Secreto
Se que la week terminó hace mucho y que me tomé su tiempo, digamos que me desvié por el camino de la vida...en este caso llamado: FanArts (Sí, me puse a dibujar ahora que tengo tableta)
Anyway, siempre se me olvida la mitad de lo que quiero escribir. Ya saben que KNY no es mío.
Prompt: Sexo público.
Advertencia: intento de lemon, posible OoC
Día 4: Secreto
El camino a la sede fue en silencio, Tomioka volvía a tener su mirada fría y vacía de siempre, pero la sonrisa de Kochô mostraba tensión. Cualquiera que los viera de lejos no captaría nada distinto, pero un observador más cuidadoso notaría que Shinobu ya no parloteaba ni picoteaba con su dedo índice alrededor del Pilar del Agua, también vería que la espalda de él se encontraba tensa y que si las mangas de sus haoris se tocaban, se alejaban instintivamente.
Ambos creen, inocentemente, que puertas afueras nada ha cambiado entre ellos. Sin embargo, todo aquel que los hubiera visto interactuar antes y los observara detenidamente, sería capaz de notar que algo había sucedido y que se habían distanciado. Ironías de la vida, que mientras más cerca se encontraban física y sexualmente hablando, más lejanos se habían vuelto.
Curioso era que, en este caso, ese observador cuidadoso no era otro que el ex Pilar del Sonido. Tengen los vio llegar a la sede y frunció el ceño; podría faltarle un ojo, pero el otro le seguía funcionando tan bien como antaño y esos dos eran demasiados obvios. El shinobi creyó que la próxima vez que los viera, lucirían aún mejor que aquel día en su hogar, en que Kochô se había colgado del brazo de Tomioka; no esperaba ver tal distancia abismal entre los dos y el saludo ausente del moreno lo instó a esperar a que dieran su reporte a Oyakata-sama para hablar con él. Por lo que, apenas los vio salir del lugar no dudó en actuar.
― Tomioka ― llamó, cuando el joven del haori multipatrón pasó por su lado y enganchó su brazo bueno al cuello del menor ―. Acompáñame ― pidió, sin darle tiempo a negarse.
Kochô vio cómo Tomioka intentó zafarse -sin éxito- del brazo de Uzui y cómo el shinobi lo terminaba arrastrando en dirección contraria a ella. Suspiró y siguió su camino. Una parte de ella sintió alivio por estar sola y la otra se preocupó por él. Pero nada podía salir mal si Tomioka estaba con Uzui. ¿O si?
Suspiró otra vez, despejando su cabeza, y agradeció el tiempo lejos del pelinegro; desde que las cosas entre ellos habían tomado el rumbo actual, su mente era un hervidero y ya no sabía cómo comportarse con Tomioka fuera de la intimidad. Una parte de ella deseaba tanto quedarse acurrucada con él y la otra recordaba su venganza, haciéndola sentir sucia por haber caído en tentación con el Pilar del Agua, desviando sus prioridades y llenando su cabeza de pensamientos innecesarios que no sabía detener (como el desear estar a su lado y permanecer más y más tiempo junto a él).
Había intentado dejar de verlo en muchas ocasiones, pero cuando se decidía a no buscarlo, él aparecía y sus ansias volvían. Lo peor era que Tomioka no la buscaba, la vida los juntaba para misiones o porque él se lastimaba y ella aprovechaba de abordarlo para sus actividades extracurriculares. Su libido era una perra que la había hecho volver a ser una persona inmadura, incapaz de controlar sus emociones.
Cualquier otro le hubiera dicho que no era inmadurez, pero Kochô se caracterizaba por tratarse con dureza y vivir para vengar a su hermana. Por eso la desconcertaba no poder controlarse frente a Tomioka y terminar cayendo en la tentación que él era para ella.
Y, tal vez, no sería tan terrible si sólo fuera algo físico, pero ella deseaba tanto seguir a su lado cuando terminaban o simplemente pasar el tiempo como antes, que la abrumaba ser consciente de ello. Kochô descubrió que junto a Tomioka era feliz y aquello le daba miedo.
Temía desear una vida a su lado y no vengar a Kanae. Temía morir y devastarlo. Temía que él muriera y ella viviera. Sabía que cada día se le hacía más difícil estar a su lado sin darle un beso, abrazarlo o siquiera tocarlo, pero aún así, se negaba abrirse a la posibilidad que la vida le mostraba, porque su prioridad era otra y para ella, el resto era una distracción.
Con melancolía, recordó cómo Giyuu había comenzado a besar su frente cada vez que el orgasmo se esfumaba y cómo ese pequeño gesto la había afectado tanto que le había dicho que dejara de hacerlo. Y ahora, ahora se encontraba añorando ese beso dulce en su entrecejo, pero él no había vuelto a dárselo, ni ella a pedirlo.
Desvaneció su sonrisa, cabizbaja, pero decidida a seguir con sus planes y, mientras caminaba hacia la Finca Mariposa, se prometió que ya no volvería a involucrarse de esa forma con el Pilar del Agua.
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Los días dieron paso a las semanas y Kochô no sabía si alegrarse o no por la ausencia del Hashira del Agua en su vida. Una parte de ella agradecía la falta de distracción, pero la parte más primitiva y animal de su ser, resentía la ausencia del pelinegro y Shinobu descubrió que podía empatizar con Suma cuando hablaba de Tengen, porque ahora entendía lo que la kunoichi quería decir cuando hablaba de la habilidad de Uzui para complacerla.
No es que a ella le importara la vida de pareja de su ex colega, simplemente entendía las ganas de tener cerca a cierto compañero que podría aliviar ciertas inquietudes y molestias que ella no era capaz de subsanar bien por sí misma. También había ratificado las nulas ganas de cambiar de compañero para aliviar su líbido y, en esas semanas de ausencia, había investigado la autocomplacencia y lo poco satisfactorio que le resultaba. Como una vil sombra de lo que lograba obtener con Tomioka.
Y si todo se limitara a lo físico, Kochô podría soportarlo, sin embargo, había descubierto que se había acostumbrado a la silenciosa compañía de Giyuu y sus pequeños gestos dulces, porque había comprobado que el Pilar del Agua era más de acciones que de palabras. No obstante, su orgullo era mayor y no deseaba buscarlo, no cuando la línea que separaba terreno inexplorado y peligroso de la seguridad conocida era tan delgada. Y, a pesar que le dolía de una forma extraña el no saber de él, prefería la seguridad de lo conocido.
Aunque, debía admitir que Giyuu tenía talento para aparecer en los momentos menos oportunos. Como en ese preciso instante, en que Aoi le acababa de anunciar que unos Kakushi traían a un inconsciente Pilar del Agua a la finca y ella no tuvo más opción que salir tras la joven de coletas.
― ¿Qué sucedió? ― preguntó, mientras aceleraban el paso.
― Llegaron varios Mizunotos heridos; al parecer se toparon con un demonio más poderoso de lo que pensaban y no pudieron acabarlo solos, por lo que Tomioka-sama fue enviado a investigar ― comentó a la pasada la menor ―. Los Kakushis dijeron que salvó a varias víctimas y que venció al demonio, pero que un ataque lo había hecho chocar con unas rocas antes de derrotarlo y que cuando acabó con él, simplemente se desvaneció y desde entonces no ha despertado.
La explicación acelerada de Aoi la hizo fruncir el ceño, pero no se detuvo, necesitaba llegar a la sala donde estaba Tomioka. Sabía que no era fácil que él se descuidara en una misión, por lo que supuso que la distracción de las víctimas le pasó la cuenta a su colega.
―Encargate de los Mizunotos y si necesitas ayuda, dime ― ordenó tras llegar a la enfermería para luego desviarse hacia el fondo de la sala, donde distinguió el haori multipatrón del Hashira.
Giyuu se encontraba inconsciente, su uniforme de cazador a un lado, cambiado por el típico pijama que usaban los enfermos de la finca. Los Kakushis habían sido rápidos en su trabajo de preparar al Hashira. Shinobu revisó sus constantes vitales, comprobando que todo parecía estar en orden, luego pidió ayuda a Sumi para limpiar y vendar las heridas en la frente y nuca del Pilar, segura de que el origen de su inconsciencia radicaba en el golpe dado en ella. Era menos terrible de lo que había imaginado y no pudo evitar suspirar aliviada antes de ayudar a Aoi con el resto de los cazadores heridos.
No quería pensar en el terror que se había apoderado de su cuerpo al saber que Giyuu se encontraba herido e inconsciente. Por eso se centró en su labor de doctora, sonriendo para ocultar su propia molestia por sentir tanto por él, mientras luchaba por no voltear a ver hacía el lugar donde yacía Tomioka mientras vendaba el brazo de un muchacho de la edad de Tanjiro.
Simplemente, no quería reconocer que le importaba el Pilar del Agua más que el resto de los Hashiras.
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Voces.
Fue lo primero que distinguió, mucho antes de lograr abrir sus ojos o de ser consciente de su alrededor. Las voces se distorsionaban, mientras lo arrojaban a aquella realidad en que ni su hermana ni su mejor amigo vivían y él no era capaz de ayudar a nadie como realmente quería.
En un punto, aquellas voces se volvieron tan molestas que, instintivamente, apretó sus ojos mientras el resto de sus sentidos aterrizaban en ese plano. Abrió de a poco sus ojos, pestañeando ante la blancura que lo rodeaba, luchando por adaptarse a la luz, mientras los sonidos cobraban sentido a modo de animadas conversaciones de los Mizunotos con los que -supuso- compartía esa ala de la enfermería.
Giró su rostro, impregnándose de las imágenes que lo rodeaban y no tuvo dudas del lugar en que se encontraba. La Finca Mariposa podría ser la enfermería de la Organización, pero él no la visitaba muy a menudo. Últimamente, no por esas razones al menos y, teniendo en cuenta su último encuentro agridulce con la dueña de la finca, suponía que no debería estar ahí.
Frunció su ceño al tiempo que giraba su rostro para mirar el techo, los jóvenes cazadores no habían notado que había despertado y eso le permitía aislarse en su propia mente. Una parte de él se preguntaba si debía salir de la finca, no deseaba importunar a Kochô. Además, en palabras de Uzui, si quería que Kochô dejara de tratarlo con indiferencia, debía mantenerse alejado de ella por un tiempo. No llegaba a entenderlo, de hecho, cuando Uzui se lo comentó, tras la ola inicial de interés por la idea, decidió ignorar su consejo y dejar las cosas como estaban. No estaba en él hacer que Shinobu cambiara, tampoco lo deseaba.
Un mareo repentino lo obligó a cerrar los ojos, momento en que su mente recordó la charla mantenida con Tengen, tras la vuelta a la sede de la organización.
El ex Pilar del Sonido lo guió a un callejón apartado y, sin delicadeza, lo soltó de golpe. Trastabilló, pero recuperó el equilibrio enseguida, volteandose para encarar al mayor. Sin embargo, la mirada fastidiada de Uzui lo hizo alzar las cejas, no recordaba haber hecho nada para molestar al ex Hashira.
― ¿Qué va mal entre Kochô y tú? ― preguntó sin delicadeza alguna, directo al grano y a la herida. Uzui sólo obtuvo un entrecejo fruncido y un silencio frío como respuesta ―. Se notaban muy incómodos cuando los vi y cuando estuvieron en mi residencia, fue todo lo contrario...Algo importante debió haber pasado para que ya no actúen como antes.
Más silencio llenó los recovecos de aquel monólogo y Tengen estuvo a punto de desistir de su intento por ayudar a Tomioka, pero el Hashira decidió hablar y el shinobi intuyó que debía sentirse demasiado agobiado por el tema para decidir abrirse a él. Tengen había decidido abordarlo, pero -en el fondo- no esperaba que Tomioka respondiera su pregunta, sabía que era reservado y oscuro, aún así le alegró que confiara en él.
Giyuu le contó, a grandes rasgos, que tenía una especie de "relación" no oficial con la Pilar del Insecto y que en privado todo parecía ir bien, pero fuera de eso, todo se había complicado y Shinobu no parecía desear su compañía ni que nadie supiera que algo sucedía entre ellos. No le dijo que la relación sólo era sexual y Tengen no necesitó explicaciones para suponerlo. La vida íntima de esos dos no le interesaba, pero no le agradaba verlos distantes.
― Si quieres que Kochô deje de lado su indiferencia y frialdad debes alejarte de ella un tiempo, hacer que te extrañe. ― Se detuvo, el rostro de Tomioka era una oda a la incomprensión y no pudo más que suspirar ―. Ven, te explicaré mientras comemos algo ― concluyó, mientras volvía a tomar al pelinegro por el cuello y lo arrastraba hacia su puesto de comida favorito. El Pilar del Agua se dejó hacer, intrigado por las palabras del mayor. Además, no podía cuestionar al shinobi, al fin y al cabo, tenía tres esposas que avalan su experiencia en esos temas
La risa estrepitosa de uno de los cazadores con los que compartía sala lo trajo de vuelta a la realidad, abrió sus ojos y el techo blanco lo hizo calmar su mente. Al parecer aquellos chicos ruidosos se encontraban bien y una parte de él se sintió aliviada por aquello, había logrado llegar a tiempo para salvarlos, la otra sólo podía pensar en su charla con el ex Hashira. Uzui había sido tajante en sus explicaciones, si deseaba la atención de ella, lo mejor sería mantenerse alejado para que pudiera extrañarlo y acumular ansias de él; así la próxima vez que se vieran, Shinobu no podría negar sus verdaderos sentimientos e intenciones. Claro, si es que los tenía, cosa que él dudaba enormemente.
Cuando Tengen se lo había explicado, le pareció bastante inverosímil la posibilidad de que la Hashira lo extrañara y, por ende, que diera resultados. Aún lo dudaba, pero la seguridad con que Uzui lo había dicho, motivó su curiosidad por un momento, sin embargo, le resultaba tan extraño que desistió de esa idea. Aunque, aún una parte de él se preguntaba si el vacío que Shinobu había dejado en él podría ser llenado por las acciones de la Hashira, pero -en el fondo- sabía que él no era importante para ella y lo aceptaba, ratificando así, que no estaba en sus planes hacerla cambiar.
Giyuu no estaba interesado en probar la teoría del ex Pilar, sin embargo, la vida no solía tratarlo bien y sus misiones lo obligaron a mantenerse alejado de aquella mujer venenosa por más tiempo del usual, provocando que terminara por comprobar la teoría de Tengen con él mismo. Porque la ausencia de Kochô, sólo había sido soportable gracias a que mantenía su mente ocupada con su trabajo, pero las pocas horas libres que tenía, terminaban siendo llenadas por recuerdos de su peor adicción: Kochô Shinobu. Aún así, no creía que a la joven le sucediera lo mismo que a él.
Shinobu siempre había tenido una mente más fuerte que la suya y esta ocasión no tendría por qué ser la excepción.
Giyuu apretó sus labios mientras se obligaba a mover sus dedos, en reconocimiento de su cuerpo, al parecer se encontraba bien, salvo por su cabeza -la cual le dolía horrores, pero no era impedimento para irse de la finca-. No deseaba importunar a la Hashira y lo mejor era volver a cazar demonios antes de que ella apareciera y el ambiente se tensara.
Sabía que ella había iniciado su relación sexual cómo mero experimento y que no daba cabida a una relación de pareja en su vida. Giyuu lo entendía y lo compartía, una relación de ese tipo con ella estaba fuera de sus planes, él sólo quería cumplir con su deber, matar demonios y pasar el cargo de Pilar del Agua a alguien digno, como Tanjiro.
Respetaba a Kochô por su determinación, pero había una fuerza magnética que los juntaba e impedía que pudieran separarse antes de volver a caer en los mismos actos que los habían distanciado. Eran dos polos opuestos sentenciados a colisionar cada vez que estaban cerca y él no estaba dispuesto a hacerla elegir entre su deber y el placer que obtenían mutuamente, porque, simplemente, no deseaba dañarla ni dañarse.
Había comprendido que la ausencia de Shinobu le quemaba, pero la fría indiferencia con que se alejaba de él tras obtener placer y la distancia que erigía cada vez que pasaba de su nombre a su apellido, lo mataba más que el dolor de extrañarla.
Y, con eso en mente, se incorporó en la cama, dispuesto a huir de la Finca Mariposa, para no toparse con su dueña. Sin embargo, la vida no lo quería y su adicción hizo acto de presencia en aquella ruidosa estancia.
Debió suponerlo apenas captó que las voces y risas a su alrededor se ahogaban, pero el movimiento que había realizado para alzarse había provocado que un dolor palpitante atravesara su nuca y perdiera su concentración. Total, se encontraba en un lugar que siempre dio por seguro y no requería estar permanentemente alerta. Su error.
Al alzar sus ojos del suelo donde los había clavado, lo primero que reconoció fue la figura menuda de su compañera Hashira y todo lo demás pasó a segundo plano, porque -curiosamente- lo único que su visión captaba con nitidez, era a Shinobu ingresando en la enfermería.
La vio deslizar la puerta para cerrarla, para luego alzar su rostro y cruzar miradas con él. Tomioka sintió cómo todo lo demás se perdía en el espacio tiempo y nada más que ella importaba. A sus ojos, Shinobu caminaba como si flotara y el tiempo pareció ralentizarse a medida que se acercaba a él.
El sonido de su sangre al ser bombeada hacia todo su cuerpo se hizo consciente en sus oídos y, sólo pudo mantener su respiración a raya gracias a todo su entrenamiento, pero la necesidad de hiperventilar estaba presente en su conciencia, porque no sabía si deseaba huir de ella para no volver a sufrir por la fría distancia o tirar de Shinobu para caer en la tentación de sus labios venenosos, sin importar que estuvieran rodeados de otros Cazadores de Demonios. Suerte que ella siempre había sabido lidiar con él, de forma bastante particular.
― ¿Qué crees que estás haciendo, Tomioka-san?. ― Fue la bienvenida que le dió la joven, quien ignoró al resto para caminar directamente hacia el Hashira. Giyuu notó cómo una venita se inflamaba en su sien y agradeció que no acompañara la pregunta con su típica sonrisa, porque eso significaba que seguía sin su careta ante él y aquello, de alguna forma, lo reconfortó.
― Me levanto ― contestó con desgana, intuyendo la razón del enojo de ella. Desvió su mirada azulina y notó que los Mizunotos a los que había salvado los miraban con terror y no pudo evitar pensar en que ellos no tenían la culpa de la tensión e incomodidad que estaban presenciando.
― Aún no puedes levantarte ― declaró Shinobu, al fin llegando a su lado, y el dedo alzado de ella lo hizo fruncir el ceño ―. Perdiste el conocimiento por un golpe en tu nuca, debes guardar reposo. ― Su dedo índice se enterró en su pecho en repetidas ocasiones y él no pudo más que observar esa acción con curiosidad, porque algo cálido se estaba extendiendo por todo su ser al ver que Kochô lo trataba cómo antaño.
― Ya estoy bien y debo irme, Kochô ― dijo, sin apartar la mirada de la mano que lo atacaba.
― Eso no lo decides tú, Tomioka-san. Cómo tu doctora, esa decisión me corresponde y debes guardar reposo hoy. Si todo va bien, mañana podrás irte. ― Y a Giyuu le llamó la atención la vacilación de Kochô en las últimas tres palabras.
― Pero...― Intentó rebatir, al tiempo que agarraba la mano atacante con la suya ―. Ya me siento bien ― Insistió, mientras bajaba la mano de ella hasta su regazo, acción que fue seguida por los ojos morados de la muchacha, quien -lentamente- volvió a alzar su vista hasta chocar con los azules ojos del Hashira.
― To-mio-ka-san~ ― llamó melodiosamente, sin apartar su mano de la de él ―. Voy a revisarte y luego vas a volver a acostarte sin reclamar o te ataré a la cama a la fuerza y no te soltaré hasta que haya determinado que has descansado lo suficiente para no marearte si te vas de aquí.
Giyuu se sorprendió por la agresividad de su amenaza y los murmullos de los Mizunotos no se hicieron esperar, los vio amontonarse en la cama más alejada de la de él, temerosos de su compañera Pilar. Sin embargo, las palabras de ella, acompañadas de su sonrisa sádica hicieron que tragara con dificultad, recordando otra ocasión en que la Hashira lo había atado a una cama. Apretó, inconscientemente, la mano de esa mujer venenosa en un intento por calmar las ansias que tenía de acercarla a él y hundirse en esa boca impertinente.
― To-mio-ka-san~, ¿has entendido? ― preguntó y él captó el movimiento de su lengua al remojar su labio inferior, entonces Giyuu supo que Shinobu seguía teniendo todo de él. Asintió resignado y la joven recuperó su mano para dar una palmada con ambas manos ―. Excelente ― dijo, antes de comenzar a revisar al Hashira.
Giyuu cerró sus ojos y suspiró, consciente de que sus ansias por aquella mujer seguían arañando sus entrañas. No sabía qué sentía exactamente por ella, pero todo su ser reaccionaba a Shinobu de una forma tan primitiva que ni siquiera él era capaz de desentenderse de ello y sólo sabía que la quería cerca y no sólo para satisfacer sus necesidades más básicas, porque el pequeño intercambio que había mantenido con ella lo había hecho entender cuánto extrañaba la dinámica que siempre había mantenido con la joven.
― Listo, todo parece en orden, pero esta noche te quedas aquí, Tomioka-san ― concluyó, y Giyuu abrió los ojos justo a tiempo para ver cómo ella le ofrecía un vaso con agua y un sobre con un polvo que conocía demasiado bien ―. Analgesicos ― aclaró, a pesar de que era innecesario.
El Hashira tomó el medicamento y el agua, para luego recostarse, tal cómo ella le había solicitado, aunque una parte de él estaba tentado a descubrir si Shinobu era capaz de cumplir su amenaza y atarlo si insistía en irse.
― Buen chico ― susurró la Hashira, captando la atención de su colega ―. Aunque deseaba atarte con la soga que llevas entre tus cosas, he aprendido nuevas formas de sujeción. ― Siguió murmurando mientras se inclinaba hacia él, confidente. La mirada brillante y las mejillas sonrojadas contrastaban con sus palabras mordaces y el pelinegro sintió el típico jalón de su ingle en respuesta a la frase ardiente de ella.
― No volverás a atarme tan fácilmente ― retó en otro susurro y los dientes de ella castigaron su propio labio inferior en un intento por no soltar un jadeo sorprendido ante la impertinencia del pelinegro. Giyuu sintió un nuevo tirón en su vientre y supo que era momento de detenerse o no habría vuelta atrás.
En ese momento, los murmullos del resto de los enfermos se hicieron más audibles y la tensión entre los Hashiras se rompió. Shinobu se enderezó, dio un paso hacia atrás y sonrió afiladamente.
― Vendré después a ver cómo sigues, Tomioka-san~ ― dijo, antes de dar media vuelta y comenzar a revisar al resto de los cazadores. El aludido la vio trabajar con diligencia y, al contemplar la dedicación que ponía en el cuidado de sus pacientes, una diminuta y casi imperceptible sonrisa afloró en su rostro, al tiempo que se acomodaba en la cama para poder verla mejor.
Shinobu se movía de un lado para otro, tomando las constantes vitales de los jóvenes cazadores y haciendo anotaciones, dándoles indicaciones de los cuidados que debían mantener y sonriendoles para tranquilizarlos. En ningún momento volteó a verlo y no le importó, porque eran pocas las ocasiones en que podía observar a Kochô trabajar y debía admitirse que nuevamente se sentía privilegiado al poder observar la dedicación de ella. Una parte de él, la admiraba y la otra no podía dejar de pensar en que Shinobu parecía brillar cuando trabajaba y, extrañamente, verla así provocaba una calidez en su pecho que sólo había experimentado junto a su hermana y mejor amigo. Giyuu cerró los ojos en un intento por analizar aquel inusual sentimiento que creía extinto hasta que Shinobu lo había vuelto a encender en él, no obstante, el cansancio le ganó y terminó quedándose dormido.
Sin embargo, la sensación de confort se mantuvo hasta que su consciencia se perdió en el sueño, haciéndolo comprender que la Finca Mariposa era un lugar seguro. Y, antes de desvanecerse por completo en la negrura de la inconsciencia, la imagen de Kochô invadió su mente, tranquilizando todo a su paso, porque junto a ella, se sentía en casa.
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Salió hecha un vendaval apenas terminó con su labor de doctora. Estuvo evitando durante muchas horas ir a ver a Tomioka, tampoco había imaginado que cuando -al fin- había decidido checar la condición de su colega, éste se encontraría consciente y a punto de irse. Le resultó natural comenzar las puyas contra él, tanto así que olvidó por completo la presencia del resto de los cazadores lesionados, tampoco esperó que le respondiera de la forma en que lo hizo ni que la añoranza diera paso a las ansias de no dejar de estar a su lado y no sólo de forma carnal, porque sólo cuando dejó la enfermería, fue capaz de reconocerse que deseaba la compañía del Hashira tanto cómo su conexión física.
Siguió su camino hacia su laboratorio, topándose con algunas de las pequeñas de la finca a quienes apenas saludó porque necesitaba llegar a su lugar seguro -lo antes posible- para lograr calmarse. Todo lo que conocía y daba por supuesto se estaba distorsionando gracias a Tomioka y no era de su agrado.
"Kanae-nee-san, ¿qué debo hacer?" se preguntó mientras su sonrisa perpetua se perdía en una mueca compungida que nadie pudo ver debido a que había alcanzado la puerta de su laboratorio.
― Nee-san...sé que deseabas que dejara la Organización y que hiciera una vida normal, pero no puedo...no quiero abandonar todo sin vengarte ― susurró, apoyando su espalda en la puerta y llevando sus manos juntas y empuñadas a su pecho ―. Además, parece que el único hombre que me interesa es parte de la misma Organización. ― Le habló al vacío de la habitación, componiendo un gesto dolido en todo su rostro mientras deseaba la compañía y el consejo de su querida hermana mayor, dos cosas que -sabía- nunca volvería a tener. "No hasta que acabe con la Luna Superior Dos y muera" pensó, cerrando sus ojos con pesar al tiempo que apoyaba su cabeza en la puerta, para terminar deslizándose hasta el suelo por ella. Con su espalda apoyada en ésta, se acurrucó de tal forma que sus brazos rodearon sus rodillas. Estaba perdiéndose a sí misma y no sabía qué debía hacer para encontrarse y, una parte de ella, odiaba que todo se debiera a su conexión con aquel sujeto que muchas veces había hecho su vida más llevadera, porque no volvería a negarse que su compañía la hacía feliz.
― Nee-san, acaso... ¿puedo vengarte sin dar mi vida? ― preguntó, abriendo sus ojos y clavándolos en unas fotos que estaba en su escritorio, una que la mostraba junto a su familia y otra en que estaba junto a sus dos hermanas ―. ¿Me está permitido ser feliz cuando ni tu ni nuestros padres están aquí? ¿debería luchar por vivir cuando sólo deseo reunirme con ustedes?. ― Miles de preguntas sin respuestas aparecieron en su mente y la sensación de vacío interior aumentó.
Nunca antes había sido tan consciente de lo incompleta que se sentía y todo se debía a que sus planes se estaban desbaratando, como si de un castillo de naipes se tratara y ella, no podía hacer más que verlos caer, porque había perdido sus objetivos de vista. Porque el deseo de seguir viviendo después de realizar su venganza, por primera vez desde la muerte de Kanae, la ahogaba como las olas de una tempestad. Y qué irónico le parecía que toda su confusión se debiera al Pilar del Agua.
Una sonrisa rota y cansada surcó su rostro al pensar en que el caos de su vida se debía al usuario de "Calma" y que el mar tormentoso se abría paso por ella, arrasando todo. Sus intranquilos ojos seguían fijos sobre las fotografías de sus seres queridos y aquello la ayudó a vaciar su mente de todo, salvo de su familia. El tiempo avanzó sin que lo notara, pero gracias a esa quietud, pudo reponerse y sincerarse consigo misma, al menos, una vez más.
― Kanae-nee-san ― murmuró, invocando a los muertos para tranquilizar su conciencia ―. Voy a vengarte, ayudaré al resto tal cómo tu hiciste...pero, ― tragó saliva, nerviosa ante la decisión que había tomado ―, no me apartaré de Giyuu-san ― confesó, llamando al Hashira por su nombre, mismo que solía negarse a pronunciar fuera de su sexualidad ―. No estoy lista para dejar las cosas con él y, si voy a morir, quiero vivir al máximo hasta entonces, sin descuidar mis obligaciones. Quiero sentir algo más que la ira que me consume y, a su lado, lo he logrado. Kanae-nee-san, a su lado...soy feliz.
Recordó que en cualquier momento, cualquiera de los dos podía morir, tal cómo había sucedido con Kanae y su determinación fue mayor.
― No pretendo casarme ni dejar a los Cazadores de Demonios, pero...― Guió sus manos al piso, usandolas de soporte para levantarse con la frente en alto y su mirada de antaño, mostrando a la adolescente rebelde que fue y no a la amable, elegante y letal mariposa en que había metamorfoseado ―. Si él está de acuerdo, seguiré a su lado hasta que alguno perezca o corramos con la suerte suficiente para vivir después de acabar con Muzan y las Lunas Superiores. Lo que la vida quiera que pase.
Caminó hasta su escritorio y tomó las fotografías entre sus manos, sonriendo dulcemente. "Los amo" pensó y la calidez del sentimiento le dolió por su pérdida, sin embargo, siempre había sido una luchadora y nada la abatía por tanto tiempo para no actuar. Dejó las fotografías en su lugar y dio media vuelta, dispuesta a seguir trabajando. Tenía mucho que planear, de partida, la forma en que vencer a su némesis sin morir en el intento, aunque, mantendría su plan original en marcha a modo de seguro. También debía pensar en cómo plantearle su resolución a Tomioka. Sin embargo, su labor como Hashira era lo primero, por lo que se dio media vuelta y retomó su trabajo.
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Las horas se habían ido entre las labores de su finca y nuevas investigaciones que había iniciado; una para potenciar su veneno con distintas dosis de glicina, otra para desintoxicarse en caso de sobrevivir -aunque sólo comenzara con una hipótesis inicial, el trabajo de campo lo haría en caso de sobrevivir, además no gastaría mucho tiempo en ella hasta lograr un mejor plan- y otra para investigar la sangre de Nezuko y evaluar los cambios frente a distintos agentes corrosivos. Necesitaba de todas las ideas y ayuda posible para cumplir con su deber.
Frotó sus ojos, cansada, antes de estirarse y levantarse del escritorio. Por la ventana pudo apreciar la oscuridad que rodeaba el cielo y no pudo evitar pensar en que era la hora de los demonios; estuvo tentada de salir a patrullar, pero en la tarde un cuervo le había informado que la relevaron de su deber por dos noches, todo para que pudiera dedicarse a los cazadores heridos. Sospechaba que tener a un Pilar entre los lesionados preocupaba a Oyakata-sama y deseaba contar con ella para tratarlo, no sería bueno para la Organización perder a otro Hashira. En cualquier caso, Kanao se dedicaría a sustituirla estas noches y no dudaba de su capacidad, por lo que se encontraba relativamente tranquila.
Vagó entre pasillos oscuros, vigilando que todo estuviera tranquilo, al tiempo que controlaba a sus pacientes mientras dormían. Era rutina y, deliberadamente, dejó la habitación donde se encontraba Tomioka para el final, no tenía ánimos de enfrentarlo en caso que se lo topara despierto. A ratos su resolución seguía fallando y las dudas la carcomían, pero era una experta en dejar todo de lado para centrarse en su deber y esta no era una excepción.
Entró silenciosamente y comprobó las constantes vitales de aquellos Mizunotos que, gracias a la intervención del Pilar del Agua, no tenían más que heridas menores que debían ser tratadas adecuadamente para que pudieran recuperarse por completo. Todos dormían profundamente y una parte de ella sintió un poco de envidia, hace mucho que había dejado de tener un sueño así de profundo y tranquilo.
― Es porque este es un lugar seguro ― escuchó que le decían y, lejos de asustarse, volteó sin sorpresa alguna hacia su interlocutor. Tomioka se encontraba sentado en el borde de la cama y la miraba serenamente ―, por eso pueden dormir de esa forma ― concluyó y ella alzó una ceja, intrigada al ser leída con tanta facilidad por él.
― Ara, ara, Tomioka-san~, pensé que estabas profundamente dormido también. ― Lo vio componer una expresión huraña, dejando caer sus cejas fruncidas sobre sus ojos, como si lo ofendiera profundamente que lo considerara incapaz de estar alerta, y no pudo más que sonreír divertida, al fin y al cabo, meterse con él seguía siendo una de sus malas costumbres.
― Pude escucharte perfectamente, Kochô ― susurró, fastidiado, y la joven amplió su sonrisa mientras se acercaba a él. Sabía que como Pilar los sentidos de su colega superaban a los de los demás y era esperable que no obviara su visita nocturna, pero le hubiera agradado sorprenderlo con la guardia baja. Se dio cuenta, que nunca lo había visto dormir y una parte de ella sintió curiosidad por verlo desprevenido.
― Entonces, espero que no te moleste que vuelva a revisarte ― susurró, llegando a su lado y comenzando con su tarea; partió por deshacerse del vendaje de la cabeza, revisar su nuca y su frente, para finalizar con sus constantes vitales, comprobando que todo se encontraba en orden.
Él se dejó hacer sin perder detalle de las facciones femeninas, había algo sutil y erótico en observarla en la penumbra; con las sombras y la luz de la luna -que entraba por la ventana- danzando en su piel. El deseo de acariciarla volvió a atravesarlo, pero se resistió, sin ganas de incomodarla. No cuando las cosas parecían estar volviendo a la normalidad. Shinobu dejó de revisarlo y bajó sus manos a sus costados -sin reponer el vendaje, pues no era necesario-, pero no se alejó de él. Que ella no diera ese único y decisivo paso hacia atrás y, que además, se lo quedara viendo con intensidad provocó que dejara todos sus resguardos de lado.
Giyuu subió lentamente su mano hacia la mejilla de ella, siendo deliberadamente obvio en sus intenciones para darle tiempo a alejarse, pero Kochô terminó por apoyar su mejilla en su mano, eliminando la distancia por iniciativa propia. El Hashira acarició su mejilla mientras ella cerraba sus ojos y disfrutaba del contacto con una sonrisa dulce en los labios.
Las sombras en su rostro le daban un aspecto etéreo que él grabó en su memoria; deseaba acercarse más, pero no quería tentar a la suerte. Además, las respiraciones sutiles de los habitantes de ese lugar lo ponían tenso al recordar que todo lo que lo involucra con la Pilar del Insecto no es más que un secreto.
― Parece que sí podrás irte mañana ― susurró la joven, captando la atención de él. Kochô decidió ser fiel a su resolución y abrazó al Hashira; los brazos alrededor de sus hombros y su nariz enterrada en la curva de su cuello y, tras un largo silencio, decidió actuar ―. ¿Puedo quedarme a tu lado todo el tiempo que pueda? ― preguntó, despacio, sin saber expresar mejor sus intenciones.
Lo sintió tensarse, sin llegar a corresponder su abrazo, pero no tuvo miedo, lo conocía lo suficiente para entender que estaba cavilando su respuesta. "Estúpido silencioso" pensó, cualquier otra persona no podría resistir su mutismo, pero luego de varios minutos así, sintió cómo alzaba sus manos lentamente y las apoyaba en sus hombros, separándola levemente de él. Tan sólo lo suficiente para verla a los ojos.
― Sí, siempre que me dejes hacer lo mismo. ― La seriedad con que había dicho aquella frase casi la hace reír, pero recordó que no debía producir ruido. Sin embargo, no pudo evitar ampliar su sonrisa y terminar de acortar las distancias en un beso que le supo a gloria.
Fue lento y tierno, con un comienzo dubitativo, porque se estaban reconociendo nuevamente y lo disfrutaron al máximo, porque aquel beso inocente ponía fin a la añoranza y el dolor que habían sentido a causa del otro. Así no lo llegaran a entender del todo.
Se separaron lentamente, chocando sus miradas brillantes y Shinobu acarició la cabeza del pelinegro sin pensarlo, al tiempo que comenzaba a alejarse. Simplemente, ahora que estaban bien, podía dejarlo descansar. Dio dos pasos atrás y comenzó a girar su cuerpo en una muda despedida, pero Tomioka sostuvo su brazo e impidió su retirada.
― Quédate un poco más ― dijo y a Kochô le pareció más una imposición que una petición, pero voltear y verlo serio y determinado hizo que no pudiera negarse del todo.
― Debes descansar, Tomioka-san ―susurró, besando su frente como él antes solía hacer con ella.
― Mi doctora dijo que estoy bien. ― Y sus cejas alzadas en un gesto decidido la hizo suspirar frustrada, podía ser muy terco ― Me acostaré si me acompañas, además, no podría estar mejor vigilado.
― Ara, ara~ eso es chantaje, Giyuu-san. ― Su nombre pronunciado por la melodiosa voz de la joven lo hizo alzar levemente las comisuras de sus labios. Se acostó y le hizo espacio a Shinobu quien lo miró con una venita inflamada en su sien. Tomioka alzó las mantas que lo cubrían, ignorando el enojo de la joven; quería que ella entrara a esa estrecha cama junto a él para tenerla cerca después de la lejanía que hubo entre ambos y no pensaba ceder en esto. ― Eres imposible ― regañó Shinobu, antes de sacarse su haori y dejarlo junto al del diseño multipatrón, para luego desprenderse de su broche de mariposa, sin ánimos de dañarlo. Él admiró su cabello suelto y la adoración que sintió lo descolocó, realmente no tenía vuelta atrás.
Se acomodó de lado y el calor de él la invadió. Lo miró en la penumbra, hasta acostado se veía más grande que ella y eso, muy en el fondo, le molestaba un poco. Aún así, sabía que bajo ciertas circunstancias era ella quien dominaba a aquel terco sujeto. Se miraron en silencio por mucho tiempo, olvidando todo lo demás que los rodeaba, tan sólo creando una conexión que no necesitaba más.
― Mi prioridad es mi misión ― rompió el silencio, dejando en claro que nada la haría cambiar de parecer. Como respuesta, recibió una mueca sardónica de parte de él.
― La mía también, Kochô. Sólo el tiempo que podamos, lo pasaremos juntos ― contestó él y a Shinobu, ser llamada por su apellido le molestó. Aunque, tampoco era capaz de imaginar que lo mismo le pasaba a Giyuu cuando ella era quien actuaba así.
― Eres tan molesto, Tomioka-san ~ ― comenzó a decirle, picando su hombro con su dedo índice y con una venita saltando en su sien. Giyuu frunció el ceño al ser llamado -otra vez- por su apellido y terminó por hartarse de la actitud de ella. Sólo quería estar a su lado sin más, pero sus planes iniciales fueron reemplazados por la necesidad de detenerla.
Pasó tan rápido que sólo un jadeo ahogado pudo salir de sus labios. Él se había alzado por sobre ella y, en un solo movimiento, los giró para quedar sobre el cuerpo femenino. Con la espalda apoyada en el colchón y sus muñecas inmovilizadas sobre su cabeza, la Pilar del Insecto intentó zafarse sin éxito. Se miraron en una lucha por dominar al otro que no hizo más que encenderlos.
― Si pretendes callarme, tendrás que hacer algo mejor. To-mio-ka-san~ ― desafió mientras se retorcía, sin éxito, bajo el cuerpo robusto del pelinegro. Dudaba que él continuara con aquello, por eso se atrevió a lanzar tal apuesta. Los ojos azules brillaron peligrosamente en la penumbra y a Shinobu le parecieron los de un depredador observando a su presa, sólo que ella solía ser la cazadora y se lo demostraría. O esa era su intención.
― Te tomaría la palabra ― dijo el pelinegro, antes de rozar su nariz con la de ella en un gesto que extrañaba hacer ―, pero prefiero que digas otras cosas ― sentenció y Kochô no pudo replicar, porque él terminó usando una de sus manos para soltar los primeros botones de su ropa y exponer la piel de sus hombros mientras la otra seguía inmovilizando sus manos sobre su cabeza.
― ¿Qu...?. ― La pregunta murió entre sus labios, mientras que los dientes del mayor se hundían en la tersa piel de la curvatura de su cuello y un gemido quedo trepaba por su garganta.
Shinobu no podía dar crédito a lo que Tomioka estaba haciendo. "¡Estamos rodeados de Cazadores de Demonios! ¿Acaso quiere que nos descubran en esta situación tan embarazosa?" pensó mientras volvía a retorcer su cuerpo debido a una mezcla de vergüenza y erotismo que no pudo evitar; la adrenalina se había disparado en su organismo causando estragos, porque una parte de ella deseaba golpearlo y salir de ahí y la otra sólo gritaba mentalmente, alentándolo a seguir. Kochô culpó a la abstinencia por haber dejado ganar a esa parte suya que sólo deseaba que él continuara con lo que estaba haciendo, sin importar las suaves y ajenas respiraciones que inundaban la sala.
La lengua húmeda de Giyuu alivió el ardor que sus propios dientes causaron en la cremosa piel de la Hashira antes de descender por su torso, desabrochando los botones de la ropa con su boca -prácticamente- sin esfuerzo. Shinobu lo vio exponer su pecho y abdomen con tal habilidad que quedó impresionada, pero el subidón que sentía a causa de las catecolaminas en su organismo la hacían perder la noción del espacio tiempo. Su respiración se había vuelto errática a pesar de todo su entrenamiento y su lucha interna por no jadear audiblemente la estaban llevando al borde del abismo más rápido que en cualquier otra circunstancia y que Tomioka se acabara de deshacer del vendaje de su pecho no ayudaba a calmarla. Frotó sus piernas en un vano intento de alivio, antes de rendirse ante él.
No estaba en los planes de Giyuu enredarse sexualmente con Kochô cuando le pidió que se quedara con él, sólo había buscado observarla en calma, cómo no había podido hacer nunca antes. Sin embargo, no imaginó que el tira y afloja que solía tener con la Pilar del Insecto pudiera ser un aliciente tan potente para prender su deseo y, cuando quiso darse cuenta, ya se encontraba intentando dominarla en ese ámbito en que ella solía ganar. Porque, simplemente, Shinobu siempre obtenía todo de él y Giyuu sabía que no hacía más que dejarse hacer y disfrutar junto a ella. No obstante, su ser más primitivo necesitaba obtener todo de ella en esa ocasión, así estuviera jugando sucio para lograrlo.
Los ojos azules se centraron en el rostro de su compañera, mientras su boca jugueteaba con su piel expuesta, y el conflicto que se reflejó en las facciones femeninas le produjo un escalofrío placentero. Ver la lucha entre la vergüenza y el placer en los gestos de Kochô lo hizo perderse en esa imagen que quedaría grabada a fuego en su memoria. La luna iluminaba lo suficiente para ver el sonrojo en las mejillas y cuello de Shinobu y, que sus dientes atacaran con tanto esfuerzo su labio inferior para evitar dejar escapar sus gemidos, lo sobrecogió de tal forma que, por primera vez en su vida, quiso ser un bastardo realmente egoísta y deleitarse al seguir produciendo ese efecto desgarrador en ella. Porque el placer de su compañera, también era el suyo.
Se alzó sobre ella y giró su rostro para observar los cuerpos casi inertes de los otros pacientes de la sala, decidiendo que no había peligro en su siguiente acción. Soltó las manos de la Hashira, anticipando su reacción de tal forma que estaba preparado para el empujón en su pecho. Apoyando su peso en sus rodillas, se irguió sin cargarse en Kochô, provocando que las mantas que los cubrían cayeran por su espalda, exponiendolos. La vio intentar sentarse, pero tenía sus caderas inmovilizadas entre sus piernas y su intento fue en vano.
―¡Libérame! ― le susurró en un tono indignado que no llegaba a ser una exclamación sólo porque ella se acordó de modular su voz ―. Te lo advierto, si no me liberas inmediatamente vas a...― La amenaza quedó a medias, porque Giyuu la había tomado de un hombro y su cintura mientras se inclinaba sobre su cuerpo. Shinobu puso sus manos en sus anchos hombros, luchando entre la rabia por empujarlo y el deseo de acercarlo.
― Grita si quieres. ― La desafió con su tono de voz imperturbable, una ceja alzada y los ojos confiados, porque sabía que no lo haría, pero verla voltear su rostro hacia la derecha y observar al resto de los habitantes nocturno del lugar y se capaz de distinguir el nuevo sonrojo que abarcó hasta el cuello femenino, lo hizo humedecer sus labios resecos con su lengua. Giyuu estaba de caza y, en el fondo, disfrutaba que su presa fuera Shinobu.
En un rápido movimiento, la alzó levemente, con su mano izquierda sobre su cuello sonrojado para describir un camino de besos entre su oreja y hombro contrario. Sentir la aceleración de su pulso entre sus labios hizo que lamiera repetitiva e instintivamente ese punto de tensión, adicto a sus reacciones tan descontroladas. Sintió como su propia respiración se descoordinaba ante el pulso saltón de la muchacha y cómo se endurecía su cuerpo, deseándola cómo nunca antes lo hubiera hecho.
― Giyuu, esto es...― comenzó a decir la Hashira, mientras sus ojos seguían pendientes de los movimientos de sus subordinados y sus manos se apoyaban en el pecho masculino, en un dubitativo intento por alejarlo. Parte de su mente y su cuerpo estaban en un dilema moral; por un lado la vergüenza la embargaba, por el otro, esa misma emoción se mezclaba con su adrenalina, aumentando su lujuria y la rabia, simplemente, se había extinto.
Tomioka escuchó su nuevo intento por detenerlo y calmó su mente lo suficiente para considerar que tal vez Shinobu realmente no quería aquello y, aunque no creía que pudiera obligarla a algo, no quería juzgar mal la situación. Equivocarse de esa forma lo haría martirizarse por el resto de sus días.
― Dime que pare ― respondió el mayor, separándose de su droga personal hasta sentarse, ella logró imitarlo a pesar de que las piernas de él seguían enmarcando las suyas. Giyuu tomó el rostro de Shinobu con ambas manos, provocando que el azul tormentoso de sus ojos colisionara con el efusivo morado de los de ella. Y no tuvo que ser adivina para entender la súplica de él; sabía que si se lo pedía ahora, Tomioka se detendría y la dejaría partir. Sin embargo, no estaba segura de querer aquello.
El silencio perduró más de lo esperado y cuando la tensión entre ellos estaba en su máximo, un ronquido los hizo voltear sus caras, hacia el ruido, al mismo tiempo. Se quedaron paralizados, hasta que un nuevo estertor los hizo reír en conjunto, liberando el nerviosismo que los había embargado.
― Realmente no se enteran de nada ― declaró entre sutiles risitas la Hashira y el pelinegro no pudo más que asentir mientras sus hombros temblaban por su intento de contener su propia diversión y alivio ―. Giyuu-san ― llamó, provocando que la risa se esfumara y la incertidumbre se apodere de su colega ―. No pueden descubrirnos ― condicionó, sonriendo de forma cómplice mientra las cejas del pelinegro se alzaban en un gesto sorprendido que no duró más que ese simple y decisivo instante.
La besó con fiereza, siendo correspondido con la misma intensidad. Las pequeñas, pero curtidas, manos de ella se deshicieron de los botones del pijama de la enfermería con agilidad, para luego pasearse por sus hombros y brazos, liberando su piel de la camisa para lanzarla en una dirección olvidada.
Giyuu se dejó hacer mientras ahogaba sus gemidos en esa boca venenosa, pero apenas fue libre de la tela, se dedicó a hacer que la chaqueta y blusa de ella siguieran el mismo camino que su ropa. Con la ayuda de Shinobu no le costó trabajo perderlas de vista para luego hacer que ella se tumbara nuevamente.
― Espera ― dijo la joven, antes de alzarse levemente y tomar la manta para cubrirlos ―. Listo ― declaró con una sonrisa pícara danzando en su cara. Él la miró unos eternos segundos antes de acariciar uno de sus mechones de pelo morado y besar su frente en recompensa por ese pequeño resguardo.
― Tendrás que hacer más que eso si no quieres que nos descubran ― apuntó el mayor, haciéndola rodar los ojos, exasperada.
― Si sólo sigues mirándome no va a haber necesidad de hacer más ― azuzó, provocando que la mirara fastidiado. Nunca se lo reconocería, pero la intensidad de esa mirada desafiante y enojada había disparado su excitación al punto de sentir la humedad resbalar entre sus muslos.
Y Shinobu no supo si odiar o felicitar el instinto de su colega, porque -sin dejar de mirarla- tomó sus muñecas y las elevó por sobre su cabeza, sometiendola con una de sus manos, mientras que la otra recorrió su cuerpo hasta el bordillo de su pantalón. Lo vió remojar sus labios con su lengua y lo imitó por pura inercia.
Giyuu cubrió con su boca uno de sus sensibles pezones al tiempo que se deshacía del cinturón del pantalón y, con movimientos deliberadamente lentos, lamió su piel almizclada una y otra vez, mientras se abría camino por debajo de su ropa hasta los pliegues de su piel resbaladiza y su cálido interior.
La reacción fue instantánea e involuntaria, pero él estaba preparado y apenas ella desconectó sus ojos de los de él para lanzar su cabeza hacia atrás, Tomioka la alcanzó para ahogar con su boca el gemido femenino. Perdida en el éxtasis, Kochô se retorció buscando alivio en el movimiento de esos dedos intrusos, formando un contrapunto sólo equiparado por sus jadeos acelerados que terminaban siendo engullidos por los labios de su amante.
El despliegue de erotismo era tal que tuvo que soltar sus muñecas para recorrer sus sinuosas curvas en un intento por enlentecer su propia necesidad de ella, pero las pequeñas manos de la Hashira se enterraron en su pelo, rompiendo la liga que lo mantenía unido. Ella siempre hacía eso y Giyuu sabía que tendría que cobrarsela en el futuro. Su negro cabello se desparramó sobre sus hombros y le provocó cierto cosquilleo que lo hizo romper el beso para mirarla de forma burlona. A este paso sería difícil que no los descubrieran como ella había pedido, pero se dio cuenta que jugar con aquella posibilidad lejos de asustarlo, lo impulsaba a descubrir cuánto podían explorar antes de tener que detenerse. Aunque, su objetivo era llegar hasta las últimas consecuencias y, con eso en mente, el subidón de adrenalina no se hizo esperar.
Alejó su mano de su cálido centro y comenzó a deshacerse del pantalón de Shinobu, la chica se adelantó a ayudarlo, llevándose todas sus prendas por delante, abandonandolas quien sabe donde, antes de hacer lo propio con el pantalón del pelinegro.
Los largos dedos masculinos la volvieron a invadir, apenas terminaron su antigua labor, creando jadeos silenciosos en respuesta, que con cada arremetida se ven desacompasados cada vez más, causando que la lucha por el silencio sea feroz. Kochô quiso causar el mismo caos en el cuerpo de él, por lo que guió sus manos hasta el final del camino marcado por el vello bajo el ombligo de su compañero. Sin embargo, apenas lo rozó, él le dio un lametón a sus labios y escapó de sus pequeñas manos.
Giyuu se posicionó al lado de la pared y obligó a la Hashira a ponerse de lado, dándole la espalda a él y los ojos de ella captaron las siluetas de los jóvenes cazadores, algunas se movían en el sueño, sin llegar a despertar. Y su frecuencia cardiaca se disparó, mientras su mente luchaba por controlar también su respiración. Sin éxito. Fue rodeada por uno de los brazos de él, mientras regaba besos húmedos por sus hombros y el dorso de su cuello.
Su índice trazó un recorrido descendente desde la frente femenina, pasando por su tabique, hasta su boca. La cual dibujó mientras su otra mano la pegaba a su cuerpo. El respingo de Kochô al sentirlo entre sus glúteos no lo olvidaría fácilmente, menos aún cuando la lengua de ella fue al encuentro de su dedo, guiándolo al interior de su boca en una réplica perfecta de la necesidad que la agobiaba y no sabía expresar de otra forma. Necesidad que él había aprendido a entender, hasta cierto punto, a medida que se exploraban mutuamente. Sin embargo, cada encuentro era un nuevo descubrimiento y este no era la excepción, por ello, Giyuu se sorprendió tanto de esta nueva faceta de la muchacha que sus ojos se abrieron en demasía. Además, tuvo que ahogar sus propios gemidos hiperventilados mordiendo el hombro de Shinobu. Sabía que aquello dejaría marca, pero era eso o despertar a los inocentes Mizunotos que tenían el sueño más pesado que cualquier otro cazador que conociera. Cosa que agradecía.
Pasada la sorpresa, quiso seguir presionando la cordura de esa mujer venenosa que tenía todo de él, por lo que guió su otra mano por el vientre femenino hacia abajo. Apenas él rozó aquel botón de carne hipersensible con su mano libre, la descarga eléctrica la atravesó y el instinto la hizo respingar el trasero, buscando un contacto más estrecho con el cuerpo pegado a su espalda. Su oreja se inundó del jadeo apenas contenido por él y tuvo que succionar su dedo en respuesta, mientras movía sus caderas de manera cadenciosa para frotarse contra él y la desesperación con la que respondió la hizo sentir poderosa, porque no quería ser la única afectada en esa situación límite.
Uno de los cazadores se giró en sueños y los ojos femeninos se abrieron mucho, sorprendidos y alerta, agradeciendo que en esa sala en particular la distancia entre camas fuera bastante. Sin embargo, nada podría hacerla detenerse en ese momento. Llevó su brazo hacia atrás, recorriendo el flanco del pelinegro en búsqueda de aquello que anhelaba. Él la despojó de su dedo al mismo tiempo que ella tomaba su miembro y mientras se acomodaba para recibirlo en esa posición que nunca antes había experimentado, él acarició sus senos, provocando más corriente eléctrica. Y el placer que le dio la invasión del cuerpo masculino en el suyo sólo era equiparable al que sentía Giyuu al ser recibido por la calidez y humedad del interior de ella.
La quietud que mantuvieron en el inicio de esa unión sólo precedió al desenfreno que desataron apenas el deseo los terminó por dominar. Dos cuerpos chocando el uno contra el otro, buscando el placer que aquel roce y ese escenario prohibido les daba. Y la lujuria aceleró al punto que él tuvo que liberar su pecho de sus caricias para cubrir la boca de la joven en un intento por amortiguar sus gemidos desesperados. Shinobu mordió su mano, justo en la piel entre el índice y el pulgar, porque ser estimulada por la mano de él en ese pequeño acumulo de terminaciones nerviosas mientras sus caderas se mecían al compás más primitivo de la existencia, era más de lo que podía soportar sin gritar y él no se encontraba en mejor estado que ella.
Y el clímax mismo la alcanzó tiempo después en un crescendo que nunca había experimentado con tal intensidad, mientras sus pupilas dilatadas captaban los detalles entre la penumbra frente a ella. Siguió moviéndose a un ritmo descoordinado porque él no había acabado y deseaba continuar hasta que lo lograra, pero no esperaba volver a ser asaltada por nuevos espasmos que la devolvieron al límite de la vida y Giyuu sí la acompañó esta vez, enterrando sus dientes en otro punto de sus hombros, en un intento desesperado por amortiguar sus gruñidos mientras sentía el ansiado jalón, prueba de que Shinobu lo alteraba al límite de perderse en ella, sin que pudiera llegar a distinguir donde terminaba él y comenzaba la muchacha.
Las contracciones se fueron difuminando al tiempo que sus respiraciones se tranquilizaban. Y, mientras su amante lamía las marcas que le había provocado, en un pequeño intento por calmar el ardor en las zonas, ella hizo lo mismo con la mano de él, observando la quietud que los rodeaba y a la que habían vuelto a pertenecer. Sonrió.
Su relación con el Hashira del Agua seguía siendo un secreto.
Amplió su sonrisa, al tiempo que una sensación de bienestar la invadía y la necesidad de besarlo se acrecentaba. Volteó y, sin señal alguna, se besaron suavemente, en la búsqueda del regocijo mutuo. Giyuu besó su frente, tal como había extrañado tanto ella, y la abrazó, mientras se acomodaba para quedar de espaldas a la cama, jalando a Shinobu sobre él. La joven se dejó hacer, todo su cuerpo relajándose sobre el del pelinegro y, sin previo aviso, la modorra la arrastró a pesar de su esfuerzo por no cerrar los ojos.
Sin embargo, el calor emanado desde el hombre la hizo caer en un sueño tranquilo cuya existencia ya había olvidado y Tomioka la siguió sin darse cuenta.
Porque ambos estaban rodeados por la seguridad que da estar en el hogar.
¿Qué puedo decir? Una parte de mi los ve como tontos en cosas del amor y la otra parte los ve tan curiosos como para hacer cosas que Uzui llamaría extravagantes, srry not srry.
BTW, tiene dibujo de Oni, lo pueden ver en mi cuenta de wtp como siempre.
Y si alguno siente curiosidad por mis FanArts puede verlos en mi IG: (obvio hay GiyuuShino, entre otras cosas)
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