Capítulo treinta y siete
—¿Por qué llegaste tarde? —cuestiono como su madre para ver si dice la verdad.
—Es que me entretuve con mis amigas. —Voltea de un lado a otro, disimulando con astucia la verdad.
—¿Estás segura que con tus amigas? —una vez más le pregunto para ver si ya se digna a responder con sinceridad.
—Si, mamá porque —contesta poniendose nerviosa porque pasea su mirada por los lados, sabe que sabemos algo, y en cuestión de segundos se que va hablar de eso estoy segura.
—¡No nos veas a tu madre y a mi la cara de estúpidos! —alza la voz Alberto enfadado, la tención recorre cada parte de la casa.
—Porque dices eso papá —sus palabras se anudan en su lengua no se podía expresar.
—Mira Guadalupe, te ví con mis propios ojos que estabas con el tal Miguel Ángel, ahora porque la cara de sorpresa ¡ya dí la verdad! —exclamo resaltando las palabras.
—¡Sí! ¡Si estuve con él porque somos novios! —lo admite sin más argumentos.
—¿Por qué no nos lo contaste antes? —pregunta Alberto, invadiendole la ira al momento.
—Es que no supe encontrar el mejor momento para decircelos —responde. Solo enreda su mente como si tuviera un kilo de estambre, ¡Será qué es verdad lo que dice mi hija! Bueno le creeré.
—Pense que te caía mal.
—Así era mamá, pero luego empezamos a conversar y me agradó no obstante me invitó a salir, nos conocimos más y más y fue entonces que fuimos novios.
Las palabras que salen de la boca de mi hija odio oírlas, no asimiló que esté con él.
—Que tal si otra vez sales con tu domingo siete —pronuncio alternando mi mirada con la de mi hija.
—Eso no pasará mamá —dice alzando los hombros como restándole importancia.
—No quiero escuchar más, mejor ve con tus pequeñas que están llorando. —Puedo ver la decepción de Alberto en su mirada.
—En un momento voy con mis hijas, y en verdad papá, mamá les pido que me didculpen por no comentarles. —Da media vuelta y cada paso que da mi hija veo el descontento que siente. Y por fin los gritos dejaron de oírse desvaneciendose sobre las paredes.
Sé que está grande mi hija pero sinceramente no me agrada ese hombre, pero si llega a venir por acá pondremos las cartas sobre la mesa.
Transcurre un año y las gemelas quieren dar sus primeros pasos, primero se levanta la pequeña Mari se tambalea de un lado a otro, trata de agarrar los brazos extendidos de mi hija, al mismo tiempo que la pequeña da sus primeros pasos todos nos sentimos felices y le tomamos varias fotos para recordar este momento. Ahora es el turno de Viri y también logra caminar hacia su madre de inmediato le tomamos fotos ciertamente nuestros ojos están llenos de entusiasmo completamente abiertos, sin duda parecen unas muñequitas porque su piel es muy suave como la seda y su mejillas rosas como las fresas.
Pasan tres años y a Lupita la veo mucho en el baño además le es difícil conciliar el sueño y muy constante se queja que le duele el estómago, pensé que era por comer en la calle hasta la regañe que ya no lo hiciera, después de dos días seguía igual mejor sobe su pansa para que se le quitará el empacho que seguro tendría, pero al estar sobandola siento una bolita, de inmediato dije en mi mente ¡es un tumor! Estoy segura que algo pasa, mi hija se dió cuenta por mis expresiones y le expresé que lo mejor en está situación es que la llevé al hospital, ella accedió pero antes de irnos Lupita se dirige con su padre para encargarle a las gemelas, por supuesto no le dije a Alberto lo que sentí al estarla sobando solo le comenté que llevaría al doctor a nuestra hija porque no se sentía bien del estómago. Me aliste con mi hija para entonces salir rumbo al hospital. Ya que llegamos enseguida la checan y le hacen varios estudios, más tarde viene el doctor.
—¿Mi hija tiene un tumor? —cuestino desesperada y no lo dejo hablar.
—Si, pero tiene un tumor chillón —sonrie de lado.
—Que quiere decir —me confunde su respuesta.
—Su hija va hacer mamá —lo dice despreocupado como diciendo es normal.
—No puede ser cierto —respondo parpadeando y frotó mis ojos para ver si estoy en la realidad.
—Que dijo señora.
—Nada. —No me cae el veinte.
—Doctor puede checarme otra vez que tal si se equivocó —suguiere Lupita.
—Esta embarazada ya le dije—aclara. Lupita saca los ojos junto con un gesto de preocupación
como salido de una historieta.
—Vámonos Lupita —alzo la voz con mando, la sorpresa y la indignación me abruman. Salimos del hospital y respiro lo más hondo de mi ser.
—Madre... —Hace una pausa.
—Ahora si tú padre va dar un grito al cielo —digo con preocupación agarrando constantemente mi cabello—. Yo pensé que ya habías terminado con Miguel.
—No, solo nos dimos un tiempo —al hablar trata de evadir mi mirada.
—Es casi igual, ¿y le piensas decir del embarazo?
—No, hasta que ya nazca.
—Como tú digas —suspiro con pesadez—, si solo te hubieras cuidado, pero el hubiera no existe ahora agarra el toro por los cuernos hija.
—Perdóname solamente pasó.
—Y yo preocupándome que tenías un tumor, eso sí tú te encargaras de decirle a tú padre —le expreso al estar frente a ella viéndola a los ojos.
—Si, pero estoy segura que él me hechara de la casa. —En sus ojos hay inquietud.
—Si lo hace yo me iré contigo, es verdad cometiste de nuevo lo mismo que hace años, pero te apoyaré bien dice el refrán "AMOR DE MADRE, NI LA NIEVE LE HACE ENFRIARSE.
—Que quiere decir eso madre.
—Que el amor materno está a pesar de las dificultades.
—Gracias por ser mi madre—resalta cada palabra para luego abrazarme fuerte como si fuera su osito de peluche.
La noche llego y Alberto llega de trabajar, me da un pequeño y amoroso beso en la mejilla pronto le sirvo de cenar y me siento junto a él, mi mente comienza a dibajar quería ver cómo iba a encontrar el momento para que converse con Lupita, resulta ser que estuve como diez minutos dándole vueltas a mi cabeza, de modo que cuando Alberto me habla hace que vuelva al presente, me dice que acabó de comer y que me agradecía por la buena comida, yo solo le sonreí como como un gracias. Entre más lo pense está es la oportunidad para que hablé Alberto con mi hija, sé que va hacer duro pero sino es ahorita cuando.
—Tu hija quiere hablar contigo —intento que mi voz suene relajada y Lupita se acerca.
—Papá no sé cómo decírtelo. —No le es fácil hablar.
—Ya dímelo —remarca las palabras, su cara de desesperacion es evidente.
—Es que estoy embarazada —dice de golpe la noticia.
—¿Qué? —Oir esas palabras es como si le hubieran dado una bofetada—. No la chin **** de seguro es de ese tal Miguel —contesta, y sus ojos se ponen rojos como la sangre por el enfado.
—Así es papá. —Hace un gesto afirmativo con la cabeza, enseguida baja la mirada.
—¡Vete de mi casa con él! ¡yo ya no te quiero ver! —lanza gritos y sus brazos los agita con furia para luego hacer un gestos con el dedo índice hacia la puerta para que se marche.
—Papacito, papacito perdóname. —Se arrodilla llorando.
—Largate ahora mismo —subraya. Al ver su expresión de enojo de mi esposo me entró miedo aún así lo enfrente.
—Espera Alberto no te precipites cómo crees que se va a ir —le contesto, quiero que recapacite.
—No la defiendas mujer.
—Pues si la defiendo porque es mi hija y no voy a permitir que se vaya y menos con las niñas —alzo la voz para que comprenda.
—Hagan lo que quieran parece que estoy pintado. —Se sale afuera lleno de rabia lo cual se nota en su rígida postura, la noticia no le es fácil de digerir.
—Ves lo que ocasionas. —Estiro los brazos y la ayudo a levantarse del suelo. Una vez que está de pie le aprietó la mano para darle seguridad.
—No te preocupes hija te vas a quedar aquí en tú casa —mi voz interior dice que todo va ir bien.
—La verdad mamá mi padre tiene razón me tengo que ir, no estuvo bien lo que hice haber a dónde voy.
—Estas loca que ¿quiéres quedarte en las calles?
—No, pero yo tengo la culpa de todo.
—No te culpes más, ven para acá —le digo viéndola con mis ojos llenos de amor y le doy fuerte abrazo para transmitirle mis sentimientos.
Los meses transcurren, su padre otra vez le pone la ley del hielo, pero eso sí como sus nietas son aparte él las sigue queriendo, ese amor nunca va a desaparecer siempre tiene una sonrisa en su rostro cuando las ve, es muy atento y las consiente demasiado, evidentemente las gemelas están muy apegadas a nosotros sus abuelos, porque cuando me levanto para ir por la leche liconsa ellas se despiertan como si tuvieran un reloj diciendo en coro ¡queremos ir contigo no nos dejes mamá Susana! Así me dicen de cariño y como no puedo sola Alberto y Lupita me acompañan, inclusive también nos llevamos a Susan y todos juntos nos vamos. De ahí nos pasamos a la panadería a comprar sus polvorones favoritos de las tres niñas, así era constantemente cuando íbamos por la leche. Y cuando llegábamos a casa las gemelas estaban de un lado a otro, de forma que sacaban los trastes de la alacena y yo me estresaba porque todo estaba regado por eso le decía a Lupita que recogiera, pero Alberto me decía déjalas solo una vez son pequeñas, y me puse a pensar que es muy cierto lo que decía, no tengo porque perderme de esos pequeños instantes que algún día ya no va hacer, así que ya las dejaba y no me inquietaba porque estuviera ordenado ahora solo disfrutaba de ver a mis gemelas. Por otro lado su abuelo Alberto cuando iba a la tienda, se llevaba a las gemelas y a Susan de aquí para allá y siempre que tenía oportunidad las presumia con sus amigos, entre ellos nuestro vecino Adalberto Martínez Chávez más conocido como "Resortes" él es un famoso actor y cómico para nada es presumido es una gran persona, cada vez que resortes veía a las gemelas y a Susan les compraba sus dulces eso ya era costumbre cuando se encontraban. Y luego las dejaban sentadas en una banca para que comieran agusto sus papás o lo que les comprará, mientras mi esposo junto con Resortes fumaban en la tienda y conversan de todo, parecía que sus pláticas no tenían fin.
Pasan seis meses y su barriga de Lupita se ve más grande y ¿Qué creen ya sabemos que es? Es un lindo varón espero que sea sólo uno, pero si son dos bienvenidos ¡qué se puede hacer! Y algo que me puso feliz es que su padre se preocupa por Lupita porque me da dinero para comprarle a su hija sus antojos, aunque se ve por fuera con mal carácter en el fondo es de corazón noble pues es su hija, solo es cuestión de tiempo para que hagan las pases; las mañanas de los lunes son el comienzo de una nueva semana. Lupita cumple los nueve meses, precisamente ese día siente un rayo de dolor que le corre por la espalda y empieza con las contracciones, inesperadamente su hermana Leti llega como caída del cielo, rápido se mueve y sale para pedir un taxi, lo trajo en un dos por tres a fuera de la puerta de la casa, por consiguiente nos apresuramos a subir. En un sentiamén llegamos al hospital, el señor del taxi no nos cobro yo creo porque vio la situación que estabamos, de inmediato los médicos se la llevan, entonces Lety y yo nos quedamos en el pasillo mortificadas, me muevo nerviosamente de un lado a otro luego me quedo quieta, otra vez siento ese mismo sentimiento de hace años, pido a Dios que salga sana y salva junto a su bebé.
—Calma mamá va a estar todo bien. —Me alza el ánimo con sus palabras y acaricia de mi espalda cuidadosamente.
Una hora después sale un doctor pronto corro hacia él.
—Doctor como está mi hija Guadalupe y mi nieto —digo y la insertidumbre cubre mis ojos.
—Están los dos bien, de hecho puede entrar a ver a su hija está en la habitación 206.
—Si gracias. —Él se va por el largo pasillo.
—Entro primero yo y luego tú hija —le comento.
—Si mamá.
Camino con prisa ya quiero llegar al cuatro. Cuando entro me siento aliviada de ver a mi hija, gracias a Dios todo salió bien, eso sí tiene un semblante muy cansado.
—Mamá tuve a un hermoso bebé, está en perfecta salud está gordito con sus mejillas rosadas de hecho el doctor me dijo que mi hijo tuvo un gemelo de agua —hablaba y hablaba pero no le entendía nada.
—Eso significa que tuviste otra vez dos ¡madre mía! —Subo una mano a mi frente con desesperación.
—No, te espantes es un síndrome llamado gemelo desaparecido, lo que quiere decir que el embrión no se desarrolló, solo estaba la placenta llena de agua aunque a decir verdad me hubiera gustado tener otro par de gemelos.
—Hay hija creo que te encantan los niños, ¡mira! Hay viene la enfermera con el niño pero ¿porqué lo trae con una manta rosa? ¿qué no era niño? —cuestiono desorientada.
—¡Si lo es!!! —exclama. Le dan el bebé en sus brazos pero mi hija saca los ojos de impacto.
—Este bebé no es mío yo tuve un niño no una niña —recalca cada palabra para luego añadir—. No era de piel oscura me están haciendo una broma ¿verdad? —rie nerviosa.
—No señora es su bebé. —Es muy insistente con lo que dice.
—¡Qué no es mi bebé! —alza la voz para que entienda, le da en sus manos a la bebé a la enfermera y se levanta de la cama mi hija y se dirige a los cuneros a buscar a su bebé, yo voy detrás de ella.
Cuando está ahí, busca desesperadamente con la mirada a su hijo de pronto lo ve y lo señala con el dedo.
—¡Ése es mi bebé mamá! —exclama de alegría.
—¿Estas segura?
—¡Que sí! Yo lo cargue y lo ví.
—¡Qué pasa aquí! Porque tantos gritos —exclama el doctor que atendió el parto de mi hija.
—Es que me dieron a una niña y mi bebé es un varón—comenta con voz enzaltada.
—Efectivamemte es varón —le da la razón a mi hija.
—Pero ¿por qué me dieron a una niña? —cuestiona intranquila.
—No lo sé, voy a checar que pasó con las enfermeras vaya usted a la habitación y descanse un poco.
—No, yo puedo esperar aquí quiero tener a mi bebé en mis brazos. —Planta sus pies en el piso como un árbol con raíces fuertes, no quiere moverse.
—Esta bien, espere aquí.
A los diez minutos viene el doctor con el bebé varón.
—Aquí está su bebé cargelo. —Se lo da entre sus brazos y mi hija siente un gran alivio tenerlo, enseguida lo llena de varios besos.
—Le pido mil disculpas fue un error de las enfermeras —se apena el doctor, hasta se sonrroja como si le hubieran puesto colorete.
—Esta bien, pero tengan más cuidado, hoy fui yo mañana pudiera ser otra mujer —dice como reclamando.
—Esto no pasará de nuevo se lo aseguro vaya a su cuarto con el bebé —responde invitándo a que confie en el.
Nos fuimos al cuarto. Mi hija ya se ve más tranquila y se recuesta en la cama junto al bebé, me quedo percibiendo como agarra sus pequeñas manitas, la sinceridad de su mira brilla con alegría y el amor que siente por el bebé se desborda por el cuarto, quiere abrazarlo el mayor tiempo posible no se quiere despegar de él, y sobre las mejillas inchadas de mi hija corren algunas lágrimas y hasta le dedica una palabras hermosas, y el bebé busca la mirada de mi hija como si la estuviera escuchando. Ver esa bonita imagen se quedarán por siempre grabada en mi mente, en breve entra su hermana Leti al cuarto, ya se me había olvidado que estaba afuera esperándome quién sabe como entro porque nada más puede entrar una persona, esto me recordó a un fantasma muy conocido llamado Gasparin, que entró sin ser vista.
—¡Qué pasó mamá! Te tardaste mucho en volver.
—Si es que pasó algo terrible —menciono haciendo una larga pausa.
Le conté lo que había pasado, posteriormente dejamos descansar a Lupita en el hospital y nos fuimos a casa; déjenme contarles que su hermano Alberto me dió para pagar el parto de su hermana porque es un hospital particular, es un gran gesto de mi hijo porque el tal Miguel mi hija no le a avisado.
Al día siguiente la dan de alta a Lupita, y juntas nos dirigimos a casa; llegamos a casa y Lupita le presenta a las gemelitas a su hermano y también a Susan, por unos segundos Lupita se pone en cuclillas para estar a la altura de las niñas por supuesto se pusieron muy contentas con una sonrisa de oreja a oreja y besaron sus rojas mejillas. Su padre al ver a su hija nada más da un pequeño asentamiento con la cabeza, esa mirada tranquila en él hace ver que es bienvenida y poco a poco la chispa del enojo que tiene se va apagando, conforme le dimos la bienvenida al bebé Lupita se lo lleva para dejarlo en la cuna, el bebé se queda quieto no llora nada, solo se escucha que balbucea y mientras ella se da una ducha yo lo vigilo, me da ternura verlo sonreír pero se ve que ya tiene sueño porque bosteza y como si fuera contagioso el bostezo hago lo mismo, por algunos minutos el bebé no deja de mirarme parece como si se quisiera grabar mi cara para después hacer una débil sonrisa y quedarse dormido. Cuando termina mi hija, le hago lo mismo que en su primer embarazo la fajo con vendas, durante ese tiempo su padre ve al niño en la cuna, ya cuando nos desocupamos se va Alberto a la sala a ver la televisión. A la semana siguiente tocan la puerta y es Miguel, mi hija ya le había avisado y por lo que nos contó quedó en shock, después lo asimilo por eso de vez en cuando viene haber a su hijo, y cuando examino su expresiones faciales no despega su mirada del niño lo quiere mucho porque lo besa y lo carga con cariño hasta plática con su hijo, y mi hija cuando está junto a Miguel sus ojos se entrelazan y brillan como faros iluminados, como si nadie estuviera a su alrededor sin duda mi hija se ve agusto a su lado. Un día como cualquiera mi esposo y yo platicamos con Miguel, él escuchó con atención, solo así nos dimos cuenta que tiene buenas intenciones con mi hija y a pesar de sus defectos tiene virtudes, por lo visto no hay remedio que aceptarlo.
Quiero contarles que hoy es un día frío pero es especial, porque mi hija Lupita le reafirma a su padre que lo ama mucho y que no soporta la idea de estar peleados y de nuevo se vuelve a disculpar, aunque Alberto está serio la disculpo. Al final se asoma en él una sonrisa y se borra toda seriedad para así acercarse abrazarla y besar su frente con cariño, y como ya está solucionado el problema la casa se siente diferente, eso sí a Alberto no le gusta que veamos cómo le muestra afecto a su nieto porque cuando todos estamos en nuestros asuntos, me percato que empieza a jugar con su nieto y le hace gestos cariñosos después de todo hay veces que se le olvida que lo estamos viendo y desde entonces ya es normal que lo esté consintiendo: sucede que mi hija sigue viviendo con nosotros ya que Miguel no tiene un lugar donde puedan vivir sin embargo él viene como de costumbre diario y le trae lo necesario al bebé. En cuanto al registro del bebé como buenos padres ya lo registraron con el nombre de Christian, ese es el nombre que le escogí porque los dos me dieron ese privilegio como agradecimiento; Cuando cumple un año mi nieto da sus primeros pasos y también nos dió la sorpresa de hablar porque su primera palabra es... Mamá; a los dos años mi hija le enseña a moverse al son de la música, bien que agarra el ritmo y incluso tararea las canciones como si estuviera cantando va que vuela para un artista, además mi nieto Christian se ganó más el cariño de su abuelo porque él solito de forma natural buscaba las pantuflas de su abuelo y se las dejaba a un lado de dónde él estaba y rápido se iba a una esquina de la pared y asomaba para ver si se las ponía su abuelo, así era todas las mañanas. Y Alberto de agradecimiento lo llenaba de besos le decía mi chaparrito, de ahí en adelante lo lleva de un lugar a otro inclusive mi hijo Alberto lo quiere mucho como su propio hijo, porque lo consiente demasiado y lo presume con sus amigos cercanos.
En el transcurso de los días pasa algo que destrozó el corazón de Alberto como el mío, mi hija Lupita hace una pausa haciéndonos saber que va a decir algo importante, nos toma desprevenidos no esperaba lo que nos iba a decir, expresa que no le alcanzaría la vida para agradecer por todo lo que habíamos hecho por ella y sus hijos, después nos dió un corto abrazo. Al instante quedamos sin creer la noticia quería abrir la boca pero me detuve me quedé pensando que está podría ser la última vez que vería a mis nietos. Al principio la voz de mi hija se torna fría a lo mejor para no llorar, el asunto es que se va a vivir a otra parte con Miguel, agarra sus maletas y a mis nietos. Yo no quería que se fueran hasta discutí con ella, pero fue inevitable cambiar su desición, se que es normal que los hijos se vayan de casa, al final no me incumbe meterme en su relación pero me duele mucho, nos despedimos de los niños acariciamos sus caras agelicales, cabello, besamos sus rojas mejillas demostrándole nuestro amor, se dan la vuelta y los niños comienzan a llorar porque no saben que pasa. Al momento que se cierra la puerta provocó que mi corazón se detuviera, a causa de esto me quiebro como un cristal, por consiguiente Alberto se puso a sollozar, sinceramente nunca lo había visto tan mal. Ahora la casa se siente vacía con un silencio impresionante que parece absorber el aire del lugar. Solo estamos con mi hija Susan.
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