Capítulo 1: Secretos de familia
Tocaron a la puerta por tercera vez, aunque de forma menos insistente. La chica maldijo por lo bajo.
Siempre era igual.
A la misma hora y lugar.
Enfadada, tomó el pomo, abrió y salió del baño más enfurecida que nunca.
Melissa, la cocinera, clavaba la mirada en el piso. No lo decía muy alto porque las paredes en la casa tenían oídos propios, pero en el fondo le temía. Con el albornoz puesto sobre su delicada piel la joven le mostró una sonrisa tierna, de esas difíciles de ejecutar en su rostro.
—Adelante, Mel...
La interludida levantó la vista y liberó el aire retenido, con temor. <<Era absurdo, pensó Alissa Maddison, pero hasta en el personal de limpieza y de servicios de la mansión se había ganado esa mala fama>>.
Rebelde. Altanera. Quisquillosa. Mmmm..., incluso, ¿opresora?
Pero, en realidad, la que debía portar esos adjetivos de una manera más merecedora era su hermana menor. No obstante, al tratarse de la mayor de los hijos del "señor jefe", como llamaban a su padre, Leonard Maddison, quizás la consideraban más óptima para otorgarle dichas cualidades.
Por supuesto, Alissa tenía su carácter, y al mismo tiempo sus días buenos como malos; a pesar de todo lo que pudieran decir a espaldas de ella apreciaba a la mayoría de los que la rodeaban. Incluída a Mel, como le decía por cariño propio. Aún cuando fue una niña totalmente consentida e irritable; aún ahí, en esas duras circunstancias, le tomó mucho cariño. Es decir, que desde tiempos muy remotos la había apreciado. Claro que ella no se lo decía en voz alta pues no podía perder ese deje imponente que reflejaba hacia todos. Admitía, muy para sus adentros, que lo disfrutaba al máximo y era un secreto que no pensaba contar fácilmente.
Aunque hay otros secretos, que la aprisionan y son por mucho, muy distintos a ésta nimiedad. Son sus secretos más oscuros y profundos... Más íntimos.
Alissa gira sobre sus talones y Melissa vacila un momento antes de entrar.
—Tranquila, hoy estoy de muy buen humor. —dice y sonríe hasta mostrarle la lengua como le hacía de niña.
Ella también se ríe y de verdad en ese instante Alissa podría asegurar que se le arruga el corazón por el gran aprecio que siente hacia Melissa.
Lleva puesta la indumentaria del personal de cocina. Falda negra hasta los tobillos y un delantal inmaculado que hace juego con sus zapatillas blancas. Su cabello, castaño oscuro, está recogido en un grueso moño y su contextura: corpulenta y casi tosca, le confieren, el auténtico placer de ser la suprema ama de llaves de la mansión. Todos la respetan, entre ellos Leonard Maddison..., y ya eso es mucho decir.
La chica se sienta sobre el borde de la cama y se observa en el impoluto espejo. Inmediatamente Melissa comienza a peinarla mientras Alissa se coloca el brasier.
El reflejo del espejo le muestra una joven delgada y estilizada. Unos largos brazos y una cabellera rojiza cae sobre su espalda y se adhiere a la traslúcida piel como un manto sedoso. Los refulgentes ojos azules brillan cuando ella se vislumbra muy detenidamente, ya colocándose en ese momento la respectiva ropa.
—Hoy está haciendo mucho calor, Mel. —advierte mientras mira a través de la ventana.
Su acompañante asiente en silencio y sigue embebida con su labor. Por un momento, se observan inquisitivas, esperando una respuesta.
Alissa carraspea.
—Sí mi señorita Alissa, dicen que éste verano será el más caliente.
Ella resopla y comienza a maquillarse, abatida. Melissa ya ha culminado su tarea: una hermosa trenza rodea el centro de su cabello que cae unidireccional hacia un poco más allá de los hombros de la chica. Con un asentimiento, Alissa le agradece y luego, sin más que decir la cocinera se marcha dejándola a solas en la habitación.
Aquella mañana ella debe acudir a su trabajo que queda a unos veinte minutos de la ciudad. La reunión de ese día promete poner fin a todos los conflictos que se vienen presentando durante meses en la fábrica. No se lo han dicho aún.. pero lo sabe. Puede intuirlo y como "Jefa de la jurisdicción de empleados" debe asumir toda la responsabilidad laboral y por tanto, escuchar sus estúpidas propuestas.
Y pensar que se había levantado de muy buen humor.
Deja todo en su sitio; apaga las luces y cierra la puerta.
Cómo siempre, baja los peldaños de la escalera con suma elegancia. El sonido retumba por toda la estancia que a continuación aparece ante ella con su imponente araña de luces suspendida en lo alto. En la amplia mesa de cristal, todos a excepción de su hermana, giran para verla. Les sonríe con gesto ya practicado.
—Buenos días, familia —dice al tomar su respectivo puesto en la mesa.
Un joven se aproxima y le sirve una taza de café caliente.
Ella agradece y bebe el revitalizante líquido. Su padre, Leonard Maddison, suelta el periódico y la observa con genuina emoción.
—Buenos días, mi princesa, ¿qué tal te trata el calor de éste día?
Por otro lado, su madre, que ocupa el lugar más cercano a Leonard le extiende una bandeja con pan tostado.
—Exhausta, pasé una noche de perros —responde Alissa untando mermelada al pan.
Leonard asiente, como un autómata.
—Se esperan altas temperaturas, según el pronóstico de Melissa...
—Pues si lo dice Melissa... — interrumpe Lauri, la hermana menor, con sarcasmo—. Es porque así será.
Ríe burlonamente. Leonard la observa, con furia.
—Debemos respetar las opiniones de los demás, Lauri. —enfatiza, volviendo a retomar la lectura de la prensa.
La chica no dice nada. Toma un vaso con leche y se levanta... sin más. En aquel instante, cuando ella sube las escaleras y Leonard retiene una protesta en contra de aquel gesto maleducado, baja Gregor Hunt, el primo de Alissa. Lleva puesto un mono deportivo con una franela abierta en el centro de la misma, mostrando de más sus extraordinarios músculos.
—Oh, prima, otra vez molesta —dice al cruzarse en el camino con Lauri quién sube con pesadez y muestra el dedo como respuesta.
Su padre se escandaliza. Gregor ríe por lo bajo.
—Hay que reprender con más autoridad a Lauri, mi amor —comenta Leonard mirando a su esposa quien niega con la cabeza, una y otra vez.
—Se le pasará sólo tiene quince años —responde.
Leonard levanta el dedo, amenazante.
—Alissa, en cambio, nunca había tenido esos actos tan impropios de una joven —su mano empieza a temblar.
Ya para entonces, Gregor se ha sentado al frente de Alissa y tras mirarla directamente, le guiña el ojo derecho. Tiene una barba hirsuta y unos ojos cuyos color asemeja el café de la mañana. Tan negros y profundos que pueden hipnotizar a cualquiera.
Alissa desvía la vista y toma un sorbo de agua. De pronto, siente la garganta muy seca. Y no puede seguir allí.
—Además, Alissa ya tiene veinticinco años y es una mujer muy madura —destaca su madre.
<<El gran Jefe>>, niega. Sin duda, se aproxima una discusión familiar.
Alissa se levanta y coge su bolso del respaldo de la silla.
—Bueno, nos vemos, debo ir a la fábrica papá, hoy tenemos la reunión con los empleados, ¿Lo recuerdas? —comenta.
Gregor también se levanta bruscamente de la silla y mira solícito a su prima.
<<¿Qué es lo que pretendes?>>, piensa ella.
—Alissa, disculpa la molestia, pero ¿podrías llevarme de camino al trabajo? Hoy debo ir al gimnasio..., y la verdad voy un poco retrasado.
<<Hoy es un mal día para eso, Gregor>>, sentencia para sus adentros Alissa.
Sin poder negarse ella asiente y se despide de todos, saliendo resignada y en silencio. Juntos se encaminan hacia a la salida. Su corazón comienza a latir a galope. Justamente hoy, que debería tener el control de todos sus sentidos le tiene que pasar precisamente ésto.
<<Pero, la verdad, quizás justamente por eso, ¿no?, es que debería pasar>>.
Llegan al vehículo, se suben sin apenas dirigirse ninguna palabra. Ella toca la corneta como de costumbre al salir, en señal de saludo a los guardias que flanquean formidables, la entrada. Y toman juntos el camino desolado y resplandeciente que los llevará a la ciudad.
Al cabo de unos minutos, Alissa siente la mirada de Gregor sobre ella. Mientras permanece en el puesto del copiloto y el viento entra y alborota su cabello de forma incesante, comprende que ya no habrá vuelta atrás.
—Estoy realmente apurada, Gregor —musita en un hilo de voz.
Él silba. Y entonces la observa fijamente con mirada provocativa. El auto se detiene de golpe en el borde de la solitaria avenida. Ambos dan un respingo en sus respectivos asientos y cruzan miradas.
El fuego comienza arder alrededor, inexorable...
Él se lleva la mano hacia su mono y tras mirarla de una forma magnética, se toca su miembro ya viril.
—Sólo será un momento, ¿sí?
Le suplica, con inconfundible deseo. Alissa en cambio, le implora con leves espasmos en su cuerpo. Acto seguido, Gregor se quita el cinturón de seguridad, sube la ventanilla del auto y se coloca sobre ella.
Apaga el vehículo.
La besa mientras su mano juega con el brasier. Su lengua arremete contra ella y siente el placer de la pasión prohibida subir por todo su cuerpo. Introduce sus dedos en la boca de su prima. Los humedece con la propia saliva de ella y Alissa succiona cerrando los ojos, ahogando un gemido. Luego él busca su entrepierna y halla su órgano húmedo y caliente: inserta los dedos con ferocidad. Ella empieza a gemir y lo contempla un buen rato con irremediable placer.
Finalmente, tras una nueva embestida, ésta vez con su miembro en ristre ambos se dejan llevar...
Y es así como caen en el ardiente infierno.
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