31. Michael.
No estaba delirando. No era un sueño. No era una simple fantasía.
Esto está pasando. Esto realmente está ocurriendo.
Justo aquí. Justo ahora.
«¿Tú me quieres? Entonces, hazme el amor».
Sí, definitivamente, no lo había imaginado.
—May... —mi voz sale inestable, mi corazón late con fuerza. No sé que decir, la tengo a centímetros de mí, pidiéndome que le haga el amor. ¿Qué cojones voy a hacer? Tampoco es como si me pusiera en una posición fácil, pues está sobre mí, mirándome como el primer día—. Maydeline, yo...
—No lo pienses —me pide, y sin importarle que estoy sosteniendo sus manos, me acaricia el rostro—. Michael, no lo pienses. Yo te quiero, tú me quieres...
—¿Por qué ahora? —pregunto en voz baja, mirando sus preciosos ojos.
—¿Qué diferencia hay entre esta noche y entre todas las demás? —susurra, repasando mis labios con sus dedos.
—Ha sido un día difícil, May —le paso el cabello detrás de la oreja, acariciando su suave mejilla en el proceso—. No te mereces una noche así. Solo quiero que sea especial.
Remoja sus labios y parpadea, es entonces cuando veo las lágrimas otra vez. Sacude la cabeza y aprieta los ojos, apoya su frente en la mía y suspira profundamente—: ¿Acaso no lo ves? ¿No puedes entenderlo?
—¿Qué debo ver? —sostengo su rostro en mis manos—. ¿Qué debo entender?
—No importa donde estemos, no importa la hora, no importa la situación —hace lo mismo y sujeta mi rostro entre sus manos, sumergiendo sus potentes ojos en los míos—. Mientras estemos juntos, todo será especial.
Ah, vale. Ya entendí.
Trago con fuerza, analizando las posibilidades de poder rechazarla por todo lo que ha ocurrido en el día, pero no puedo. ¿Cómo puedes rechazar a la persona que quieres?
—No sabes lo que me estás diciendo, May —acaricio sus mejillas, repasando sus facciones delicadas y preciosas—. ¿Estás segura de que quieres hacer esto conmigo?
—Michael, no hay nadie en este mundo en quien confíe más —me asegura, y es tanta la intensidad en sus palabras y su mirada que todo se pone de cabeza para mí—. No lo pienses más... por favor.
Soltó un suspiro y juntó nuestros labios para darme un pequeño beso, en medio de la oscuridad de la sala sus ojos azules iluminaron todo el lugar y no tuve que pensarlo más.
Sujeté su rostro entre mis manos y la besé un instante, vehemente y con toda la dulzura que conseguí reunir. Había fantaseado tanto con este día que, ahora que había llegado, no estaba seguro de que debía hacer.
—Aquí no —la detuve cuando intentó profundizar el beso, me miró a los ojos sin entender a lo que me refería, por lo que la incité a levantarse—. Ven.
Me levanté después de ella, entrelazando nuestras manos y la llevé a la habitación.
—¿Quieres que encienda la luz? —le cuestioné, a lo que ella asintió mirando a su alrededor—. Oye —levanté su barbilla con mis dedos, nuestros ojos se encontraron y todo mi cuerpo tembló—, no tenemos porque hacer esto, May...
—Quiero hacerlo —susurra—. Quiero estar contigo.
Exhalé con fuerza antes de atraerla hacia mí y apretarla contra mi pecho, nuestros labios se encontraron a medio camino y me concentré en ese contacto para no perder los estribos con ella. Saboreé sus labios dulces, acaricié su rostro, diciéndome a mi mismo que debo hacer esto realmente bien.
—Me detendré apenas me lo pidas —le susurré sobre los labios, deslizando mis dedos por la suave piel de su cuello.
—No quiero que te detengas —jadea en mi boca, endulzándome con su esencia.
—Aun así —bajé mis dedos al primer botón de su camisa morada, desabrochándolo con lentitud—. Sí quieres que me detenga, solo debes decírmelo. ¿Está bien?
—Está bien —asintió.
Seguí abriendo su camisa con paciencia, dándole la oportunidad de negarse o alejarse, y es que le daría su espacio, porque no merece menos. Me sorprendo bastante cuando sus manos van a mi rostro y sus labios a los míos, delicadamente se aprieta a mi cuerpo, suspirando contra mis labios.
Suelta una risita cuando mis dedos se arrastran con suavidad por la tersa piel de su abdomen. Frunzo un poco el entrecejo y en medio de un profundo beso, le pregunto—: ¿Qué es tan divertido?
—Me estás haciendo cosquillas —sonríe, sacude un poco la cabeza y me observa a los ojos.
Sonrío ante sus palabras y dejo caer su camisa, el color negro del sujetador sobresale con rapidez y no puedo evitar suspirar al ver el contraste que hace con su piel aceitunada.
Y es que esta mujer es tan perfecta que me deja sin aliento.
—Eres preciosa —sus mejillas adquieren un color rojizo que me acelera el corazón. Acaricio su rostro y el contorno de su labio inferior—. Eres la mujer más hermosa que haya visto jamás.
—Michael... —suspira cuando mis dedos rozan el tatuaje bajo su pecho—. Es por Noah —miro sus ojos sin entender lo que dice—. El tatuaje, es por Noah —traga con fuerza y sus manos van mi camisa, deshaciéndose de los últimos botones—. Me lo hice cuando me lo quitaron, de alguna manera, así seguía sintiendo que lo tenía conmigo —las lágrimas acuden otra vez a sus ojos, pero las aleja con rapidez—. Él es mi ángel.
Y mi corazón no pudo contener lo que sentía por ella, puesto que, debido a sus anteriores palabras y el sentimiento en las mismas, las ganas de quererla en mi vida para siempre se incrementaron aun más.
¿De dónde salió?
Es fuerte, valiente, gentil, humilde... ¡Carajo! ¿Qué más podría pedirle a la vida?
La besé otra vez. Con fervor y devoción, sus manos van a mi cabello y las mías a su cintura. Sus dedos tiraron con fuerza de mi camisa hasta sacarla de mi cuerpo, me observa a los ojos, entreabre los labios y respira con fuerza.
—¿Estás bien? —le paso los mechones castaños detrás de las orejas, acaricio las pecas en sus mejillas y le regalo una sonrisa.
—Esto es raro, eso es todo —me sonríe de vuelta, nuestras frentes se juntan y respiramos el mismo aire—. Nunca he estado con nadie de esta manera, y no sé que hacer...
—Puedes hacer lo que tú quieras —me miró otra vez, antes de arrastrar sus dedos por mi abdomen hasta el botón de mi pantalón—. ¿Estás muy segura de esto?
—¿Por qué me sigues preguntando eso? —pregunta en medio de una risa, desbrocha el botón y me sonríe, luego se impulsa hacia arriba y me besa castamente—. Nunca he querido a nadie así, Michael.
Mi corazón se detuvo y reanudó su palpitar un segundo después, volví a tomar su rostro entre mis manos para besarla apasionadamente y hacerla retroceder con mi cuerpo. Percibí como tropezó con la cama detrás de sí, la hice recostarse con suavidad, besando sus mejillas y sus labios con ternura.
—Eres tan preciosa —desvié mis besos a su cuello, me impregné de su dulce aroma a cerezas, besé toda la extensión de piel que tenía a mi alcance y anclé mis manos a la cinturilla de sus jeans—. Cuando te vi por primera vez, creí que era una broma.
—¿Qué cosa? —susurra cuando le bajo el pantalón con lentitud, agradeciendo que se haya sacado los zapatos apenas llegó.
—Eras demasiado preciosa como para estar allí —suspiré al verla en mi cama, solo en ropa interior, tan perfecta y hermosa—. Me volviste loco desde el primer momento.
—Gracias a Marla me comenzaste a gustar mucho antes de verte en persona —me confesó, su voz era un suave murmullo y sus ojos un mar azul—. Ella tenía la idea de que me iba a enamorar de ti apenas comenzara a trabajar.
—Veo que no se equivocó —sonreí, ella me devolvió el gesto y se aferró a mis brazos cuando me cerní sobre su cuerpo.
—No, no lo hizo —cerró los ojos y presionó un beso sobre mis labios—. Creo que hasta tenía razón en todo.
—¿Qué es todo? —acaricié su clavícula con mis dedos, descendiendo lentamente por el centro de su pecho, su tatuaje y llego a su espalda, tanteando el broche de su sujetador—. ¿May?
—Ella dijo que no podría resistirme a ti —jadea y sonríe, enmarca mi rostro con sus manos—. Tuvo razón, no pude.
—Me alegra saberlo —la besé de nuevo, quitándole la prenda superior con suavidad y mucha lentitud. Ella se ríe, con las mejillas rojas y la mirada brillosa—. Te has estado riendo mucho.
—Es que estoy nerviosa —confiesa en un suspiro, me mira a los ojos—. ¿Y si no es como espero?
—¿Lo has idealizado mucho?
—No.
Sonrío levemente y beso sus labios con ternura.
—Entonces será perfecto —le doy un beso en la nariz—. Cómo tú.
—Como nosotros.
No hizo falta agregar nada más, porque lo que sentíamos hablaba por sí solo. Esa noche le hice el amor a la mujer de mi vida y creo que aquel te quiero quedó demasiado pequeño para lo que ambos sentimos en ese momento.
AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH
ESTOY ENAMORADA DE ESTOS DOS, SON TAN PRECIOSOS Y PERFECTOS... AAAAAHHHHH
Quizás se esperaban algo super hiper mega candente, pero hoy no. Hoy reinó la ternura, pronto se viene el fuego...
¿Qué les pareció?
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