Capítulo 38: El origen del conflicto
El arrebato de furia que Gregor estaba presentando era total. Nunca se había sentido de aquella forma, ni siquiera, cuando Alissa le había cambiado por su nuevo amorío: Albert Colt.
De hecho, cuando los gorilas que resguardaban la integridad de Lukas Trent le habían sacado prácticamente a las patadas del bar y lo habían empujado al exterior como la propia escoria, comprendió que el bando dónde se hallaba sirviendo durante todos estos años, era el incorrecto.
Durante su vida había hecho cosas demasiado malas para exponerlas. Cosas que podrían haberlo llevado directamente a la cárcel, aunque contaba con un as bajo la manga para lo cual siempre podía seguir realizando sus fechorías y las cosas que verdaderamente le complacían.
Ese as: era su tío Leonard.
Desde el momento que le habían salvado del accidente que marcó por completo su vida, Gregor entendió que formar parte de la familia Maddison era el castigo eterno de una vida oscura y hostil cuyos cimientos parecían fortalecerse más en las sombras del mal. Sin embargo, años después comprendió que apenas su condena estaba a punto de comenzar.
La pesadilla siempre volvía una y otra vez, y cada episodio era más vívido que el anterior.
Pero siempre el inicio era el mismo: la joven ensangrentada sobre su cama emanando gran cantidad de sangre por su boca y realizando movimientos espasmódicos hasta perder el brillo en sus ojos y sucumbir junto a un inmóvil y asustado Gregor.
Su prometida para aquel entonces se llamaba: Clare.
Nunca conoció su apellido porque la verdad no le interesaba en lo absoluto esa trivialidad, pero poco después de su muerte en una noche fría de julio en las afueras de la ciudad, mientras tomaba alcohol y se regodeaba con chicas ávidas por una noche de placer, supo que aquel apellido no lo iba a olvidar jamás.
Había tomado su quinta cerveza cuando el teléfono comenzó a sonar. Nadie lo llamaba y mucho menos a tan altas horas de la noche. Al principio, pensó que era su prima Alissa pues en esos tiempos ya habían tenido varios encuentros sexuales y quizás, solo quería repetir por su condición insaciable.
Contestó y comprobó que no era Alissa ni aunque lo quisiera.
—Hola, ¿quién habla?
La voz al otro lado le confundió.
El hombre se presentó aunque Gregor lo conocía muy bien ya que lo había visto y frecuentado semanas anteriores.
Era Lukas Trent. Su abogado.
O mejor dicho, el mejor amigo de su tío Leonard y el encargado de arreglar aquel desastre cometido por su poca precaución. Supuso en un primer instante que la llamada tenía algo que ver con el accidente por lo que no dudó en ir hacia el sitio donde Lukas le había explicado.
Dejó la botella sobre la barra y tomó el vehículo de su tío Leonard que siempre le prestaba para tales ocasiones. El viaje lo realizó en silencio y un poco preocupado. Habían transcurrido unos siete meses de la muerte de Clare y no había acontecido nada fuera de lo normal. No quería malas noticias porque no le gustaban para nada la sensación de incomodidad que ellas producían..., y ya tenía bastante con ver el rostro de su novia por las noches, como un presagio de su irremediable muerte.
En el preciso momento que llegó al sitio, Gregor tuvo por primera vez una corazonada. Sintió como su piel se activaba y sus fibras nerviosas más recónditas le hicieron estremecer de tangible terror cuando aparcó en una zona enmontada y abandonada en medio de una oscura callejuela. El lugar tenía años olvidado por la mano de Dios, pensó en voz baja, cuando bajó del auto con el corazón latiéndole en el pecho. Algunos cubos de basura estaban esparcidos por todos lados y el hedor que de ellos emanaba era casi inhumanos. Aunque (y ese detalle no le pasó por alto) notó entre todo aquel basurero el sofisticado auto de Lukas Trent estacionado allí.
Caminó con un mal presagio en su fuero interno hacia la entrada del lugar que habían acordado. En cuestiones de trabajo, Lukas sí que tenía muy mal gusto, observó Gregor en el portal de la fantasmagórica casa. Tocó con el puño la puerta.
Cómo por arte de magia ésta se abrió. Gregor tuvo el impulso de regresar y huir de aquel sitio pero a los pocos segundos observó que un hombre salía por detrás de la puerta cuyo chirrido al moverse rompió el silencio de todo el entorno.
—Adelante, señor Gregor. —la voz del hombre era metálica.
Gregor vaciló.
El hombre se hizo a un lado y pudo ver gran parte del interior de la casa. En comparación a la fachada y las partes circundantes, dentro era más tranquilo y acogedor si podía decirse así. Habían varias baldosas blanquecinas sobre una alta pared cuya pintura superior se desprendía en innumerables espacios. Unos apilados muebles en el rincón, formaban un tumulto que nadie parecía usar por años. Y la araña de luces, cuya luz apenas iluminaba el sitio tan tenue como una vela, amenazaba con caerse ante un brusco movimiento.
Gregor dio unos pasos y la gravilla bajo sus pies crujió como un animal herido. El pequeño vestíbulo estaba iluminado por varios candelabros rojos dispuestos sobre una larga mesa cubierta por un antiguo mantel blanco.
El olor a humedad hizo estremecer a Gregor un poco.
—Pensé que no vendrías. —constató una voz a la izquierda de la mesa.
Gregor dirigió la mirada allí y vio a Lukas Trent con un humeante tabaco entre sus labios.
Dio una calada y el aire se impregnó de aquel repugnante olor.
—Pues la verdad, no me quedan muchas ganas de quedarme. —respondió Gregor mirando alrededor.
Lukas río y bajó de la pequeña plataforma donde estaba. Su risa erizó los poros de Gregor cuyo efecto etílico ya se había disipado por completo.
—¿Qué quieres de mí, Lukas?—
Este no respondió. Caminó hacia él y se plantó a escasos metros de distancia.
—Las preguntas las haré yo. —advirtió—. Así que toma asiento.
De inmediato, dos fornidos hombres se colocaron a los laterales de Gregor y con extrema fuerza lo empujaron hacia un mueble que habían colocado detrás de él. Sin siquiera inmutarse, éste último cayó sobre el sillón y uno de los hombres lo tomó por los hombros con sus enormes manos.
—¿Qué demonios está pasando?
Lukas dio otra calada y sonrió.
—Lo que pasa Gregor, es que llegó el momento de que aprendas que en la vida todo se paga. Lo que en verdad pasa es que ya se acabó tu tiempo de gloria...
Lanzó el tabaco hacia la pared.
"—Llegó la hora de que pagues por todo el daño causado, grandísimo hijo de...
Y entonces con la pistola en su mano le asestó un golpe directo en la cabeza a Gregor.
...
Entre los oscuros momentos que embargaban la vida de Gregor jamás pensó que se sumiría en uno cómo el de ahora. El golpe que había recibido le hizo perder el estado de la conciencia por unas cuantas horas y el dolor fue tan grande que le costaba abrir los ojos pues la misma luz fomentaba su intensidad y mientras se mantuviera dormido estaría un poco alejado de la dura realidad que se cernía ante él.
Aunque las palabras de Lukas habían sido contundentes y como alguien que está dolido y realmente sediento de venganza, las cosas no podían ponerse peor para él indefenso Gregor. En esa ocasión apenas tenía casi veintiún años de edad y todavía era un hombre tan inmaduro que la toma de decisiones no se tomaban por cuenta propia.
El dolor se incrementó aún más cuando la voz le gritó muy cerca de su cara.
—¡Mírame desgraciado! —Lukas lo movió despertándolo de su letargo.
Gregor pestañeó un par de veces y la bruma formó un denso manto en su campo visual. La sangre ya estaba seca y caliente en su rostro y le rodeaba gran parte de la cabeza. Lukas lo cogió con sus propias manos por el cuello de la camisa y lo acercó hacia él. Cuando habló, la saliva de éste le cayó directamente en los ojos.
—¿Sabes porqué cojones estás aquí? ¿lo sabes?
Gregor comenzó a sentirse mareado y estaba a punto de desvanecerse.
—Por favor, por favor, por favor. —suplicó.
Lukas lo soltó.
Gregor cayó a un lado del mullido sillón sin fuerzas y al punto de la inconsciencia por la poca energía que le quedaba. No obstante, lo último que su mente pudo procesar fueron las palabras que abrasarían su vida por el resto de los siguientes días.
—Esto es por la muerte de mi hija Clare.
Y finalmente, la oscuridad lo consumió todo.
...
Clare Swan era la hija de Lukas Trent, aunque éste no le había dado su apellido por cuestiones meramente profesionales. De hecho, era más una cuestión de integridad laboral que por una falta de interés, a decir verdad. Lukas era un hombre solitario; había quedado viudo muy joven y aunque no había tenido el tiempo suficiente para tener hijos con su difunta esposa, las aventuras comenzaron a crecer cuando este quedó completamente a solas.
Tras años de inestabilidad emocional y momentos de lujuria con una y otra, y otra mujer, fue entonces cuando conoció a Anna.
El verdadero amor de su vida.
Anna le devolvió las ganas de vivir y sintió que su mundo comenzaba a tener de nuevo color cuando empezó una relación con ella. Era la relación perfecta y aunque apenas ambos tenían treinta y tantos años, sabían el uno para el otro que su relación sería única y sin igual.
Entonces, durante el traumático parto cuyas complicaciones les habían avisado, Anna murió.
Y quedó ese vacío nuevamente presente aunque esta vez ocupado por su hija: Clare.
Pero, algo sí era cierto, Lukas Trent no volvió hacer el mismo después de todo.
Su sed de venganza se acentuó y la poca compasión que le quedaba fue reemplazada por un odio infernal hacia su único enemigo mortal: Leonard Maddison.
La sorpresa de Lukas fue que como su carrera laboral estaba en pleno auge y era el presidente de la Asociación de Abogados Locales de la ciudad, fue contactado personalmente por el mismísimo Leonard Maddison para camuflajear todo el desastre hecho por su sobrino Gregor quién yacía en el hospital en coma producto del atroz accidente. Nadie sospechó que Clare era su hija pues no había ningún documento que lo constatara por lo que el dilema en el que Lukas se encontró dio paso a un maquiavélico plan de venganza en dónde las cartas estaban sobre la mesa y solo podía ver un ganador en todo esto: Lukas.
Por eso, en un primer momento y arriesgando toda su carrera aceptó.
Aquella noche después de colgar la llamada con lágrimas en los ojos, se persignó. Si el mal ya estaba hecho iba a formar parte de él pero no iba a descansar hasta ver destruida a la familia Maddison. Así que cuando movió sus teclas para disfrazar la tragedia personal y convertirla en un simple accidente, comprendió que su alma se había tornado oscura y hostil.
Entonces, entre las sombras de sus labores y las tragedias familiares ajenas, optó por llamarse Magíster. El nombre era más por gusto que por lo que significaba realmente. Admitía que le causaba cierto placer que sus súbditos le llamaran así y que estuvieran a sus pies. Era lo que siempre había querido y lo que con tanto esfuerzo labró para concretar tales cometidos. Por ello, al cabo de unos meses después, tomó la decisión de retomar el juego que desde un principio se había trazado.
Y fue allí, cuando contactó al primer eslabón de su vengativo plan.
Gregor Hunt.
Lo condujo a un sitio aislado y en dónde le resultaba más cómodo para realizar sus fechorías. El muy idiota no se imaginó que todo era una trampa y que por el resto de sus días lo iba a lamentar completamente. Cómo era de esperarse, Gregor acudió al llamado y una vez dentro de la casa abandonada, Lukas lo enfrentó. Le contó toda la verdad y reclamó apenas una ínfima parte de su intenso dolor.
Herido y casi al borde de la muerte, Gregor asumió toda la responsabilidad y se vio obligado a seguir las órdenes de Lukas Trent para no sucumbir en el intento. El nuevo plan estaba en marcha cuando a los pocos días Gregor regresó a la mansión con el fin de establecer las coordenadas de los movimientos de su tío Leonard. Buscar sus puntos más débiles y estudiar el momento adecuado para que el Magíster, como ahora Lukas se hacía llamar, atacara directamente al eslabón faltante.
Infiltrado y atormentado, Gregor conoció a su nueva amiga: blanca, estéril, y voluble, la cual comenzó a consumir esa mortal droga que por siempre sería su calma ante tanta calamidad. Contó todo lo que veía en la mansión; los mínimos detalles de cada uno de los integrantes familiares, obviando, algunos que otros para su propia conveniencia. Y entonces, cierto día y cuando menos lo esperaba, Lukas le contó su segunda parte del plan.
Fue allí cuando Gregor supo que el Magíster estaba verdaderamente loco. No había espacio para la razón porque en una mente tan perturbada como la de Lukas, el raciocinio era muy limitado. Y claro, en gran parte la culpa era de él. Nada de esto hubiera pasado si fuese tenido al menos un grado de conciencia y no dejarse llevar por su extrema imprudencia.
Los errores se pagaban muy caro y Gregor supo, que todo el mal que había hecho arrastraría a todos los Maddison por igual. En aquel momento, el turno fue de Gretta Collins: la esposa de Leonard cuyos problemas eran muy evidentes y era bien sabido que ya entre ellos la relación no iba del todo bien. Con suprema precaución y usando sus métodos infalibles, Lukas Trent comenzó a conquistar a la desdichada Gretta lo cual a decir verdad, no fue nada difícil.
El tiempo transcurrió y ambos comenzaron a verse a escondidas de todos teniendo como cómplice (aunque Gretta jamás lo sospechó) a un Gregor consumido por la culpa. Pero, mientras estuviera alejado de los planes de Lukas... haría cualquier cosa con tal de salvar su propio pellejo. Lo que no esperaba nadie es que poco tiempo después de aquella misteriosa relación, la afinidad que ambos sentían se había solidificado totalmente y, como algo que no está previsto pero debe suceder: Gretta salió embarazada de su segunda hija.
Entonces, Lauri Maddison que no era del todo una Maddison, nació.
Y Lukas percibió el fruto de sus planes realizado. Se había metido en la vida de los Maddison sin que Leonard sospechara. Sin duda, al fin, el universo estaba a su favor.
Abatido y desorientado, Gregor tomó una dura decisión. Había soportado demasiada humillación durante tantos años que no se dio cuenta de lo frágil que se había vuelto por lo que se sentía vacío, hueco.
Por otro lado, mucho antes de huir del abarrotado bar, aspiró rápidamente la última bolsa que llevaba en su posesión y sintió como la cruenta sustancia se expandió por todo su cuerpo.
Treinta minutos después, el taxi atravesó la verja de la mansión y una vez que éste dio un giro sobre la ornamentada fuente de agua, Gregor vislumbró para su sorpresa que había un auto de la policía estacionado y las luces de la fachada estaban encendidas. Un extraño temor le consumió cuando empujó la puerta principal y todos estaban en el vestíbulo con cara de sorpresa. Leonard se levantó de su asiento y al ver de quién se trataba se volvió a sentar con evidente preocupación.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Gregor con un leve temblor en sus manos.
Gretta apareció por detrás de Leonard y con las manos apoyadas en el respaldo de la silla habló:
—Nos han avisado que Lauri ha sido secuestrada.
El sollozo fue irremediable y Melissa aprovechó el momento para acariciar a su señora y con aflicción la llevó hacia el otro asiento para que esta se calmara un poco.
—De hecho, queremos saber joven Gregor cuando fue la última vez que habló con ella.
El policía llevaba un cuaderno en su regazo y tomaba nota con cautela.
Gregor hizo un esfuerzo sobrehumano para poder articular las palabras.
—Pues, yo tengo otras noticias... —empezó—. No solamente Lauri está secuestrada.
Leonard se incorporó de un salto.
—¿A qué te refieres?
El policía le imitó y cerró el cuaderno con un movimiento brusco.
—Lo lamento mucho tío, te pido perdón por todo esto, la verdad no sabía que las cosas se pondrían así de mal.
Las piernas de Gregor se doblaron bruscamente y cayó de rodillas al embaldosado suelo.
De inmediato, Leonard se agachó junto a su sobrino y lo miró a los ojos con la mirada más abrumadora que Melissa Puente le había visto jamás.
—¿Qué hiciste, Gregor?
Su sobrino no respondió al momento. Todos observaban expectantes. La energía del vestíbulo se incrementó y cuando Gregor había recuperado el aliento levantó la vista y miró a Leonard con pesar.
—Lukas... Lukas Trent ha secuestrado a Lauri y a Alissa.
Finalmente, perdiendo todas las fuerzas del autocontrol, cayó abatido sobre el marmoleado piso del vestíbulo.
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