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V E I N T I S É I S | C I C A T R I Z 🎡

«Solo quería confesarle que siempre estuve con él, incluso cuando no lo creía»

Zoe.

A mediados de mayo, las temperaturas en Los Ángeles comenzaban a ser intensas o que se lo dijeran al joven Rhett, después de practicar el deporte que más amaba y lo horrible que era encontrarse así. Por eso, cuando había olas de calor, trataba de no esforzarse tanto e hidratarse para que no le diesen fatigas.

Después de entrenar con el equipo de baloncesto, en el cual era la estrella del equipo, había salido de la ducha de su casa tras dejar que el agua fría pasara por su calurosa piel y fuese más ameno ese día.

Cuando ya se había duchado y tras ponerse la ropa que necesitase, que consistía en pantalones cortos de baloncesto y un suéter de tiras que dejaba sus brazos musculados al aire, se acordó de recoger las cartas, el cual se le había olvidado esa mañana.

Tomando sus llaves, salió del piso solo para mirar el cartero, cuando casi se choca con una joven Zoe.

Él fue a disculparse, pero se calló al verla de la manera en la que se encontraba en ese instante. Y lo peor no fue aquello, a parte de que le evitaba la mirada, sino la marca de unos dedos en el antebrazo de la joven.

Rhett se acercó a ella y, cuando trató de tomar la mano de Zoe, ella se retiró un metro de él.

—Zoe... ¿Qué ha pasado?

La joven, que seguía sin mirarlo, susurró;

—Nada.

Rhett negó con la cabeza mientras la miraba a los ojos, el cual tenía aquellos hermosos ojos azules apagados, como si algo malo hubiese pasado.

Con gran angustia de no saber que le ocurría, de las sospechas que tenía de su trabajo y del miedo que poseía en todo momento al pensar en lo que estaba metida, se acercó, con sumo cuidado y, sin tocarla, susurró;

—Me duele ver que sufres, que sufres más de lo que admites y te lo guardas todo dentro... —Se relamió los labios al sentirlos secos y solo pudo mirar al rostro de ella, cansada de lo que estaba viviendo—. No es bueno, Zoe... Y no acabarás bien si no te abres a alguien... Si no quieres abrirte conmigo, hazlo con tus padres o con Faith... Pero por favor... —Se calló unos segundos antes de concluir. —Solo hazlo.

Entonces, ella más cansada que nunca, lo miró a los ojos, enfadada por algún motivo desconocido para Rhett y el cual pagaría los platos rotos de lo que le había ocurrido ese día a la joven rubia.

Ella no era así y no quería serlo, pero de no hablarlo con nadie, de no poder contar con nadie por miedo a las represalias, a las miradas y a lo que pensaran de ella... Todo ese sentimiento se convirtió en enfado y fue Rhett quien pagó todo aquello.

Llena de lágrimas en los ojos, después de un día de mierda, elevó la voz más de lo habitual y respondió;

—¿Te he dicho yo que te metas en mi puta vida, vecino? —preguntó con rabia, dejando a Rhett mal por eso—. No, ¿verdad? ¿Me meto yo en tu vida?

Rhett se sentía mal al escucharla así, pero jamás se lo tomaría en cuenta porque sabía que la que hablaba era ese sentimiento escondido que ella no dejaba salir. Y jamás se lo reprocharía. Tragaría ese día hasta que un día ella pudiera confesárselo.

Tardase lo que tardase.

Por lo que Rhett susurró;

—No hablas tú, habla la rabia que tienes dentro de todos los problemas que guardas y sale de esa manera.

Las lágrimas de ella, que salían como la lluvia en noviembre, hacían destrozar más a Rhett por no poder hacer nada por ella... Por querer ayudarla y no poder hacerlo al ver que ella no quería que la ayudasen.

—Déjame, Rhett.

Zoe caminó hacia su piso, sacando las llaves, cuando él se cruzó en medio de ella, haciendo que se enfadase más con él.

—Déjame entrar a mi piso, Rhett. No me hagas repetírtelo —contestó con un tono amenazante que jamás se lo había escuchado nadie, mucho menos Rhett que la conocía de más años que su grupo de amigos que tenían en común.

Él negó, arrugando su frente por verla así y murmuró;

—Odio ver como te sumerges al agua y apartas la mano del que quiere ayudarte.

Zoe apretó la mandíbula, solo deseando meterse en su casa y llorar a solas, como siempre terminaba haciéndolo. Destruyéndose.

—Si me sumerjo yo sola en el agua, no es de tu incumbencia.

Rhett negó con la cabeza, haciendo dudar a Zoe.

—Lo es... Pero no lo quieres admitir —confesó.

Y aquello dejó patinando a la joven, la cual cuestionó;

—¿Qué quieres decir con eso?

—Tu lo sabes más que nadie...

En el fondo, Rhett también está enfadado, pero no por lo que estaba viendo de ella, sino por verla sufrir y no dejar que entrasen en su vida para poder ayudarla, si necesitaba ayuda. Él se la entregaría sin preguntárselo, sin esperar nada a cambio... Jamás esperaría nada a cambio. Pero no se podía ayudar a quien no quería que le ayudasen.

De ese enfado que tenía Rhett, comenzó a sentir un fuerte pinchazo en su estómago y se quejó al saber de lo que era, maldiciendo en voz baja.

Zoe, al verlo, se temió lo peor y las lágrimas y el enfado, se cortaron rápidamente para centrarse en ese chico que tenía frente a ella. Caminó hacia él, agarrando los brazos fuertes de él.

—¡Rhett!

El nerviosismo en ella se hizo evidente y su preocupación solo fue en aumento, pero Rhett no quería verla así por algo que, muy pocas veces, le ocurría cuando se alteraba. Por lo que le quitó hierro al asunto.

—No es nada —susurró con un tono de voz bastante ronco.

Ella se acercó a su rostro para mirarlo y preguntó;

—¿Es el estómago? ¿Dónde la cicatriz?

Rhett asintió.

—Sabes que a veces me duele el estómago, no significa nada.

—Para mí significa todo... —contestó Zoe—. Ven, vamos a mi piso.

Ambos entraron al piso de Zoe, la cual parecía haberse olvidado completamente de su enfado para centrarse en el chico que había frente a ella, el cual se tocaba el estómago con dolor.

La joven le entregó un vaso de agua y él se sentó en el sofá de ella, mientras tomaba aquel vaso que ella le había entrado.

—¿Mejor?

Él asintió y dejó el vaso sobre la mesa.

Se apoyó en el respaldo del sofá y observó a Zoe.

El tiempo pareció detenerse entre aquellos jóvenes, pero la verdad, es que pasaba rápidamente cuando estaban juntos y parecía que las horas fuesen minutos cuando la vida de ambos explosionaba.

Así de cómodos se sentían cuando estaban juntos, alejando lo poco que hablaba Zoe de su vida privada. Ella, a su lado, se sentía protegida, como si al lado de Rhett se sintiera segura. Y deseó tener siempre esa sensación.

Rhett tragó saliva y quiso empezar aquella conversación;

—Después de operarme de aquel tumor en el páncreas con 18 años, sabes que a veces me duele si me altero mucho. Pero no es motivo de preocupación —contestó, sin importarle demasiado, aunque a veces le preocupaba que volviese a salirle.

Pero no quería preocupar a la joven que tenía a su lado y menos después del día que ella tenía.

Entonces, vio que cometió un grave error al elegir las palabras cuando vio como Zoe se entristecía y miraba hacia otro lado de su piso, con un rostro angustiado de tan solo pensar que era su propia culpa por no haber pensado en él.

Y ese era el problema de Zoe, que pensaba antes en los demás que en sí misma y de esa manera, se descuidaba por completo.

—Te alteré con mis estupideces... —dijo, sintiéndose culpable.

Rhett se acercó a la joven y, al ver como un mechón dorado del cabello de ella se cruzaba por el camino de su hermoso rostro, levantó su mano y, tomando ese mechón de pelo, se lo colocó detrás de su pequeña oreja, para así poder ver mejor aquellos hermosos ojos azules que tanto amaba mirar.

—No. No son tus estupideces, también son las mías —murmuró Rhett, esperando que ella le devolviese la mirada—. Me preocupo por ti, Zoe y quiero que lo comprendas.

Pero ella no se la devolvió en ese instante y solo miró sus pequeñas manos, temerosa de hacerle daño al hombre que tenía a su lado.

—Lo siento por hablarte así antes... No sé que mierda me ha pasado. —Giró su cabeza, para mirar un rincón de su pequeño piso y susurró. —Soy una estúpida...

Sus manos se taparon el rostro y empezó a negar con la cabeza, aguantando las lágrimas para que Rhett no la volviese a ver llorar, otra vez. Odiaba llorar delante de nadie y más de ese chico por el que sentía cosas. No quería que nadie la viese llorar y bastante sufría guardándose todos sus problemas, los cuales se avergonzaba de ellos.

Pero Rhett tomó aquellas manos, retirándoselas de su rostro y acunando la cara de ella con sus grandes manos.

Aquel gesto hizo que Zoe sintiera algo en el estómago más fuerte que nunca y, arrugando su rostro, entreabrió los labios mientras miraba a los ojos color caramelo de aquel joven.

—Llevas tiempo guardando algo que te hace daño dentro. Hoy viniste alterada, por algo que ocurrió en tu vida... A veces, cuando estamos al borde de explotar, le gritamos a las personas que nos importan... —Se tomó un respiro, acabando su frase segundos después—. No por eso significa que seas una estúpida... Ni de lejos.

Ella, inconscientemente, se mordió el labio, para evitar pensar en lo de aquel día y así poder dejar que sus lágrimas no salieran frente a él.

Ahí, Rhett vio nuevamente la marca de los dedos de alguien en el brazo de la joven, por lo que susurró;

—Solo dime que ha ocurrido para que tengas esas marcas de mano en tu brazo... Porque buscaré a esa persona hasta en los confines de la tierra.

Zoe tragó saliva y negó, sin saber como responderle si no era desde el inicio, desde hacía casi 2 largos años.

Muchas lo hacían libremente porque quería, a Zoe no le quedaba más remedio, todo por un fallo administrativo y por no hablarlo con sus padres. Todo por no ser sincera desde el principio y no querer preocupar a sus padres, perder la oportunidad de estudiar en esa universidad y ser independiente.

Pero aquello le había salido mucho más caro de lo que creía.

Para cambiar de tema, observó los hermosos ojos de su vecino y recordó aquellos días, en los que él se operó después de descubrir que tenía un tumor benigno en su estómago. Estuvo mucho tiempo curándose, por lo que tuvo que dejar el deporte por un pequeño período de tiempo hasta que todo estuviese a la normalidad. Y, aunque él no lo supiera, ella siempre estuvo a su lado, ya que en esa época estaban más que distanciados por decisión de Rhett y no quería saber nada de ella.

Y Zoe decidió confesarle algo de esa época que Rhett se sorprendería.

—¿Te acuerdas el día de la operación? Cuando te abrieron el estómago... —susurró, mientras las manos de Rhett seguían acunando el hermoso rostro de Zoe.

Rhett sonrió con humor para responder;

—Como para olvidarlo. Tengo una enorme cicatriz fea que me lo recuerda siempre.

Ella negó, no pensando eso de su cicatriz.

—Le dijiste a tus padres que no querías que fuera a verte y es más... Pensaste que no fui a verte. —Guardó unos segundos antes de seguir. Y, cuando lo hizo, sus ojos brillaban—. Pero estuve fuera de tu cuarto todo el tiempo. Incluso después de la operación. Sabía que no querías verme y acepté tu decisión, pero quería estar a tu lado de una forma u otra.

El rostro de Rhett era para enmarcarlo. Sin lugar a dudas, no se esperaba aquella respuesta de ella y pensó que no había ido, apenado por tratarla como lo hizo, después de decirle que no quería saber casi nada de ella.

Pero el tiempo los hizo enemigos, hasta terminar siendo los jóvenes que eran a día de hoy. Y todo por un malentendido del pasado.

Por malentendidos y por no hablarlo, se podían perder grandes personas por el camino... En nuestro camino. Y podíamos llegar solos o acompañados hacia nuestra meta. Pero aquellas personas que perdimos por malentendidos siempre sentiríamos una espinita difícil de sacar, todo por no hablarlo.

—¿Estuviste todas esas horas allí? —cuestionó.

—Claro... ¿Te crees que te iba a dejar solo? —contestó haciendo feliz a un Rhett que se encontraba mejor.

—He sido un idiota todos estos años contigo —admitió, con un rostro atormentado.

Zoe tomó las manos de Rhett, las cuales estaban sobre rostro de ella, a cada lado de sus mejillas, y dijo;

—Lo que me gustaría saber que es lo que pasó entre nosotros para llegar a eso... Soy una estúpida por no darme de cuenta en ello... Pero ojalá algún día me lo explicases —murmuró Zoe.

Él se quedó callado, frente a frente con la mujer que amaba. Y deseó confesárselo en ese instante. Dejar atrás todo, poder seguir adelante y explicárselo, y eso significaba decirle que la amaba, que siempre lo había estado de ella.

Los labios de Rhett se entreabrieron, a punto de comenzar a soltar aquellas palabras que su pecho necesitaba sacar hacia fuera, pero cuando observó como los ojos de ella, tan intensos y azules que podían penetrar dentro de tu alma, hizo que se arrepintiera.

Al ver Zoe que él trataba de explicárselo y no le salían las palabras, sabía que esa no era la noche para hablar y menos después de lo alterado que se había puesto por ella. No quería alterarlo más, por lo que colocó sus manos sobre las mejillas de Rhett y sonrió para ese joven, comprendiéndole.

—No tienes que explicármelo esta noche —inició. —Recupérate y lo hablamos otro día. Pero debemos sentarnos a hablar.

Rhett asintió, estando de acuerdo con ella.

Ambos, se quedaron mirando las vistas de la ventana, donde veían la noria del muelle de Los Ángeles desde ahí. La cabeza de Zoe descansaba sobre el hombro de Rhett, relajándose tras un mal día gracias a la cercanía de ese joven, mientras que él disfrutaba de esa sensación de tenerla a su lado, oliendo aquel perfume de ella y deseando confesarle lo que guardaba.

Y estaba dispuesto a confesárselo pronto... Muy pronto.

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