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Cap 13

—¿¡Pero mamá!? —chillo Ciara molesta.

—Pero nada. —siguio haciendo su trencita.

La mire divertida desde el reflejo del espejo, Adham está planchando mi cabello. Si yo lo hiciera terminaría con una de dos: el pelo quemado; el dedo quemado.

Nadie quiere eso.

Mis dos hermanos usan trajes impecables, con corbatas rojas y llevan su cabello peinado hacía atrás. El menor está ayudando a su gemela a ponerse las zapatillas mientras mamá le hace una trenza tejida como diadema.

Mientras mi hermano mayor terminaba de planchar mi cabello, me estoy haciendo dos trencitas con los mechones delanteros para atarlos por debajo de mi cabello y el resto no se me venga en la cara.

—Listo. —desenchufo la plancha y la dejo en el tocador. Me levanté de la silla. Mi cabello estando planchado llega a mi espalda alta.

Me giré en dirección a mi madre, ella usa un lindo vestido color blanco que se ajusta a cada cueva de su cuerpo, mi hermana y yo usamos vestidos color rojo. Los colores de nuestra familia.

Pureza, pasión y elegancia.

Blanco, rojo y negro.

—¿Nos vamos? —cuestione.

***

La puerta de la casa de los Hidalgo está abierta de par en par mientras familias enteras entrar a esta.

Nos bajamos del auto y entramos con mamá en el centro, los gemelos a sus lados y Adham y yo a sus lados de ellos.

Suena una música suave y la gente plática y llena la mayor parte del silencio.

Nos detuvimos en una esquina e inspeccione el lugar con la mirada —. Que falta de cortesía. —dijo mamá un poco molesta —. No recibir a los invitados.

—Seguramente están esperando a que lleguen todos para hacer una entrada triunfal. —un camarero nos ofreció copas de champán y pequeñas copas con jugo para los gemelos, les guiñe un ojo —. Solo esperen y verán.

Después de unos minutos, la música dejo de sonar y el silencio reino, de las escaleras principales comenzaron a bajar Juan Hidalgo y su esposa, seguidos de sus tres encantadores hijos.

Los dos mayores traía la mejor cara de molestia que hubiera visto en mi existencia y Apolo le sonreía gentilmente a todos los invitados.

—Seria buen momento para que vayan a darles la mano antes de que bajen el último escalón. —dijo burlón Adham.

—Como en las películas. —le siguió el menor.

—Saben que no estoy en desacuerdo de que se burlen entre ustedes, para hay lugares para eso y yo no crié a cuatro maleducados. —nos riñón mamá.

—Pero nosotras no hicimos nada. —chillamos indignadas.

—Pero las conozco. Estaban a nada de darles un pisotón y estos dos van a gritar como si les hubieran amputado el pie. —mamá vió a alguien detrás de nosotros —. Que linda fiesta ¿verdad niños?

Mi ceño se frunció, ¿Cómo pasamos de hablar de los gritos de mis hermanos a de lo linda que es la fiesta?

—Si es maravillosa. —le siguió la menor con una voz tierna.

Entonces entendí todo —. El champán es exquisito.

—La pulpa de su jugo es de una excelente calidad. —mis hermanos y yo ahogamos una risa ante la voz refinada de Ciaran.

—Sus copas son perfectamente cristalinas. —le siguió el mayor en el mismo tono.

Ciara agarro una servilleta de una mesa cercana —. Y no hablemos de las servilletas por favor, son de las telas más refinadas del país.

—¡Niños basta! —nos regaño mamá entre dientes.

Seguimos riendo por lo bajo.

—Hay vienen los Hidalgo. —nos murmuro y nos enderezamos.

—Juan es un placer verte. —lo saludo mamá con una sonrisa encantadora.

—Igualmente. —mi mirada viajo a los Hidalgo —. ¿Cómo la están pasando?

—Exelente. —se apresuró a responder mi hermano mayor amablemente.

—Me alegro mucho. —miro a mis hermanos menores —. ¿Que tal el jugo?

Los cuatro soltamos un bufido acompañado de una leve risa que ahogamos rápidamente, Ciaran hizo su mayor esfuerzo por no reírse pero la sonrisa que cargaba de oreja a oreja delataba que quería hacerlo —. De primera calidad. —le dió un sorbo —. ¿Jumex?

Nos volvimos a reír, y está vez tardamos más en contener la risa —. Una disculpa, chiste de familia. —nos excusé cuando pude parar de reír.

Nos sonrió gentilmente —. Entiendo. ¿Laura te molestaría hablar conmigo a solas un momento?

Mi mamá negó con la cabeza —. Para nada, te sigo. —Juan le dedicó una mirada a sus tres hijos para que se encargarán de nosotros y segundos después los vimos desaparecer entre la gente.

Apolo se colocó a mi lado —. ¿Te gusta la fiesta?

Analicé el lugar por un breve momento —. Está bien supongo.

Miro a alguien entre la gente y sus ojos se iluminaron, mire en esa dirección, una linda chica pelirroja hablaba animadamente con Claudia, eran idénticas, juraría que son hermanas.

—Es muy linda. —le dije de pronto y sus mejillas se tornaron de un color rojo —. ¿Quién es?

—No es nadie.

—Pues no parece nadie. —se metió el metiche de Ciaran —. Es muy linda.

—¿Quien? —intervino Ares.

Señale a la chica con la cabeza —. La chica que está con Claudia.

—Oh, es Claudette, su hermana pequeña. —respondió pasándose una mano por el cabello.

—Así que nadie se llama Claudette. —mire a Apolo divertida.

Suspiró —. Podemos dejar de verla, tiene un sexto sentido como el hombre araña.

—Me pregunto cómo lo abras descubierto. —murmure.

—Ah... Yo... Oh mira Ares, son Dani y Raquel, debemos irnos. —arrastro a su hermano mayor lejos.

—¡Una fuente de chocolate! —dijeron los gemelos antes de salir corriendo en esa dirección.

Cuando me giré Adham tampoco estaba —. Me gusta tu vestido.

Me giré para ver a Artemis —. Supongo que es una mala señal. No me gustaría que apareciera en la basura por obra tuya.

—Solo si lo rompiera.

—Si, eso no pasará. —me apresure a negar —. No pasará nada Interesante hoy.

Sonrió ladinamente —. Quizá hoy no, pero ¿Que te parece mañana por la madrugada? —me quedé callada y cuando iba a hablar la música volvió a sonar —. ¿Me permites? —me ofreció su mano, después de unos segundos de dudar la tomé.

Me arrastro al centro de la pista, las luces se volvieron tenues al grado que a penas podía ver su rostro, me tomo de la cintura y un escalofrío me recorrió cuando sus dedos tocaron mi espalda desnuda.

Me pegó a su cuerpo y coloque mi mano sobre su pecho —. No creo que la cercanía sea necesaria.

—¿Ah no? —metio su pierna discretamente entre las mías y apreté los labios —. ¿Que tal ahora?

No me dejó contestarle porque ya nos estaba balanceando suavemente de un lado a otro, el roce de mi intimidad con su pierna estaba torturandome.

Oculte mi rostro en mi pecho y me mordí el labio, dejó de sujetar mi mano y recargue la mía en su hombro, él la llevo a mi cadera, me alzo levemente y luego me bajo creando una fricción terriblemente deliciosa.

Me aferré a su saco, la canción termino y se alejo de mí, gruñi en respuesta —. Adiós. —y el muy maldito se fue.

Nota.

OMG.

El capitulo estuvo larguito está vez.

Las leo luego Artemisas.

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