Árin (Extra-2)
Jordan hablando:
Aston, 20 de diciembre de 2015.
(Hace ocho años)
¡Por fin llegó el día! ¡No veo la hora de ir! ¡Llevo todo el año esperando este día!
—Jordan, hijo ¿Ya tienes tu mochila lista?—Preguntó mamá desde la puerta de mi habitación.
—¡Sí mamá! ¡Desde anoche está lista!
Mamá sonrió, las ventanas de mi habitación estaban abiertas permitiendo que entraran los primeros rayos de sol, y estos le daban sutilmente en su hermoso rostro haciendo resaltar sus lindos ojos azules. A veces me parecía que sus ojos cambiaban a un color turquesa, pero cuando volvía a ver, tenían su color habitual.
Es tan hermosa…
Yo no heredé sus ojos, saqué los ojos marrones de papá, pero sí heredé su hermoso cabello rubio dorado, en eso sí me parecía a ella…
—No demores, te veo abajo —Me dijo ella segundos antes de irse.
Terminé de ponerme los zapatos, peiné mi cabello, aunque no importaba que lo hiciera, este siempre iba a estar desordenado. Me abrigué bien, estamos en diciembre y había un frío terrible allá afuera. El viento azotaba los árboles y la nieve cubría todo de blanco, pero nada de eso iba a impedir que fuéramos a ver la peregrinación anual de los ciervos.
Desde que tengo memoria, mamá, papá y yo íbamos a lo profundo del bosque para ver a estos animales adentrarse aún más en el bosque en dirección a las “Cavernas de Alondra”, un lugar que, según papá, tiene adentro un perfecto micro clima, con plantas frutales, un estanque y sobre todo, cero frío, convirtiéndolo en el lugar ideal para pasar el crudo invierno de Aston.
No sé cómo era eso posible, nunca lo he visto porque queda demasiado lejos para llegar…
Lo sorprendente de esta manada de ciervos era, que esta en particular tenía un líder fuera de lo común…
Era un ciervo gigantesco, de pelaje blanco y ojos azules penetrantes, sus astas eran el doble de grandes que las de los demás… y solo por eso me encantaba ir a verlos.
Mamá llama a ese ciervo Akela, y por muy extraño que suene, él la deja acercarse para acariciarlo y alimentarlo con bayas frescas…
«Bajé las escaleras casi corriendo y lleno de emoción»
—Me duele en el alma no poder ir con ustedes, Ángela.
—No te preocupes Jonh, no nos va a pasar nada, el bosque corre por mis venas ¿Recuerdas? —Sonrió.
—¿No vas con nosotros papá? Siempre vamos juntos —Interrumpí, ellos no habían notado mi presencia.
—Hijo —Caminó hacia mí —Lo siento, van a traer unos nuevos ejemplares para la ganadera y tengo que estar presente —Me cargó en sus brazos y me besó en la mejilla.
—Pero, siempre vamos juntos —Dije a punto de llorar, nuestro viaje familiar anual estaba a punto de fracasar.
—No te preocupes Jordi, la vamos a pasar genial —Agregó mamá sacándome una sonrisa.
—Anda vayan, si se demoran más les va a agarrar la noche.
Ambos nos despedimos de papá y subimos al auto para adentrarnos en el bosque.
El bosque Willow tiene tres kilómetros de camino, donde podíamos avanzar en auto, pero al llegar al final, el viaje sería andando, aunque nada de eso me molestaba. Tengo nueve años y desde los seis he venido con mis padres a este viaje.
La caminata fue de cuatro horas más, mamá se conocía el camino perfectamente y ya yo casi que me lo sabía de memoria. Caminamos, descansamos, merendamos, jugamos al “veo veo”. Hasta que al fin llegamos…
La pradera de los ciervos…
Ahí estaban todos, rebuscando en la nieve cualquier indicio de retoño o fruta congelada, las pequeñas crías corrían en todas direcciones y otros bebían del agua del arroyo, pero, faltaba uno…
Akela…
Hasta que lo vimos salir de unos árboles… mis ojos se llenaron de lágrimas de emoción al ver a ese hermoso animal caminar hacia nosotros. Era majestuoso, su pelaje era tan blanco como la nieve, sus ojos azules casi grises eran tan hermosos y fuera de lo común. Se acercó aún más hasta llegar a unos pocos metros de nosotros.
Mamá sonrió al verlo y el animal le hizo una corta reverencia.
—Espera aquí, Jordi —Me besó en la mejilla y caminó hacia a Akela.
Mamá se acercó y acarició su pelaje, luego acarició su rostro delicada y juntó su frente con la del ciervo. Siempre me impresionaba como un animal salvaje tenía esa confianza en un humano, era como si se conociesen de toda la vida.
—Hola viejo amigo, te extrañé —Escuché que le dijo.
—No has cambiado nada, Akela —Volvió a decirle y esta vez sacó de su bolso unas bayas que habíamos recogido en el camino.
—Aquí tienes, zarzamoras, tus favoritas —El animal comió de su mano mientras ella lo acariciaba.
—Es hora de que conozcas a alguien —Sonrió y Akela la miró.
«Mamá volteó a verme y me extendió su mano»
—Jordi ven, es hora de que conozcas a Akela formalmente.
Caminé hacia ellos con cuidado, ese animal era gigantesco e intimidante, pero nada de eso superaba la enorme emoción que sentía porque al fin lo iba a acariciar.
Mamá tomó mi pequeña mano, Akela agachó su cabeza hasta llegar a mi altura y mamá puso mi manita en su frente, su pelaje era tan suave, sus ojos me miraban y me transmitían una paz inmensa, mi corazón latía fuerte y no pude controlar la enorme sonrisa que se formó en mis labios.
—Akela, te presento a Jordan, mi hijo, él también va a traerte todos los años tus zarzamoras.
—Es hermoso, mamá.
«Se escucharon fuertes aullidos, muchos aullidos»
Al escucharlos todos los ciervos de la pradera comenzaron a correr despavoridos hacia el bosque.
—¡Corre Akela! ¡Protege a tu familia! ¡Nos volveremos a ver amigo!
Akela corrió juntos con los ciervos, perdiéndose así entre los árboles y justo en ese momento del otro extremo de la pradera comenzaron a salir unos lobos gigantescos.
—¡Mamá! —La miré aterrado.
Ella me cargó en sus brazos y comenzó a correr en dirección contraria a los ciervos, algunos lobos siguieron detrás de los animales, pero otros nos siguieron a nosotros. Mamá corría lo más rápido que podía, yo veía cómo los animales cada vez se nos acercaban más.
Corrió, corrió hasta que mamá no vió una colina de unos pocos metros de altura y caímos.
Rodamos por la nieve, mamá no me soltaba, con su cuerpo me cubría para que no me golpeara con las rocas del camino… hasta que llegamos a abajo.
Miré hacia arriba y ahí estaban, eran unos animales enormes, más grandes que un lobo normal.
¿Qué tipo de bestias eran esas?
Los lobos nos veían desde la cima mientras gruñían mostrando sus enormes y afilados colmillos, pero, finalmente desistieron de nosotros y dieron media vuelta.
—¡Se fueron mamá! ¡Estamos a salvo! —Dije sonriente.
Y cuando la ví me aterré, no podía ser cierto lo que mis ojos veían…
—¡Mamá.. no, no!
—Tranquilo Jordi, todo estará bien.
En su estómago tenía una estaca clavada, una enorme y gruesa estaca estaba encajada en su abdomen.
Sangre brotaba de su herida, y un quejido de dolor se escapó de sus labios.
—¡Mamá, no! ¿Qué vamos a hacer?
—Tranquilo mi amor, todo estará bien…
La noche cayó sobre nosotros, mamá se levantó a duras penas y caminamos hacia donde habían unas gigantescas rocas, ahí nos resguardamos del insoportable frío. Mamá me abrazó para mantenerme caliente, aunque su cuerpo cada vez estaba más frío.
Cada vez temblabamos más y era imposible dormir así, con ese frío, en medio del bosque con sonidos extraños, pero mi mayor preocupación era mamá… Su herida sangraba, y su respiración era pesada, quise quitarle la estaca pero ella me detuvo, me dijo que esa enorme rama detenía la hemorragia.
—¿Te duele mucho mami?
—No mi amor —Sonrió —Tranquilo, tu padre nos va a encontrar, a esta hora ya debe haberse dado cuenta de que algo malo está ocurriendo, ahora, descansa mi niño —Acarició mi mejilla y guío mi cabeza para que descansara en uno de sus hombros.
Pero sabíamos que era imposible dormir, ella se dio cuenta…
—¿Quieres que te cuente tu historia favorita?
Asentí, pues tenía un nudo en la garganta que me impedía hablar, sentía miedo y mis ojos estaban cargados de lágrimas…
Mamá aclaró su garganta y respiró profundo.
—Hace mucho tiempo, en un bosque mágico vivía una hermosa ninfa llamada Árin. Ella era conocida por ser la protectora de la naturaleza y los animales. Un día, el Gran Espíritu del bosque le asignó la tarea de cuidar al ciervo mágico del bosque Willow, una criatura única y especial. Árin aceptó la tarea y se dedicó a cuidar del ciervo con todo su corazón, ella sabía que el animal era muy importante para el equilibrio del bosque y que poseía una magia inigualable, por lo que siempre procuró mantenerlo sano y a salvo aunque eso le costara la vida. Un día llegaron unos cazadores y empezaron a capturar a todos los ciervos del bosque, sus astas tenían un gran valor comercial. Árin y el ciervo unieron fuerzas, gracias a su valentía lograron expulsar a los cazadores furtivos del bosque, y desde ese día Árin se convirtió en una leyenda, su valentía la convirtió en una heroína para todos los que la rodeaban y el ciervo mágico se convirtió en su amigo fiel para siempre. Árin y el ciervo formaron sus propias familias y tomaron caminos diferentes, pero eso no impidió que cada año volvieran a encontrarse.
Amaba tanto esa historia, ya me la sabía de memoria y aún así escuché cada palabra como si fuese la primera vez…
Esa noche dormimos poco, el frío era insoportable y los ruidos del bosque se escuchaban aterradores…
*****
Por fin salió el sol, y la cruda realidad me golpeó… Pude ver lo pálida que estaba mamá, sus labios estaban secos y agrietados y su ropa y manos estaban manchadas de sangre…
—Mamá…
Ella sonrió débil.
—Vas a estar bien Jordi.
De repente escuchamos sonidos de pisada entre los arbustos, miramos asustados hacia donde provenían, mamá me abrazó hasta que…
Pudimos respirar aliviados… ¡Era papá!
—¡Jordan, Ángela!
Corrió hacia nosotros y pudo darse cuenta de la gravedad de la situación.
—No, no, no —Dijo desesperado.
—Tranquilo John —Sonrió débilmente.
—Jordi —Me miró y esta vez lo ví con claridad, sus ojos eran color turquesa, no lo había imaginado —Te amo…
Y todo se volvió negro…
Debí desmayarme por la falta de agua, o por el estrés, no sé… Solo sé que desperté en mi habitación con mi padre a mi lado y me contó con lágrimas en los ojos que mamá había muerto…
Actualidad…
Luego de un mes de viaje por fin habíamos llegado a Aston…
Mi padre no fue a la guerra, el tuvo que asumir la alcaldía mientras que el señor Lockhood estaba fuera, después de todo, él era el más calificado para proteger el pueblo.
Luego de nuestro regreso, llegué con miedo a casa, no sabía cómo él reaccionaría a mi nuevo ser, le pedí a Monroe que no dijera mi verdad… y así lo hizo... Luego de lo que le pasó a mamá, papá comenzó a odiar a los lobos, cada diciembre cargaba su arma y se adentraba en el bosque para cazarlos, ¿Cómo le iba a decir que su hijo es ahora algo peor que un lobo? ¿Cómo le iba a decir que ahora soy un hombre lobo?
—¡Hijo! —Corrió hacia mí aliviado y me dio un fuerte abrazo.
—Papá yo...
—Tranquilo —Sonrió —Lo sé —Volvió a abrazarme —Monroe me lo contó.
—¿Qué? —Me desconcertó, ese Monroe me traicionó, aunque sé que lo hizo para ayudarme, sé que él aconsejó a papá —Si no quieres que viva aquí...
—¡Hey! —Me miró sorprendido —¿Pero qué dices? Eres mi hijo, seas como seas eres mi hijo y así te acepto —Ambos sonreímos y volvimos a abrazarnos.
—Lamento no habértelo dicho antes…
—Tranquilo Jordan, entiendo por qué lo hiciste, es mi culpa.
—Te quiero papá.
—Y yo te amo mi hijo —Su rostro se volvió serio.
—Hijo, hay algo que tengo que decirte, algo que te he ocultado toda tu vida y que me está matando por dentro, mereces saber toda la verdad.
—¿Sucede algo papá?
—Es sobre tu madre…
Papá caminó hacia su escritorio, abrió uno de los cajones y sacó un colgante, un colgante con un dige en forma de flor que yo recordaba perfectamente.
Era de mamá…
—Disculpa por ocultarte esta parte de tu vida, disculpa por ocultarte lo que era tu madre…
—¿Qué dices papá?
Papá caminó hacia mí y me puso el colgante, una escencia blanca salió del dige y entró en mí a través de mis ojos…
Y recordé…
—Jordi, te amo —Comenzó a toser sangre.
—¡Mamá, por favor no mueras! ¡Tienes que ser fuerte! —Lloré.
—¡Ángela! ¡Puedes sanarte! —Dijo mi padre entre lágrimas.
—Sabes que no puedo John, nosotras podemos sanar a todos, pero no podemos sanarnos a nosotras mismas.
—¿Sanarte? ¿Qué? ¿Cómo? —Los miré a los dos confundido y ellos se miraron entre sí.
—¿Recuerdas tu historia favorita? —Asentí —Es cierta Jordi, es sobre Akela y sobre mí.
—¿Eres una ninfa del bosque?
—Así es hijo, el espíritu del bosque está dentro de ti, mi amor, no heredaste mis poderes, pero sí tienes mi sangre —Acarició mi mejilla —Cuando seas un adulto cuida de Akela por mí ¿Si?
Papá nos abrazó y no pudo evitar llorar.
—No quiero que recuerde Jonh, no quiero que recuerde verme morir, no quiero que recuerde a Akela sino va a querer seguir viniendo cada año, cuando sea mayor dale mi colgante, en cuanto se lo ponga va a recordar todo —Lloró desconsolada.
—Si usas tu magia te debilitarás Ángela —Comenzó a llorar.
—Llámame Árin —Sonrió —Ya no hay que ocultarse para llamarme por mi verdadero nombre, John.
Mamá estiró sus manos, sus ojos cambiaron a un color turquesa, sus orejas se volvieron puntiagudas y de al costado de sus mejillas le salieron unas venas verdes que parecían enredaderas de plantas.
—Spiritus Silvarum fac filium meum obliviscere veritatis meae.
Un fuerte viento nos azotó, voltée a ver a mi madre y ví como sus ojos se cerraron para ya no volver a abrirse, y de repente, todo se volvió negro…
Y olvidé la otra verdad de mi familia… Olvidé el origen de mi madre.
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Hola, hola.
Hasta aquí el segundo capítulo extra.
Les debía la historia de la muerte de la madre de Jordan... ¡Y vaya que no se lo esperaban!
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