Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo ocho

   Mis brillantes sueños llenos de felicidad desaparecieron desde ése día. Tengo ese sentimiento tan cercano a la traición.

Llegamos a nuestro nuevo hogar si, ¡así se puede decir...!

  Lourdes y Guillermo cuando vieron donde viviríamos, parecen que se pusieron de acuerdo porque no pudieron evitar tener una creciente inconformidad, se cruzaron de brazos y me lanzaron una mirada con enojo, quieren sacar a relucir ese sentimiento porque su rostro se colorea de rojo sangre. Acto seguido empezaron a alzar la voz para que nos fuéramos, con el fin de no alterarlos más, trato de decir palabras alentadoras pero no da resultado, ahora están en plan de ignorarme.

  Confieso que me está costando calmarlos. Los dos se van en dirección donde hay una pared desocupada, se sientan sobre el piso y con la cara escondida entre sus rodillas rompen a llorar, están muy dolidos por lo que estamos pasando y yo quedo devastada. Es como si me clavaran un cuchillo en mi pecho, a mi también me duele pasar por está situación, no obstante tengo que aceptar que está es mi vida, tan solo me basta con respirar profundamente y continuar. Minutos más tarde tocan la puerta, abro y saludo al muchacho a quien le dije que trajera el colchón de mi cuarto. Lo invito a entrar y lo pone dónde ve desocupado.

—Perdón si soy metiche, pero ¿acaso les pego a sus hijos? —cuestiona lanzando una mirada de duda.

—¡No como crees! Yo nunca les pegaría, están así porque extrañan su enorme casa con lujos —doy la razón. Aunque no tendría que darla pero no quiero que se lleve una mala impresión de mí.

—No espara menos señora, yo creo que estaría igual que ellos —comprende la situación.

—Antes de que te vayas, me haces el favor de llevarte éste otro colchón que está en el suelo, si quieres lo puedes tirar o vender.

—Claro jefa —accede gustoso.

—Toma estos centavos, gracias por venir —queda contento con lo que le doy. Carga el colchón y se va.

  Mientras tanto dejo que sigan llorando por largas horas pronto se cansarán. Empiezo a barrer muy bien, enseguida lavo el piso y paredes con una fibra y con un trapo seco repaso el piso y paredes. Cuando no hay ni una gota de agua en el piso colocó el colchón, mis hijos se levantan y  corren simplemente a acostarse, se ve que querían descansar porque a escasos cinco segundos quedaron bien dormidos; por mí parte sigo limpiando, quiero que cuando despierten vean todo más bonito. Sé que no puedo hacer magia y convertirlo en un palacio pero mi esfuerzo ojalá valga la pena.

  Tardo varias horas, los años de experiencia haciendo limpieza se nota; parada sobre una esquina, me quito el sudor que escurre de la zona de mi frente con una servilleta, estoy exhausta y cansada por todo el aseo que hice, ahora si se ve más que limpio ¡con un aroma refrescante!

—Ya tengo sueño y no hay otro colchón. De qué puedo acomodarme con mis hijos en la orilla si cabría, sin embargo no lo voy hacer no quiero incomodarlos —susurro al viento.

  Con el fin de dormir voy directo a sentarme en la silla y sobre la mesa de madera me recuesto entre mis brazos, cabe señalar que por fuera escucho como sopla el viento retumbando la puerta de entrada y por las grietas que tiene la ventana el aire logra colarse.

—No quiero que mis hijos se enfermen o peor tantito yo —me levanto enseguida para cobijar bien a mis hijos, luego con un cartón tapó la ventana y regreso de nuevo a la silla, abro y cierro los ojos hasta quedar dormida.

Escucho de lejos que me dicen...

—¡Mamá! ¡mamá! —apenas puedo abrir mis ojos, solo veo las sombras de mis dos pequeños parados frente a mi.

—¡Qué pasa! Sigan durmiendo —estoy tan cansada quiero dormir un poco más.

—Ya amaneció, ¡levántate! —gritan para que los escuché.

—Que rápido se pasó la noche,  hay voy —abro los ojos con pesadez, todavía sigo adormilada. A a la hora de menear mi cuerpo, me duele todo, ya que no estaba acostumbrada por años hacer mucha limpieza.

—Entendimos mi hermana y yo que esto es una broma, solo quieres que aprendamos a valorar lo que tenemos y ya lo hicimos, así que vámonos a la casa -—menciona Guillermo y se dirige a la puerta esperándome con un movimiento de cejas evidenciando su inquietud —lo que dice espanto mi sueño y mis ojos se tornan despiertos.

—¡Ya les dije que vamos a vivir aquí! —les recalco con voz alta, pero no al grado que se sientan regañados para que así entiendan. Realmente esperaban que dijera que se trataba de una inocente y cruel broma pero no era así—. Como verán lo limpie ¿qué les parece? —muestro una sonrisa para que se animen.

—Sigue siendo una caverna —comenta enojada Lourdes enchuecando la boca, hago de cuenta que no escucho—. En un momento vengo voy a comprar algo para desayunar.

Salgo de la casa para ir a la tienda. Al ir caminando me topo con un puesto de tamales, compro dos tamales de mole y dos atoles de arroz, porque el dinero nada más me alcanza para ellos, ¡prefiero dormir incómoda y con hambre antes que ellos lo pasen!

  Vuelvo a casa. Lourdes y Guillermo están sentados como niños bien portados eso me da gusto, abro la bolsa y les doy lo que compré.

—¿Y tú mamá que no vas a comer? —pregunta Lourdes.

—Comí en el puesto —tuve que mentirles, no les iba a decir la verdad sobre el poco dinero que queda. —Abren su tamal y el olor tan rico que desprende hace que mi estómago se queje y se me antoje, esos minutos son complicados de forma que voy a recoger algunos juguetes para así apaciguar el hambre.

Terminan de comer, me pone feliz que les haya gustado, enseguida les comento—. Voy a salir a buscar empleo, si se aburren pueden jugar con sus muñecos —agarro un suéter y salgo.

Voy con el señor Antonio para que me llevé con el señor Italiano.

—¡Buenos días! Ya estoy aquí —digo con entusiasmo, esa debe ser mi actitud.

—¡Buenos días! —replica el saludo—. Eres muy puntual muchacha, anda vámonos está cerca de aquí —lo sigo por detrás.

Llegamos en menos de diez minutos, nos hacercamos al señor alto y delgado con sus grandes ojos marrones que enfatizan sus emociones, luego luego me presenta el señor Antonio.

—Ella es la muchacha que quiere trabajar, me retiro para que ustedes platiquen de negocios —se va el señor.

—¿Cuánto necesitas el trabajo? —pregunta el señor de manera seria, y espera atento la respuesta.

—Lo necesito mucho de verdad, soy madre soltera de dos hijos pequeños además tengo que pagar alquiler es por eso que le pido que ¡por favor me lo de! No le voy a fallar —imploro desde mi corazón la verdad.

—Mira mi nombre es Valentino —se presenta—. Percibo tú sinceridad muchacha, antes quiero ponerte aprueba por unos días, eso sí te voy a pagar no te preocupes espero que le pongas mucho empeño por aprender y trabajar —menciona en voz alta.

—Sí lo haré se lo prometo —muestro una sonrisa en que puede confiar en mí.

—No me has dicho tu nombre.

—Perdón es que con los nervios se me olvidó, me llamo Susana —me presento.

—Mucho gusto, ahora vamos a dónde trabajarás —señala la salida.

—¿Esta lejos? —pregunto porque no quiero dejar tanto tiempo solo a mis hijos.

—No, es aquí enfrente —muestra una sonrisa amable como diciendo que no me preocupe.

  Nos atravesamos la calle y entramos a un edificio muy rústico, embellecido con colores cálidos que dan ambiente y vida al lugar; algunos de los trabajadores me observan expentantes pues ¡como no! Si soy la nueva. Nos fuimos adentrando más al lugar por cierto es muy grande, tiene estantes llenos de libros antiguos y también nuevos es una gran biblioteca, el señor se va por un momento porque lo llaman. Me quedo sola y empiezo a observar cada libro, uno en especial de color café con dorado me llamo la atención, lo agarro del estante.

—¡Es pesado! Que tanto tendrá escrito, la persona quien lo escribió ¡sí que pasó toda su vida escribiendo! —lo pongo sobre la mesa porque no aguanto cargarlo, y empiezo a hojearlo, hay imágenes del cuerpo humano, también personas vestidas de enfermera y doctores lo más lógico es que sea un libro de medicina, ver eso hizo que pensara en mi sueño de ser enfermera suspiro hondo como añorando mi deseo.

—¿Es interesante el libro —pregunta con voz suave interrumpiendo lo que observaba.

—Sí —salto de solo escuchar la voz del señor Valentino, a la vez me dió tanta vergüenza porque agarré el libro sin permiso.

—No fue mi intensión espantarte —trata de calmarme.

—Disculpe por tomar el libro —respondo en un tono apenado, de inmediato lo dejo en su lugar.

—Descuida es imposible no agarrar un libro estando aquí, como ves hay muchos libros y sobre todo en la parte de atrás, de hecho la imprenta esta en el sótano donde vamos a trabajar.

—¿Y cuándo voy a empezar a trabajar?

—¿Te parece mañana?

—Claro que sí —mis ojos se llenan de entusiasmo.

—Mañana ven a las ocho de la mañana —estrecho mi mano con la de él para despedirme.

  Salgo emocionada quiero  contarles la noticia a mis pequeños.

—Sé que estoy aprueba pero ¡creo en mí! Lograré obtener el empleo —hablo en voz alta para agarrar fuerzas mientras voy caminando.

Llegué a casa pero ohh... Sorpresa ¡mis hijos no están!

—¡Dónde se metieron estos niños! —declaro mortificada, ¿Porqué no me los llevé?

  Salgo a buscarlos gritando desesperada por el parque.

—¡Guillermo! ¡Lourdes! —la gente me mira sin saber que pasa, me acerco a ellos y empiezo a preguntarles sus respuesta es que nadie los ha visto. La desesperación hace que un gran hueco se forme en mi estómago por no encontrarlos.

Paso toda la tarde buscándolos, hasta que una señora se acerca a mí.

—¡Escuche que usted busca a dos niños!

—Si... dígame si los vió, yo soy su mamá —con desesperación le menciono.

—Los acabo de ver en la tienda que está a cinco cuadras —da información, por sus gestos se ve que es real lo que dice.

—¡Ya sé dónde es gracias! —corro lo más rápido, deseo que todavía estén ahí.     

No muy lejos, los veo sentados en la banqueta desorientados y asustados. Aprieto más a correr; llegué con ellos jadeando, pronto los abrazo muy fuerte y un gran  alivio recorrió mi alma.

—Perdón mamá solo fuimos a buscar a papá —los dos en coro dicen.

—No vuelvan hacer eso por favor no saben cuanta angustia sentí. —Los agarro de la mano y nos vamos.

—No pueden quedarse solos en casa, se que no van a la escuela porque están de vacaciones, alguien los tiene que cuidar. —Empiezo entre mí a razonar, en breve una idea vaga cruza por mí cabeza solo me queda una opción y lo tengo que hacer.

Como está cerca la casa de mi madre nos dirigimos hacia allá.

—Este no es el camino hacia donde vivímos ¿a dónde vamos mamá? —pregunta Guillermo con interés.

—Ya lo verán es una sorpresa —se emocionan mis hijos espero que no piensen que es su padre porque se desilusionarían.

Cuántos años pasaron desde que me casé y no he visto a mi madre, ni a mi hermana ¿cómo reaccionarán al vernos? Nos paramos frente a la casa, doy unos pasos hacia delante y toco la puerta con valor, abre una linda joven.

—¿Dígame, a quién busca? —pregunta muy amable.

—¿Yolanda eres tú? —mi ojos se salen casi de las cuencas de lo sorprendida que estoy por ver a mi hermana.

—¿Por qué sabe mi nombre? —cuestiona un poco sacada de onda, está apunto de cerrar la puerta piensa que soy una extraña.

—Soy tu hermana Susana —las dos nos quedamos viendo por unos segundos y enseguida nos dimos un gran abrazo. Nos separamos un poco, para que les presentara a mis hijos, su felicidad se extiende por su rostro, dijo que eran muy lindos y carismáticos. Luego nos invitó a pasar a la casa.

  Camino despacio, mis ojos van por todos lados buscando a mamá pero no está, pasamos a la sala y nos sentamos; al estar conversado con mi hermana   supe que todavía mamá sigue con el señor, no está porque salió fueras de México, también me comentó que mi abuela murió un mes atrás, porque se agravó su enfermedad por su edad, mi expresión se aflige, pero razonó que ya no sufre sino ya está descansando. Entre la plática me expreso mi hermana que nunca le ha faltado al respeto ese señor, oírlo tranquilizó mi corazón. El ruido de la puerta interrumpe nuestra plática, una rara inquietud me embargó porque se que es mi madre.

Oigo los pasos aproximándose y cuando la tengo de frente, siento un espasmo que erizó mi vello de la piel.

—¿Ustedes quiénes son? —pregunta viéndonos de abajo hacia arriba. Cómo si no supiera quién soy yo.

.
—Soy Susana tú hija, ellos son tus nietos —digo con entusiasmo, por dentro trago saliva porque no sé que va a decir.

—¡Qué milagro! ¡hasta que te acuerdas de que tienes familia! —dice en un tono brusco.

—Perdón mamá —bajo la mirada.

—Alza la cara. De seguro vienes porque te dejo tú esposo —fija su mirada en mí y me lanza una sonrisa sarcástica.

—¿Cómo sabes? —Su pregunta me toma por sorpresa, no pensé que sacaría el tema.

—Me enteré por las vecinas, ya sabes aquí todo se sabe nadie se puede esconder —sus gestos demuestran poca empatía. No puedo creer que las vecinas sepan, ¡que no tienen vida! Chismosean como si yo fuera su reality show.

—Tú que me decías ¡es buen partido!  Ahora estoy sola con dos niños —enojada le reclamo. En cierta parte, yo tomé la desición de casarme y no me arrepiento porque tengo a mis dos hijos hermosos.

—No es necesario que me recuerdes, estoy segura que te dejo por no atenderlo como se debe, pero no hablemos de eso frente a los niños mejor preséntame a mis nietos —cambia la conversación deliberadamente.

—Ella es Lourdes y el es Guillermo —se los presento, observo que mi madre trata muy bien a mis hijos, tiene un gesto servicial porque les ofrece gelatina, pastel entre otras cosas, su voz era tan cariñosa muy raro en ella.

—Mamá puedo hablar contigo —expreso amablemente.

—Si quieres vamos a la cocina a conversar —se pinta su rostro con sorpresa porque no sabe que le voy a decir.

Nos deslizamos a la cocina y cierro tras de mí la puerta.

—Mama sé que nunca te he pedido favores, pero quiero que me hagas uno —lo solicito de buena manera.

—Dime ¿cuál es? —se cruza de brazos arqueado un ceja.

—Quiero que cuides a mis hijos por unas cuántas horas —voy directo al grano—. Es que no tengo quien los cuide, te prometo que te daré para su comida y lo que haga falta.

—Mira solo puedo cuidar a Guillermo —comenta de inmediato—. Y Lourdes si quieres ve con tu tía lejana, que vive cerca de aquí yo creo que sí te la cuida porque vive sola enseguida te doy la dirección —se porta muy accesible. Apunta en una hoja exactamente la dirección y me la da. Le encargo por un momento a mis pequeños para ir a ver a esa tía.

  Llegó y tocó la puerta dos veces, sale una señora delgada y alta, le digo quien soy y que vine de parte de mi madre, ella de inmediato me identifica pues soy su sobrina lejana; empezamos a conversar para posteriormente mencionarle si puede cuidar a mi hija, no lo piensa y su respuesta inmediata es un sí. Mi angustia se calma el saber que a mis hijos los cuidarían, eso sí cuando entren a la escuela ya no será necesario que los cuiden por qué yo iría por ellos en la tarde después de salir del trabajo.

   Los días siguientes en mi empleo me fue muy bien, esto de encuadernar me gusta pensé que sería aburrido, más no lo es. Cómo saben estuve a prueba, y al final de la semana mi jefe me manda a llamar mediante otra persona; tocó la puerta de su oficina una vez, cuando da el aviso que pase, entro temerosa. Con voz muy gentil dice que soy muy movida y cuidadosa por hacer todo bien, dije en mi adentros ya me va a correr por eso destaca mis buenas cualidades, pero todo lo contrario me contrato.

Principalmente el empuje para desempeñar así mi trabajo fueron mis hijos, todo lo hago por ellos para que vivan mejor. Tener eso en mente me basta para levantarme cada mañana a dar lo mejor de mí.

  Hoy salí del trabajo muy noche, es uno de esos días que hubo mucho que hacer. Estoy tan cansada y con la pizca de fuerzas tengo voy por mis hijos; primero voy por Guillermo, tocó la puerta pronto sale mi hermana diciéndome que ya esta dormido, mejor lo dejo que siga durmiendo, no quiero que esté de mal genio si lo despierto. Ahora es el turno de ir por Lourdes y también está dormida, no me queda más remedio que marcharme a mi casa.

  Pronto llegué a casa. No puedo evitar tener un fuerte dolor en la espalda, pienso que es por que siempre duermo en la silla pero este noche me acostaré en el colchón, no me importo desmaquillarme y quitarme la ropa, agarré la almohada y me acobije. Antes de que lo noté quedé profundamente dormida.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro