un poco —admití—. Para ti, sin embargo, puede ser descomunal. Todo depende de cómo lo tomes.

La mueca en su rostro se intensificó y su nariz se arrugó en consecuencia, se veía tan preciosa así, pero no quería que se preocupase por eso. No todavía, al menos. Así que la besé. Devoré su dulce boca como quise hacerlo desde que la dejé lunes su departamento.

Maydeline se derritió contra mi cuerpo, apretando mis brazos. Tenerla parcialmente sentada sobre la camilla me dejaba en una posición bastante cómoda, ya que así podía manejarla a mi antojo. Rodeé su hermoso rostro entre mis manos, enterrando los dedos en su pelo para inclinarle la cabeza hacia atrás.

La besé con fervor, con hambre, con todo lo que sentía. Esta mujer era mi perdición. Mi droga. La necesitaba con ansias e intensidad. Me volvía loco y estaba tan enamorado de ella que sería capaz de poner el mundo de rodillas a sus pies, aún si no me lo pedía.

—¿Cómo te voy a soltar después de esto? —me preguntó, subiendo una de sus manos hasta mi nuca—. Te anhelo tanto...

—Me vuelves loco, ¿sabes? —tiré de su labio inferior entre los dientes, siendo recompensado con un excitante gemido. Mierda. Debo irme antes de que no pueda hacerlo—. Sal de aquí antes de que no pueda soltarte.

Se quejó demasiado dramática para su personalidad, me rodeó el cuello con los brazos y se impulsó hasta abrazar mi cintura con sus piernas. Enganchada a mi cuerpo como un mono, me apretó entre sus brazos y escondió su rostro en mi cuello.

—Sé que debes irte —dijo con voz ahogada—, pero no quiero soltarte.

—Yo tampoco —la abracé de vuelta. Lo que daría por estar con ella en estos momentos—. Debo trabajar, amor. Te prometo que cuando vuelva, te secuestraré para mí solo.

—¿Crees que podremos salir por allí teniendo a un loco acosador pisándonos los talones? —cuestionó como quien no quiere la cosa y supe a lo que se refería.

Solté un cansado suspiro y eso la hizo poner los pies sobre la tierra, literalmente, me miró desde su altura y jugó con mi corbata entre los dedos.

—No me incómoda, ¿sabes? —admite—. Aunque sé que no es el mejor momento para que todos hablen de nosotros.

—Yo pienso igual —le pasé el cabello detrás de la oreja—. Eres mía. No me importa lo que piense la gente, hablen o no, eres mía y nadie podrá cambiarlo, ¿de acuerdo?

Asiente y sonríe, se pone de puntas y presiona un beso en mi mejilla.

—Te quiero —me dice.

—Y yo a ti —la besé una última vez—. Contesta cuando te llame.

—Lo haré —se alejó hacia la puerta y me observó antes de salir—. Adiós.

Cuando me quedé completamente solo, pensé en que momento mi vida se volvió una carrera contra reloj. Cuando estaba con Grace, jamás corrí para dar o buscar explicaciones, no obstante, con May tenga la necesidad de estar bien. No puedo concebir mi vida de otra manera que no sea esta: con ella a mi lado.

Sacudí la cabeza y busqué en mi teléfono en número de alguien en quien podía confiar mi vida, si fuera necesario.

A los tres tonos, como siempre, contestó.

—D'Arco —ladró con su voz fuerte.

—¿Ya no tienes mi número? —me reí cuando contuvo la respiración—. Vaya amigo, idiota.

—Hijo de puta —se ríe, sorprendido supongo—. ¿Qué hace el presidente de USA llamándome?

—Necesito un favor —digo y le explico rápidamente.

—Cuenta conmigo.

¹⁰) The Washington Post: es el mayor y más antiguo periódico de Washington D. C., la capital de los Estados Unidos. 

(...)

¡SE VIENE ALGO GRANDE!

¿Con quien estará hablando el presidente?

Los D'Arco llegaron para ser el boom, pero... ¿Quién es?

¡TEORIAS AQUI!

Si aun no sabes quienes son, conócelos en:

¡Voten y comenten mucho!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro