Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

V E I N T I C U A T R O | E N F E R M O 🎡

«No iba a dejarlo así. Iba a quedarme a su lado»

Zoe.

Parecía un domingo cualquiera. Aburrido, deprimente e, incluso, repetitivo.

Las personas decían "odiar" el lunes por ser el inicio de semana, pero el domingo era un día extraño, con todas las tiendas cerradas, el sentimiento de saber que el fin de semana se apaga con ese día para ir al día siguiente con tus obligaciones.

Era un día extraño y mucho podríamos estar de acuerdo que los domingos era días deprimentes y aburridos.

Ese día no era diferente para la joven Zoe, con la diferencia de que todavía podría decirse que era incluso peor que otros domingos. Se sentía más vacía de lo normal, más intranquila... Más triste. Y todo por lo que había hecho el día anterior al dejar a Rhett tras haberlo hecho ambos.

Zoe le costaba dar cariño tras una sección de sexo. Estaba tan acostumbrada a que la tratasen como una basura, que ella misma se había acostumbrado a hacer casi lo mismo, aunque con Rhett trataba de no tratarlo así y, a veces, fallaba. Como el caso de hacía unas horas, tras la dichosa llamada que ella nombraba para sí misma como un calvario.

Por ello tenía 2 móviles diferentes y cada uno tenía un tono diferente. El primero era el privado, donde solo sus personas más importantes, tenían su número. Y luego el segundo, con el que trabajaba y lo utilizaba simplemente para ello.

La joven rubia se miraba al espejo, preguntándose a donde llegaría y como hacer para poder ser mejor... Para no tratar mal a Rhett y ser buena para él. Su autoestima cada vez estaba más en el suelo y a penas lograba mirarse al espejo y decirse algo bonito a sí misma. Ya apenas se sonreía a sí misma cuando miraba su reflejo y solo veía la persona que se había convertido y la que le habían hecho ser así.

Miró la puerta de su piso y pensó en él.

Deseó salir de allí para poder tocar la puerta de Rhett y estar dispuesta a disculparse. Necesitaba hacerlo después de haber sido una mala amante. Después de ser una horrible amiga... Después de no saber como poder amar a alguien... A Rhett.

Suspiró con fuerza, contó varios segundos y tomó su bolso y caminó hacia su piso.

Elevó el puño hacia la puerta y se quedó clavada ahí, sin atreverse a tocar.

Solo deseaba tomar aquel móvil de trabajo y tirarlo lo más lejos posible, deshacerse de él y disfrutar de la vida, de lo bonito de la vida. Pero no paraba de recordar todo lo que tenía que pagar para sus estudios, para poder estudiar en esa universidad y tras todo lo que perdió, sin poder atreverse a contarle a sus padres lo que ocurría en realidad.

Soltó todo el aire, costándole más de lo normal poder hablar con Rhett y, sin esperar ni un momento más, tocó la puerta de él y esperó unos minutos, antes de poder enfrentarse a él cara a cara y disculparse por lo que había pasado.

Nerviosa, comenzó a abrazarse a sí misma, esperando ansiosa poder verle y sabía que él estaría enfadado con ella... Lo sabía muy bien. Ella era la primera que estaba enfadada consigo misma.

Ella deseaba poder quedarse con Rhett toda la noche, como lo hicieron hacía varios días. Y lo bien que se sintió en sus brazos... Pero sabía que Rhett no la aguantaría mucho tiempo... No si quería salir intacto, sin que su corazón de dañase.

Pero Rhett estaba tan enamorado de ella, que parecía improbable que él dejase de hablarla.

Un joven abrió la puerta con un rostro completamente diferente, con ojeras, empapado en sudor y con un rostro como si tuviese náuseas.

Zoe, al verle, se preocupó por ese hombre que parecía estar a punto de caer al suelo.

Angustiada, se acercó a él a pesar de que Rhett no quería que se acercara para que no se contagiase por su culpa.

—Rhett... Estás enfermo —susurró, acercándose para colocar sus manos sobre su rostro y mirar si tenía fiebre.

Y vaya si lo tenía.

Rhett se alejó de ella, no queriendo que Zoe lo viese así y negó con la cabeza, esperando que se fuese para que no le viese de esa manera.

—Es solo que la hamburguesa que nos tomamos ayer en el restaurante debió sentarme mal. Cuando llegué ayer a casa no estaba bien del estómago —murmuró con los ojos medio cerrados.

Zoe analizó el rostro de él y negó con la cabeza, sabiendo que no estaba bien. No esa tarde de domingo.

—Deja que te cuide —susurró, dando otro paso.

Rhett negó, mirando la puerta abierta y diciéndole;

—No. Seguro que tienes trabajo.

Ella se quedó de pie mirándolo y Rhett, a pesar de estar enfermo, se podía escuchar como su voz tenía algo de enfado y continuó;

—Vete, Zoe.

Zoe no iba a irse. Y menos viéndolo como estaba.

Aunque él le dijese que se fuera, ella no lo iba a dejar solo y más estando como se encontraba.

—Sé que estás enfadado conmigo. Pero voy a quedarme por poco que te guste mi presencia hoy —respondió.

Cerró la puerta del piso de él, caminó hacia el sofá de él, donde tuvieron su primera vez y dejó su bolso mientras Rhett la miraba desde lejos con la peor versión de Rhett que nadie había visto y que ahora solo Zoe conocía. Él, que quería siempre estar bien para ella, le daba bastante vergüenza tener que verse así frente a esa joven, pero Zoe eso no le importó.

Rhett comenzó a sentir más náuseas, sabiendo que era lo que significaba, cosa que llevaba todo el día de esa manera y salió corriendo al cuarto de baño para vomitarlo.

Zoe lo siguió y, viéndolo a él de rodillas frente al váter, ella se quedó tras él, colocando su mano sobre la frente de él y, con la otra, sobre su hombro. Mientras que Rhett no paraba de echarlo todo por la boca, Zoe no lo dejó. Se quedó a su lado, cuidándolo.

Cuando paró unos minutos, Rhett, sin mirarla, susurró avergonzado;

—Por favor, Zoe... No me veas así —suplicó. —Vete.

Zoe arrugó su frente y negó varias veces, a su lado.

—Voy a quedarme aquí, ¿vale? No te avergüences por eso. Somos humanos.

Zoe peinó el cabello despeinado y sudoroso de Rhett hacia atrás y, cuando él volvió a echar lo que su estómago trataba de expulsar, ella colocó, nuevamente, la mano sobre la frente de él.

Cuando acabó, ella le entregó papel higiénico para que pudiese limpiarse.

Lo ayudó a levantarse del suelo y dijo;

—Date una ducha mientras yo trataré de hacer una sopa. Debes de tener gastroenteritis, así que no tomes nada sólido hasta que te veas mejor —dijo la joven rubia y Rhett la miró, con la peor cara que podía tener y asintió, sintiéndose mal—. Si me necesitas, solo tienes que llamarme. Estaré en la cocina.

Él asintió, sin poder hablar tras el espectáculo que le acababa de dar a Zoe y cuando se quedó solo en el baño, se dio una ducha para así también cambiarse de pijama y ponerse otro más fresco.

Notando ese horrible sabor en la boca tras vomitar, trató de enjuagarse la boca varias veces sin éxito y luego salió, sintiéndose más nuevo que antes.

Al salir del cuarto, camino hacia su cama y, desde ahí, tenía la vista entera de su pequeño piso, donde frente a él se encontraba la cocina y ahí estaba la joven rubia de la que él estaba enamorado hasta los huesos.

Vio como hacía la cena, extrañándole que hiciera algo, ya que no solía cocinar y se prometió que debía de compensárselo un día de esos.

Cansado y con el estómago revuelto, cerró los ojos unos segundos antes de sentir las manos cálidas de Zoe sobre la frente de él.

—Antes tenías unas décimas de fiebre, pero ahora no... ¿Cómo te encuentras?

Rhett sonrió delicadamente, mientras veía como Zoe le bajaba las sábanas de su cuerpo hasta dejarlas por sus caderas, para que no se tapase tanto.

—Fatal.

Zoe acarició la frente de él y luego le peinó el cabello, para que no le molestase en el rostro y estuviese mejor.

Juntos, cenaron la sopa que Zoe había cocinado, aunque no fuese una persona que le fascinase cocinar y ella se quedó toda la noche con él.

A medida que la noche iba pasando y se acercaba la hora de dormir, Rhett se sentía algo mejor, pero no del todo y, cuando Zoe estuviese despistada, observaba el bello rostro de aquella joven y como estaba a su lado, cuando más la necesitaba.

Ahí se demostraba las personas que realmente valían oro, las que para las cosas malas estuviesen ahí. Quizás Zoe era una mujer muy complicada, con muchos secretos según Rhett, pero a la hora de la verdad, estaba ahí. Era capaz de dejar cualquier cosa para estar a tu lado en tu peor momento. Y con los años lo había demostrado una y otra vez.

Durante esa noche, Rhett la miraba con una sonrisa y susurró;

—No tienes que cuidarme, ya lo sabes...

Zoe elevó la ceja y negó con la cabeza.

—Pero quiero hacerlo. —La joven pensó en la tarde anterior y susurró. —Siento lo de ayer... Haberte dejado solo después de lo que hicimos... A veces soy una estúpida.

Rhett arrugó su frente y trató de moverse en la cama, pero desde que se moviese un poco el dolor del estómago volvía y debía estar quieto para no sentirlo tan fuerte.

—No lo eres, Zoe. —Alargó la mano hacia la de ella sobre la cama, la cual la joven estaba sentada en la silla de escritorio de Rhett, pegada a la cama de él—. Creo que ocultas algo y tienes miedo a decir que es. Pero no eres para nada una estúpida.

Zoe mostró una sonrisa de lo más natural, regalándole a ese joven esa hermosa sonrisa y Rhett no pudo enamorarse más de ella.

Vio la hora y se sintió mal por ver como ella iba a aguantarlo cuando estaba enfermo y murmuró;

—De verdad, que no tienes porqué quedarte a mi lado. Seguro que tienes mejores cosas que hacer que quedarte conmigo.

Zoe volvió a negar para concluir;

—Aunque tuviese mejores cosas que hacer, las sustituiría por ti.

Rhett recordó entonces el libro que siempre solía leer ella siempre que podía. Apretó su mandíbula y, avergonzado por lo que le pediría, le preguntó;

—He visto que estás volviendo a leerte "Orgullo y Prejuicio". ¿Lo tienes ahí?

Zoe arrugó su frente al escucharle y prefirió no decirle nada, no hacerle una broma como lo haría en otra ocasión. Solo asintió, sabiendo que él quería que lo leyera en voz alta, quizás para dormir y lo hizo.

—Claro... Aunque creía que odiabas ese libro.

Rhett, aunque jamás se había leído esa novela, lo cierto es que le gustaba verla leer. Y ahora podía aprovechar para verla así sin parecer un idiota.

—Me gusta verte leer —admitió.

Zoe sonrió y asintió, tomando su libro y leyéndolo en voz alta, mientras colocaba sus piernas sobre la cama de Rhett, sin molestarlo. Y él la escuchó, enamorado.

🎡

A la mañana siguiente, un joven Rhett, sintiéndose mucho mejor, se despertó en su cama, solo, mientras la luz natural entraba por su ventana, molestándole en su rostro.

Buscaba a cierta rubia que le robaba gran parte de su tiempo, de sus horas... Pensaba en ella cada hora y quizás no sería sano, pero hasta que no sacase todo lo que sentía y se lo dijese, no estaría tranquilo.

Se sentó en su cama, con el estómago mucho mejor que la noche anterior y, temeroso porque ella se hubiera ido sin avisarle, comenzó a inundarle el estómago, pero todo cambió, ese temor se esfumó al verla frente a la ventana. La joven Zoe se encontraba haciéndose un moño con su cabello completamente despeinado y la luz del sol, que entraba por la ventana, dejaba una imagen hermosa de aquella joven, que ni se percataba que ese chico, —que también le quitaba el sueño—, la estuviese mirando.

El joven Rhett no pudo evitar recordar la conversación que tuvieron, cuando ella le sacó una foto y él quiso hacerle una a ella, pero Zoe decía que no era fotogénica.

Y lo cierto es que no podía estar más equivocada.

Era una mujer hermosa y Rhett sabía que sufrió mucho en el colegio, donde perdió toda su autoestima. La comprendía y quería que recuperase esa autoestima. Daba igual lo demás, todos debíamos sentirnos bien con nosotros mismos. Todos, sin excluir a nadie.

Él se levantó, silenciosamente, tomando la cámara que Zoe solía llevar casi siempre con ella y, aprovechando que ella no lo miraba, sacó una foto de ella, tan hermosa como la misma primavera.

El sonido de la cámara de fotos hizo que Zoe levantase la mirada y viese al idiota de su vecino a pocos metros de ella, con la cámara de su padre entre sus manos y sacando una foto de ella. Parecía mucho mejor que la noche anterior y la sonrisa de ella, al verlo así, fue maravilloso para Rhett.

Zoe terminó con su difícil moño y lo miró a los ojos, acercándose a él.

—Rhett... Sabes que no soy de sacarme fotos.

Cuando la foto salió por completo, él la tomó y la miró con una sonrisa.

—Porque no eres la persona que está tras la cámara en estos momentos —confesó sin ninguna vergüenza.

Ella lo miró, sonriente, y preguntó;

—¿Cómo estás esta mañana?

—Mejor. Me duele el estómago, pero nada comparado a lo de anoche.

Ese lunes no tenían clase en la universidad y ella había apagado el móvil del trabajo para no tener que enfrentarse a esos turnos tan extraños que solía tener. Quería estar con él, aunque estuviesen metidos en casa. Quería disculparse por tratarle de aquella manera la tarde del sábado y vivir ese día con él, sin miedos.

Él se lo agradeció y cuando la vio ir a la cocina, él la siguió, para hacer el desayuno con ella.

Zoe la verlo, dijo;

—Tu deberías irte a descansar.

—No me siento bien si dejo que tú hagas todo el trabajo. Además, me gusta cocinar. A ti no —contestó.

Zoe negó con la cabeza y continuó;

—No te acostumbres. Pero estás enfermo, descansa. Yo trataré de hacer un desayuno decente.

Él la miró de una manera que Zoe juró que jamás nadie la miraría.

—Pues la sopa que hiciste anoche estaba perfecta.

Ella arrugó su nariz.

—Lo dices para no herir mis sentimientos. Mi padre es el que cocina en mi casa. Mi madre también, pero mi padre siempre que llegaba la hora de la cena, hacía cenas increíbles.

Ambos, cuando eran mejores amigos, solían pasar tanto tiempo juntos, que incluso iban a cenar a la casa de los padres de ambos. Y Rhett lo recordaba con tanto cariño, que podía sentir todavía la sensación de su estómago cuando la iba a visitar y cenaban juntos, tras estar horas disfrutando de ellos como amigos.

Echaba tanto de menos eso, que jamás creyó que volvería a sentir lo mismo. Esa sensación de felicidad, esas ganas de poder volver con ella... Aunque fuesen solo como amigos.

Odio sentirse así al ver todos los años que habían perdido "odiándose", cuando podían haber arreglado las cosas de antes, haberlas hablado y aclarar las cosas.

Lo que una charla podía hacer era más poderosa que cualquier enfado sin sentido que pudiésemos tener. Porque muchas veces, la gran mayoría de las veces, los problemas se solucionarían hablando. Y ellos no eran una excepción.

Zoe había echado de menos todo eso desde hacía muchos años, pero Rhett se dio de cuenta en ese momento. Que le vacío que sentía era por ello, y en ese momento lo había descubierto.

—Lo recuerdo bien. Como aquellas veces que me quedaba a cenar con ustedes...

Zoe supo, por el tono de voz que había puesto, a que se refería.

—Rhett, siempre serás invitado en la casa de mis padres.

Él sonrió al notar la mano de Zoe sobre la suya y, al bajar la mirada y ver la pequeña mano de Zoe sobre la de él en la encimera, le hizo sentir aquella sensación del estómago. Y no era porque estuviese enfermo por lo malo que estuvo el día anterior. Sabía que era esa sensación porque solo lo había sentido con Zoe.

—Y tú en la casa de los míos —murmuró con sinceridad—. Tengo que compensarte por haberme cuidado anoche y hoy —prometió.

Y ambos se quedaron juntos, tras preparar el desayuno y pensando en la otra persona que tenían frente a frente.

Las cosas estaban cambiando... Y vaya si cambiarían en el futuro.

Para bien y para mal.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro