Way Back
Sé que ha sido un largo camino hasta este capítulo, pero aquí estamos, poniendo el punto y final a esta historia :3 y ello me tiene muy feliz. No me alargaré más, nos leemos abajo.
¡Que lo disfruten!
Capítulo 9: Way Back
Shinobu depositó un beso en los labios del hombre inconsciente, como si con ello fuera suficiente para que despertara. Sin embargo, al alzarse -al igual que cada vez que había hecho lo mismo- no hubo cambios en él. Ni el más mínimo indicio de conciencia o reconocimiento y la amargura invadió a la muchacha, haciendo que sus pasos se apresuraran fuera de aquella habitación.
Porque la vida siempre había sido cruel con Shinobu, quitándole todo lo que había amado sin misericordia alguna y, en base a sus experiencias previas, esto no tendría por qué ser distinto
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¿O sí?
A veces esa pregunta rodeaba la mente de la ex Pilar, haciéndola sentir esperanzada, antes de matar cada sentimiento positivo con la imagen de un Giyuu congelado en el tiempo de esa solitaria habitación.
Shinobu inspeccionó a Tanjirō y sonrió a Kanao al terminar su revisión diaria, porque su hermanita no se separa de la cama del mayor de los Kamado y comparte la labor de cuidarlo junto a la dulce Nezuko.
— No hay cambios, Kamado-kun permanece estable — comentó a la joven de coleta, quien asintió con una sonrisa en su rostro.
Shinobu devolvió la sonrisa, pensando en que -definitivamente- algunas costumbres eran difíciles de dejar.
— Sé que va a despertar, aunque tarde en hacerlo — dijo, ampliando su sonrisa, mientras cerraba sus ojos y aquellas simples palabras calaron profundamente en la más bajita.
La confianza de Kanao en Tanjirō la hizo admirable a ojos de Shinobu, quien la observó tomar asiento, mientras comenzaba la rutina de ejercicio de movimientos pasivos de las piernas del joven, para intentar aminorar la atrofia muscular que implicaba su condición.
Todos los días se repetía aquella rutina, junto a la sonrisa apacible de la muchacha. Shinobu sonrió sinceramente, antes de salir de la habitación para dirigirse a la de Giyuu para monitorizar su condición.
En el camino, observó a Shinazugawa comenzar su rehabilitación junto a Aoi y Nezuko, las cuales lo vigilaban atentamente, a pesar de la intimidante mirada del Hashira. Kochō sonrió y siguió su camino a paso cada vez más lento y pesado, sin energías para enfrentar la imagen de Tomioka postrado.
— ¡Hey Kochō! — Fue el saludo de Uzui al toparse en el pasillo con la dueña de la finca — ¿Novedades?
— Uzui-san — saludó, sonrisa falsa en labios —. Sólo que Shinazugawa-san comenzó hoy la segunda fase de su rehabilitación.
Tengen la miró y levantó su ceja visible ante sus palabras, entendía perfectamente las implicaciones de lo que no le estaba diciendo, además, había aprendido a comprender la sonrisa que le estaba dando la menor.
— Kanao está ayudando con el tratamiento de Kamado-kun y yo...— Su voz se desvaneció al pensar a dónde se dirigía, su sonrisa titubeó en sus bordes y Uzui suspiró al verla.
— Me gustaría acompañarte para verlo — comentó y la joven tomó la salida que le estaba ofreciendo su colega.
Shinobu asintió con su cabeza y retomó su camino, el más alto la siguió en silencio, dejando ir el rostro despreocupado que había lucido ante ella para dar paso a un ceño fruncido ante lo ojerosa y delgada que Shinobu se veía.
Uzui era consciente que la peor parte tras la batalla, se la había llevado el equipo médico y que Shinobu, como siempre, se sobreexige para cumplir con todas sus obligaciones. El shinobi sabía que las ojeras no sólo eran a causa del exceso de trabajo ni de las investigaciones paralelas que ella estaba llevando a cabo para ayudar a los Pilares que habían despertado la marca del cazador ni las propias para desintoxicar su cuerpo del veneno en su interior, sino que se debían a la sangre derramada y a los seres queridos perdidos, incluso a los que aún no podía recuperar.
A Tengen le preocupa la extrema delgadez en alguien que ya poseía un peso enfermizo en su mejor condición, pero sabe que Shinobu se alimenta a conciencia (todos estos meses la había mantenido vigilada en ese sentido) y que -posiblemente- no ganaría peso hasta que sus preocupaciones se lograran disipar.
Simplemente, debía admitir que la espera, la ansiedad y el sobre pensamiento eran una mierda que consume poco a poco.
Realmente espera -por el bien de aquella mujer- que el estúpido Pilar del Agua decida despertar de una vez por todas y le traiga paz a la mente inquieta y al corazón angustiado de Kochō.
La joven se detuvo frente a la habitación de Giyuu y entró sin demora, su ex colega detrás de ella. El silencio se mantuvo mientras revisaba a su paciente, siendo consciente de la densa mirada de Uzui puesta en ella.
— Siempre ha sido un sujeto molesto — comentó el ex Pilar, como si hablara del clima y Shinobu se tensó ante sus inesperadas palabras —, pero no pensaba que te haría esperar tanto.
Y ante esas palabras dolorosamente certeras, una risa quebrada se escapó del alma de la muchacha, provocando que Tengen apretara sus labios, porque no pensaba que ella pudiera emitir un sonido tan lastimero. Simplemente, su risa sonaba tan agonizante que podría confundirse con un llanto desconsolado.
— Tomioka-san definitivamente está siendo molesto ~ — comentó, con su voz cantarina, en un inútil intento de aplacar su angustia.
— Sin embargo, no podría estar en mejores manos — dijo de manera ligera y despreocupada, acercándose al pelinegro —. No sé qué tanto estás arreglando o a qué temes, pero ya va siendo hora que lo enfrentes y vuelvas con nosotros.
Las bruscas palabras fueron dichas con la sonrisa afilada y confiada -tan característica de aquel hombre extravagante-, dirigidas al hombre inconsciente, mientras Uzui ldaba pequeños golpecitos con sus dedos, sobre el labio superior de Giyuu.
Shinobu volvió a reír ante las palabras exigentes del shinobi y lágrimas rebeldes abrasaron sus mejillas, dejando marcas calientes en ellas.
Su pecho dolía tanto que el aire apenas era capaz de entrar y, definitivamente, había olvidado lo que era ver sus ojos libres de hinchazón y de ojeras. La comida que se forzaba a ingerir cada día era tan dolorosa de tragar y difícil de mantener, en vez de vomitarla, que realmente no sabía cómo había sido capaz de mantenerse en pie hasta ese momento. El insomnio y las pesadillas no le daban tregua.
Aún así, cada nuevo día, secaba sus ojos, forzaba su estómago y esbozaba su sonrisa ensayada para cuidar de la gente a su cargo.
Sin embargo, ante las palabras dichas por Uzui, las lágrimas no dejaron de caer, a pesar de sus esfuerzos por contenerlas y la imagen que presentó al hombre albino, fue el de una muñequita de porcelana -finalmente- rota. Tengen chasqueó la lengua, al tiempo que desviaba la mirada hacia la ventana y cruzaba sus brazos por sobre el pecho, ocultando su única mano en el interior de la manga de su yukata.
— Sabes que está bien que sientas todo aquello, ¿cierto? — preguntó, sin cambiar de actitud —. Porque si lo guardas, te consumirá.
— Pensé ...que los... ninjas ... ocultaban sus emociones — comentó entre hipidos y el hombre rió con ganas de aquel comentario.
— Fue una de las razones por las que dejé a mi clan y me convertí en cazador — confesó, en tono ligero y hasta juguetón, pero Shinobu sabía que bajo la capa de desinterés y despreocupación había verdad y dolor.
— No sé qué más hacer para ayudarlo — confesó lo que más la angustiaba.
— Ya has hecho suficiente, sólo depende de él. — Uzui la miró, borrando su sonrisa y Shinobu dejó de frotar sus ojos hinchados y llenos de lágrimas para observar al causante de éstas.
Giyuu lucía apacible y una sonrisa melancólica se instaló en sus labios, los recuerdos de la única noche que pasó junto a él abriéndose paso en su memoria, acuchillando a su maltrecho corazón ante el recuerdo de todas esas oportunidades perdidas de dormir y despertar a su lado a causa de sus propios miedos.
¿Y ahora?
Ahora daría lo que fuera por verlo abrir sus ojos y que el azul de su mirada la inundara con su profundidad. Ahora se arrepentía de cada oportunidad perdida y la culpa se mezclaba en la ecuación de sus emociones, descontrolando todo en ella.
— Dale más tiempo — concluyó el ex Hashira, antes de revolver el cabello suelto del pelinegro —. Es todo lo que puedes hacer.
Y con esas palabras, miró por última vez a la joven, pero antes de irse, posó su mano en el hombro femenino.
— Seguimos siendo colegas y no estás sola, puedes apoyarte en los demás — dijo, su voz apacible —. Si antes no lo hubieras hecho, simplemente no habrías sobrevivido y eso hubiera provocado que muchos más murieran.
Tengen dio unas leves palmaditas en la cabeza de la muchacha y se retiró, porque tenía la impresión que ella necesitaba estar a solas en esa fría habitación. Y el llanto desgarrador le dio la respuesta a su intuición. Uzui volteó levemente antes de cerrar la puerta del lugar, observando cómo Kochō estaba tendida sobre el torso de Tomioka, ocultando su rostro mientras se aferraba a él.
Suspiró, alejándose del lugar con un semblante serio, porque sabía que Kochō Shinobu era una mujer terca y que difícilmente mostraba sus reales emociones, alguien a quien la rabia había abandonado para reemplazarla por una angustia y melancolía que no sabía sobrellevar. Él lo había visto mucho en su clan, personas que se perdían por no saber sobrellevar sus emociones y las terminaban bloqueando hasta no sentirse humanos.
Seres perfectos para ser ninjas despiadados.
Apretó sus labios, le había prometido a sus esposas que no dejaría que aquello le sucediera a Kochō y, aunque tuvo que romperla, estaba seguro que la joven se recuperaría. Al fin y al cabo, aún estaba a tiempo.
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Tiempo.
Aquello era lo que no existía en el lugar en el que se encontraba vagando. Todo a su alrededor se sentía brumoso e irreal, a veces lo envolvía la sensación de estar rodeado por algo más denso que el aire. Sin embargo, por más que caminara, no veía nada más que una niebla azulada que a ratos oscurecía, dando la impresión de que el mundo había sido consumido por la noche.
Tomioka no cambió la expresión inmutable de su rostro, la frialdad que sentía en esa neblina a veces desaparecía, dejando la nada misma. Aunque, había ocasiones en que una suave y melodiosa voz lograba filtrarse a través de tal lugar atemporal, llevando cierta calidez que llenaba su alma.
Nunca lograba identificar las palabras susurradas por esa voz, pero le agradaba al mismo tiempo que perder su compañía lo hacía sentir angustiado, como si hubiera olvidado algo importante mientras vagaba por la bruma.
Como si tuviera que estar en otro lugar en vez de aquel, claro que, por más que lo pensaba, no lograba saber cuál era ese lugar. Además, la voz se le hacía familiar, aunque no lograba precisar a quién pertenecía.
En ese momento, Giyuu se detuvo y frunció el ceño, un pequeño cambio en su semblante usualmente vacío, porque algo no se sentía bien. Su pecho dolía, con una opresión que casi se sentía física, a pesar que hace mucho tiempo había dejado de sentir realmente su cuerpo. Era extraño y lo hizo pensar que -tal vez, sólo tal vez- no estaba muerto, como muchas veces había teorizado.
Porque, si le preguntaran a Giyuu, vagar de esa forma, sin sentir ninguna emoción real y sin tener plena conciencia de su cuerpo, sin necesidades básicas como comer o beber, lo hacían entender que la muerte lo había terminado alcanzando y, realmente era frustrante, porque siempre creyó que podría ver a su hermana y a Sabito cuando aquello sucediera, pero la soledad lo había atacado y Tomioka la había aceptado en silencio y con resignación, porque sabía que no era digno de más.
Y, aunque aquel lugar parecía atemporal, a Giyuu le pareció que había estado vagando por una eternidad, por lo que terminó por detenerse y cerrar sus ojos, simplemente dejándose inundar por la oscuridad azulada y fría de aquella extraña niebla. Al menos, hasta que cierta luz amarilla se filtró por sus párpados cerrados.
El Hashira abrió los ojos de golpe, desconcertado por la novedad en ese espacio que solía permanecer inmutable. La claridad continuó y un viejo paisaje conocido sustituyó a la familiar neblina.
Los ojos azules se abrieron en demasía, mientras los labios temblaban de emoción contenida, de repente, todo lo que no había sentido en ese lugar, lo atacó de un momento a otro y sin piedad alguna. Si aquello era el paraíso o el infierno, no estaba seguro, pero el dolor en su pecho lo inclinaba más a lo segundo.
Giyuu dio un par de pasos tambaleantes en dirección al hogar de su infancia, aquel en que su querida hermana había fallecido; su respiración se volvió pesada y ruidosa a medida que avanzaba. Nadie lo podría culpar; después de la tragedia, de ser enviado con sus familiares y huir, nunca volvió a aquel lugar.
Nunca.
Salvo por tal momento, en que, con manos temblorosas, abrió la puerta de la propiedad. No tuvo resistencia y, con la mente nublada y repleta de recuerdos dolorosos, entró en ella, recorriendo la casa hasta el jardín de la misma y, en medio de la luminosidad y tranquilidad de aquel jardín de su infancia, se encontró con su dulce hermana mayor.
Tsutako le regaló una sonrisa amorosa, tan radiante como la recordaba y las lágrimas no tardaron en acudir a él, hasta bañar sus frías mejillas con su calor. Su hermana se acercó a él y limpió su rostro, mientras no dejaba de sonreír.
— Lo has hecho bien, Giyuu. — Fueron las primeras palabras que le dedicó su hermana y el cuerpo del Hashira no hizo más que temblar ante ellas, mientras que las lágrimas se siguieron desbordando.
— Tsutako-nee...yo...lo lamento tanto...si no me hubieras protegido, tú podrías haber seguido viviendo y...— No pudo continuar su diatriba, su hermana calló sus palabras colocando sus finos dedos en su boca.
— Protegerte fue lo mejor que he hecho en vida, jamás me he arrepentido de mi decisión — comentó, sin perder su sonrisa y sin dejar de acariciar el rostro de su hermano menor —. Sólo lamento no haber podido seguir a tu lado para cuidarte y alejar todos tus remordimientos.
— Nee-san... — Giyuu agachó su mirada, incapaz de mirar a su dulce hermana.
— Es hora de soltar esos remordimientos, sin tu fuerza, habrían habido más pérdidas y hubiera sido más difícil acabar con los demonios. Cumpliste tu misión y yo me alegro de haber podido cuidar de ti hasta el final.
La sonrisa que le regaló hizo que sus ojos azules se abrieran llenos de asombro. Su tendencia a sentirse inferior y no merecedor de elogios se anudó alrededor de su garganta, comprimiendo las palabras en ella.
La joven acarició su mejilla izquierda y su toque cálido causó que se aliviara el malestar en su cuerpo. Inclinó el rostro hacia aquel tacto que creía perdido para siempre, a pesar de seguir sintiendo que era inmerecido, cerrando sus ojos en el proceso.
— Si este es el lugar de mi muerte, vale la pena, si puedo volver a estar junto a nee-san. — La risa cantarina de su hermana hizo que abriera sus ojos y la mirara con el ceño levemente fruncido.
— ¿Muerto? ¿No es un poco dramático, Giyuu? — preguntó, las comisuras de sus labios luchando contra la sonrisa que tiraba de ellos.
— ¿De qué hablas?— preguntó, arrugando más su entrecejo.
— De que no estás muerto y que has estado perdiendo el tiempo — dijo una segunda voz, un poco rudo, pero tan familiar que sorprendió al Hashira por toparse con él.
Giyuu volteó su rostro en busca de la voz y cuando vio a un chico con una máscara de zorro de pie junto al estanque en el patio, parpadeó sorprendido ante la estatura más baja del muchacho. La última vez que lo vio medían casi lo mismo, ahora Tomioka supera con creces su altura.
— Sabito — susurró, sin dar importancia a las palabras del muchacho, porque la vista de su amigo era primordial.
El muchacho se acercó lentamente, mientras se deshacía de su eterna máscara de kitsune.
— Lo hiciste bien. Nunca te he culpado por lo que pasó — dijo, ofreciendo una sonrisa tranquila, mientras sus ojos brillaban amablemente, sin la melancolía que Tanjirō vio en ellos —. Nadie lo hace.
— Sabito...yo. — Nuevamente sus palabras se atragantaron en su garganta, pero su hermana alivió su congoja al abrazarlo desde su costado, acariciando su pelo como cuando él era pequeño.
— Hemos intentado acercarnos a ti muchas veces, pero nunca logramos llegar...no hasta ahora— dijo Tsutako, Giyuu seguía sin entender, pero no interrumpió a su hermana. Escuchar su voz era algo que quería seguir haciendo —. Has estado perdido mucho tiempo, pero ya es hora que vuelvas.
— No entiendo — confesó, luego de unos minutos de silencio.
Sabito se sentó en el piso del pasillo de madera, palmeando a su lado, en una invitación tácita, antes de cruzarse de brazos y mirar hacia el estanque. Los hermanos Tomioka obedecieron y se dispusieron de tal manera que Giyuu quedó en medio en ambos. Algo le decía que sería una vista un poco cómica, por estar junto a dos personas más bajitas que él y ser tratado como el niño del lugar, con su hermana acariciando su cabeza y Sabito admirando su haori multipatrón mientras acariciaba la tela que perteneciera al de él.
— Estuviste al borde de la muerte y eso logró que el velo que separa al plano de los vivos de los muertos fuera más pequeño — comenzó a explicar Sabito, sin dejar el agarre perezoso en su haori. Giyuu asintió, un poco adormecido por las atenciones dulces de su hermana —. Estuviste tan cerca de morir que tu alma quedó atrapada en ese velo.
— Estamos en una especie de limbo, nosotros podemos acercarnos a los vivos gracias a él. Sabito-kun ha estado aún más cerca incluso — dijo Tsukato, instando a su hermano para que acostara y dejara descansar su cabeza en su regazo.
Giyuu obedeció, demasiado feliz de estar junto a estas personas como para no complacerlas. Algo cálido naciendo en el centro de su pecho. El joven junto a él se movió para quedar junto a la mujer y así observar a su amigo sin complicaciones. Las caricias en su cabeza causaron que cerrara los ojos por un momento demasiado largo, antes de que la voz de su amigo lo anclara en el presente.
— Tu cuerpo está en un estado suspendido — intentó explicar Sabito y el ceño fruncido del pelinegro fue su respuesta.
— ¿Un coma? — preguntó, seguro de haber escuchado esa explicación en algún momento de su vida.
— Si...— Sabito clavó sus ojos en los azules de Tomioka y frunció su ceño —. Has estado mucho tiempo así, va siendo hora que vuelvas.
Giyuu se incorporó, sus cejas planas, mientras ninguna emoción se filtraba de su rostro. Su mirada chocó con la de su amigo y permanecieron impasibles frente al otro.
— Acabo de encontrarlos ¿Por qué volvería? — preguntó con suavidad, causando una sonrisa leve en la boca del chico de la cicatriz en la mejilla.
— En realidad, te tuvimos que guiar hasta aquí, fue bastante difícil poder acercarnos — comentó casualmente, un tono levemente burlón y otro de reproche entre mezclados —. Para ser un hombre, eres muy problemático.
Tomioka arrugó todo su rostro, molesto con las palabras del otro, pero no replicó. En su lugar, acarició su mejilla, recordando cierto golpe que le había dado el muchacho ante él y a aquel chico no se le escapó el gesto, causando una risa leve en él.
— Has estado mucho tiempo vagando, tu cuerpo no lo soportará. Necesita el alma — concluyó su hermana, pero Giyuu seguía sin entenderlo.
— Ni siquiera sé volver — confesó, sin decir la verdad. Que no sabía si quería volver.
— Te mostraremos el camino — declaró Sabito —. No es tiempo de que vengas con nosotros, cuando lo sea te recibiremos felices, pero ahora sé un hombre y vuelve al lugar al que perteneces.
La sonrisa cálida y los ojos brillantes en su rostro marcado hacía que su discurso fuera menos violento de lo que estaba destinado a ser y Tomioka sospechó que se sentiría profundamente rechazado si su amigo se lo hubiera dicho con la máscara puesta.
— Sabito-kun y yo nos encontramos mientras intentábamos llegar a ti — comentó Tsutako, tan casual que Giyuu casi ignora las implicancias de esa frase —. Nos costó llegar a tu lado.
Los ojos de su hermana eran dos pozos profundos que parecían decirle más de lo que ella expresaba con palabras. Cierto malestar se asentó en el pecho de Tomioka, porque mientras vagaba en ese limbo, sólo pensó en que su soledad era merecida. Incluso en la muerte.
— No podíamos acercarnos ni hacer que nos vieras...No hasta que deseaste con fuerza que así sucediera — aportó Sabito, acomodando uno de los mechones de su cabello anaranjado tras su oreja.
— Te ayudaremos a encontrar tu camino, pero no queremos que vuelvas a desear estar solo. — El regaño de su hermana fue suave. Sus pequeñas manos apretando las suyas.
— Además, hay alguien a quién has hecho esperar demasiado.
Sabito se paró rápidamente, posicionándose tras Tomioka y envolviendo los brazos alrededor de sus hombros, una amplia sonrisa cortando su rostro marcado. Tomioka sintió la calidez de ambos toques y sus mejillas se colorearon suavemente por el amor que estaba recibiendo, aún inseguro de ser merecedor de él.
Había costumbres difíciles de dejar atrás.
— Nadie me espera — comentó Giyuu y Sabito bufó en su oreja, antes de golpear su nuca, causando que el pelinegro lo mirara con disgusto.
— Entonces ¿quién es la chica que usa un adorno de mariposa? — cuestionó, con molestia.
— ¿Shinobu? — preguntó, sorprendido — ¿Está viva?
— Ha estado cuidándote mucho tiempo — ofreció su hermana, antes de contraer su rostro en una mueca levemente incómoda — ¿No has escuchado su voz? ¿Sentido su tacto?
Giyuu frunció el ceño, pero rápidamente conectó las leves impresiones de tener a alguien a su lado y de estar en el lugar equivocado con las palabras dichas por sus seres queridos. Sabito volvió a bufar, aun recargado sobre él, pero Tomioka sólo pudo mirar a su hermana y asentir.
— He perdido mucho tiempo... — susurró y el temblor procedente del cuerpo de Sabito lo invadió antes de la risa del muchacho.
— ¡Hasta que lo entiendes! ¡Ahora sé un hombre y ve a recuperarlo! Nosotros estaremos al final de todo sin importar cuánto tardes, pero espero que sea mucho, mucho tiempo más.
Giyuu volteó su rostro lo suficiente para ver la amplia sonrisa de su amigo, antes de sentir a su hermana levantarse y ofrecer su mano. Sabito dejó de aferrarse a él para imitar el gesto de la joven y Tomioka sólo pudo mirar a uno y a otro antes de tomar las manos de ambos y sonreirles. Liberado de sus culpas, seguro de que ninguno de ellos les guardaba rencor y que podría reencontrarse con ellos más adelante.
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Obanai suspiró, hastiado, no estaba seguro de qué estaba haciendo en ese lugar, pero por ver feliz y ser digno de Mitsuri haría lo que fuera. Sanemi se movió a su lado, tan incómodo como él, pero incapaz de irse. Iguro no entendía las razones de su amigo para estar ahí, pero no sería él quien preguntara, al fin y al cabo, él tenía sus propias razones egoístas.
— ¿Cuánto va a tardar en despertar? — preguntó el albino y Obanai frunció su ceño.
— Lo suficiente para ser fastidioso— contestó, mientras su mirada se enfoca en el rostro durmiente de Tomioka —. Si ni Kochō ha podido hacer algo al respecto, menos nosotros.
— Y aún así estamos aquí. — El enojo del Hashira del viento era palpable en cada palabra, pero Obanai sólo pudo fruncir su ceño, sus ojos bicolor enfocados en su amigo.
— Mitsuri-san me pidió que viniera a ver a Tomioka de vez en cuando, no tengo más razones — dijo, dejando que se filtrara la pregunta que deseaba hacerle a Sanemi a través de su tono sugerente.
— Nosotros...— comenzó el albino, su boca torcida en un gesto de molestia, porque entendía el "¿Y tú, qué haces aquí?" implícito en la voz de Iguro —. Nosotros sobrevivimos a Muzan...
No tuvo que decir más, Obanai desvió su mirada hacía la ventana abierta en ese cuarto estrecho. Suspiró, lo sabía, sin importar sus diferencias, todos habían sobrevivido de una forma u otra y todos habían aportado a destruir a los demonios de este mundo. Desvió su mirada hacia el brazo derecho de Tomioka, consciente que bajo la sábana que lo cubría no había una mano, ni antebrazo en él, con suerte la mitad de su brazo. El cuerpo del Pilar del Agua había sido mutilado en la lucha y, aunque todos habían perdido mucho, Obanai entendía la camaradería naciente en Sanemi, porque de una forma muy molesta él también la sentía.
— Sigue siendo increíblemente molesto — refunfuñó el Pilar de la Serpiente, causando una risa estruendosa en su colega.
Kaburamaru siseó, de acuerdo con su amigo. Obanai acarició a la serpiente blanca, antes de que ésta bajara por su brazo y decidiera recorrer el camino hacia la cama del hombre inconsciente. Iguro frunció el ceño, luchando por enfocar su mala visual en aquello que había llamado la atención de la serpiente, cuando vio el cuerpo que había permanecido tanto tiempo paralizado, moverse tenue y desordenadamente.
Iguro aspiró con fuerza, impactado ante lo que aquello podría significar y no pudo más que anclar su mano en el brazo robusto del Hashira a su lado. Shinazugawa arrugó su rostro, antes de observar a su amigo e inclinar su rostro, curioso por la reacción impresionada del otro.
Obanai sintió la mirada púrpura pálida sobre él y sólo pudo apuntar al pelinegro en la cama. El albino giró su rostro, desconcertado y una exclamación sorprendida salió de su boca, al tiempo que su silla se volteaba por la rapidez y fuerza con la que se había puesto en pie.
— ¡Mierda, Tomioka! ¿Realmente elegiste este momento para despertar?
Kaburamaru y Obanai sisearon en conjunto ante las palabras del Sanemi, pero no reprochó nada, porque el rostro contraído del supuestamente comatoso Pilar del Agua dio paso a un parpadeo tentativo junto a un sonido gutural proveniente de su garganta.
El más bajito de los tres chasqueó la lengua, antes de moverse y acercarle un vaso con agua al recién despertado. Obanai mordió el interior de su mejilla para reprimir una mueca molesta cuando los ojos azules del fastidioso Hashira del Agua se centraron en él, una gota de suspicacia en ellos.
— Si no quieres agua, no te daré nada — amenazó, logrando que el otro parpadeara e hiciera un esfuerzo infructuoso por acercarse al vaso que aún estaba frente a él.
Iguro apretó sus labios, en desagrado por lo que iba a hacer, pero no se detuvo hasta ayudar al otro hombre a incorporarse lo suficiente para ayudarlo a beber. Sanemi pareció salir de su estupor en ese preciso momento, porque se movió con rapidez hasta la puerta de la habitación.
— Iré por Shinobu — anunció descuidadamente, mientras dejaba solo a los dos pelinegros.
— Ella será un fastidio porque te despertaste en nuestra presencia en lugar de la de ella — dijo, mientras dejaba el vaso de agua sobre la mesa auxiliar. Tomioka aún lo miraba un poco sorprendido —. Hasta para eso eres desconsiderado.
Las palabras mordaces sólo causaron que el ceño del otro hombre se frunciera y el de haori a rayas sólo pudo arrugar su boca bajo los vendajes y suspirar. Nunca entendería que vio aquella mujer en este sujeto fastidioso, pero ese no era su asunto.
— Han pasado casi seis meses desde la batalla final — concluyó, tomando a Kaburamaru en sus brazos, antes de voltearse hacia la salida —. Tardaste demasiado en volver aquí. ¿No crees?
— E..Ella ... — susurró Giyuu, la voz gastada por el desuso y la frase interrumpida por un acceso de tos.
Obanai se detuvo ante la puerta y se volteó para mirarlo, el cuerpo de Tomioka se revolvía en agonía por la tos y no pudo más que apretar los dientes y fruncir el ceño antes de apurarse a ayudar al otro hombre, no dispuesto a dejarlo morir por un acceso de tos antes de que le rindiera cuentas a la dueña de la Finca de las Mariposas. No si quería evitar el caos que eso provocaría y la pena que traería a Kanroji.
— Realmente eres torpe — dijo, frustrado, mientras sostenía al otro para que pudiera darle de beber agua y calmar la sequedad en su garganta, seguro de que aquello había causado la tos —. Ella no ha dejado de cuidarte y decides despertar en el momento justo en que ella tuvo que ir a resolver sus propios asuntos.
— ¿Qu... — comenzó a preguntar, pero Iguro nunca supo el resto de la frase, porque la puerta se abrió de golpe antes de que una pequeña figura entrara agitadamente a la estancia.
— ¡Giyuu-san! — gritó Shinobu antes de detenerse y observar a los hombres frente a ella.
Sus ojos morados estaban abiertos de par en par, ardiendo mientras consumían la imagen de un Tomioka Giyuu totalmente despierto y debilitado en manos del Pilar de la Serpiente. Giyuu sintió la mirada sobre él y se obligó a enfocar sus propios ojos en la muchacha que acababa de llegar, embebiendo cada ápice de ella, escuchó a Iguro maldecir antes de acomodarlo, con una delicadeza extraña de recibir de aquel hombre, en la cama para que pudiera estar sentado sin dificultad.
Kaburamaru se enroscó en el cuello de su amigo y ambos salieron en silencio, sin querer estar en medio de esos dos. Iguro se lo debía a Kochō, al fin y al cabo, ella también lo había dejado estar a solas junto a Mitsuri cuando él se había despertado.
Salió de la habitación y cerró la puerta tras él, Sanemi estaba esperando a un costado de ésta y él se unió con facilidad al albino.
— Ahora solo queda uno — dijo Obanai y Shinazugawa asintió, antes de comenzar a caminar lejos de la habitación que alberga al Pilar del Agua, siendo seguido por el del haori a rayas.
— La pequeña Nezuko estará feliz de saber que Tomioka despertó — comentó, sin querer decir que esa misma felicidad se podría mezclar fácilmente con un grado de decepción al no ser su hermano el que despertara.
Sin embargo, Kamado Nezuko había demostrado ser una muchacha fuerte y paciente, siempre tan diligente y alegre, tan amable y dulce, que a Sanemi le hacía sonreír al recordar a su propio hermano. Sólo esperaba que Kamado Tanjirō también dejara de hacer esperar a sus seres queridos por él.
— Espero que Kamado decida despertar pronto también — comentó al aire Obanai, como si volver en sí fuera sólo cosa de voluntad.
Sanemi chasqueó la lengua, pero no dijo nada, no cuando a él le había tomado tanto tiempo recuperarse.
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La intensidad de la mirada de Shinobu no disminuyó en ningún momento. Sólo una parte de su mente registró que Iguro había dejado la sala, pero el resto siguió obstinadamente enfocada en el hombre acostado en la cama. Sus ojos estaban fundidos en el azul profundo de los de Tomioka, tanto así que sintió su piel enrojecer por el rubor que la atravesaba.
Una sola mirada había sido suficiente para sofocar todos sus reproches y burlas a Tomioka y dejarla sin palabras que ofrecer ante una vista con la que había soñado más de alguna vez. No pudo moverse por unos segundos y fue tiempo suficiente para que el pelinegro sonriera levemente y ella reflejó el gesto sin dificultad, segura que era a una de las pocas personas a las que él le regalaba su sonrisa.
— Hola — susurró Giyuu, con la voz cascada y en un esfuerzo por hablar. Sin dejar de sonreír a pesar del dolor de su cuerpo.
— Hola — imitó la joven, acercándose lentamente.
Aún se sentía sofocada y la intimidad de sus miradas entrelazadas no ayudaba a que ello mejorara, sin embargo, se forzó a actuar como la doctora que se suponía que era en aquella finca.
— Haré un primer chequeo — comentó tomando un fonendoscopio desde uno de los muebles del lugar.
Giyuu siguió sus movimientos en silencio, sin saber qué decir después de tanto tiempo y prefiriendo dejar que Shinobu siguiera con su labor sin interrumpir. Además, así podría hacer su propio chequeo a su condición actual.
La cabeza le dolía levemente y la luz a raudales lo incomodaba un poco, pero no lo suficiente para pedir que cerraran las cortinas. Al comienzo, todo había sido borroso, tampoco había esperado encontrarse con Shinazugawa e Iguro, pero en ese momento su visión aún estaba lo suficientemente borrosa como para querer más explicaciones.
Su cuerpo se sentía entumecido y pesado, la sed no lo había abandonado, pero había notado que hablar lo cansaba, por lo que prefirió seguir en silencio y, aunque estar sentado era difícil y agotador, no quería volver a acostarse. Había pasado postrado demasiado tiempo.
Por otro lado, sentía a Shinobu moverse con precisión, sin demorarse más de lo estrictamente necesario en ninguna parte; su toque era suave y delicado, tanto que lo hizo pensar en el posar de una mariposa.
— Hay una atrofia marcada en los músculos, pero todo parece estar bien. ¿Puedes mover los dedos? — pidió, antes de ofrecerle un poco de agua. Giyuu agradeció el gesto con una leve inclinación de cabeza.
El Hashira se concentró en los dedos de sus manos y notó la falta de su brazo. Hormigueaba y dolía, pero había sentido cosas peores, a su mente vino el recuerdo de la herida que le arrebató su brazo, pero no le importó. Giyuu hubiera dado su otro brazo, incluso su vida, si eso significaba acabar con los demonios para siempre. Era una sensación extraña, pero era el riesgo que había tomado al ser un cazador de demonios.
Pasada la primera impresión sobre la falta de una de sus extremidades, se centró en la que le quedaba, específicamente en sus dedos y, tras unos segundos, los movió con un poco de dificultad, repitió el gesto con los pies y la joven lo recompensó con una sonrisa alentadora.
— Eso es bueno. Ha pasado mucho tiempo desde la batalla final y temía que la pérdida de funcionalidad fuera mayor.
Tomioka parpadeó, notando las ojeras bajo los ojos morados y la palidez en la piel de ella. Su ceño se arrugó por preocupación, pero no se sentía en condiciones de preguntar algo, mucho menos creía tener algún derecho.
— Mañana tomaré algunas muestras de sangre y comenzaras la recuperación poco a poco — dijo, sonriendo aliviada a pesar del silencio. No sabía que estaba pensando él, pero después de tanto tiempo sin poder ver sus ojos ni hablar con él, decidió tomar el camino de la honestidad —. Realmente tardaste, Tomioka Giyuu-san.
— Y...Yo...— comenzó a decir, siendo interrumpido por el dedo índice de ella sobre sus labios.
— Me alegra que decidieras despertar — dijo, riendo, insegura de si aquello era una real decisión, pero sin saber bien cómo lidiar con todo —. Nos centraremos en tu recuperación, pero debes saber que aún nos debemos una charla pendiente.
— ¡Perdón! — Se precipitó a decir, sorprendiendo a Shinobu, quien abrió sus ojos enormemente por el exabrupto del mayor — Yo...me comporté como un inmaduro la última vez que nos vimos. Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde y sucedió la batalla contra Muzan...sólo...sólo quería que vivieras.
Un ataque de tos lo atacó, por la imprudencia de precipitar sus palabras, a pesar de la sequedad de su garganta y de lo rasposa de su voz. Kochō se apresuró a ayudarlo, sin dejar su asombro de lado. Tras palmear su espalda, se alejó lo suficiente para permitirse ver su rostro y reír animadamente, causando que una tonalidad rojiza impregnara sus mejillas.
— Eres todo un caso — dijo, sin parar de reír y provocando un gesto de indignación en el pelinegro —. ¡Sigo viva! No voy a ir a ningún lado, además, he comenzado a desintoxicarme del veneno. Fue difícil lograr la forma de hacerlo, pero ya estoy en tratamiento, a pesar que será largo...Vale la pena.
Terminó sonriendo y acariciando la mejilla derecha del mayor, causando que sus ojos azules se abrieran sorprendidos.
— Por si lo necesitas, te perdono, yo también te debo una disculpa, por todo el dolor que te causé y por haberte fallado esa noche. Si hubiera optado por ayudarte...entonces...tu...— Su voz se extinguió, un hilo de angustia apretando su garganta y su pecho, mientras que agachaba su rostro y la mirada, incapaz de ver la expresión de Tomioka.
— No te culpo. — La voz firme de él causó que sus ojos se enfocaran de golpe en él. Su cara alineada para ello —. Como los Pilares de los cazadores de demonios, estábamos dispuestos a dar todo para acabar con ellos. Mis heridas no son tu culpa ni tus errores.
— Todos sabíamos el riesgo — concluyó Shinobu, sonriendo apaciblemente mientras cerraba los ojos.
Había olvidado que todos habían tomado la decisión de dar su propia vida si eso terminaba con los demonios. Ella había estado dispuesta a hacerlo y cada uno de sus compañeros Hashiras tenían el mismo pensamiento. Rió levemente al pensar que nunca debió preocuparse por ello en primer lugar.
— Yo también te quería vivo, a pesar de todo. Era mi deseo egoísta, junto con ver un mundo libre de demonios — susurró, sin abrir sus ojos, sólo disfrutando de aquella realización, porque simplemente sentía que ya tenía todo lo que podía tener.
— ¿Podemos verlo juntos? — La pregunta había salido tímidamente de los labios del estoico Pilar y Shinobu abrió los ojos de golpe, soltando una pequeña y melodiosa carcajada ante la mirada impasible de Giyuu, a pesar del leve rubor en sus mejillas.
— Podemos — afirmó, moviendo su pulgar sobre la cálida mejilla y él, le entregó una leve sonrisa y unos ojos azules brillantes, que rara vez había apreciado en el gesto frío de él.
— Gracias — susurró, sintiendo que todo estaba bien entre ambos. El dolor antes de la batalla final había sido alejado y enterrado en ese preciso momento.
— Ahora, descansa — ordenó Kochō y antes de depositar un casto beso en sus labios agrietados —. Te extrañé, Giyuu-san.
— Ko...Shinobu...yo, volví — susurró suavemente, ignorando el dolor de su cuerpo.
— Bienvenido — dijo ella, acariciando su cabello enmarañado, antes de depositar un beso en su frente y alejarse, dispuesta a dejarlo descansar —. Ahora, haz caso a tu médico, volveré más rato.
Giyuu se dejó acostar, pero tomó la pequeña mano femenina con la única que tenía y la apretó levemente. Un gesto simple que llenó de calor el pecho de ambos, causando que un revoloteo feliz se instaure en ellos.
— Gracias — repitió Giyuu, antes de bostezar y dejar que la inconsciencia lo reclamara.
Su último pensamiento fue para su hermana y Sabito, porque sin ellos, no habría encontrado su camino de vuelta ni estaría junto a Shinobu.
Shinobu lo observó un poco más, antes de continuar con sus rondas, ahora sólo faltaba Tanjirō, pero estaba segura que sólo era cosa de tiempo.
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Iguro rodó los ojos, viendo pasar a la ex Pilar del Insecto por el pasillo que daba paso al dojo de la finca, donde sabía que se encontraba Tomioka. Ella se veía deslumbrante desde que el idiota del agua había despertado y, no se confundan, estaba feliz por verla así en lugar del sombrío aspecto de antes. Sobre todo, porque eso hacía feliz a Mitsuri. Sin embargo, también era jodidamente agotador verla brillar, simplemente cegaba la poca visión de sus ojos.
Suspiró, aquella mañana había dejado su puesto de Hashira, junto a Sanemi y Tomioka, quien aún se encontraba en la fase final de su recuperación, pero que sólo eran detalles menores. Tanjirō había despertado hace pocas semanas atrás y aún no podía abandonar su cama, pero hacía buenos progresos.
— ¿ Realmente puede ser apacible esta vida para nosotros? — escuchó que Sanemi le preguntaba tras posicionarse a su lado en el pasillo.
Iba a contestar, cuando vio salir del dojo a Kochō junto a Tomioka, ella le hablaba y su índice permanecía alzado junto a su mano, en una explicación de algo que a él no le interesaba. Una sonrisa sincera en su rostro, mientras que él parecía no tener ojos para nadie más que no fuera ella y una sonrisa más pequeña se formaba en su rostro.
El cabello corto de él permitía ver su gesto más fácilmente y Obanai arrugó su entrecejo en una molestia que tenía más que ver con la costumbre de odiar a aquel sujeto que con el verdadero desagrado o el verdadero odio, porque el tiempo le había mostrado que Tomioka podía ser alguien silenciosamente agradable, cuyo mayor problema era su maldita falta de inteligencia social.
— Si ellos pueden, nosotros también — comentó, dando media vuelta y alejándose de la feliz pareja. Aún tenía mucho que sanar para aceptar ser alguien digno de Mitsuri, pero no podía desaprovechar esta oportunidad —. Se lo debemos a aquellos que no están.
Shinazugawa lo miró y asintió en silencio, antes de seguir a su amigo.
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— Es una buena vista — comentó Shinobu, causando que Tomioka girara su rostro hacia ella.
Se encontraba sentado en el pasillo que daba al patio interior, apoyado en un pilar de madera. Shinobu se sentó a su lado y apoyó la cabeza en su brazo. Giyuu se movió para envolver ese brazo en sus hombros y la acercó aún más. La risa cantarina de la joven dio muestra de su felicidad mientras se acurrucaba aún más en el torso de él.
El atardecer, poco a poco, estaba tiñendo el cielo con sus colores. Azul y naranja entremezclados, siendo un regalo completamente deslumbrante y apacible para ese momento que muchas veces había marcado el inicio de la hora de los demonios.
— Es una buena vida — comentó Giyuu, acariciando el brazo de ella, quien asintió con su cabeza, disfrutando de toda esa escena que nunca creyó que podría vivir.
Había pasado más de un año desde que Giyuu había despertado. Toda la cofradía había tomado rumbos distintos, sin embargo, seguían conectados de alguna forma inevitable e ineludible. A ninguno le molestaba, porque habían pasado demasiadas cosas juntos para no haber creado una conexión, por más pequeña que fuera.
Los hermanos Kamados junto a sus amigos habían vuelto a su hogar, Kanao solía visitarlos y Shinobu estaba segura que pronto comenzaría a vivir con ellos. Simplemente, había comenzado un entrenamiento médico para poder ayudar a la gente que vivía cerca de los hermanos.
Sanemi viajaba constantemente, pero también pasaba períodos de tiempo visitando a todos. Shinobu no podía dejar de reír cuando llegaba cargado de regalos para las niñas de la finca y ellas lo abrazaban y daban mimos a modo de agradecimiento. Lo mejor era el rostro sonrojado y descolocado de aquel hombre feroz, pero amable. Kochō sabía que él se preocupaba por todas y que le recordaban a sus hermanitos, también sabía que se preocupaba por ella y no podía más que agradecer de tenerlo a su lado.
Mitsuri e Iguro se habían casado el mes pasado. Había sido una ceremonia sencilla, pero muy agradable, donde todos habían compartido con la feliz pareja. Iguro aún tenía dudas sobre ser digno de la muchacha, pero la ex Pilar del Amor era una fuerza de la naturaleza a la que él no se podía oponer y con la que había aprendido a sanar sus heridas internas y su culpa.
Uzui y sus esposas habían sido muy ruidosos en aquella celebración, además de instigar a Kochō y a Tomioka a que ya se estaban tardando en casarse también. Fue en ese momento en que Shinobu había perdido su paciencia y declarado que ella jamás se casaría.
Todos se habían quedado en silencio, atónitos por aquella declaración, pero Giyuu había soltado una pequeña risa, tan pequeña que sólo fue perceptible por el silencio sepulcral en el que estaban. Shinobu nunca superaría la cara horrorizada de todos, cuando Tomioka había dicho, con absoluta convicción, que si Shinobu no quería casarse, por él estaba bien. Que tenerla a su lado era suficiente.
Realmente se había sentido profundamente enamorada y agradecida por esas palabras, a pesar que nada cambiaría su decisión sobre el matrimonio, así todos los miraran mal, saber que Giyuu la apoyaba era todo lo que no sabía que necesitaba.
Suma había lloriqueado cosas ininteligibles sobre vivir en concubinato mientras Makio la zamarreaba, intentando que se callara. Hinatsuri y Uzui se carcajearon tanto que Shinobu no supo cómo no se quedaron sin aire. Mitsuri sólo declaró que apoyaría cualquier decisión que ellos hicieran, mientras que Iguro y Shinazugawa los miraban resignados.
Nada de eso importaba, no mientras pudiera estar al lado de las personas que amaba. A pesar de no tener a su hermana a su lado, a pesar de todas las pérdidas que había sufrido a lo largo de su vida, Shinobu siempre agradecería la oportunidad que había decidido tomar para ella. Aunque la hiciera funcionar de manera poco convencional.
Aún así, no todo era fácil y apacible, como los atardeceres desde que exterminaron a Muzan. No, porque aún no habían descubierto cómo vencer los efectos de la marca de cazador ni si estos se presentarían. Kochō investigaba constantemente junto al demonio de Tamayo y, a pesar de no haber conseguido resultados claros, no todo estaba perdido, su investigación avanzaba y ella confiaba en que lograría evitar la muerte prematura que causa aquella marca.
Sin embargo, mientras tanto, seguiría disfrutando de aquella vida no libre de complicaciones, pero que le había permitido dejar ir la ira constante que la consumía. Mejor aún si lo hacía junto a la persona a su lado.
— Sí, definitivamente, es una buena vida — declaró, elevando su rostro para besar los labios del hombre que se había quedado a su lado y junto con el que amaba compartir esta vida.
ALERTA MUCHO TEXTO
Uff, costó, pero se logró. Cuando iniciamos este desafío para la week NSFW del 2021 con Oni, comenzamos muy bien y activas. jamás pensé que se alargaría tanto, mucho menos que algo iniciado como puro lemon/lime con algo de contenido, terminaría en un fic jodidamente serio ajajajaja y como mi desafío personal de modificar el canon xD.
Fue entretenido y tocó revisar el manga porque habían cosas que no recordaba ajaja. También amé que Shinobu siguiera fiel a su negativa al matricidio coff- digo, matrimonio xd.
El final es un poco abierto, pero queda a imaginación de cada uno si logran sobrevivir a los efectos de la marca o no, yo siento que ya conté todo lo que deseaba en este fic y me trajo todo el confort de la vida que necesitaba para este ship jiji.
Me gustó mucho jugar con Iguro y Sanemi, sobre todo Iguro y su relación tirante con Tomioka, aunque fue indirecto, amé que él fuera el primero en verlo despierto ajaja.
Creo que no hay mucho más que decir por mi parte, más que agradecer el apoyo al fic y a nosotras! leo todos los comentarios y me hacen muy feliz, aunque no siempre conteste, pero si estoy mil agradecida.
Después de este fic, queda continuar Instantes y, aún tengo un fic GS en progreso, pero no quiero publicarlo hasta terminarlo...sólo que es una bestia que tomó vida propia y no quiere domarse ajaja, lo dejo ser y crece y crece. Spoiler? está ambientado en el AU de halloween donde shinobu es una bruja y giyuu un shinigami, también hay tintes sanekana.
Anyway, con esa mini bomba, me retiro. BTW, el art de Oni es hermoso!
Si les gusta genshin, oni es una gran fanartista de genshin, la encuentran como zahauku en ig y twt. Vayan a ver sus arts, son preciosos!
Yo soy más vaga para dibujar (sobre todo en digital ajaja), pero algo se hace. mi ig y mi twt maoyess
y ya me alargué, un abrazo! nos leemos~
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