5. La mujer más bella
¿Alguna vez tuviste uno de esos días donde te levantas y sientes que todo te irá mal? Bien, hoy es uno de esos días para mí. Tengo que viajar, en autobús, y no tengo ganas de hacerlo. Mi abuela está enferma y ha sido internada de urgencias hace unos días. Mis padres ya están allá, en el pueblo, pero yo me tuve que quedar a terminar los exámenes antes de viajar. Si hubiera ido con ellos hubiera ido en auto, pero no me queda otra que cargar con ocho horas de viaje en autobús, compartiendo el espacio con alguien y observando césped y vacas campar.
Cuando llego a la terminal saco el pasaje y lo reviso. Es temprano, casi las ocho de la mañana, el autobús sale en treinta minutos. Busco con la vista la plataforma donde debo esperar y camino hasta allí rogando mentalmente que el asiento de al lado vaya vacío. Odio tener que sentarme con alguna vieja de esas que hablan y hablan como si te importara lo que van diciendo.
Los minutos pasan y el autobús llega, subo a él y busco el asiento trece, me toca en ventanilla, eso es bueno. La gente sube y se ubica mientras yo acomodo la mochila en la parte superior y me siento. Saco los auriculares enredados del bolsillo de mi pantalón, intento ordenarlos medianamente y los conecto al Iphone. La verdad nunca los desenredo del todo, soy un ser impaciente y no se me da eso de andar buscando por donde puedo ir desenredando el cable.
Ya están todos sentados y a mi lado no hay nadie, después de todo no será un día tan malo. Podré estirar las piernas e ir más descansado. Soy un chico alto, y estos asientos me resultan terriblemente incómodos, sobre todo cuando el de adelante empieza a enviar el respaldo de su silla hacia atrás. Mis padres no me quisieron dar el dinero para viajar en el coche cama.
El autobús se pone en marcha y justo cuando estamos por movernos se detiene, vuelve a abrir las puertas y sube una chica. «Oh no, no aquí, por favor no aquí», pienso internamente. La veo caminar hacia mí con su boleta en mano y una sonrisa enorme pintada en su rostro. Parece que ha encontrado el asiento y es justo a mi lado.
Es una chica rellenita. No... que digo rellenita, es una chica obesa. Sus piernas y sus brazos son regordetes, tiene una cadera enorme que no imagino como cabrá en este espacio tan reducido. Su pelo es de color rojo, no se ve teñido, es pelirroja natural. Sus enormes cachetes están teñidos con pequeñas pecas y tiene los ojos verdosos. La chica me sonríe y coloca su bolsa en la parte superior de nuestros asientos destinados a las maletas pequeñas. Suspiro. Adiós idea de viajar cómodo y menos con una persona tan... grande... a mi lado.
Ella intenta dificultosamente acomodar toda esa carne en ese espacio tan reducido. Cuando lo logra se voltea a mirarme y sonríe.
—Hola, me llamo Julieta, puedes decirme July. —¿Por qué querría yo decirle July?, ni siquiera quiero hablar con ella.
—Hola, soy Facundo —saludo educadamente.
—Un gusto, Facu. —No recuerdo haberle dicho que podía llamarme así.
Justo atrás de ella sube otra chica, su cabellera es negra y lacia, sus ojos negros son grandes y tiene unos labios gruesos que en ese momento se me hicieron bastante apetecibles. La chica se acerca a July y le habla sonriente.
—Voy atrás July, que pena que no conseguimos asientos juntas.
—No hay problema Ana, estaremos juntas muchos días —responde mi compañera de al lado. ¿Por qué no me pudo tocar la morocha sexy como compañera?, me cuestioné consternado.
—¿Vas de vacaciones? —July vuelve su conversación a mí.
—No, mi abuela está internada. Voy a verla. —Respondo lo más cortante que pueda a ver si no se da cuenta que no tengo ganas de conversar con ella. Me lamento de nuevo que no hubiera subido primero la morocha.
Julieta se acomoda en su silla y su brazo rechoncho me golpea sin querer.
—Lo siento. —Se disculpa al notarlo, yo solo asiento con la cabeza. Me pregunto cómo alguien puede ser tan despreocupado de sí mismo y llegar a ese extremo de gordura. ¿Qué acaso no se quiere a si misma?
Vamos en silencio por un buen rato, ella saca un libro y se pierde en la lectura. Observo que va bien vestida, trae un jean ajustado —obviamente todo le debe quedar ajustado—, una blusa negra con un escote mediano que deja ver un poco de sus enormes pechos, calza botas también negras y lleva muchas pulseras, anillos y una cadenita. Debería admitir que se muestra coqueta.
Cierro los ojos y me dispongo a cambiar de ritmo, elijo algunos temas de rock y me preparo para perderme en esas melodías a ver si mejoran mi día. Subo el volumen y entonces ella se voltea a mirarme.
—¡Qué buena música! —exclama. Tiene una sonrisa bonita con dientes alineados a la perfección—. ¡Es mi grupo favorito! —Sonríe, es también el mío—. ¿Tienes el álbum?, debería comprármelo.
—Sí, está genial —respondo. Me parece demasiado extraño que a una chica como ella le guste esta clase de música.
—Nosotros tocábamos esos temas con el grupo —menciona y la observo curioso.
—¿Tenías un grupo?
—Sí, soy cantante... pero lo dejé ahora por la universidad.
—Yo toco la guitarra —añado sonriendo—. Siempre quise un grupo.
—Un día armamos uno —bromea y yo asiento. Me imagino a una chica como ella siendo cantante de un grupo de rock. Bizarro.
Cuando llegamos a la parada para el almuerzo, bajo tras de ella. Tomo una bandeja y me sitúo en una mesa. Julieta y su amiga Ana se están aun sirviendo la comida. Me pregunto cuanta cantidad de comida necesita esa chica para cubrir su apetito y río ante mi pensamiento.
Saco el celular y me pongo a responder algunos mensajes hasta que la voz de Julieta me hace levantar la vista.
—¿Podemos sentarnos? —pregunta y asiento. La morocha estaba con ella.
Se sientan allí y entonces observo su comida. No trae más que un bife de carne pequeño y un poco de ensalada, un vaso de jugo acompaña su almuerzo. La otra chica tiene un enorme plato de pastas. Sonrío pensando que deberían intercambiarse los platos.
Comemos en silencio y no puedo evitar pensar que Julieta posiblemente está de dieta. Pobre... quizás debería dejar de comer por un año entero para poder bajar un par de kilos.
—¿Solo comes eso? —pregunto incrédulo cuando mi curiosidad es mayor que mi razón.
—Si... me gusta comer sano. —Okey, me esperaba cualquier respuesta menos esa. La miro despectivo levantando las cejas y no me percato a tiempo de que mi expresión de sorpresa me delata. Sus mejillas se tiñen de rojo e incómoda baja la vista a su plato de nuevo.
—La gente piensa que soy obesa porque solo como chatarra... No es así —dice volviendo la vista a su plato y jugando incómoda con las verduras.
Me siento mal por ofenderla, hasta ese momento no me había percatado que Julieta tenía una sonrisa hermosa y que no se había borrado desde que subió al autobús hasta ese preciso momento. Era una de esas sonrisas que parecen iluminar el sitio. Terminamos de comer y se disculpa para ir al sanitario. La veo marchar contorneando de un lado al otro sus enormes caderas. Me parece extraño que su amiga no la acompañe puesto que las chicas siempre van juntas al baño pero ella finge que aun come.
—No seas idiota —dice apenas la vemos partir—. No juzgues a las personas por su apariencia.
—¿De qué hablas? —pregunto sorprendido.
—Se nota que la miras con... ¿asco?
—No hables sin saber. Me dices que no juzgue y tú lo estás haciendo también.
—Sólo no seas idiota, no sabes las cosas que ella tiene que pasar. Además Julieta es la mejor persona que conozco y no me gusta que la lastimen.
La morocha se levanta y se aleja hacia los sanitarios. Debo admitir que me siento mal. No soy de los que ofenden o agreden a aquellos que son diferentes, pero la verdad es que siempre los había ignorado. Yo me considero un chico guapo, siempre rodeado de mujeres bonitas y aunque no soy un mujeriego, sé que puedo conseguir a la que quisiera. Tengo todo para lograrlo.
Las veo salir del sanitario y sube al autobús. Cuando nos ponemos en marcha para continuar el camino me siento en la necesidad de pedirle disculpas.
—Si te ofendí, lo siento... —susurro.
—No te preocupes, estoy acostumbrada, ya no me afecta. —Su sonrisa ha vuelto e ilumina de nuevo el sitio.
—Okey... —respondo cohibido. No sé qué más decir.
—No soy gorda porque quiero, ¿sabes? Tengo un problema hormonal. Es una enfermedad, y esto —dice mirando su cuerpo—, es consecuencia de ello. No importa lo que coma o el ejercicio que haga, y aunque logre bajar un poco, vuelvo al peso siempre. Soy así desde siempre y he sufrido mucho Facu, los chicos como tú tienden a burlarse de gente como yo o en el mejor de los casos a ignorarnos... Eso lo he vivido siempre.
—Yo no me he burlado, mi intención no era...
—No digo que tú te hayas burlado —me interrumpe—, lo que digo es que sé cómo funciona el mundo, he vivido aquí desde siempre. Es más fácil para chicos como tú o como Ana, no se dan idea lo que puede ser para las chicas como yo.
—Lo siento —repito arrepentido, hay una pizca de dolor en su mirada.
—No es tu culpa. Solo quería que sepas que si hubiera podido elegir no sería así.
Quedamos en un silencio incómodo pero ella luego vuelve a hablar.
—¿Sabes qué? Si sería así. Me gusta lo que soy y la mujer en qué me he convertido. Soy una persona sincera, directa, cariñosa, afectiva. No hay dobleces conmigo, digo las cosas como siento y me preocupo por aquellos que son importantes para mí. No miento, no engaño ni traiciono. Soy inteligente, responsable y muy buena en lo que hago. Soy buena amiga, buena hija y buena hermana... y las personas que me necesitan, me encuentran siempre. La talla no me hace mejor o peor... solo hace que algunos no me quieran conocer... y pues, ellos se lo pierden. —Sonrío al oír aquello, sus ojos brillan de forma armoniosa junto con aquella sonrisa cálida que ilumina.
—Interesante... ¿Qué haces? —pregunto. De repente tengo ganas de hablar con ella y conocerla.
—Te dije que cantaba. ¿Quieres oír? —Me pregunto cómo puedo oírla en el autobús pero ella saca el celular y pone una pista, canta suavemente unas estrofas y yo quedo anonadado.
La voz de esa chica es angelical y perfecta, aun cuando lo hace suavemente para no llamar la atención. Entonces una señora que está delante de nosotros se da la vuelta y le pide que cante más fuerte. Ella sonríe incómoda pero luego y cuando otros más se unen al pedido se levanta y pasa al centro del autobús. Saca un pendrive y se lo pasa al chofer para que ponga las pistas y entonces, sin reservas, canta tres canciones.
Su voz es tan perfecta que hace que todo en ella se vea armónico. Pone tanto sentimiento en su canción que la gente la admira entusiasmada. Luego de la tercera y última todos estallan en aplausos. Ella sonríe agradecida y se acerca de nuevo a nuestro sitio.
Entonces nos ponemos a hablar de música y a intercambiar canciones desde nuestros celulares por un buen tiempo. Tenemos los mismos gustos musicales y hablar con ella es sencillo y agradable.
Cerca de las tres de la tarde el autobús vuelve a hacer una parada, no más de diez minutos para comprar algunas golosinas. Bajamos juntos, Ana se había quedado dormida y queda en su asiento. Compramos algunas gomas de mascar y un agua mineral y caminamos hasta un mirador que está a dos metros del lugar. Necesitamos estirar las piernas y descansar unos instantes mientras los demás hacen sus compras.
—¿Entonces vas de vacaciones? —pregunto y ella asiente.
—Ana es mi mejor amiga e irá a estudiar a España. No nos veremos por años así que éste es nuestro viaje de despedida. Al menos hasta que regrese, somos amigas desde siempre.
—Qué bueno. Quizás podemos hacer algo en esos días, digo... Si mi abuela no está muy mal y las cosas no empeoran. Podríamos salir los tres.
—Sí, no hay problemas —sonríe divertida—. Eres el tipo de chico que le gustaría a Ana —comenta aunque no sé bien el porqué. No he pensado en Ana desde el almuerzo, la estaba pasando muy bien con July.
Volvemos al bus y nos sentamos de nuevo, queda poco de viaje pero son las horas más tediosas. Ella saca de su bolsa un rubor y el labial y se pinta coqueta. Se pone un poco de colonia y puedo absorber su aroma delicado a frutas cítricas, es delicioso. Me detengo a observarla de reojo, se retoca el maquillaje suave que trae con esmero. Después de todo es una chica, como cualquier otra.
—Te ves bien, ¿te espera alguien? —pregunto al verla esmerarse en su aspecto.
—No, nadie... No es necesario que nadie me espere para que me arregle un poquito. Lo hago por mí.
—Entiendo. —En realidad no lo entendía.
—Un día decidí que solo tenía dos opciones, renegar de mi realidad o aceptarla. Renegarla solo me hacía vivir triste y deprimida, siempre inconforme y buscando convertirme en alguien que no soy para agradar a los demás, para llamar la atención de alguien o conseguir un afecto. Aceptarla me llevaba a poder hacer algo al respecto, mejorar mi alimentación, cuidarme, ponerme bonita para nadie en especial, sino para mí misma... Después de todo soy yo la que vive conmigo. Si no me quiero y no me cuido, nadie lo hará por mí. No digo que un día no me gustaría ser una chica como el resto, poderme poner ciertas ropas, hacer ciertas cosas... vivir los privilegios que la naturaleza y la vida le dan a los que han nacido delgados o bellos... Pero estas son las cartas que me dio la vida, y no soy ni peor ni mejor por ser así...
En silencio me detengo a pensar en sus palabras, nunca lo había visto de esa forma. Creía que quienes son así era porque realmente querían serlo, porque son vagos o descuidados, porque no les importa su aspecto. Me encuentro entonces pensando que yo tengo menos autoestima que esa chica, aunque me siento guapo no me creo ni tan inteligente ni tan talentoso como ella se siente. Sonrío, su forma de ver la vida me había iluminado el día. Es cierto... si no nos valoramos primero nosotros, ¿quién lo hará?
Estamos llegando a destino y yo me quedo observándola, finalmente el viaje se me hizo corto. Su cabello rojizo parece tan suave que tengo ganas de palparlo. Me pregunto cómo sería perderse en esos ojos verdes tan profundos o ser el causante de esa sonrisa que ilumina hasta la habitación más oscura. Me quedo pensando en si sus labios sabrían a frutas cítricas o si su piel tan blanca sería tan suave como se ve. Sacudo mi cabeza cuando mi mente me muestra una chica completamente distinta a la que había visto cuando llegó. En realidad Julieta es bella, irradia una luz y una paz que te hace tener ganas de permanecer allí. El roce de su brazo ya no me molesta, por el contrario me agrada y quiero hacerla sonreír para que su luz no se extinga.
Me doy cuenta que mi día empezó a mejorar porque ella empezó a iluminar mi oscuridad y a disipar las tinieblas con su sonrisa y su alegría, con su seguridad y autoestima.
Cuando llegamos a destino la ayudo con la maleta, bajamos y entonces mientras Ana busca su equipaje me acerco a July para despedirnos.
—Ha sido un placer conocerte —digo sincero y ella sonríe.
—Igualmente digo, ojalá algún día toquemos juntos. —Se encoge de hombros.
—¿Me... me darías tu número? —pregunto un poco nervioso y ella asiente. Me pide el mío y lo marca desde su celular para que registrara la llamada. Lo agendo entonces y luego le sonrío.
—Escríbeme y organizamos algo. Ya verás que Ana te cae bien. —Su comentario no lo he entendido pero solo asiento. Ana se acerca hasta nosotros y colocándose al lado de July no me parece ya tan bella como me pareció en un inicio, ella no brilla como su amiga.
Las chicas se despiden y caminan hacia la salida para tomar un taxi. Una sensación de que un vacío se instala dentro de mí me sobrecoge al verla marchar. Entonces y sin pensarlo corro hasta ellas.
—July —digo llamándola y ella se gira.
—¿Si? —Me sonríe, y eso me encanta.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Dime —asiente luego de decirle a Ana que la espere. Se acerca a mí y me sonríe expectante.
—¿Saldrías conmigo?
—¿Yo? —pregunta confundida. Sus ojos se abiertos, grandes y sus cejas levantadas denotan sorpresa.
—Sí. ¿Quién más?
—Pensé que Ana... —murmura ella encogiéndose de hombros como si no lo entendiera.
—¿Ana? ¿Por qué querría salir con ella? He hablado contigo todo el viaje... me gustaría, conocerte mejor. —Mi actitud parece sorprenderla, pero rápidamente cambia su semblante y su sonrisa se hace aún más intensa y brillante.
—Bien... en ese caso llama cuando quieras. —Me guiña un ojo y vuelve junto a su amiga mirándome y saludándome con la mano.
La miro partir y me quedo pensando en cuántas veces llenamos nuestras cabezas de prejuicios o ideas preconcebidas, juzgamos a las personas y no las dejamos ser... July me ha demostrado que no todo es lo que parece y me ha dejado con las ganas de conocerla aún más. Es una mujer atrapante, luminosa y alegre... y en ese momento me pareció la mujer más bella que había visto en mi vida.
***
Espero que les haya gustado este cuento. Como sabrán me gusta escribir historias con personajes poco convencionales, gente no tan perfecta... porque la vida real es acerca de las imperfecciones, y como ya les había dicho en La chica de los Colores "El secreto está en amar aquello que nos hace diferentes".
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