Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

34. Maydeline.

Sonrío en grande porque tengo el corazón lleno de felicidad y tomo la mano de Michael para tirar de él hacia la habitación de Noah, pero este pone resistencia.

—¿Qué pasa? —me giro para verlo.

—¿Sí puedo entrar? —cuestiona con el ceño levemente fruncido—. ¿No tienes un control de visita?

Me muerdo el labio inferior y miro más allá de él, por el pasillo.

—Mmh, sí —sonrío con maldad, pero tratando de lucir inocente—, pero Catalina no está así, así que...

—¿Rompiendo las reglas, señorita Allen? —sus manos van a mi cintura y me lleva contra su pecho—. No conocía esa parte de usted.

—Bueno, todos los días se aprende algo nuevo, ¿no? —su rostro baja hacia el mío y nuestros labios se rozan—. Además, que seas el presidente me da ciertos privilegios que no pienso desaprovechar.

Mentira, este es el único privilegio que aprovecharé, presentarle a mi hermano a escondidas.

—¿Cómo cuáles? —murmura en voz baja, enviando cosquillas placenteras por todo mi cuerpo.

—Como esto —mi mano va a su nuca y junto nuestros labios en un beso ardiente.

Tal vez no debería estar besándolo de esta forma en medio del pasillo, pero me importa un carajo todo lo demás. Me encantaba como besaba, era como flotar en una nube de algodón. Sus labios eran tan suaves y firmes que me volvía loca con tan solo un pequeño roce.

—Es mejor que me presentes a tu hermano antes de que te quite la ropa aquí mismo —solté un gemido ante sus palabras, sentí su sonrisa en la comisura de mi boca—. Créeme, no me importa ser el presidente, puedo hacerte mía donde yo quiera... Que bueno tener privilegios.

—No te aproveches de ellos ahora —le pedí, carraspeé y me alejé como pude.

Sus besos me dejaban en un punto de idiotez muy alto, algo que aún no sabía cómo manejar. Cuando Michael me besaba, mi mundo se sacudía, no podía hacer nada para evitarlo.

—Ven —tomé su mano y ahora sí se dejó guiar por mí hasta el final del pasillo—. A Noah le dará una alegría, es tu fan.

—¿En serio? —arqueó una ceja—. ¿Cómo sabe de mí? Tiene siete.

—Es bastante inteligente —me encogí de hombros, evitando decirle que eso lo heredó de mí—. Le gusta ver la televisión y leer el periódico.

—Que bueno —sonríe.

No le digo nada más y abro la puerta de la habitación, Noah está acostado a sus anchas en su pequeña camilla, tiene los ojos cerrados, pero sé que no está dormido. Está exhausto por todo lo que ha pasado. Me acerco a él dejando a Michael cerca de la puerta.

—Oye, renacuajo —lo llamo, sus ojos azules se abren. Le regalo una sonrisa y acaricio su cabello castaño oscuro—. ¿Cómo te sientes?

—Estoy bien —arruga la nariz, sonriendo—. Marla dijo que vendría otro día.

—Claro que sí —asiento, beso su frente—. Alguien quiere conocerte.

—¿Quién? —su entrecejo se frunció.

—Ya verás —le guiñé un ojo.

Lo ayudo a sentarse y al percatarse de la tercera persona en la habitación, sus ojos se abren más de lo normal. Quiero reírme, pero me contengo, en cambio, peino su cabello oscuro y acomodo el tubo de oxigeno bajo su nariz.

—Hola, Noah —lo saluda Michael, sonriéndole con amabilidad—. Es un placer conocerte al fin, he oído mucho sobre ti.

—Es el presidente, May —dice en un susurro de sorpresa.

Sonrío y le doy un besito en la oreja.

—Sí, lo es —asiento hacia mí novio, que, parece igual de divertido que yo—. ¿Recuerdas que trabajo con él? Bueno, quiso venir a visitarte. ¿Dónde están tus modales? —beso su pelo, alentándolo a dejar la timidez de lado—. Saluda.

—Hola, señor presidente.

—Eso de «Señor Presidente» es solo para los que me ven por la televisión. Tú puedes llamarme Michael.

Mi hermano está tan sonrojado que jamás pensé que fuera tan tímido, tal vez sea porque Michael es la primera celebridad que conoce.

—¿Cómo te sientes? —le pregunta el pelinegro, sentándose en la silla junto a la camilla, mientras que yo ocupo en el espacio vacío detrás de Noah.

—Estoy bien —responde mi pequeño, apoyándose en mi pecho—. May dijo que ya estoy mejor.

—Estás perfectamente bien —asiento hacia él, sonriendo en grande.

—¡Estaré mejor cuando tengamos pulmones nuevos! —su repentina algarabía me deja pasmada, pero sonrío con sinceridad—. ¿Verdad, May?

—Claro que sí, mi amor —lo despeino un poco, solo para hacerlo reír—. Pero, por ahora, todo está muy bien.

En una fracción de segundo mis ojos y los de Michael se encuentran, sus piscinas azules llenas de preguntas me golpean. No tardo mucho en sonrojarme, pero él me sonríe, como si quisiera que me relajara otra vez.

—Entonces, Noah —llama la atención de mi hermano—, ¿te gustan los dinosaurios?

—Sí —afirma con la cabeza, más animado ahora.

—¿Cuál es tu favorito? —sus ojos de cielo se centran en mi hermano con interés—. A mí me gustan mucho los Velociraptores.

—¡El Tiranosaurio Rex es el mejor de todos! —exclama y sé de inmediato que su timidez quedó en segundo plano.

—¿Qué es lo que más te gusta de ese dinosaurio?

—¡Que es el animal más salvaje y temible que ha existido a pesar de tener unos brazos muy pequeñitos y cortitos! —dice con la mirada brillante—. ¡Tenía un montón de dientes y medían como veinte metros...!

—Centímetros —lo corrijo con suavidad, sonriendo.

—¡Sí eso! —asiente—. Y podía morder con muchísima fuerza... ¡Cómo de cuarenta toneladas de presión!

—Vaya, no tenía ni idea de eso —Michael le sonríe, impresionado—. Tendré que venir otro día para que me cuentes más sobre los dinosaurios. ¿Te gustaría?

—¡Claro que sí! —mi bebé me sonríe con alegría, tan solo puedo estrecharlo más entre mis brazos porque me encanta verlo feliz—. ¿Usted es el mejor amigo de mi hermana?

—Soy mucho más que eso, Noah —de pronto sus ojos miran los míos y toda la sangre sube a mi rostro. El condenado se ríe un segundo antes de volver a ver a mi hermano, que, gracias a Dios, no entiende el peso de sus palabras—. Volveré otro día y así podrás mostrarme todo lo que sabes, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —el castaño asiente—. ¿Ya te vas, Maydeline?

—Me temo que sí, cariño —lo miro y hago un puchero—. Mañana debo levantarme temprano para ir a trabajar. No puedo ir con sueño, ¿verdad?

—¡No! Tienes que dormir mucho para que estés fuerte —me dice.

—Pero tienes que darme muchos, muchos, muchos besos antes que me vaya —le digo—. ¡Por todos lados! De esos babosos y sabrosos que tanto me gustan.

Entonces empieza a repartir besos por toda mi cara. En mi nariz, en mi frente, en mis mejillas y luego abraza mi cuello con sus bracitos.

—Te amo, May —su voz me hace cosquillas en el cuello—. Eres la mejor hermana del mundo.

—Y tú mi pedacito de cielo.

[...]

La camioneta se detiene frente a mí edificio a eso de las siete y media de la noche. Ya habíamos cenado en un restaurante bastante elegante y costoso, pero Michael logró encontrar una mesa privada para los dos.

—Espérenme aquí, chicos, vuelvo en unos minutos —le dice a Charles y a Steve antes de que bajemos.

Camino delante de él hacia el edificio, subiendo un escalón y girando para observarlo. Me sonríe, dando un paso en mi dirección. Estoy solo un centímetro más alta que él, lo que me facilita ver su rostro.

—Noah es un niño estupendo —me dice—. Tenías razón, es bastante inteligente.

—Lo es —asiento—. Me he esforzado mucho por educarlo así, sin limitaciones, a pesar de estar encerrado en esas cuatro paredes.

—¿No ha salido de la clínica desde los dos años? —negué, soltó un suspiro y su rostro se escondió en mi cuello—. Lo siento, amor.

—Está bien, es necesario —pongo mis manos en sus hombros y cierro los ojos al sentir sus labios en mi piel—. Aún está conmigo, que es lo importante.

—¿Qué pasa con los pulmones? —me pregunta, dejando un beso detrás de mi oreja—. Creí que ya estaba en lista de espera.

—Y lo está —ladeo la cabeza, cuando muerde el lóbulo—. Es más difícil encontrar un donador para un niño de lo que parece, créeme. Noah está en lista de espera desde hace tres años... Deduce lo demás.

Sus manos aprietan mi cintura, metiéndose bajo mi camiseta y acariciando mi piel con lentitud. Me muerdo el labio inferior para no gemir ante lo placentero que se siente tenerlo tan cerca de mí, tocándome.

—Tenemos que hablar —susurro, intento no dejarme llevar por sus caricias. Él no para, una de sus manos sube por mi espalda—. Michael...

—¿De que quieres hablar? ¿Mmh? —besa mi cuello, mordisqueando suavemente mi piel—. Tómate el día libre mañana.

—No, no puedo... ¡Ay! —jadeo cuando muerde el lóbulo de mi oreja.

—Sí, si puedes. Es domingo —sus dedos rozan el broche del sujetador—. Pasa el día conmigo.

—Ya le dije a Greta que iría a reponer mis horas perdidas —suspiré, resignada. No me dejé llevar porque sabía que teníamos una conversación pendiente—. Con respecto a lo de Andrés...

—¿Qué pasa con eso? —mi inquietud y la tensión en mi cuerpo consigue alejarlo de mi cuello.

Sus ojos azules se posan en los míos y espera paciente a que siga.

—Gracias por esto, en serio —digo con sinceridad—. Voy a pagarle por su servicio...

—Creí que ya habíamos hablado de eso —me recuerda el hecho de que le pregunté cuando cobraba su amigo por su servicio de abogado—. No vas a pagarle nada.

—Entonces, debo dejar que haga todo esto, ¿y ya está? —frunzo el ceño—. ¡No puedo hacer eso! Se supone que va a ayudarme, pero no puedo simplemente no pagarle. Escucha, no sé cuánto dinero necesita, pero tengo como unos cinco mil dólares en mi cuenta, creo que es suficiente para...

—Shhh. Cállate un minuto —pone sus dedos sobre mis labios. Su ceño está fruncido y parece disgustado con algo. Sube al mismo escalón en dónde yo estoy y debo inclinar la cabeza para ver su rostro—. ¿Cómo que vas a pagarle cinco mil dólares? ¿Estás loca?

—Michael, entiendo perfectamente que quieres ayudarme —rodeo su muñeca con mis dedos, apartándolo de mi boca un instante—, pero no puedo aceptar que haga algo tan importante por mí sin agradecerle de algún modo...

—Agradecerle es suficiente, Maydeline —me responde, entonces me doy cuenta que solo dice mi nombre completo cuando está molesto conmigo—. No vas a gastar ese dinero que te puede servir para algo mucho más importante...

—¡Pero que esto también es importante! —exclamo con exasperación.

—¿Y que harás cuando tengas a Noah contigo? —arquea una ceja en mi dirección—. Debes darle lo mejor, ¿no es así? Y ese dinero te servirá para eso.

Me alejo de él un paso, llevándome las manos al rostro y pidiendo clemencia, porque, sinceramente, ya estoy ofuscada.

—¿Por qué haces esto? —murmuro con la voz ahogada por tener las manos en el rostro.

—Porque ya has luchado suficiente —me quita las manos de la cara y me mira a los ojos—. Yo quiero luchar por ti. Déjame ayudarte.

Suspiro y me pierdo en sus ojos de cielo, maravillada y enamorada con todas mis fuerzas de él. Parpadeo con parsimonia y me acerco a su cuerpo, sostengo sus mejillas con mis manos y lo beso. Vierto todo mi amor y mi confianza en ese beso que lo hace jadear en mi boca. Aunque siempre dice que lo hago perder la compostura, sé que no es del todo cierto. Pocas veces logro hacer flaquear su autocontrol y no puedo evitar sentirme orgullosa.

Sus manos aprietan mi cintura y me rodea con los brazos.

—Vas a volverme loca, ¿sabes? —musito pegada a sus dulces labios.

—Quiero hacerlo todo por ti —la intensidad en sus palabras me golpea—. Déjame enseñarte que la vida no es solo dolor. Hay más. Siempre hay más.

—Tú eres mi «más», Michael Evans —le digo con más fuerza de la que pretendía emplear—. No quiero nada más.

[...]

Termino de limpiar mi cocina, cuando todo está listo y en su lugar, me siento satisfecha. Sonrío con altivez al ver todo perfecto y reluciente. Ah, me encanta el orden y la limpieza, ¿qué puedo decir? Me pongo las manos en la cintura y con suficiencia, boto el trapo desechable que ya utilicé, dispuesta a darme un baño.

Rebusco entre mi ropa algo cómodo y doy con una camiseta morada y un short de jeans. Mientras estoy bajo el frío chorro de agua me permito pensar en todo lo que ha estado pasando en los últimos días. Hoy es lunes y desde el jueves por la tarde todo se ha puesto de cabeza para mí.

Noah enfermó y mejoró en menos de un parpadeo, conocí al mejor amigo de mi novio y ahora tengo una gran posibilidad de recuperar a mi hermano por completo. Sin embargo, la conversación que tuve con Michael el sábado por la noche sigue presente en mi cabeza: «No vas a pagarle nada». «Agradecerle es suficiente, Maydeline. No vas a gastar ese dinero que te puede servir para algo mucho más importante». Sí, tenía razón en cierta manera, pero ¿cómo podía solo dejarlo ayudarme, así como así?

No puedo hacer eso. No soy orgullosa, mucho menos arrogante, pero soy consciente que todo trabajo tiene su precio, por mucho que se haga de corazón. Lo agradezco, de verdad que sí, pero la incomodidad que siento no me deja pensar en otra cosa.

«¿Y que harás cuando tengas a Noah contigo? Debes darle lo mejor, ¿no es así? Y ese dinero te servirá para eso». Eso también es cierto. Si tendré a Noah otra vez conmigo, la cosa se va apretar en el sentido económico y sé que debo ahorrar todo lo que pueda.

Dios, todo es tan difícil.

—Ya basta —me paso las manos por el rostro, dejando que el agua se lleve toda mi angustia—. Piensa en otra cosa.

Intento dejar todo de lado y salgo de la ducha una vez que estoy más que limpia. Me visto con rapidez y salgo disparada de la habitación cuando el timbre suena.

—Hola —saludo a Marla que me mira al otro lado de la puerta—. Creí que vendrías más tarde.

—Necesitamos hablar —dice y entra al departamento como perro por su casa.

La miro con algo de confusión, porque rara vez la veo tan agitada. Me recojo el cabello mojado en una toalla para que se seque un poco, mientras observo a mi amiga caminar de un lado para el otro por mi pequeña sala.

—¿Estás bien?

—Sí. No. Bueno, sí, pero no —sacude la cabeza y lanza su bolso al sofá—. ¿Tienes alcohol?

—Mmh, no lo creo —me lo pienso y voy a la cocina, abro la nevera y veo un paquete de Six-Pack en dónde solo quedan dos latas de cerveza—. ¿Una Corona está bien?

—Sí, dame —asiente y me arrebata la lata de la mano cuando me acerco a ella—. Me estoy muriendo.

—Sí, se nota —me rio y la veo abrir la cerveza y darle un largo... larguísimo trago—. Oye, calma. ¿Qué es lo que pasa?

—No sé cómo contarte esto —respira profundamente y se sienta en el sillón. Me siento junto a ella, la veo dejar la cerveza en la mesita de centro y sus manos van a su rostro—. Dios, May, jamás le pensé que esto pasaría de nuevo...

—¿Qué pasó de nuevo?

Estoy intrigada y asustada. Merlina Addams es tan fuerte y valiente, verla en este estado es bastante preocupante para mí.

—Marla... —coloco mi mano en su pierna, pero entonces ella se endereza y me mira a los ojos.

Me acosté con él —responde y mi rostro pierde color.

—¿Con quién? —susurré, sintiendo un nudo en la garganta.

—Con Andrés, Maydeline. Dormí con Andrés Down.






¿Qué está pasando, Dr. Garcia?

¡¿QUÉ ESTÁ PASANDOOOOOOOO?!

Quedé así:

¿Qué opinan de todo esto?

Les comento que voy a estar algo ocupada esta semana que viene, si tengo tiempo de actualizar entre semana, lo haré, sino, volveré el próximo viernes.

Los amo. ❤️

¡Voten y comenten muchooo!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro