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V E I N T I D Ó S | L Á G R I M A S 🎡

«Decía que quería estar sola, pero en el fondo solo quería que él ignorase esas palabras y me abrazara y no me soltase en ningún momento»

Zoe.

El atardecer de Los Ángeles, más precisamente ese, estaba siendo hermoso, con el cielo cubriéndose de un color anaranjado y con las palmeras decorando aquella ciudad californiana.

Faith, la cual estaba en la casa de su tía para pasar la noche, se encontraba mirando aquel atardecer desde la ventana de su cuarto. Ella vivía sola en su piso, pero a veces le gustaba pasar en familia con su prima pequeña y su tía, la cual era lo más cercano a una madre que Faith podía tener.

Su vida fuera de Los Ángeles, en la casa de su padre era... De lo más complicada. Lo suficiente para querer irse y no tener que volver jamás y desear quedarse con su tía y su prima pequeña.

No era un mal padre, pero su relación era compleja y ambos no se llevaban bien después de la muerte de la madre de Faith.

Faith, que le fascinaba dibujar, miró cada detalle de esos colores del cielo, con aquellos edificios y esas palmeras que le hacían tener ganas de dibujar. Su especialidad era el retrato, dibujar el rostro de las personas, captar su expresión, si estaban tristes, felices, enfadadas... Le gustaba dibujar en privado, sobre todo en el trasporte público, mientras nadie la veía y nadie sabía que ella los dibujaba. Dibujar era su vida, lo que más amaba, pero gracias a los ánimos de su padre, eligió estudiar derecho en una universidad que apenas podía costearse. Si no fuese por su trabajo, por la beca y la ayuda de su tía, seguramente ya lo hubiese dejado desde hacía tiempo.

Su tía Sam, la animaba a cambiar de carrera, a hacer lo que ella deseaba, que era dibujar. Pero su padre le había metido tantas ideas en la cabeza, que ya se imaginaba que no se iba a ganar la vida dibujando y prefería elegir una carrera con más salida laboral.

Ser adulta era horrible.

Cuando éramos niños, deseábamos ser adultos para ser libres. Pero en cuanto eras adulto, te dabas de cuenta que, cuando verdaderamente libres eras, fue en la infancia.

La vida daba muchas vueltas y a partir de los 16 o incluso más, empezabas a verlo. Otros lo veían desde antes, pero Faith empezó a ver lo cruda que era la vida cuando cumplió los 16 hacía años.

La joven suspiró, cuando giró su cabeza a su cuarto y vio las fotos de sus amigos, parándose para ver la foto de Blue con las letras de Hollywood de fondo.

La joven observó aquello y no pudo dejar de pensar en aquella joven, la cual estaba haciendo que tuviese dudas sobre su sexualidad desde hacía varios días. Faith quería creer que era el cariño que le tenía a la amistad con Blue y se negaba a que fuese por algo más. Pero no la ayudaba a centrarse y dejar de lado esa preocupación que la hacía tener varias dudas.

No quería pensar en ella de esa manera. Era su amiga y Blue seguramente la miraría mal si le dijese que es lo que le estaba pasando, por lo que prefirió pensar que solo era que la echaba de menos tras lo que ella misma le había hecho a Blue.

"Debía de ser eso". —Se dijo a sí misma, en su mente.

Por lo que, muy a su pesar, sacó su móvil y escribió al grupo para decir que no podría ir al muelle esa misma noche, como habían quedado la otra tarde. Necesitaba estar sola, dibujando, escuchando música y acabar el día cenando y viendo una película con sus seres queridos.

Grupo;

Yo; Familia, no podré ir. Tengo que hacer cosas en casa con mi tía y mi prima. Disfruten ustedes.

Yo; Si mañana no hacen nada, podríamos quedar a la piscina municipal y pasamos un buen rato juntos.

La joven vio que Izan empezó a escribir rápidamente.

Izan; No te preocupes. Y ¡claro que si a la piscina! Mi cuerpo hermoso necesita vitamina d.

Faith sonrió, negando con la cabeza por lo que acababa de decir su amigo y dejó el móvil, suspirando y no pudiendo dejar de pensar en Blue, teniendo aún muchas más dudas.

🎡

Al otro lado de la ciudad, —cerca de la playa—, se encontraba un joven Rhett preparándose para ir al muelle de Santa Mónica, donde su mejor amigo Izan era fan de la noria y siempre que iba, solía subirse.

Él no le gustaba las alturas, por lo que no solía subirse a ninguna atracción, entre ellas, la noria.

Pero le gustaba disfrutar de ese momento con sus amigos, y era viernes para disfrutar esos momentos únicos que dudaba que volviesen a repetirse en un futuro, cuando terminasen la universidad y la vida adulta, el trabajo y los que les deparaba la vida, cambiasen el presente.

No paraba de pensar en lo que había pasado la última noche con Zoe y, al mirar su cama, no pudo dejar de sacar una sonrisa al recordar que se habían quedado juntos a dormir y, esa misma mañana, si la encontró en la cama a su lado, durmiendo. Parecía que Zoe llevaba días sin dormir que prefirió dejarla más horas de lo habitual descansando, mientras él la observaba dormir.

Le dio tiempo a salir a correr y, al llegar, la joven rubia seguía durmiendo en la cama de Rhett, con su cabello dorado esparcido por sus almohadas, la cual había dejado aquel perfecto perfume de ella. La cual, cuando durmiese esa misma noche, ese aroma le recordaría a ella.

Sonrió sin poder evitarlo y negó con la cabeza.

Sentía que esa vez podría ser diferente y, quizás, las cosas entre ellos podían ser distintas.

Quiso pensar que quizás aquel rechazo fue por algo que se le escapaba, ya que no entendía porque ella no recordaba ese momento. Quería hablar con ella y estaba dispuesto a hacerlo pronto, en cuanto encontrase el momento idóneo. Pero el miedo, el temor de que, si se lo decía y le dijera lo que sentía nuevamente, podría ser rechazado por segunda vez por aquella joven de la que llevaba enamorado desde que la conoció, hacía muchos años.

Cuando fue rechazado por ella, y al ver que ella los ignoró durante varias semanas tras ese rechazo, le tomó rencor a aquella joven y supo que fue un grave error y que la trató mal esos años. No debió hacerlo y quería disculparse, pero debía sentarse a hablar con ella y decírselo todo.

Absolutamente todo.

Salió de su piso, miró la puerta de su vecina, la cual creía que ella había salido, ya que dijo que iría a trabajar y bajó sus hombros, cuando escuchó algo caerse a suelo desde el piso de ella, rompiéndose.

Rápidamente, asustado, sacó las llaves de ella que una vez se dieron por si lo necesitasen en algún futuro y abrió la puerta del piso de Zoe.

Al abrirla, se encontró a una Zoe, triste y agachada recogiendo el plato roto que había caído al suelo.

La joven, al levantar la mirada y ver que Rhett le había abierto la puerta, arrugó su frente y dijo;

—Rhett, ¿por qué utilizas la llave que te di? —preguntó, tratando de limpiarse las lágrimas con rapidez, pero sus ojos ya estaban rojos—. Eso es solo para emergencias.

Su voz, apagada, hizo alarmar a Rhett, el cual se agachó junto a ella tras cerrar la puerta y tomó las pequeñas manos de la joven. Se percató de que habían pequeñas gotas de sangre al recoger los trozos del plato y él negó con la cabeza.

—Iba a salir con nuestros amigos, pero escuché algo rompiéndose y pensé que te estaban robando —susurró siendo sincero. La volvió a mirar sin soltar sus manos y dijo. —O te había pasado algo. Deja esos trozos, ahora los recojo yo. Voy a limpiarte las heridas. Te vas a hacer daño así.

Ella negó con la cabeza, de rodillas en el suelo y sintiéndose avergonzada por verse mal, con sus ojos llorosos y su cabello completamente enmarañado.

Avergonzada, dijo;

—No, Rhett... Sal con nuestros amigos, estaré bien.

Rhett clavó sus hermosos ojos sobre los de ella y dijo contundentemente;

—No voy a salir y menos al verte así.

Colocó una de sus manos sobre la mejilla de ella y la acarició con suavidad. La joven cerró los ojos al sentir esa caricia.

—Estaba limpiando los platos para distraerme, cuando uno se me resbaló de las manos —susurró, mirando el estropicio que había hecho por su torpeza y por pensar en sus problemas.

Rhett negó con la cabeza y contestó;

—Cuando uno está triste suele ser más torpe. Lo sé por experiencia —murmuró, respirando profundamente y comprendiéndola en ese sentido.

Si le pagasen a Rhett por cada plato que había roto, sería millonario en esos momentos.

Zoe sonrió al sentirse bien al lado de ese chico y se levantó a lavarse las manos, mientras Rhett barría los trozos del plato roto.

Cuando tiró esos trozos en la basura, ambos fueron al sofá que tenía la joven y, después de sacar el botiquín de primeros auxilios, tomó las manos de ella y curó las heridas de la joven.

Levantó su cabeza, mirando los ojos hermosos de ella, ahora hinchados de llorar y, con cuidado de elegir las palabras, preguntó, preocupado;

—¿Pasó algo en el trabajo?

Zoe no contestó al principio. Solo miró como ese chico, con aquellas manos tan grandes, la curaba con cuidado de no hacerla daño.

Suspiró y trató de evitar tocar ese tema.

—No. Al final me cambiaron el turno.

Él la miró y vio como una cayó una lágrima, resbalando por la mejilla de la dulce Zoe, la cual él limpió con ternura.

Ella susurró;

—Deberías ir a divertirte y demostrar que eres un buen amigo —murmuró, pareciendo entender el motivo por el cual estaba así, a parte de más cosas que ella estaría escondiendo para sí misma.

Arrugó su frente y cuestionó;

—¿Te crees que por no quedar eres una mala amiga?

Zoe movió sus hombros y, tras limpiarle él las heridas, se abrazó a sí misma.

—A veces siento que soy una amiga de mierda por rechazar quedadas...

Rhett negó, mirándola con cariño y hablando con ella, cosa que, sin él saberlo, estaba siendo un gran apoyo para la joven.

—No, Zoe. Eso no es así. Escuchas nuestros problemas, cuando nos haces falta para lo malo, estás ahí y nos apoyas.

Zoe lo miró, con los ojos enrojecidos y susurró, solo sabiendo el motivo por el cual estaba así;

—Pero me estoy perdiendo momentos importantes con ustedes.

Ella explotó y Rhett la abrazó, sin esperar nada a cambio, sin dejar que ella se lo pidiese. La abrazó y aquel simple gesto, le dio años de vida a la joven Zoe, la cual necesitaba mucho apoyo y en vez de pedir ayuda, se encerraba más en sí misma.

Los brazos fuertes de Rhett la hicieron sentirse bien, acariciándola, dejando que llorase en el hombro de él, sin importar cuantas lágrimas cayesen en su suéter.

Se quedó ahí por y para ella, para ser su hombro en el que llorar y apoyarla.

Negó con la cabeza, mientras acariciaba la espalda de la joven con afecto.

—No te los estás perdiendo. Aquí estamos y vamos a seguir. —Besó la frente de ella y preguntó. —¿Estás preocupada por tu trabajo?

La forma, el tono por el que lo dijo, hizo abrir a Zoe, la cual asintió, diciendo lo siguiente;

—Si...

Rhett suspiró y continuó hablando;

—No quieres hablar y lo comprendo. Pero si pasara algo malo, ¿me lo contarías?

Ella silenció unos segundos y susurró, siendo sincera;

—Quiero hacerlo, pero tengo miedo por como me mires si te lo cuento.

Rhett tomó el rostro de la joven para hacer que lo mirase y preguntó;

—¿Alguna vez te he juzgado?

Tenía razón, jamás la había juzgado lejos de como había estado su relación todos esos posteriores años.

—Nunca, pero esto es diferente...

—Si nunca te he juzgado, no lo voy a hacer jamás —respondió Rhett, prometiéndoselo.

Silenciaron unos segundos, antes de continuar Rhett.

—Bueno, ¿que puedo hacer para sacarte una sonrisa? —Hizo que se lo estaba pensando, cuando la miró y dijo. —Ya sé.

Comenzó a hacerle cosquillas en el sofá de ella, consiguiendo que ella riese en alto, pidiéndole que parase, pero Rhett quería escucharla reír, quería verla sonreír y ver su sonrisa.

Ese fue un momento de ellos, solo de ellos. En la intimidad de ese lugar, disfrutando de ese momento juntos y dejando de lado todo lo demás.

Cuando él paró, viendo que ella había sacado lágrimas de la risa, dijo;

—Voy a hacerte la cena y olvídate de echarme de tu piso, porque voy a estar a tu lado esta noche.

Zoe, acostada en el sofá, con su cabello esparcido y con Rhett sobre ella, sonrió y contestó;

—Gracias, Rhett.

Rhett le guiñó un ojo, se levantó y, después de avisar a su amigo Izan que no podía salir, apagó el móvil e hizo la cena a aquella joven que se encontraba en ese piso.

Esa noche cenaron juntos, hablaron de otras cosas, disfrutaron de ese momento juntos que, a pesar de haber sido un momento malo para ella, se convirtió al final de la noche, en una bonita noche junto con Rhett, quien le había arreglado la tarde.

Y juntos, compartieron algo mágico solo con el poder de la palabra.

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