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SECRETOS


Ahí estaban ambos. Mordiéndose las uñas, esperando un resultado.

La reina temblaba de los nervios y se sentía muy afortunada de que los guantes retuvieran sus poderes, de otra forma su amante se encontraría congelado junto con toda la habitación.

Él, a pesar del frío que se sentía, no paraba de sudar y de revolver su cabello buscando refrescarse de manera desesperada. Caminaba de un lado a otro esperando que el tiempo pasara más rápido. Sin duda él era el que más sentía el peso de este error.

Y es que sabían que sus encuentros a media noche estaban mal. Sabían que nunca debieron permitir las pequeñas miradas que se lanzaban con cariño.

Eugene sabía que estaba traicionando a su esposa, que era algo que no tenía perdón y sabía que esta prueba definiría su futuro y sólo podía rezar por seguir con vida después de esto.

Elsa ni siquiera entendía por qué hacía todo esto. No comprendía por qué la necesidad de estar con el esposo de su prima si había muchos hombres detrás de ella.

Y luego ambos comprendieron lo que era.

Amor.

Desde esa ocasión donde se conocieron en la coronación de la reina hubo algo más que amistad.

Y les dolía.

Les dolía hacer algo así, y mucho más a alguien como Rapunzel, que ella merecía algo mucho mejor que esto.

Las miradas de indiferencia que se lanzaban cuando se veían, ocultando la traición que guardaban para después hacer actos indebidos.

Elsa se paró de su asiento, soltó un gran suspiro y se dirigió a la mesita de madera de roble que tenía sobre ella la prueba de embarazo que tan nerviosa la tenía.

La tomó entre sus manos y al verla sintió que perdía el control de su cuerpo. Dejó caer el objeto y acto seguido ella cayó también al igual que sus lágrimas.

Eugene, solo con ver eso ya se imaginaba que el resultado era positivo. Con las manos temblorosas se incó para ponerse a la altura de la chica y la tomó del rostro.

—Lo último que haré es dejar sola a mi pequeña reina— Él sonrió y la abrazó esperando que su chica correspondiera y lo único que logró fue un empuje que lo apartó de su cuerpo.

—Eugene, tú no puedes. Rapunzel es tu esposa, y yo lo sabía, y no permitiré que la dejes por mi... ¿Qué van a pensar todos? Sólo piensa... Diré que es una violación, supongo... No me queda otra cosa, pero tú tienes que vivir tu vida y yo no me puedo entrometer en ella más de lo que ya lo hice — Elsa se paró del suelo con un poco más de fuerza en ella y tomó la prueba para después lanzarla al contenedor de basura. Se disponía a salir por la puerta cuando sintió una mano jalándola por su brazo y atrayendola hacia él.

—Rapunzel siempre ha sido como mi mejor amiga, tú eres para mi algo más... ¿Entiendes? Tú me haces sentir como nadie... Y te lo prometí mil veces, y ahora lo cumpliré. Dejaré todo por ti y el bebé.

—¡Eugene Fitzherbert, deja de decir tonterías! Solo... Suéltame y sigue con tu vida. No podemos volver a vernos más.

Y entonces Eugene usó el arma mortal. No, no el que usaba con todas las chicas, sino aquel que solo funcionaba para ella. Un beso. Ella no forcejeó ni intentó apartarlo, sólo lo juntaba hacia ella y disfrutaba del momento que ella creía que duraría poco y sería el último. Sus labios la hacían sentir al menos por un segundo que ella era la única, que todo lo que hacían estaba bien y que la traición no existía.

—Olvídate de tu vida de reina, tú y yo nos vamos de este lugar para siempre —Ella dudó un poco pero aceptó la oferta sabiendo que ese era el único modo de poder estar con él. Y él era la única persona que le importaba aún más que su hermana, por lo que debía hacerlo.

Pocos días después partieron y Eugene tuvo que retomar su vida de ladrón, lo cual no era algo que lo tuviera muy orgulloso pero al menos lo mantenía cerca del amor de su vida.

En Arendelle todos estaban muy desesperados, buscaban a la reina por todas partes y no la encontraron. Anna fingía preocupación y tristeza, pero en realidad sabía todo lo ocurrido y confiaba en que su hermana estaba feliz en buenas manos.

En Corona Rapunzel creía que Eugene había muerto en el viaje de Arendelle a su reino, y sí, estaba devastada... Pero Eugene y Elsa no eran los únicos con secretos, pues cuando su esposo de iba de su lado, en la cama de Rapunzel siempre hubo un guardián con poderes de nieve esperándola ansioso.

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