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Capítulo catorce

  Es 30 de Diciembre, como todos los años cocino para año nuevo y lo seguiré asiendo porque me gusta cocinar y compartirlo con mi familia, tengo que pensar que haré.

   Será romeritos con tortitas de camarón ó ¿un pavo relleno? No quiero pensarlo mucho y escojo hacer el pavo, porque su carne es deliciosa y nutritiva, aunque si me va a llevar demasiado tiempo porque tengo que comprar al guajolote.

 
  Por la mañana del día 31 de Diciembre. Me levanto y alisto para ir a comprar el guajolote en los criaderos, agarró las bolsas del mandado y salgo de la casa sin hacer ruido quiero que todos duerman un poco más. En la parada tomo el camión y me subo, no hay lugares desocupados por eso muy bien me agarro de la barandilla, entonces una amable persona me dió su asiento, con gusto acepte y agradecí; me quedé viendo la ventana para que no se me pasará donde iba a bajar.

  En menos de veinte minutos llegué; a mi alrededor hay mucha gente es de esperarse por ser día festivo, voy al puesto donde siempre compro, pensé que pasaría rápido pero permanezco formada poco más de hora y media. Cuando por fin es mi turno, escojo a un guajolote de tamaño mediano, lo compro y voy a otro mercadito de ahí cerca para comprar lo que falta. Como ya tengo todo me voy a casa.

  Bajo del camión con dificultad me cuesta caminar, más aún porque se menea de un lado a otro el animal, con  el sudor en mi frente y mi cara colorada por fin llegué a casa, ahora viene el trabajo más difícil ¡¡matar al guajolote!!

—Lo cocinaré correctamente para que el guajolote sufra lo menos posible —hablo en voz alta. En mi mente estoy marcando el trayecto de lo que voy hacer primero, por lo tanto mis ojos están muy atentos.

  Estaba muy concentrada, y de pronto interrumpen mis hijos, ¿por qué en esté momento, tienen que venir a la cocina? Al  ver al animal lo empiezan acariciar.

—¡Vayánse de aquí! No es una mascota, salgan afuera a jugar —mando con autoridad y se salen.

  Mis hijos no saben que va hacer nuestra cena, ni pensar en decirles capaz que se ponen a llorar. Agarro confuerza al guajolote, ato sus pies con un cordón lo cuelgo y luego agarro su cabeza, respiro hondo y remuevo la cabeza mientras espero a que muera, volteo sin querer hacia abajo y me percato que mi hija Lupita está abajo de la mesa, se frota los ojos para ver si está viendo bien, queda atónita mira y remira; se dice que las personas que tienen una mirada fuerte o pesada no pueden mirar a los guajolotes, porque no pueden morir, y ahora lo creo, no muere en esté momento.

—¡Lupita porque no estás afuera jugando! —exclamo alzando la voz.

   Se sale corriendo desesperada, ¡cómo no! Si nunca había visto lo que estoy haciendo. Voy tras de ella y le explico con tacto para que no se espante, ella lo entiende aunque no está del todo convencida que lo mate, después que se relajó se fue a jugar.

  De regreso observo que ya está muerto el guajolote más fácil para mí, de inmediato lo sumerjo en agua bien caliente durante 45 segundos, así me aseguro que no este vivo, posteriormente agarró un trapo para quitarle las plumas, y procedo a flamear el cuerpo entero para chamuscar las filoplumas acto seguido le quito sus órganos, lo lavo hasta dejarlo muy limpio, a continuación: hidrato el pavo con leche de frasco mezclada con consomé de pollo en polvo, en seguida froto con mantequilla y más consomé.

  Dejo de un lado el pavo, y comienzo a preparar el relleno para eso necesitaré: carne molida de res y de puerco, fruta seca, almendras, nueces, pasas, tocino, cebolla, aceitunas y especias, apio, ajo y media taza de vino tinto.

  La preparación me toma media hora. Y lo introduzco al pavo, más adelante lo cubro en aluminio y lo pongo en una charola para hornearlo. Como pesa tres kilos voy a tener que esperar seis horas y media para que esté listo, mientras tanto preparo un rico espagueti con crema, más me tardo en encontrar los ingredientes que ya está listo. Ahora es tiempo de darme una ducha para estar presentable en nuestra cena, cuando acabo de bañarme, enseguida Alberto se baña y más adelante cada uno de mis hijos.

  Todos quieren estar guapos para este día. Las horas pasan, abro la puerta del horno para sacar el pavo y ponerlo sobre la mesa, mi hijo Carlos como se encuentra cerca su cara refleja un hambre voraz, como voy caminando el olor extiende deliciosamente por toda la casa, lo dejo justo en el centro de la mesa. A decir verdad parece sacado de una revista de recetas pero orgullosamente yo lo hice, tiene un color doradito que se les hace agua la boca a toda mi familia, ya quieren comer.

  Alberto cómo cabeza de la familiada da la orden para sentarnos, así lo hacemos todos, procedo a servir en platos muy bonitos de color dorado que compre hace una semana porque este es un día muy especial; comenzamos a comer y me detuve unos segundos a observar como disfruta toda mi familia lo que preparé, doy gracias a Dios por permitirme estar con ellos y también agradezco a mi mamá por enseñarme a cocinar. La nostalgia me gana y hace que piense en mamá porque no sé nada de ella, ni de mi hermana Yolanda, ni siquiera de mi hijo Guillermo, tantas veces que he ido y no abren la puerta, solo les deseo que estén bien.

  Llega sigilosamente la media noche. Empezamos a comer cada una de las uvas, como propósito quiero cumplir ya no beber alcohol, ese mismo momento lo cumplo. Luego nos dimos abrazos entre todos, entregando nuestro amor y cariño como cierre de un ciclo. Más tarde bailamos y charlamos entre la familia. Fue un día que disfrutamos mucho, y eso de las seis de la madrugada nos fuimos a dormir.

  Muy temprano me levanto, es el primer día del año y quiero empezarlo con muchas ganas, abro la ventana para que se ventile la sala, pude observar hacia afuera que no hay ni una sola alma, todo se ve tan tranquilo únicamente se ve así cuando son días festivos, dejó de estar en la ventana y camino hacia la cocina, hay una gran pila de trastes sucios, antes de lavarlos para que me motive saco mi pequeño radio que está escondido en un mueble donde guardo todo y lo situó en la mesa que está en la cocina, pongo la estación que tanto me gusta que es "radio fórmula", el volumen no es tan alto para que no se despierten mi familia, escucho las bellas canciones que estan pasando de Los Panchos, Dandys y Los Bribones lo cual me hacen recordar muchas cosas.

Terminando limpio la mesa muy bien, que no quede ni una sola sobra de comida, más adelante barro y trapeo el piso; dan las once de la mañana y todos se despiertan.

—¡Mamá que limpio se ve! Nos hubieras levantado para ayudarte —menciona Leti en voz alta.

—No quise interrumpir su sueño, vayan a lavarse la cara y manos para que desayunemos. —Asi lo hacen.

  Desmenuzó el pavo y hago unas tortas, ha decir verdad saben riquísimas bien dicen que el “recalentado sabe mejor", y sí que lo es. Estuvimos conversando de los propósitos que tenemos que cumplir, terminando decidimos salir como familia a la feria de Chapultepec.

  Llegando a la feria nos subimos a varios juegos mecánicos junto a nuestros hijos, incluso Javier y Carlos nos insisten que su padre y yo nos subamos a la montaña rusa accedimos solo por ellos, nos dirigimos hacia allá. Cada paso que daba sobre el piso me temblaban las piernas, volteo hacia arriba, sólo el ver esa altura me hace querer arrepentir.

  Nos formamos bajo un sol abrasador durante quince minutos. Nuestro turno llegó subimos al vagón, antes respiro profundo y despacio saco el aire, escogimos sentarnos en medio, los jóvenes que trabajan ahí nos ajustan bien la protección, y también a los demás que se subirían, pronto se empieza a mover el juego mecánico, mi estómago revolotea queriendo escapar, cuando baja el vagón grito como loca, la velocidad y el miedo que produce en mi cuerpo se altera hay una fiesta química que provoca la aceleración de mí ritmo cardíaco, en ese lapso volteo a ver a Alberto, él como si nada está alzando las manos disfrutando la adrenalina. Hasta que finalmente se detuvo, prontamente me bajé porque en una de esas se sigue y yo ya no quiero vestar ahí. Es una experiencia única que dura tan solo unos minutos sin embargo a mí se me hizo eterno. Luego de ahí nos desplazamos a la cabaña chueca, a la casa de los espejos y otras más atracciones ¡Cuánto nos divertimos ese día! Parecíamos todos unos niños pequeños.

  La noche se hizo presente y nos regresamos a casa.

  Transcurrieron los meses y siguen invitándonos los vecinos a beber y ni se diga a fumar como chacuacos, como ya somos muy allegados les llamamos compadres, se puede decir que llevamos una vida placentera, viviendo el momento.

  Y como se lo imaginaron ya no cumplí con el propósito de año nuevo de “no beber", bien dice la frase las promesas no son palabras son hechos.

  Continúa el ritmo de mi vida, mi hija Pati ahora se hace cargo para llevar a sus hermanos a la escuela, de alguna manera le estoy cargando la mano de mis responsabilidades, no es excusa pero entro más temprano al trabajo y también Alberto, por eso me considero afortunada y bendecida de tenerla porque me ayuda bastante, no sé que haría sin mi Pati.

   Después de llegar del trabajo sigo bebiendo con los compadres en casa, y como estoy entretenida mis hijos aprovechan para salir a jugar, creen que no me doy cuenta soy consiente que les puede pasar un accidente por eso tengo que hacer un cambio rradical para no seguir así; lo mejor es que nos cambiemos de casa para que nos alejemos de las malas amistades bien expresa el refrán el que con lobos anda, aullar se enseña, eso me aplica a mí. Entre más lejos será lo mejor. Le comento Alberto sobre lo que he pensado, él está de acuerdo con la decisión.

   Los siguientes días fuimos a buscar a donde vivir mientras los niños estaban en la escuela; vimos bastantes casitas para rentar, la cuestión es, que no tuvimos éxito porque es demasiado caro y no nos alcanzaba.
Un viernes fue nuestro día, a unas cuantas cuadras vimos un letrero pegado en una ventana que dice "Se renta", nos acercamos de inmediato y Alberto tocó la puerta dos veces, esperamos con ansias que si abran. Sale una señora delgada de test blanca, reluciendo sus tersas mejillas color carmín y ojos negrísimos como el carbón.

—¿Díganme que se les ofrece? —pregunta la señora, con un tono amigable.

—Queremos saber la renta del departamento —responde Alberto a la señora.

—Pasen y veanlo, luego les digo.

  Entramos por el patio y a mano derecha la señora abre la puerta, prende la luz y pasamos a lo que es la sala y comedor, es bastante amplio a primera vista se me hizo tenebroso porque las paredes estan pintadas de color oscuro, alrededor hay bastantes telarañas es un momento incómodo exactamente no pensé que estuviera tal mal, en el centro hay una ventana grande con cortinas negras, lo que ocasiona que no entre nada de luz. De ahí nos movilizamos a la siguiente habitación, observó que es bastante amplia con una ventana mediana, la cocina tiene mucho salitre y el baño es grande.

   Salimos y nos muestra los dos patios, en uno se puede meter el automóvil y en el otro hay lavaderos donde se puede lavar la ropa, también nos señaló las escaleras que se dirigen a la azotea para tender la ropa.

—Ya les enseñe todo, ¡hay que mal educada! No les dije mi nombre, soy Socorro —se presenta con una sonrisa apenada.

—Mucho gusto mi nombre es Alberto y mi esposa Susana —estrechamos las manos.

—Obseve en su rostro señora Susana que no le agrado el lugar, le sorprendió ver en qué estado está verdad —anuncia de inmediato sin pelos en la lengua, se nota que es muy directa.

—Si, porque nunca había visto algo que me pusiera la piel de gallina es que ¡se ve escalofriante!

—Es verdad, no obstante se puede pintar y arreglar. De hecho puedo mandar a unos muchachos para que pinten de color blanco y arreglen los pequeños detalles, bueno sí es que deciden rentar —comenta lo que puede hacer en el departamento para que aceptemos.

—Antes quiero preguntarle señora Socorro que personas vivía aquí —pregunto, la curiosidad me gana.

Tras una pausa contesta.

—Era una mujer joven que tenía una actitud bastante extraña, siempre estaba vestida de negro, no quiero ni imaginar lo que hacía aquí, por eso me alegra que se haya ido porque miren como me lo entrego —expresa la situación—. ¿Entonces que van a decidir?

Espera atenta Socorrito.

—Claro que sí... —respondimos los dos.

Socorrito nos comentó cuanto sería del alquiler, es bastante accesible el precio, Alberto le da de una vez el pago de dos meses, nos da las llaves aún que nos teníamos que esperar una semana mientras lo arreglan. La verdad donde vamos a vivir será un nuevo comienzo para nosotros.

De regreso a casa empacamos en cajas, bolsas y maletas, a la espera de la fecha para poder habitarlo.

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