Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo cuatro

   Todos los días son amargos y grises lo único que me distrae es trabajar; mi mamá no pregunta en qué trabajo, está claro que no le importo aún así sigo adelante para poder comprar lo que haga falta.

  Les confieso algo, siempre estoy con las pilas bajas. No puedo seguir el ritmo que mi cuerpo estaba acostumbrado, muchas veces me pregunto si en algún momento va a salir el sol, ese suceso haría que mis días ya no fueran solo una rutina con la que trataba de mantenerme ahí, respirando y haciendo lo mejor que pudiera para seguir soñando con un mañana mejor. Deje de contar y atesorar los días, quise rendirme sin embargo tuve una pizca de ánimo porque al salir del trabajo, me detengo y recuerdo con nostálgia cada parte que mi hermano concurría, podía verlo con su alegría, entusiasmo y gran calidez que desprendía. Y en casa percibía su esencia, tenía el deseo en los ojos de verlo vivo, imaginaba ese momento, eran los gritos de mi corazón. Logré reunir la suficiente conciencia para saber que ya no lo veré. Ahora la casa tiene esa sensación fría y no cálida.

  De nuevo me invadía la melancolía, ni siquiera el agua del grifo era capaz de ocultar su tristeza, porque gotea, gota a gota. Hace un año era algo habitual que goteara, pero hoy me acompaña en mi sentir. Mi corazón se oprime ¡no puedo aceptar que murió! Este dolor crece sin cesar. Si bien, es una certeza innegable que él... ya no está. Ese pensamiento me impide estar en paz. Desde mi punto de vista, todos tenemos nuestras propias dificultades; algunos los pueden soportar otros como yo nos tumban.

  Por cierto, mi madre sigue sin dirigirme la palabra. Y por si fuera poco Yolanda, no me habla porque le prohibió mamá, solo estoy yo y mi sombra que me acompaña a donde voy.

  Cierto día en la noche cuando estoy a punto de dormir, empiezo a escuchar risas que provenían de la sala, eso me parece sumamente extraño sin dudarlo decido levantarme de la cama. No salgo solo me acerco a la puerta a oír, escucho una voz varonil pero como tengo curiosidad el saber quién es, abro la puerta lentamente no logro ver nada, me desespero, mejor salgo para ir al baño es una buena excusa. Avanzó con sigilo y espió por el borde de la pared aún así, mamá alcanzó a verme.

—Susana ven para acá —ordena con autoridad, me dirijo hacia ella y luego comienza a decir—. Ella es mi hija la mayor —me presenta con aquel hombre desconocido, ignoro lo que está ocurriendo.

—Es muy bonita igual que tú —anuncia, sus ojos son como un escáner de fotocopias porque se queda viendo mi cuerpo con morbo de arriba hacia abajo.

—Saluda no seas descortés. —Mama me mira sacando los ojos para que lo saludé. A la de a fuerzas estrecho las manos con él, de inmediato la suelto. Su presencia hace que me sienta incómoda.

—También tengo otra hija llamada Yolanda y un hijo que hace poco murió —comenta mamá como si le estuvieran preguntando.

—Lo lamento mucho ¿cómo paso eso? —pregunta con interés. —¿Será que quiere saber porque de verdad le interesa? —cuestionó desde mis adentros.

—Perdona no quisiera hablar de ese tema, en otro momento te platicaré, ¡Yolanda ven enseguida! —grita mamá para que salga de su cuarto, pronto se presenta.

—Que bueno que estén aquí las dos presentes. Quiero comentarles que Federico pronto va a vivir con nosotras, porque nos casaremos  —dice en un tono alto anunciando la noticia, sus palabras me caen como un balde de agua fría. No puedo creer lo que está diciendo parece un mal chiste.

—Ya que lo saben, váyanse y déjenme a solas con su futuro papá —nos corre haciendo gestos con sus manos.

—¡Papá! Yo no tengo papá —susurro enojada, y para no discutir doy la media vuelta. De regreso a mi cuarto, me meto bajo las sábanas. —¡Ese señor, no me da buena espina! ¡cómo puede casarse de nuevo! —Quiero gritar, pero no puedo. Inhaló y exhaló para no perder el control, con esta noticia no puedo dormir miro hacia un punto fijo pensando en lo sucedido; transcurre la noche  corre sin detenerse. En verdad obligo a mi mente a no pensar en eso, hasta que logro cerrar mis ojos y duermo profundo. No me doy cuenta de la noción del tiempo y ya es de mañana, me levanto y empiezo alistarme para trabajar pero noto que mi hermana no durmió en su cama, salgo de la habitación y veo a Yolanda.

—¿Ayer no quedaste en tú cama, cuál es la razón? —cuestiono, quiero saber que pasa.

—Dormí con mi mamá, porque pienso que ya no va a tener tiempo para mí cuando se case, por eso quise estar con ella —menciona visiblemente cabizbaja.

—Sin embargo, me tienes a mí y estaré cuando necesites cualquier cosa por eso somos hermanas —le doy un pequeño beso en la frente y voy hacia la cocina. Al entrar quedo sorprendida, mamá está preparando el desayuno.

—Susana saca cucharas, para que todos nos sentemos a desayunar —ordena con voz dura, y como una niña obediente saco las cucharas del cajón de la alacena. Pronto se oye que tocan la puerta eso llama mi atención, Yolanda se apresura abrir.

—¡Mamá es el señor Federico! —alza la voz para que escuchemos.

—¡Voy! —Lo recibe en la puerta con una sonrisa reluciente.

—Con razón se levantó temprano para preparar el desayuno —susurro un tanto molesta.

  Todos desayunamos, pero se me hace desagradable compartir la mesa con un señor que no es mi padre. Cuando menos me doy cuenta alzo mi vista, el señor Federico me mira con empeño, por mí parte lo veo por segundos con enojo entornando los ojos sin pestañear es un momento de tensión, y sigue sin quitar su mirada eso me hierve mucho la sangre. De modo que, desayuno lo más rápido por poco me ahogó, tomo un sorbo de agua y me retiro sin decir nada, se que parezco mal educada pero no me importa tengo mis razones.

Agarro mis cosas y salgo rumbo a mi trabajo. Al caminar respiro aire puro, sentía que me estaba ahogando allá adentro por la presencia del señor; alzó la mirada y observó los árboles largos y verdes, las aves volando de aquí para allá y unas hacen sus pequeños nidos agarrando ramitas del piso. En otros árboles hay aves cantando hermosas melodías, ese momento es tan relajante que hace que olvide todas mis angustias; llego a mi trabajo, hago lo que manda la señora, después aunque estoy exhausta voy a otra casa a trabajar. Toco como de costumbre y no abre la señora, vuelvo a tocar y nada por lo tanto decido ir a casa. No tengo tantas ganas de ir, porque se que su novio va estar pero no tengo otro lugar a donde estar, sin más rodeos llego a casa y ¡ohh sorpresa! Mamá está con otro hombre.

—Hija te presento a Daniel, él es el hijo de un conocido que aprecio demasiado —expresa en tono melódico. Creo que mi mamá se pegó en la cabeza, porque desde ayer me está hablando de buena manera como queriendo convencer que acepte lo que ella diga.

—Mucho gusto —extiendo mi mano para saludarlo y él toma de mi mano y no la suelta, hasta que yo la retiro.

—El gusto es mío linda señorita —articula su voz haciendo un intento por parecer seductor queriendo conquistarme, por Dios ahora no sé que está pasando que tiene entre manos mi mamá.

—Me retiro para hacer unas cosas, se queda en su casa —me porto cortante y de inmediato me voy.

—Gracias.

  Voy al baño a lavar mis manos con abundante agua y jabón, no me gusta sentir el sudor de él tal Daniel. Salgo y ya no está el joven eso es un alivio, ¡porque será que tengo que pasar por muchas emociones! Qué alguien me responda, siento la frustración recorrer en mi cuerpo.

—Ven Susi, ¿verdad que es muy guapo Daniel? ¿te fijaste en sus ojos? Son grandes y oscuros, su cabello castaño y piel blanca además es de una buena familia.—Mamá está persuadiendome, ya lo sabía tramaba algo por eso sus buenos tratos.

—¿Qué quiéres decir con eso? —pregunto con enfadado.

—Que te conviene relacionarte con él, ¡tiene dinero! Hasta quizás emparentemos —subraya con interés.

—Él es mayor que yo, ¡qué no te das cuenta! —exclamo con voz fuerte, ahora quiere mandar en mi vida.

—No me alces la voz jovencita, él solo tiene diez años más que tú, además no son muchos años —dice como si no pasará nada, no puedo creer lo que me está diciendo.

—Piénsalo te conviene —hace gestos expresivos como queriéndome convencer.

—Voy hacer de cuenta que no escuche nada, me voy —doy vuelta en dirección al cuarto.

—Vete pero al rato tú y Yolanda me ayudarán hacer la cena —avisa de antemano.

—Está bien —grito desde el pasillo, giro la manilla y entro a mi habitación para sentarme en la cama de Yolanda.

—Hermana ¿ya me quitaste la ley del hielo? —hago gestos tiernos como de un gato pequeño, solo se me queda viendo y no dice nada por lo tanto me levanto.

—Espera como crees que voy a seguir sin hablarte, eres mi hermana mayor —corre a abrazarme. Luego agarramos nuestras muñecas de trapo que estaban guardadas en el baúl, ya tenía mucho tiempo que no jugábamos, verlas nos puso Felices.

—No recordaba lo suaves que están —menciona Yolanda acariciado las muñecas con ternura.

—Yo tampoco. Sabes estás muñecas están rellenas con nubes suavecitas de sueños, pintadas de la magia del arcoíris, y con nuestra imaginación va a empezar a cobrar vida.

—Ohhh... Si quiero jugar —dice entusiasmada mi hermana.

Jugamos un buen rato. Al final empieza a vencerme el cansancio, poco a poco voy a recostarme en la cama y en unos minutos me gana el sueño.

—¡Despierta Susi! —menea mi cuerpo con prisa Yolanda. —Mamá nos llama, no quiero que se enoje.

—Si, hay voy —me levanto bostezando y voy a la cocina. Mamá nos pone a pelar los chiles que tatemó, posteriormente los rellenamos con abundante queso Oaxaca.

—No escuchan que están tocando, vaya una de ustedes abrir —alza la voz mamá, está vez voy.

  Para mi desgracia es el señor Federico, su presencia la siento pesada además no me agrada en lo más mínimo, lo recibo con un fugaz saludo. Él se queda en la sala y voy a la cocina de nuevo para informarle que es su novio, mamá lo llama y Federico muy obediente va a la cocina; como ya casi está todo aprovecho para ir a mi habitación a doblar mi ropa que había lavado un día antes.

  Más tarde mi hermana me llama para cenar. Voy hacia el comedor, tomo asiento y el señor Federico se sienta a mi lado, siento desagrado y nervios, trato de aparentar para que no lo note.

  Mientras tanto mamá procede a servir a cada uno y comenzamos a comer, al probar bocado no hay duda que mamá tiene buen sazón ¡es la mejor! Me gusta mucho su comida, aunque antes había comido este plato hoy especialmente sabe delicioso, estoy concentrada en comer no tomo atención a lo demás.

Termino la última porción; instantáneamente siento una mano que se desliza en mi pierna, de ¿quién más puede ser? Solo de ese señor que está justo a mi costado, rápido veo como sube la mano y agarra su cuchara para seguir comiendo y conversando con mamá y mi hermana, sonríe y no para de reír era alguien que parecía con los ánimos por los cielos. Pobre bufón, detesto cada maldita palabra que sale de su boca; voltea a verme, un ligero calor nace de mi pecho, no tardó en darme cuenta que lo miro con coraje fulminándolo, las venas del cuello parecían a punto de estallar, no sé cómo reaccionar enfrente de mi mamá y hermana. Me contengo el coraje que transcurre por todo mi cuerpo. Lo único que quisiera, es salir de este lugar tan rápido como fuera posible.

—De ahora en adelante pueden llamarlo papá —dice mamá comunicando.

  Hago como si no escuché y furiosa me levanto. Mis mejillas se queman de solo verlo, tiro la silla hacia atrás y voy a mi cuarto. Empieza a crecer la rabia en mi corazón, y a la vez temor porque si me tocó la pierna el puede hasta abusar de mí o quizás también de mi hermana. —Corren por mi mente muchos pensamientos desagradables, pero si le digo a mi mamá ella no me creerá, siendo honesta no puedo imaginar llamarlo padre menos a un desconocido. —Mi cara tiembla de rabia y se acumula en mis tripas y pecho de solo pronunciar la palabra ¡padre!

  Ese mal momento hace que otra vez no pueda dormir, que tal si cuando viva aquí entra al cuarto. Mi mente gira entorno a lo que pueda pasar; al instante la perilla empieza a girar, con los ojos aterrorizados pongo atención a la puerta, mi corazón palpita demasiado parece que se me va a salir, en esa fracción de segundos la puerta se abre de par en par. Ver a mi hermana entrar hace que sienta un gran alivio.

—¿Me doy cuenta que miras a papá muy enojada? —pregunta Yolanda.

—¡No es nuestro papá! —acentúo furiosa las palabras, como se le puede ocurrir decir que es nuestro padre.

—Pero a si dijo mamá que lo llamáramos —responde, en su habla no hay maldad, ni siquiera puede percibir lo que pasa.

—Mira siéntate a mi lado —se sienta—. Nosotras tenemos a un solo padre y es Anselmo y aunque él no este aquí, lo seguirá siendo. Nada más te pido que tengas cuidado con Federico sí ves algo extraño me avisas —le menciono para que esté alerta como una alarma.

—Claro que te voy a decir todo lo que vea del señor. —Está de acuerdo.

—Ahora vayamos a ponernos nuestra pijama para dormir. —Así lo hacemos.

—Me puedes contar un cuento, como lo hacías antes —hace gestos cariñosos.

—Claro —respondo con gusto, antes de contárselo cierro la puerta con seguro, porque ese señor todavía no se va. Apago la luz y voy a la cama de mi hermana para empezar a contarle el cuento de Caperucita roja, había un vez...

Se queda dormida antes del final, posteriormente voy a mi cama ya siento mucho sueño, bostezo constantemente por el cansancio, acomodo mi almohada y duermo.

  El sonido de gallo hace que me levanté temprano, abro los ojos me quito las chinguiñas y voy a bañarme; salgo de la ducha y no se escucha ningún ruido eso indica que siguen durmiendo, me cambio y desayuno, terminando salgo rumbo a mi trabajo. No tardo mucho en llegar, toco la puerta y abre la señora de la casa exaltada.

—¿Le pasa algo? —pregunto desconcertada.

—Todavía lo preguntas, no ves la hora llegaste dos horas tarde —ve su reloj de la entrada y lo señala con enfado.

—Eso no puede ser verdad, yo salí a las siete en punto para llegar aquí temprano —siento confusión por lo que dice.

—Entro y veo que el reloj marca las nueve de la mañana. Afortunadamente recordé, que el reloj se había parado ayer, astutamente añado—. Se que son las nueve, pero su reloj ayer estaba fallando, a de ser la pila, si quiere prenda la tele para que vea en las noticias la hora. —Ella lo hace y ve que si está mal su reloj, me pide disculpas y se va. Luego empiezo apurarme con los deberes.

  Las horas pasan, ya tengo mucha hambre y no puedo comer en horas de trabajo, falta todavía una hora, decido no pensar en comida y voy a lavar el baño. Al estar limpiando el espejo, me observo muy atentamente.

—Ohh... Si que estoy blanca de la cara necesito color —sigo viéndome. Me doy cuenta de que tengo algunos lunares, también veo mis ojos cafés oscuros como la noche, para después acariciar con cariño mi pelo castaño. Hay detalles que nunca había visto de mí, hasta creo que soy bonita.

—¡Ya no soy una niña! ¡ahora soy una mujer! ¡tengo muchos sueños que cumplir! Tengo que seguir mi vida, es lo que mi hermanito hubiera querido ¡lo voy hacer por él! Si bien, nos topamos con obstáculos en el camino y los vemos cómo los más difíciles del mundo pero tenemos que enfrentarlos lo antes posible, siempre va haber una manera  —alzo la voz con convencimiento y entusiasmo.

—¿Será que se harán realidad mis sueños? —pregunto al espejo, como si de verdad me estuviera escuchando. —¡Ahora estoy hablando con un espejo! Claro que no me responderá ¡en que cuento estoy! —digo al aire, mejor yo a lo mío si no, no voy a terminar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro