Capítulo once
A la semana siguiente: Alberto me llevo a conocer a sus hijas, nos cuesta mucho entrar, estamos afuera de la casa puedo observar que es muy grande con colores que transmiten cálidez. De apoco abre la puerta Alberto, sinceramente los dos entramos con un poco de nervios por no saber cómo reaccionarían.
—¡Hola ya llegó papá! —alzan la voz todas las pequeñas para recibir a su papá. Cuando me ven entrando se detienen en seco, podía ver en su mirada sorpresa como diciendo está ¿quién es? El incómodo silencio se abre paso.
—Ella es mi novia Susana —me presenta formalmente.
Ver sus gestos de sus caras, me hizo sentir que no tomaron la noticia nada bien.
—Hermosas jovencitas ¿cómo se llaman? —les pregunto para romper el hielo en ese momento nadie responde, incluso evaden cada pregunta que les hago, pienso que es normal su reacción hacia mí, porque es la primera vez que me ven. Espero que más adelante lleguen a conocerme y puedan ver que no soy una bruja malvada como los cuentos lo pintan. Puedo decir que ese día fue un fracaso, pero seguiré intentando hasta ganarme su aprobación, y si me llegan a aceptar sin duda alegrarán mi corazón.
Al otro día. Fue mi turno en presentarle a mi hija a Alberto, mi hija se porto muy fría su cara se veía de enfado, y cuando estábamos comiendo el ambiente se tensó, nuestra carencia de palabras se hizo presente solo se escuchaba los sonidos del vecindario. Alberto toma una de mis manos como si me estuviera diciendo que todo estará bien, yo lo miro con cariño por estar conmigo, definitivamente fue una noche larga, sin embargo Alberto pudo hablar con mi hija unas palabras sencillas pero muy significativas, eso hizo que mi hija se ablandara y conversara con él un poco.
Así que tanto Alberto como yo, tenemos que darles tiempo a nuestras hijas para que asimilen nuestro noviazgo.
A los seis meses Alberto me propuso matrimonio, tengo una sonrisa de oreja a oreja y tanto mi hija como sus hijas aceptaron nuestro compromiso, en mi historia de amor floreció algo hermoso; junto a él me descubro a mi misma y veo cualidades que no pensé que tenía, evidentemente mi vida cambió mucho en este poco tiempo; ahora nuevas cosas vienen pero tengo miedo que desaparezcan... Ciertamente no pensaré en eso y pondré todo de mí para que cada día crezca nuestro amor.
Un mes más tarde. Nos casamos, ese momento mis ojos se llenan de nostalgia, mi corazón late como si estuviera en un maratón ahora se va multiplicar mi felicidad, ambos estábamos muy alegres, nuestro corazones latían en sincronía, ¿y saben? En nuestra boda solo asistió mi hija y la familia de él, ¡todo fue hermoso y sencillo! Nunca me había perdido en la mirada de alguien, el me mira con ternura como si quisiera mirarme por siempre, sus palabras eran muy sutiles como la delicadeza de las flores, me siento tan viva que mi corazón está a punto de explotar, estamos muy enamorados que su gran amor tocó mi corazón. Tal vez en el fondo no creía que existiera un hombre que me pudiera amar de esta manera, ojalá sea como dicen en las películas “Vivieron felices por siempre". La bonitas fotos que tomamos serán recordadas por nuestros hijos, nietos y cuando la vejez nos visite.
¿Dónde vamos a vivir? Buena pregunta, decidimos los dos que estaríamos donde ahora estoy viviendo mientras buscábamos un departamento más grande, sus hijas de Alberto se quedaron en la casa grande a vivir con su abuelita porque era como su mamá y no querían alejarse de ella, Alberto apoyo la decisión y únicamente las visita o salía con ellas a un lugar que quisieran.
Un sábado. Alberto no fue a trabajar, se quedo con Lourdes en casa yo me fuí a trabajar como de costumbre aunque estaba inquieta en dejarla con él.
—El tiene hijas, no creo pase nada —hablo a lo alto sobre el camino. Opino de esta manera porque tengo el trauma de mi padrastro pero como dice el refrán más vale prevenir que lamentar. Llegué al trabajo, hago lo que manda mi jefe y en conjunto todos como trabajadores, nos apuramos y salimos a las dos de la tarde.
Prontamente estoy en casa. Todo esta tranquilo, por un lado Lourdes lee un libro y Alberto en la cocina.
—No te esperaba cariño tan temprano —dice con una sonrisa alegre mientras sigue cocinando.
—Es que a todos nos dejaron salir temprano porque terminamos. —Él me da un beso de bienvenida y luego voy a saludar a mi pequeña.
—¿Hola mi hija, todo está bien? —pregunto con un poco de inseguridad.
—Si, mamá ¿por qué?
—No, por nada —respondo mientras niego ligeramente con la cabeza. Se que Alberto no lo conozco al cien. Más aún tengo que hacer lo que he considerado lo mejor.
Llega la noche, hablo con Alberto de lo que pienso hacer, él no quiere que lo haga, pero es mi decisión y mejor dejamos de conversar.
—Prepara tu maleta Lourdes —digo tranquila para que no se alteren los ánimos.
—¿A dónde nos vamos? —pregunta con interés.
—Solo tú, te vas a ir —hablo con seriedad.
—Pero a ¿dónde?
—se siente confundida y se pone inquieta.
—Con tú tía —respondo de golpe.
—¡Por qué! ¡estoy bien aquí! —exclama con enojo.
—Solo has lo que te digo.
Salimos de casa; todo el camino solloza Lourdes, de seguro piensa que soy una mala madre esto lo hago por su bien. Me duele mucho verla así, únicamente será por un tiempo mientras buscamos algo más grande: una vez que llegamos, mi tía la recibe con gusto.
—Te estaré mandando dinero cada semana tía —le comento para que vea que estoy atenta a sus necesidades.
—Si hija no te preocupes —voltea a ver a mi hija con cariño.
—Vendré a verla en las noches —menciono para luego abrazar y besar con ternura a mi hija. Con todo el dolor de mi corazón doy la vuelta para irme. En cada paso quiero regresar por Lourdes, sin embargo dentro de mí dice que estoy haciendo bien. Camino muy desanimada hasta llegar a casa. Alberto de inmediato me abraza para transmitirme consuelo.
Ya han pasado varios meses, tengo retrasado en mi periodo menstrual eso me preocupa. Después de mi trabajo voy al médico tengo miedo que diga que es algo malo, sentada espero mi turno, entonces una señorita muy seria menciona mi nombre porque ya me toca pasar, respiro hondo y entro.
—Señora Susana felicidades va hacer mamá, tiene cuatro semanas —me felicita con entusiasmo.
—No lo esperaba doctor ¡es una buena noticia! —exclamo con felicidad.
Tener un bebé de nuevo hace que sienta ganas de llorar de la emoción. Salgo de la clínica y observo el cielo demasiadas nubes esponjosas que se mueven con rapidez por encima de mí, es bello verlas transmiten mucha tranquilidad, mejor dejo de mirarlas porque me marea y sigo mi trayecto, a todas las personas que veo las saludo para mí es un día increíble. Llegué a casa, me muero de ansías por decirle Alberto la noticia, al escuchar la cerradura de la puerta de inmediato me levanto.
—Bienvenido. —Lo recibo con una sonrisa alegre.
—Que feliz estás ¿vas a decirme que te tiene así?
—Si, ¡qué creés...! Vamos hacer papás —lo grito con fuerza hasta se oyó con hueco.
—¡Qué felicidad amor! Vamos hacer papás —expresa con mucha alegría que no se va de su voz. Se acerca a mí para darme muchos besos por toda mi cara.
—Eso sí... no quiero que trabajes, ni que hagas limpieza en la casa yo lo haré —su voz suena con preocupación.
—¡Por qué dices eso! Si estar embarazada, no es sinónimo de enfermedad tengo que seguir trabajando haciendo mis cosas con normalidad, pero ya sé porque lo dices... por lo que me platicaste de tu anterior esposa.
—Tienes razón siento temor el que te pueda pasar algo —lo veo con incertidumbre.
—Descuida, iremos los dos cada mes al doctor para ver que todo salga bien —lo calmo y lo tomo de la mano como para darle confianza.
—Esta bien —accede—. Y olvida lo que te dije cariño solo es que me preocupo, mejor hay que cenar.
Otro día más, empieza a entrar los rayos del sol en la habitación.
—¿Qué hora es...? —Me golpeó la mano contra la pared para quitarme la cobija, miro el reloj y ya es tarde para irme a trabajar Alberto no me despertó se tuvo que ir antes.
—Nunca me había fallado mi reloj biológico será porque estoy embarazada, ¡cómo le explicaré a mi jefe! —exclamo quejándome, de inmediato saco mi ropa de los cajones sin ton, ni son. Me visto y salgo como torbellino, de repente tropiezo por accidente y caigo de frente afortunadamente pude poner mis manos .
—¡Ay duele! —Veo mis manos que se rasparon.
Las personas de corazón sincero se acercaron a auxiliarme, dos hombres me levantan con cuidado en breve siento entre mis piernas que fluye sangre.
—¡Mi bebé! —exclamo gritando.
De un momento a otro actúa un señor con su esposa, me llevan al hospital en taxi, muy amable la señora limpia mis piernas llenas de sangre con un trapo que no se de dónde saco.
Me bajan con cuidado del taxi en ese lapso les agradezco a ellos su disposición, dijeron que lo hacían con gusto. Nos dirigimos a urgencias, me deja la pareja con un par de doctores como me ven muy mal apresuradamente agarran una camilla que se encontraba a un costado de ellos y me suben a la camilla llevándome hacia el quirófano. Cómo estoy boca arriba la luz deslumbra mi vista, me siento débil no quiero perder la conciencia, a mi alrededor escucho varias voces pero no entiendo que pasa.
—Doctor ¿cómo está mi bebé? —pregunto intranquila, tengo los nervios de punta, no se que me hagan. Temo por la vida de mi bebé.
—Lamento decirte esto, la caída que tuviste hizo que tuvieras un aborto espontáneo, ¡tú bebé está muerto! —lo dice sin más explicación.
—¡No puede ser! ¡es mentira! —grito sin parar.
—¡Por qué mi bebé! —lloro desconsolada.
—Señora cálmese todavía es joven puede tener más hijos. —Quiere consolarme diciendo que puedo tener más hijos, que idiota doctor no sabe que estoy sintiendo en este preciso momento.
—La sedare para quitar el producto. —Gradualmente empiezo a cerrar los ojos.
En cuestión de horas despierto y lentamente abro los ojos, observo a mi alrededor ahora me encuentro en la habitación del hospital. Segundos después entra una enfermera a revisar mis signos.
—Sabe de casualidad si vino mi esposo —apenas puedo hablar, mi voz se oye cansada.
—Acaba de salirse —responde.
—Puede decirle por favor que venga. —Enseguida entra.
—Hola cariño los vecinos me dijeron lo que te paso —su rostro refleja nostalgia y añade—. Estoy contento que estés bien —agarra mi mano para darme fortaleza y me besa.
—Si lo estoy pero nuestro bebé no, porque murió —expreso con lagrimas.
—Ya lo sé —su voz se le hace un nudo en la garganta. Los dos lloramos abrazados para consolarnos, en seguida se sienta en la cama aún costado mío, recargo mi cabeza en su hombro en consecuencia él acaricia mi cabello con ternura, así estuvimos como una hora. Viene la enfermera para darme unos papeles y en la noche me dan de alta. Ya que estoy en casa siento un vacío inexplicable, porque el perder a mi bebé es uno de los sentimiento más fuertes de mi vida.
—¡Alberto tengo la culpa de que mi bebé este muerto! —el remordimiento envuelve mis pensamientos.
—No es así solo fue un accidente —el muestra calma en su habla.
—Es que como me levanté tarde para el trabajo corrí para llegar, en ese intervalo caí, por eso no me lo voy a perdonar —afirmo lamentándome.
—Cariño no te culpes fue un accidente, vayámos a dormir tienes que descansar —menciona, su expresión muestra compresión, mientras que yo me volteo y lloro a mares toda la noche hasta quedar dormida.
—Susi me voy a trabajar, te dejo el desayuno listo en la mesa.
—Ahora me levanto voy a ir a trabajar.
—No —me detiene—. Estás en reposo yo le aviso a tu jefe —con su mirada busca que no me preocupe.
—Esta bien tienes razón, ahora no tengo cabeza para estar trabajando. —Se va él y abro la ventana, fijo la mirada en el árbol y observo como el ave protege a su nido y sus crías, eso aflige mi ser ya que está pequeña ave cuida mejor a sus crías que yo.
Cada día la tristeza me envuelve, de nada sirve disimular con Alberto que todo esta bien, los sentimientos que encubro son altamente abrumadores. Y en el trabajo todos los compañeros tratan de animarme, agradezco sus atenciones lo cual hizo que levantará mi autoestima un poco, tanto ellos como mi marido me apoyan mucho en este proceso.
Al siguiente año. Nos cambiamos de casa no es tan grande, está bien para los dos, todavía mi hija Lourdes sigue quedándose con mi tía, la visito sin falta pero a veces pone excusas para no verme, entiendo que esté enfadada ¡en mi siempre le transmitiré que la amo y mi corazón lo sabe!.
Para mí sorpresa, dos meses más tarde de ese mismo año quedé embarazada. Estoy feliz ahora en adelante debo tener más cuidado en todo aspecto de mi vida. En un cerrar y abrir de ojos transcurrieron los nueve meses doy a luz a una hermosa hija a la que le puse Patricia, luego tuve al año siguiente un niño lo llamo Alberto como su padre, después a los dos años tuve otra niña, la llamo Leticia. Al siguiente año un niño le pongo Javier, dos años más tengo otro niño y lo llamo Carlos y por último a mis cuarenta años quedo embarazada de gemelitas no lo podía creer, cada mes mi panza crecía como un globo. El momento llegó se cumplieron los nueve meses, se me rompe la fuente, las contrasiones vienen y se van, como no llegaría a tiempo al hospital tendría que dar a luz en mi casa, posteriormente
llamo a una vecina cómo es partera de experiencia ella al verme supo que hacer; me lleva a la cama para después traer todo lo que ocuparía. Me pide que inhale y exhale, lo hago cerrando mis ojos, encojo el rostro del fuerte dolor por cada contracción.
—Empuje señora Susana —alza la voz.
Es tanto el dolor, que es como si me atravesará un cuchillo. Por fin nace la primera, en consecuencia con más dolor llegan las contracciones, empujó con toda mis entrañas. A los tres minutos sale la segunda bebé; el alivio se extiende por todo mi cuerpo, la partera me da a mis pequeñas envueltas en las cobijas que tenía para ellas. La emoción es notable en mi rostro, mis gemelitas me dolieron más que mis otros hijos, en realidad no esperaba tener tantos chamacos, antes había pensado en quitarme la matriz pero para la sociedad hacerlo era un pecado por eso no lo hice. Como ya estoy grande, no creo tener más hasta aquí se cierra la fábrica de bebés.
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