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Capítulo cuarenta y seis FINAL

   El cielo se colorea de azul con naranja y morado dejando salir al sol, despertando a las aves preparadas para dar su vuelo trayendo melodías mañaneras; alrededor de las once de la mañana, mi nieto Cristian me despierta moviendo ligeramente mi cuerpo, sin embargo transcurre un minuto para que me despertará bien, estiró los brazos como un bebé para despabilar a mi cerebro y así obtener fuerzas, me siento en el borde de la cama para que Cris rodeé mi pecho con sus brazos y una de mis nietas sujeta muy bien la silla y así me sientan casi en un mismo movimiento, en cuanto toca mi espalda la silla me deslizan a la sala y digo boztezando buenos días, mis nietos responden de la misma manera, por lo visto mi hija Lupita no está, me comenta mi nieta que se fue muy temprano al trabajo y ya no la alcancé para saludarla. Al poco rato tocan la puerta, se dirige abrir Cris y por la puerta entra mi hija Leti con unas bolsas trasparentes colgando de sus manos, me dió a saber que es comida, las pone sobre la mesa y saca los recipientes, a la vista se veía apetible y se me hizo agua la boca, soy consiente que lo único que ocupa mi mente es la anciedad de comer, ciertamente clave la cuchara a uno de los recipientes, tenía un buen sabor había todo lo que no podía comer como chile y grasas pero cedí a la tentación. Mi nieta quita la comida para darme lo que hizo pero me opuse y saque la lengua en señal de mi inegable victoria; los siguientes minutos estuve conversando con Leticia de manera sería, le hice saber mi descontento de cómo era su comportamiento por supuesto ella automáticamente ignoró el hecho que así era, repentinamente se levanta agarra sus recipientes con alguna comida y sale sin decir una palabra, solo su cortesía estuvo disfrazada. En la tarde mis nietos y mi hija Lupita comimos saludable y a decir verdad el agua de sabor frutal que bebí me deleitó con la frescura que descendía por mi garganta ¡Esto es lo que mi alma necesitaba! Entre la comida aporté unas cuantas anécdotas buenas que habían sucedido años atrás relativamente se nos fue el día; la noche es fría y la luna ilumina como si fuera un reflector.
   Al amanecer tenía un malestar que crecía en mí estómago tenía diarrea y transpaso el pañal, sábanas, cobijas ¡todo se habían ensuciado! Sabía que no debía comer picante y me lo comí y hasta me porte grosera con mi nieta por querer quitarme el plato, solo intentaba proteger mi alimentación, ciertamente estuvo muy mal mi comportamiento, por eso doy el primer paso para disculparme con las dos, no puedo evitar sentir tanta vergüenza con mis nietas,  veo su descontento en su mirada y no es para menos, de ser posible yo lo haría sin embargo estoy inválida, siento rabia por estar limitada sacudo ligeramente la cabeza por empeorar las cosas. He cierto Leticia también tuvo culpa por traerme lo que no puedo comer y ya lo sabía, ¿será que lo hizo aldrede? Pensaré que no fue así. Mis nietas respiran profundo como si fueran a comenzar una carrera, es muy grande su bondad que hay en su corazón que limpian lo que ensucie. Luego de media hora me levantan de la cama, busco sus manos para ponerme de pie con mucho esfuerzo solo unos cuantos segundos para evitar que caiga por de trás, y muy optimistas me dicen que no me preocupe por lo que hice, de alguna forma me hizo sentir bien esas palabras y provoca que recupere algo de calma, después me bañan. Hacen tanto por mí, se que no es nada fácil lo que están haciendo, es mucha responsabilidad solo para ellas, en su rostro veo mucho esfuerzo. Ese día quedan exahustas. El hecho de que no se rindan habla muy bien de mis nietas.

  Otro día más, empieza la rutina de la mañana. Es muy cierto que en un segundo puede hacer la diferencia para cambiar tu vida.

—Mamá Susana te voy a levantar —escucho a una de mis nietas como en un eco muy lejano. Intento abrir mis ojos pero no puedo ¡qué me está pasando! ¡No otra vez!
—¿Máma Susana si me escuchas? —No puedo contestarle, solo oigo que le dice a su hermana que llamaría a uno de sus tíos porque me encontraba mal, al poco rato escucho la voz de mi hijo Carlos y de alguien más.

—¡Mamá despierta! —exclama con desesperación, como no reacciono me unta alcohol en las manos y la nuca. Pero no surte efecto por eso alguien me carga, mis sentidos están dormidos no podía identificar con claridad quién me lleva y me desconecto de todo.

  Por fin abro los ojos muy pesadamente, como hay mucha luz ciega por completo mi vista y tuve que taparme con el antebrazo, no sé si pasaron horas ó días, el tiempo exacto se fue de mi memoria. Al estar dormida estuve ausente a la realidad, ahora volví al presente quito de mis ojos el antebrazo y no logro, ni tengo idea cómo he llegado hasta aquí, mi último recuerdo es que estaba dormida. Miro alrededor y veo que estoy en un hospital, a los lados hay personas postradas en su camilla con sus respectivos familiares, ¡que hago aquí! Mi mente está asimilando lo que está pasando pero la verdad esto no es nuevo para mí; junto a mi cama escucho un aparato que hace bip bip bip, molesta tanto a mis oídos que no aguantan ese ruido, hasta quiero aventar ese aparato muy lejos para no escucharlo pero no puedo tendré que aguantarme no tengo salida. En instante entra por la puerta un hombre de bata blanca claramente es un doctor, no tan guapo de tez clara, muy peinado, flaco es inexpresivo, toda mi atención la pongo en él y procede a examinarme, enciende una luz sobre mis pupilas luego checa mi presión y signos vitales, el doctor habla con indiferencia parece que habla solo y no me explica mi problema, solo apunta en un documento pero siento que estoy delicada de salud, cuando acaba se retira sin decir más. De inmediato entra a la habitación mi hijo Carlos.
—Hijito que bueno que estés aquí ¿qué me pasó? —cuestionó, se oye cortante mi voz esto es porque la garganta la tengo afectada.
—Me comento el doctor que te iba a dar un coma diabético, pero la libraste en estos dos días que te encontraste aquí, ya estás bien mamá —una chispa de interés brilla en sus ojos.
—Gracias a Dios por está oportunidad —expreso con sinceridad y miro hacia arriba del techo como queriendo que transpace ese agradecimiento al cielo—. Pero dime ¿te vas a quedar conmigo?
—No, en un momento me voy porque vienen tus demás hijos —anuncia.
—Esta bien hijito —respondo. El se sienta a lado mío pero veo su cara triste, con preocupación sus sentimientos se hicieron presentes. No soy reconrosa por lo que paso antes, ese enojo se evaporó en el aire para tener un semblante sereno, sinceramente no me han gustado sus hechos pero si está aquí es porque siente amor hacia mí, en breve suena su celular toma la llamada y después cuelga.
—Perdón mamá me voy vengo en la semana —su voz desaparece mientras pronuncia esa palabra, se despide con un ligero movimiento de muñeca y se va. ¿Debería sentirme mal por el hecho de que se vaya sin darme un beso de despedida en la mejilla? Por lo menos estuvo conmigo.

  Comienzan a entrar mis otros hijos uno a uno, al verlos sonreí asintiendo con la cabeza. Cuando toca el turno de Leti el doctor se dirige a ella para explicarle que me tengo que quedar por lo menos tres semanas para que me hagan los estudio pertinentes, escuchar esas palabras desencadeno mi disgusto hasta refunfuñe, no puedo evitar sentirme exasperada sin embargo tengo que atenerme a lo que los doctores digan.

  Al siguiente día, de un segundo a otro entra por la cortina una de mis nietas, no entraron las dos me imagino porque no las dejan entrar a ambas al parecer ya le han informado sobre mi situación médica.
—Como te sientes mamá Susana —se acerca a mí acariciando mi cabello con ternura.
—Bien —respondo con voz despreocupada.
—Te voy a sobar tus piernas y manos, luego te daré de comer y al ratito sube mi hermana Viri, vamos a estar hasta que anochezca y ya después cris se va a quedar contigo porque no puedes estar sola, y los siguientes dos días en la noche se van a quedar mi tío Alberto y Javier —comenta Mari para que sepa.
—Gracias hijita por avisar.

  Platiqué durante algunas horas con mi otra nieta y pronto me di cuenta de que, aún no pasa de las siete de la noche, esté es buen momento para despedirme de mi nieta y que ella regrese a casa sin tener que correr riesgos innecesarios.
—¡Mucho ojo! Fíjense por donde van mucho cuidado.
—Si mamá Susana ya me voy. —Se despide Viri dándome un beso en la mejilla y en la frente. Al poco rato mi nieto Cris entra, estuvimos charlando un poco, enseguida me lee uno de sus libros que traía, no le entendía nada pero me gustaba como lo contaba mi hijito, porque su voz la tiene de cuento y bien que dramatizaba la lectura, lo cual hacía que me arruyara, pestañe varias veces hasta quedar dormida.

  Los demás días, de vez en cuando venía Leti, Susan, Pati con mi nieta Sandra tienen una expresión de empatía porque esos minutos cuidaban bien de mí, incluso mi hermana Yolanda vino de muy lejos, su presencia hizo que rebosara de felicidad y su energía atrae al instante que sus ojos brillan como si fueran joyas, tengo una conexión única que ella y yo sabemos, me dió ánimos es una montaña de optimismo para salga de esta situación, me trata con mucho cariño como una hija por eso la quiero infinitamente. Y todos los días están de planta mis nietas Mari, Viri y Cris, solo Lupita cuando descansa viene o me llama en el celular de sus hijas y platicamos un rato; los siguientes días ya no vinieron mis hijos por eso en una ocasión a unos cuantos metros escuché que la trabajadora social cuestionó a una de mis nietas.
—¿Tiene más hijos tú abuelita?
—¡Si! —expresa.
—¿Y por qué no vienen? —levanta una ceja y mete las manos en sus bolsillos.
—Por su trabajo —responde con firmeza. Esa es la situación verdadera.
—Aun así tienen la obligación como hijos a venir a verla todos los días, ¿les haz hablado a tus tíos? —sigue cuestionando y mi nieta se pone un poco nerviosa pero se sabe controlar.
—Claro que sí —habla sin tampujos—. Ellos dicen que vendrán y no lo hacen, por lo tanto no los voy a obligar.
—Si sabes que los que están haciendo tus tíos se puede demandar —recalca cada palabra.
—¡Claro que lo sé! —exclama con cautela en su rostro.
—Deberías con tú hermana o tu mamá hacerles una demanda piénsalo —sentencia cruzando los brazos para luego añadir—. Así tendrían que venir a fuerza y darle dinero porque esto no es justo —afirma con una creciente inconformidad por mi situación.
—Lo pensaré. —La señorita se va y mi nieta se aproxima a mí.
—Hijita escuché lo que te dijo pero que piensas hacer.
—Lo hablaré con mi mamá no obstante ¿qué piensas mamá Susana de eso? —me mira fijamente para saber mi respuesta.
—Lo que ustedes decidan, yo las apoyaré porque no es justo lo que están haciendo mis hijos.

  A la mañana siguiente me comentó mi nieta que no los demandarían porque se llevaría tiempo e ir y venir a los juzgados, eso las agotaría mucho y no les daría tiempo de cuidarme en el hospital, soy consciente que tarde o temprano todo en esta vida se paga y con creces, me lamento con coraje que se extiende por dentro de todo mi cuerpo, pero lo hago desaparecer porque no puedo quedar con ese mal sentimiento. Por otro lado entiendo su desición porque no pueden hacer muchas cosas a la vez, mis desdichados hijos no ven que mi nietas pasan fríos, no duermen y la verdad no sé si coman bien por venir a cuidarme.

En el hospital constantemente salían y entraban los doctores esto ya es muy abitual. En el trascurso de la madrugada abría y cerraba los ojos hasta que amaneció, inesperadamente note que a lado mío se alteró el ambiente porque escuché llantos de dolor, esto es por la muerte de un paciente decía en voz alta el familiar ¡No nos dejes! ¡Te necesitamos! Estaba descorazonado, deseo decirle algo para reconfortarlo pero no es mi fuerte, en eso escucho pasos precipitados de los doctores diciendo que saliera el familiar y para que no vea lo que pasa cierran las cortinas de un jalón, trate de no alterarme pero no funcionó por eso cubro con mis manos ambas manos para ahogar las lágrimas, esperaba que uno de mis hijos entrara para que me abrazara con fuerza, de repente siento una mano tocándome el hombro me sobresalté pero me emocioné al ver a mi nieta ¡ya me sentía acompañada! Me restriego los ojos enrojecidos y mi linda nieta limpia con tuallitas humedas las lágrimas que quedan en mi rostro, le conté lo sucedido y mi nieta me tranquilizo con un tono de voz cuidadoso contándome cosas bonitas, me da de desayunar poniendo la cantidad moderada de comida en mi boca pero soy incapaz de comer todo, antes de que notemos plática avanza a un ritmo constante sin prisa, entonces interrumpe un enfermero joven y carismático diciéndole a mi nieta que se salga y así lo hace.
—Susanita le toca baño —menciona mientras está acomodando lo que va a utilizar para bañarme.
—No por favor —respondo con un hilo de voz temblorosa que se escapa de mi garganta. La vergüenza toma control de mis pensamientos, en lo más mínimo quiero que me vean pero es inevitable, cierro los ojos y dejo hacer al joven su trabajo; me quita las sábanas despojándome de la bata que traigo, es horrible llegar a esta edad y más que no puedo hacer nada y lo que es más no está solo lo ayuda otro enfermero. Al momento que veo sus rostros volteo hacia un lado muy tímida, estoy segura que mi rostro lo delata, el nerviosismo crece en mi interior. Minutos después terminan y uno de ellos me pone suero nuevo y dos bolsitas de vitamina por intravenosa porque ya no quiero comer mucho, ya mi brazos están muy adoloridos de tanto piquete por eso los tengo morados; de las tres semana que dijeron que estaría se extendió a más porque los doctores me diagnosticaron que tenía una hernia en el estómago y otras enfermedades, de manera que no regresé a casa. Por eso es normal esperar que en un parpadeo prácticamente terminé mi vida, debido a eso me estuve despidiendo de mis nietas cada día diciéndoles que las quería mucho, así me acostumbraré a decir adiós, verdaderamente no sabía cuanto sería el momento de mi partida porque había veces que desvaríaba o se me iba la memoria eso causo mi frustración muchas veces y en ocaciones veía a personas, no sé si era mi imaginación o era real.

  Inicia la semana. Tanto tiempo de estar en el hospital y yo en está cama que más parece piedra es muy incómodo, incluso me empezaron a salir llagas por no moverme mucho, obvio los enfermeros al día movían mi cuerpo dos veces de un lado a otro igualmente lo hacían mis nietas pero no era suficiente tenía que estar en constante movimiento. La doctora de piso les recomienda a mis nietas que compraran un colchón de presión alterna especial para úlceras y llagas en la piel. Al poco tiempo lo trajeron, mis nietas me comentaron que todos mis hijos cooperaron, en verdad les agradezco por comprar el colchón.

  Mi vida sigue avanzando, hay días en los que no quiero hablar y no es que me falten palabras sino que estoy cansada físicamente y mentalmente, no tenía esa magia o chispa de cómo era antes, por eso mi hija Lupita quiere llevarme a casa para que recobre algo de ánimo, además ¡las y los enfermeros no cuidan bien de mí! Porque no me hacen caso y mis nietas tienen que llamarles para que vengan y hagan su trabajo. Peor tantito las llagas se me están abriendo demasiado por eso estoy de acuerdo que me saque, no aguanto más estar en el hospital, pero los médicos no acceden a que me lleve Lupita, no obstante no sé cómo le hizo que por fortuna le dieron la autorizaron los médicos para que esté en casa. Por lo cual los camilleros me pasan a otra camilla y recorremos un largo pasillo para enseguida subirme a la ambulancia, enciende el motor el piloto y se pone en marcha. Por lo que oigo el tránsito es escaso, el camino fue sin muchas sacudidas, ni golpes, no tardamos mucho en llegar; me bajan en la camilla creo que buscaron a hombres que fueran lo suficientemente fuertes como para cargarme llevándome hasta la habitación, entre varios me sostienen porque peso mucho de lo inflamada de tanto suero, de manera que me recuestan concuidado en la cama ¡cuánto extrañaba mi casa! Incluso el olor. Déjenme platicarles que como ya no puedo comer y saborear cada bocado los doctores antes de salir del hospital me pusieron una sonda nasogástrica pero ¿qué es? Bueno les platico, es un tubo que insertaron en mi nariz llegando al estómago eso sí ¡cuánto dolió! Hasta se me saltaron varias lágrimas. De ahora en adelante mi comida era totalmente líquida, incluso le explicaron a mis nietas el cuidado de las bolsas y los tubos para la alimentación,  no hay vuelta para atrás, ya no saboreare un rico plato de pancita, pozole, enchiladas ó mi pan dulce, solo lo imaginaré en mis sueños.

  Cada vez que me atendían mis nietas la experiencia cuidándome se nota, veía que se desgastaban por mí mucho prácticamente me dan todo su tiempo y energías para que esté bien, y por mucho que traten de disimular veo que derraman lágrimas discretas ¡sé que su salud ha estado un poco mal! Pienso que su cuerpo ya está cansado, ¡está al límite! Pues ya son tres años y medio o un poco más. Siendo sincera, siento culpa al verlas que hacen mucho esfuerzo, lo cual me destroza por dentro se que les estoy haciendo daño, hacen tanto por mí, valoro todo su esfuerzo siempre están atentas a lo que me pasa por ejemplo: cuando me bañan en cama, una de mis nietas con su mano libre agarra mí nuca para que tenga estabilidad y la otra lava mi pelo y así se seguían con todo mi cuerpo tallandome con esponja, luego curan mis llagas concuidado, y en unas partes de mi cuerpo untan aceite de almendras dulces o aceite de bebé eso es relajante, ya no me ponen ropa solo batas ligeras, ¡juntas hacen todo! No puedo más que agradecerles con todo corazón, hasta hay veces que les digo mamás ¡las quiero demasiado! Son un tesoro preciado para mí. Desde que me trajeron no las he dejado dormir porque me quejo a diario del dolor, ellas sin quejarse se levantan y me dan analgésicos por la sonda sin duda creo que ya son mis últimos días ¡que duró es! Soy prisionera de mi propio ser, los pétalos caen marchitos lo que me mantiene cuerda es el apoyo de mi hija Lupita, mis nietas y Cris. A veces no quiero que los segundos sigan existiendo porque me hace dar cuenta que se va muy rápido la vida ¿por qué tenemos que pasar por la vejez? Quise rendirme antes y no saber de nadie pero ahí estaba de nuevo mi Lupita con sus hijos apoyandome, se aseguraban de animarme con un gesto, palabras, abrazos es como para ayudarme a encontrar fortaleza en mi interior es lo que me permitío enfrentar cada nuevo día, hicieron mi vida alegre ¡nunca dejaron de hacer lo que me gustaba! Ponían mi música favorita para estar feliz y subían el volumen ligeramente y resonaba en mis oídos lo cual las lágrimas lentamente iban callendo, esos viejos tiempos me traen muchos recuerdos, solo en mí mente las canto una y otra vez.

  Noche tras noche mil fantasmas azotan mi mente, lloro muy a menudo que parecen viejas amigas que me acompañan en mi existir, este llanto ¡no calla! ¡no termina! ¡no desiste! Soy una mujer anciana la naturaleza no muestra piedad ante los años, me siento atrapada en mi cuerpo por ende mi labios están encadenados, las fuerzas y mi belleza se esfumaron para no volver, no obstante en lo profundo de mi existe todavía esa niña alegre, audaz y tremendamente bailarina. Mis ojos enrojecidos e hinchados evidencia que estuve llorando las últimas semanas a pesar de eso me obligué a seguir.

  Cierto día en la noche sentí que alguien se sentó en el sillón que está a lado de la cama.
—Abuelita Susana abre los ojos —susurra en mi oído, escucho una voz familiar. —Abro mis ojos, hasta hice zoom para verla pero no la veo con claridad.
—Soy Yuli la hija de tu hijo Alberto también está mi hermano venimos a verte sabes que te amamos mucho.
   Esos primeros minutos me agradó que estuvieran a mi lado mis nietos. Yuly posteriormente con sus delicadas manos empieza acariciar mi pelo con ternura, en mí se dibuja una débil sonrisa en consecuencia me da varios besos en la mejilla también lo hace su hermano, siento una gran alegría que hayan venido, su presencia es como si llenarán mis pulmones de aire. Pronto habla Margarita la mamá de mis nietos, la distingo por su voz me dice que le eche ganas para que me recupere rápido inclusive expresa que me quiere mucho, ante esas palabras me da un beso en la mejilla y un abrazo con cariño luego se van. Fue un pequeño momento que todavía pude disfrutar.

  Los siguientes días mi hija Patricia se dispuso ayudar a mis nietas en las mañanas, ahora son tres, se que no puede hacer mucho esfuerzo por lo de su columna pero se agradece que apoye, también se hizo disponible para preparar la comida en las bolsas. Por cierto un día Patí trajo a una tanatóloga y oí que hablaban de la vida y la muerte, expresaba palabras bonitas para asumir y procesar la perdida sin duda saben que se acerca ese día igual que yo. Me alegra que esté alguien profesional preparándolos antes de mi partida.

  Cada día que pasa mis brillantes ojos se nublan, ante eso le dije mi hija Lupita con voz ya cansada, que juntara a todos sus hermanos e hiciera una comida para que los oyera o ver simplemente su silueta, pensé que sí se juntaban podía ser un símbolo de esperanza de que se unieran y volviera todo como antes, ella aceptó y se los hizo saber a sus hermanos pero me comentó que no quizo la mayoría porque no se hablan entre ellos, yo quería verlos juntos pero en definitiva me voy a morir sin que hagan las paces. En los días siguientes no sé que le pasa a mi cuerpo, en mi interior algo me quema y grito del dolor, mis nietas corren en mi auxilio me dan una pastilla para calmar el dolor pero no surte efecto, no saben que más darme y ya no puedo ni hablar. Esos días mis nietos y Lupita le dijeron adiós a su propio descanso, para velar el mío, su cansancio se hizo presente sin embargo siguen adelante no sé cómo pagarles tanto amor. Poco a poco me estoy desvaneciendo los recuerdos empiezan aflorar y una serie de fotografías pasan delante de mí viendo los bellos momentos que he vivido, como el estar jugando con mi hermano Anselmo y Yolanda, también el nacimiento de mis hijos, el encontrar a mi verdadero amor Alberto, el viaje a Acapulco, el festejar unidos como familia cada navidad, el nacimiento de todos mis nietos y bisnietos entre otros recuerdos entrañables pero también llegan los malos como las peleas, decepciones, vicios, reclamos de mis hijos hacia mí de no ser buena madre, imagínense si hubiera tenido mucho dinero ya se estarían peleando como perros y gatos. En verdad las acciones del hoy te definen de las acciones del mañana, pague con creces estás heridas que me arden como fuego, pero se que cada cosa que viví tuvo un propósito aunque de momento no lo parezca. Tengo miles de preocupaciones y temores que me embargan, no quiero cerrar los ojos por miedo a no regresar y dejar a las personas que amo. A propósito mis nietas se quedaron toda la madrugada en vela atendiéndome, ya no sabían que hacer para calmar mi dolor que no cesa, quería dormir pero mi cuerpo me lo impedía con desesperación, hice un esfuerzo por mantener los ojos cerrados estaba exasperada respiro hondo y alrededor del cuarto se oye que sale de mí unos ligerisimos gemidos con sufrimiento. Una hora más tarde, me ven muy mal y una de mis nietas llama a su tía Leti por teléfono y tiene alta voz, puedo escuchar que dijo que vendría hasta que muriera porque en su trabajo no la dejaban salir, en mi mente digo ¡que poca madre! No valgo nada para ella, si mi mamá estuviera en la situación que me encuentro no me importaría nada y estuviera con ella hasta su último suspiro, y si estuviera vivo su padre Alberto y viera lo que la mayoría de sus hijos me están haciendo se vuelve a morir de decepción. Por otro lado mi hija Lupita no quiere aceptar que ya estoy apunto de morir por eso trae la comida en bolsita para que tenga fuerzas pero la sonda no lo aceptaba todo se iba hacia afuera de mi boca, seguro en su rostro hay preocupación por eso constamente reafirma su amor por mí, enseguida me comenta mi hija que va a salir porque va a avisar en su trabajo que estaría conmigo, no está tan lejos solo a dos cuadras me da un beso en la mejilla y se va. Para las doce de la tarde mi cuerpo se tensa instintivamente, aprieto la quijada para contener el dolor, las voces de mis nietas resuenan en mi cabeza, las lágrimas resbalan en mis ojos contra mi voluntad, contengo la respiración mis pulmones se dejan de valer por si mismo y en mi rostro se dibuja el dolor, la tristeza poco a poco se mece y la agonía invade mis entrañas. Los latidos se aferran a esta vida, mi agitación aumenta y luego se hace lenta ¡se que la muerte está anunciada! Antes de que pueda caer al sueño profundo un silencio solemne se desarrolla y mis nietas me miran con tristeza, luego sus lágrimas empiezan a caer una a una y una gota cae en mi mano se sentía muy cálida como ellas, indudablemente se les encoje el corazón al verme en este estado, las miro a los ojos por última vez y en mis pensamientos me despido de ellas, instantáneamente se apaga la luz de mis ojos no ví noche más oscura, muere lenta mi alma abro la boca intentando tomar bocanadas de aire más parecía un pez que sale de su estanque no quiero morir esto lo hago varias veces, mi cuerpo resiste un poco más.

—Mamá Susana sé que realmente no nos quieres dejar pero vete tranquila vamos a estar bien, imagina que estás en un lugar hermoso caminando, hay un lago con agua azul turquesa transparente y aún costado puedes observar demasiados árboles no tan corpulentos con ramas muy finas y largas y al rededor vislumbras flores de color blanco tirando al rosado, que contrasta con el colorido del resto de las flores. El cielo azul celeste es hermoso está muy luminoso, por ende el aire está cargado de aromas suaves que desprenden las flores, los árboles, el césped y el agua; solo visualiza que te sientes bien al presenciar tan agradable lugar —expresa Mari y las dos toman mi mano.
—Escuchar esas palabras me tranquilizan, sé que aunque no ví a todos mis hijos juntos me voy tranquila. La vida que viví fue un frasco de suspiros, tropiezos, aprendizajes, placeres y sufrimientos pero fue maravillosa por el simple hecho de vivirla. Por alguna razón continuó estando viva, la temperatura de mi cuerpo cambia, mis pupilas se dilatan, mi cerebro es incapaz de enviar orden al cuerpo y por fin me rindo, tras doce horas de agonía fluye en mi una lágrima avisando mi sufrimiento interno, he perdido está guerra. El día es testigo de mi última respiración, me apagó como una vela y el dolor se esfuma.

—¡Mira Viri Mamá Susana ya no respira! Ha muerto —lloran las nietas con un dolor tan intenso que sus ojos se enrojecen. La noticia no es fácil de digerir. Lupita es la primer hija en llegar entra por la puerta y se queda en shock, sus párpados empiezan a temblar para luego sollozar al borde de la cama donde está Susanita, le invade una tristeza que anida en su corazón está inconsolable y su voz se rasga como si fuera ácido porque constantemente está hablando que no la dejara; Susanita ya no se queja, ni siente dolor está como si estuviera en un profundo sueño. A los diez minutos llega Pati con Sandra, no se imaginan lo que pasó hasta que le informa Lupita la noticia, esas palabras golpearon muy profundo su corazón y las saca de trance están asimilando lo que acaba de pasar, por lo cual ellas se encogen de hombros como signo de perplejidad en breve entran al cuarto para despedirse y comienza llorar, sin duda tuvo buenos recuerdos a lado de su mamá apesar de todo está ahí. En la tarde como ya Leti se enteró de la noticia trae a una doctora, toma el pulso para rectificar que esté muerta y en voz alta dice—. ¡Me pueden decir a qué hora murió la señora Susana.
  Una de las nietas comento la hora, de inmediato apunta en un papel también el día del fallecimiento, tras dar las condolencias se va. Desde ese momento se volvió real la muerte de Susanita. Ese día todo se salió de control el teléfono empieza a sonar y sonar ya se habían enterado todos sus hijos, nietos ante eso vinieron a la casa de Lupita y fueron a darle el último adiós a Susanita en la recámara. Solo cuando ya estaba muerta vinieron a verla, suena muy rudo pero esa es la realidad, al verla tendida en la cama cada uno derramaba lágrimas pero no se sabía si en verdad lo sentían.
—Si solo hubieran venido cuando estaba viva —susurra enojada mari.
Después en el pequeño patio trasero las voces se elevaron en todas las direcciones, estaban discutiendo entre hermanos porque quieren ver quien va a pagar el velorio querían que Lupita pusiera dinero, ella sintió en su pecho un brote de furia se contuvo y se hizo a un lado está harta de la actitud de sus hermanos, porque no veían la situación en que se encontraba pero eso no les importaba. Ella hace que se hagan responsables sus hermanos para que paguen los gastos. Luego de unas horas por fin se ponen de acuerdo; el sol comienza a caer y el ruido de la ciudad es casi nulo, por lo que un viento fuerte se levanto a lo lejos adueñandose de la ciudad golpeando las ventanas y como estaban abiertas, las cortinas se agitan con fuerza.

En la noche se llevan el cuerpo para que lo preparen y así sea velada, salen todos para la capilla: el lugar es un amplio espacio ya está rodeado de muchísimas personas es la primera vez que todos se juntan en un mismo lugar. Una hora más tarde sale el féretro para ponerlo en medio de la sala.

  Su medio hermano de  Susana se hizo presente, ella que tanto le llamaba por teléfono para ver cómo estaba y él nunca vino a verla, ni le ayudo económicamente teniendo tanto dinero. Todas esas personas trajeron flores hasta cubren el féretro, y sus hijos derraman lágrimas a mares excepto Lourdes no siente la muerte de su madre, su mirada es fría, sería, inexpresiva, su orgullo y rencor se ve impregnado en su rostro, su presencia es artificial. Se cruza de brazos y mira la caja con odio, como si tratará de abrirla y decirle que es culpable de todo, la rabia se encendía en su interior. Por muy remota que fuera extrañar a Susanita se esfumó por completo ese sentimiento.

   Todos sus hijos trajeron flores cuando en vida nunca lo hicieron, intentan reparar sus errores con flores, bien dice la frase los muertos reciben más flores que los vivos porque el remordimiento es mayor que la gratitud.
Las gemelas sienten coraje por dentro y lloran de la impotencia porque sus hijos le dicen a los vecinos y conocidos mentiras de las causas de las que murió Susanita, pero los que sabían la realidad de que murió eran los que estuvieron cuidandola además alardeaban de que la cuidaban. Ese día no se presentó Guillermo su hijo, aunque si se le aviso no vino seguramente tiene los mismos sentimientos que Lourdes; Leti junto al féretro lloraba con gritos desesperantes que resonaba en la estancia, sus hermanos se acercaron a calmarla y Lourdes observaba todo el panorama muy tranquila y como no se lleva bien Lourdes con algunos de sus hermanos se crea un duelo de miradas con expresión de enojo es como si se hicieran pedazos viéndose, por dentro alguno de ellos le entraba ganas de sacar a Lourdes, pero se retienen para no hacer un espectáculo. El ánimo es sombrío y se instaló sobre toda el área, fue un larga noche. El amanecer estaba en pleno desarrollo, la claridad va en aumento, el cielo se abre paso para relucir un sol brillante muy intenso. Ahí no termino todo pronto fueron a incinerar a Susanita, nadie de los hermanos emitió sonido alguno sin embargo hay algo muy triste y a la vez decepcionante porque cuando les dieron las cajita con sus cenizas de Susanita los hijos se empezaron a pelear, estalló un coro de discusiones porque querían tener las cenizas de sus madre la tensión se hizo evidente durante unos largos minutos, Lupita por un segundo cierra los ojos para no tener que ver aquella mala agitación por eso expresa con dolor no físico sino emocional—. ¡Ahora sí se pelean quien se la lleva! ¡no tienen vergüenza! ¡eso lo hubieran hecho en vida cuándo ella quería estar con ustedes! Y cada uno hubiera disfrutado de ella pero no lo hicieron, y yo en cada momento estuve con mi mamá, la disfruté y no la juzgue por el pasado, sea como sea ella era nuestra madre y cada uno de ustedes por el rencor que le tuvieron lo pagará porque tienen hijos recuerden que todos vamos para allá —Lupita sube el tono de su voz alterandose y enrojerce su rostro hasta resopla de la decepción, todos se quedan callados mirándola como si estuviera haciendo una escena, no querían enfrentarse a su realidad. La urna con sus restos de ceniza se las lleva Carlos, luego cada uno de sus hijos se lleva la urna los fines de semana esto era porque les remordia la conciencia pero finalmente las cenizas se las quedó Patricia la mayor del segundo matrimonio, ella puso las cenizas de Susanita en un lugar especial abajo de la fotografía junto a su esposo Alberto.

  La mayoría de sus hijos pensaron que Susanita fue la peor madre o su enemiga, pero la vida les mostrará con el tiempo que su mamá fue la única persona que los amo más que a ella misma, la única que quizo lo mejor del mundo para ellos.

Enseguida les queremos compartir la Galería de fotos 👉

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