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V E I N T E | R E V E L A C I O N E S 🎡

«Lejos de la extraña relación que empezábamos a tener, quería que Rhett supiera que estaría ahí cuando más me necesitase»

Zoe.

La canción «The Reason» sonaba en aquella cafetería, en algún lugar cerca de las playas de Los Ángeles y una joven y hermosa pelirroja, se encontraba sola, revisando viejas fotos que encontrase en su cámara fotográfica. La cual ganaba algo de dinero gracias a las fotos que tomaba y vendía por internet.

Observando una de las últimas fotos que había sacado en aquellas semanas, se encontró con una que le fue difícil pasar y la cual observó cada parte de aquella joven, quien estaba enamorada en secreto.

No supo por cuanto tiempo Blue estuvo mirando a Faith en aquella foto que había sacado. Si alguien le decía si podía describir la imagen, ella lo haría sin dudarlo, y sin tener que mirar la imagen ni un solo segundo.

Ahí fue cuando la campanita de la puerta de la cafetería sonó y nadie miró porque estaban metidos en sus propios mundos, sobre todo Blue, quien estaba sumergida en su burbuja. Pero de pronto, la joven de aquella foto se sentó frente a la joven pelirroja y se inclinó hacia ella, interrumpiendo a la muchacha, que dejó la cámara sobre la mesa, rápidamente, para que Faith no descubriese su secreto.

Blue levantó la mirada para observar a aquella joven que tenía a escasos centímetros de su rostro y no ayudó en nada a que Faith tuviese una camiseta que dejase ver la perfección de la línea que hacía entre sus pechos.

Blue, nerviosa, la miró.

—Llevamos una semana así... —comenzó a hablar Faith—. Sé que cometí un error y más haber sido tan sincera en contártelo... No me sé callar cuando debo hacerlo y te pido perdón por eso. Por todo, sobre todo por haberme acostado con alguien que te había presentado para que lo conocieras... No volverá a suceder —respondió, aclarando que había cometido un error y no quería perder a su amiga y menos por otro hombre.

Nunca un hombre debía romper la relación de amistad de 2 amigas y Faith lo supo. Sabía que había cometido un fallo y no lo volvería a hacer. Pero eso no era la verdadera razón del silencio de Blue.

Por lo que la joven pelirroja negó con la cabeza, entristecida, sabiendo que nunca lo entendería.

—Faith, ya te he dicho que no es por eso. No me tienes que decir que no volverás a acostarte con alguien, es tu vida, tu cuerpo... —La joven pelirroja apretó su mandíbula para continuar. —Haces lo que quieras con quien desees. Si te crees que por haberme presentado a alguien y que luego, al ver que no quería nada con él, hicieras cosas con ese hombre, me iba a molestar... Estás muy equivocada.

Faith, angustiada por ello y desesperada, preguntó;

—¿Y que es? Blue, cuéntamelo... No quiero estar ni un solo día más sin mi amiga.

La joven de cabello rizado alargó la mano y tomó la pequeña mano de Blue, la cual comenzó a notarse nerviosa por el roce de aquella joven.

Ambas intercambiaron una mirada diferente, y no supieron por cuanto tiempo estuvieron así, mirándose, con la mano de Faith sobre la de Blue y mirándose de una manera bien diferente a lo que lo harían 2 amigas normales.

No, aquel roce no era de amigas y Blue lo notó y Faith sintió algo en el estómago que le recordó a hacía poco, cuando fueron a la playa.

Aquello la hizo tener miles de dudas, pero no concluyó en algo que comenzaba a sentir por aquella joven. No era consciente Faith y era complicado que se diese de cuenta tan rápidamente para una joven que siempre le habían gustado los hombres. La vida daba muchas vueltas, y nunca, ninguno de nosotros, sabíamos de quien podíamos enamorarnos, sin importar como era, ni mucho menos el sexo de esa persona.

Cuando amabas, amabas a la persona, no al físico de ella, ni mucho menos su sexo y eso era algo que todos debíamos comprender. Pero muchos no estaban preparados para esa conversación.

Blue separó la mano lentamente, nerviosa por aquel roce, el cual aquel gesto hizo despertar a una Faith que estaba metida en su mundo.

La joven pelirroja sonrió a su amiga, fingiendo que lo que Faith acababa de hacer no era nada, que era un toque normal entre amigas, mientras que en secreto estaba enamorada de ella.

Un secreto que empezaba a ser a voces.

—Quizás algún día, Faith... —contestó, no muy cómoda en ese momento, avergonzada y temerosa de lo que ella pudiera pensar si fuese sincera realmente.

—Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea —contestó Faith sin ser consciente de lo que sentía Blue.

—Si...

Faith apretó la mandíbula, llena de miedo por perder a alguien importante en su vida. Alguien que para ella consideraba su familia.

—Perdón. Sé que no es por eso, pero igualmente quiero disculparme por haber sido una amiga de mierda —respondió.

Blue sabía que Faith trataba de saber la verdad, pero no era tan fácil y agradeció que ella le diese espacio en ese momento. Pero empezaba a dudar de que algún día pudiera contárselo, decirle a la persona que era su amiga que estaba enamorada de ella desde hacía tiempo.

No era fácil.

—Disculpas aceptadas, Faith.

Faith sonrió y ahí fue cuando su pecho empezó a sentir algo extraño, sobre todo, cuando la volvió a tocar. Al retirar su mano rápidamente, comenzó a tener miedo a ese sentimiento, creyendo que solo eran imaginaciones tuyas y que era un sentimiento normal entre amigas.

Blue, en cambio, al ver el cambio drástico de su rostro, arrugó su frente y le preguntó a Faith;

—¿Estás bien?

Faith observó los hermosos ojos de Blue y asintió.

—Si... Debo irme. —Se mordió el labio inferior y luego se levantó del asiento ante la atenta mirada de su amiga Blue—. Tengo que recoger a mi prima del colegio. ¿Nos vemos mañana? —preguntó apresuradamente, a pesar de que todavía quedaba media hora para recoger a su prima y Blue lo sabía muy bien.

Pero a pesar de ello, Blue asintió y contestó;

—Claro.

Faith, al ver la sonrisa que le dedicó Blue a la joven, tragó saliva costosamente, sin comprender que es lo que pasaba y se marchó.

Fuera, en la calle y asegurándose de que Blue no la miraba, tocó su estómago, sintiendo aquel sentimiento que reconocía a la perfección.

🎡

La imagen de los padres de Rhett aparecía en la pantalla de su ordenador, el cual hablaba con ellos por video llamada.

La mujer, Johanna, una novelista de éxito, sonreía a cámara, mirando a su hijo, mientras que su padre, Jonathan, era fotógrafo y ambos solían viajar juntos a la gira de libros que solía hacer Johanna por cada novela que sacaba.

Eran una pareja que se amaba con locura y que se conocían desde que llevaban pañales. Su historia no fue fácil, pero fue hermosa.

Ese día llevaba hablando con sus padres desde hacía 2 horas. Los echaba de menos y no llevaba un buen día.

Lejos de todo, de que pareciera el chico malo de la universidad y el más popular en el equipo de baloncesto, era una persona sensible, con problemas y temores internos que solo conocían sus padres adoptivos y los cuales quería mucho.

Confiaba en ellos a más no poder y hablar con ellos, sobre todo, con su madre Johanna, le ayudaba mucho a llevar esa carga de su pasado. Pero nadie más sabía nada del pasado de Rhett, solo una pequeña parte la conocía Zoe y el cual sabía que era adoptado y ella le prometió que guardaría ese secreto, solo por él.

—Mi vida, ojalá pudiera estar ahí para abrazarte. Llámanos siempre que desees —contestó su madre.

Rhett sonrió, echándoles de menos y dijo;

—Muchas gracias, mamá.

—Ya quiero que sea verano para verte —contestó su padre.

Rhett sonrió, ya que cada vez quedaba poco para ir a verlos.

—Queda poquito ya para vernos.

Rhett tenía unos padres increíbles y sentía que había sido un niño afortunado cuando fueron ellos quien lo adoptaron. Pero su pasado le perseguía continuamente, antes de que fuese adoptado por Johanna y Jonathan. Antes de sus 7 años.

La video llamada terminó y el joven se acostó en el sofá, viendo la televisión, cansado y desanimado mientras recordaba aquel pasado ese mismo día. Era algo que le costaba sobrellevar últimamente y por cada año que pasaba, más le dolía recordar aquel pasado.

No supo por cuanto tiempo estuvo en el sofá, solo supo que no dejaba de pensar en ese pasado, en su infancia...

🎡

Un joven Rhett se encontraba solo en un cuarto. Era bastante amplio, cuando de pronto, un niño pequeño se acercó a él y lo tomó de la mano, guiándolo hacia la puerta, para que pudiese ver la luz y continuar su camino, el camino correcto.

Pero todo cambió rápidamente en ese sueño, cuando todo se tornó rojo y el niño le susurró algo sin sentido a aquel joven Rhett y, tan rápido como lo miró para poder escucharle mejor, el niño desapareció y Rhett empezó a llorar, desesperado y esperando encontrar a aquel niño para ser él quien le guiase por el camino.

Pero no lo volvió a ver y Rhett despertó de aquella pesadilla que estaba teniendo, aquella pesadilla continua que solía tener cuando tenía un mal día, recordando su infancia.

No supo por cuanto tiempo estuvo dormido, pero despertó desorientado, gritando y llorando, cuando alguien tocó el timbre de su piso.

Él observó la hora y eran algo más de las 8 de la noche y estaba empapado en sudor, pero dudaba que tuviese tiempo a cambiarse antes de ver quien era la persona que estaba tras la puerta.

Destrozado, caminó hacia la puerta, sin ser consciente de su rostro y, al abrirla, se encontró con una Zoe angustiada por los gritos que escuchaba de Rhett y que escuchaba cuando se dirigía a su piso después de comprar su cena.

Al verlo en aquel estado, y con un rostro lleno de confusión y tristeza, ahora era ella la que estaba preocupada por aquel joven.

—Rhett... ¿Qué ha pasado? —cuestionó Zoe, mirándolo fijamente a los ojos y buscando respuestas.

Rhett, avergonzado de verse así y estaba seguro que estaba fatal frente aquella diosa, desvió la mirada hacia algún punto del suelo y contestó;

—Nada...

No sabía que más decir, todavía estaba muy reciente aquella pesadilla que, a pesar de soñarla más veces de las que creía, todavía sentía que estaba en aquel sueño y sus lágrimas caían mientras miraba el suelo, sabiendo que niño se trataba.

Zoe, al verlo de aquella manera, tan fuera de la realidad, llorando y con un rostro lleno de tristeza, negó con la cabeza y entró en el piso, haciendo hueco con el enorme cuerpo de Rhett. No iba a dejarlo solo y menos si él le decía que quería estarlo.

Sabía muy bien cuando había que dar espacio y cuando debías estar ahí. Y Rhett necesitaba compañía en ese momento.

—No, no estás bien... —susurró, dejando la bolsa de comida oriental que había comprado a la vuelta de la esquina y lo miró, mientras Rhett arrugaba su frente por lo mandamás que podía llegar a ser ella—. ¿Has tenido otra pesadilla? —cuestionó.

Rhett, afligido y desorientado, asintió.

En la televisión, el partido de baloncesto que quería ver había más que empezado y no estaba de humor para seguirlo, como lo solía hacer cada fin de semana.

Al mirar a Zoe y como había entrado en su piso sin su permiso, ironizó;

—Pasa. Estás en tu casa.

Zoe sonrió delicadamente, mientras sacaba las cajitas de comida.

—Sé muy bien, por experiencia, que si tienes una pesadilla, no debes quedarte solo sin hablarlo —susurró. —Si quieres hablarlo bien, si no, también... Pero solo no te voy a dejar —respondió, mirándolo en ese momento.

Rhett, en cambio, la miraba sorprendido por como podría llegar a ser Zoe y su manera tan extrovertida que tenía algunas veces. Le fascinaba eso de ella y mucho más. Zoe era una mujer llena de sorpresas y él la conocía casi a la perfección y quería seguir conociéndola, al menos, en secreto.

Rhett, sonriente al mirar todas las cajas que había en la mesa de comida oriental, preguntó;

—¿Y esa comida es toda para ti? —Se sorprendió al ver tanta comida para solo una persona.

Zoe, que le fascinaba la comida, movió un poco los hombros y contestó;

—Era. Supongo que tendré que compartirla contigo ahora. —Sonrió mientras que Rhett no dejaba de mirarla a los ojos y le dijo. —¿Por qué no vas a ducharte? Es bueno para despejarse. Voy preparando la comida para tomarla en el sofá y vemos una serie o el partido si quieres.

Él asintió, feliz por ese pequeño gesto de ella y se metió en la ducha mientras Zoe continuaba con su labor en el salón.

La joven rubia se quitó la coleta, deshaciéndose del lazo y dejándolo a un lado de la mesa, el cual se le quedó olvidada durante el resto de la noche.

Mientras, un Rhett solo en la ducha, no dejó de pensar en aquel sueño, en aquel niño y sintió una fuerte punzada de dolor mientras lloraba en silencio, para que Zoe no le escuchase mientras el agua caía sobre él.

Llevaba tiempo sintiendo aquel peso entre sus hombros, recordando los malos recuerdos de su infancia, antes de poder crear nuevos recuerdos con sus padres adoptivos. Pero antes no era así, antes de ser adoptado tuvo las peores experiencias que podía recordar y eso, a Rhett, le dolía cada día de su vida.

El joven, una vez después de haberse duchado y cambiarse de pijama, —solo los pantalones—, se secó con rapidez el cabello para no hacer esperar más a Zoe y salió del cuarto de baño, con una toalla sobre sus hombros y sin camiseta. Dejándole buenas vistas a la joven rubia, la cual ya le esperaba en aquel sofá, donde tuvieron su primera noche de pasión hacía unas semanas.

La joven lo miró de arriba abajo y elevó la ceja. Cuando Rhett se sentó a su lado, le dijo;

—Empiezo a pensar que te gusta provocarme y de ahí tu odio a las camisetas —bromeó para conseguir que sonriera.

Y vaya si lo consiguió, haciendo que la mente de él no pensase en aquella pesadilla.

—Me gusta cuando finges que odias verme así, cuando es todo lo contrario —contestó.

La joven, que ya tenía la comida preparada frente a él, tomó una cajita y con los palillos comenzó a tomárselo, mientras Rhett, que no se manejaba con los palillos, ya ella le había preparado un tenedor y él se lo agradeció.

Él sabía que ella no era de ver los deportes y, lejos de que no durase mucho viéndole en el equipo de baloncesto por su misterioso trabajo, le aguantaba mucho cuando hablaba de baloncesto. Por eso, aquella noche, prefirió dejar de ver le partido de su equipo favorito y puso una serie que sabía a la perfección que a ella le iba a gustar. Ambos tenían gustos diferentes, pero en series eran muy similares.

Zoe sabía que él no quería hablar y no quiso presionarle, por lo que hubo bastante silencio entre ellos, con unas vistas hermosas de la ventana del piso de Rhett, la cual se veía a la perfección la ciudad de Los Ángeles, oscureciéndose de fondo.

Entonces, mientras ella estaba en silencio, dándole paz y compañía, Rhett la miraba desde su posición, agradecido inmensamente por esos gestos de ella. Y viendo como siempre le daba espacio a él cuando no llevaba buen día.

Pero esa noche fue diferente y necesitaba contárselo a ella, a pesar de que no llevaban una buena relación, pero Rhett se olvidó de todo eso y confió en ella a más no poder.

Se acercó a la joven y susurró, temblando sus manos;

—Zoe... —La joven lo miró nada más escucharle y dejó que se tomase todo el tiempo del mundo—. Sabes que fui adoptado por Johanna y Jonathan... Han sido los mejores padres que he podido tener. Pero hay algo que nunca te he contado... —Rhett silenció unos segundos antes de continuar, y Zoe estaba escuchándole, cosa que él le agradeció—. Bueno, a nadie, solo lo saben mis padres adoptivos.

Zoe dejó de comer, mientras callaba y lo miraba a los ojos.

La mirada de ella era tan dulce, que él podía sentirse en casa cada vez que Zoe lo miraba de esa manera. Se sintió bien a su lado, como cuando se llevaban bien antes de aquel rechazo. Antes tenían una amistad hermosa entre ellos y estaban para lo bueno y para lo malo.

Y esa noche hubo bastante tregua entre ellos y Rhett estaba listo para tirar la toalla y sentarse a hablar con ella pronto, a pesar de que hubiesen pasado años.

—Antes de que me adoptasen, tuve una muy mala época. No tuve una buena vida con mi madre biológica. —Silenció, mirando la pantalla de la televisión y suspiró—. Se drogaba, bebía alcohol y yo era el que cuidaba la casa. —Lo último que tenía que decir, prefirió ahorrárselo, ya que sentía que la culpa era de él.

—Pero... Si eras...

—No me quedaba otra... Por mi hermano pequeño... —Se le escapó y, cuando se dio de cuenta, algo en él comenzó a fluir y al contárselo a Zoe, se sintió con menos peso del que tenía.

Zoe, sorprendida de saberlo, lo miró a los ojos, no sabiendo que Rhett tuvo un hermano y cuestionó;

—¿Qué le pasó a tu hermano?

Rhett tragó saliva, la miró a los ojos y susurró;

—Falleció cuando yo era pequeño. Y mis pesadillas son sobre él, como me toma de la mano, como el cuarto se tiñe de rojo y luego desaparece.

Rhett sabía muy bien que le había pasado a su hermano pequeño, pero no quiso decírselo. No estaba preparado para ello.

Y cuando miró a Zoe, susurró;

—No estoy preparado para hablar de ese día, Zoe.

Ella negó con la cabeza, acercándose a él tras dejar la comida sobre la mesa y, colocando sus manos sobre las mejillas de él, respondió;

—No te sientas obligado a decirme nada, Rhett. —Ella le sonrió y continuó. —¿Cómo se llamaba?

Él sonrió al recordar a su hermano y, al mirar a Zoe, se sintió cómodo a su lado y respondió;

—Max.

Zoe se acercó más a él y no le dijo nada más. No quería presionarlo a que le dijera sobre su hermano y que fuese él quien se lo dijera cuando estuviese preparado. Nunca había que presionar a nadie a que te contase algo, por muy necesario que fuese, porque podía ser peor y hacer que esa persona perdiese la confianza en ti. Y aunque la relación entre ambos se había perdido con los años por algo que Zoe todavía no sabía, aún sentía esa amistad por Rhett aunque él se empeñase en negarlo.

Zoe colocó sus piernas entre las caderas de él y empezó a acariciarlo suavemente en las mejillas del joven, tratando de tranquilizarlo al verlo tan mal. Besó su mejilla con dulzura y le dio cariño en ese instante, en la intimidad de aquel piso entre ambos.

Y cuando se separó del rostro de Rhett, vio como el pintalabios de ella dejó la marca de sus labios en la mejilla de Rhett y le pareció que estaba incluso más guapo tras marcarlo con sus labios. Con aquella toalla por encima, sin camisa y viendo como él empezaba a sonreír de tenerla cerca de ver como ella lo apoyaba.

La joven aprovechó para sacar su cámara de fotos de su padre y, alejándose un poco de Rhett, le sacó una foto mientras él sonreía a cámara, aunque en realidad le sonreía a la joven que estaba tras la cámara.

Cuando imprimió la foto, se la entregó a Rhett, después de mirarla ampliamente.

Rhett rio al ver su rostro ahí y luego volvió a mirarla.

—Te gusta sacarme fotos, ¿verdad?

Ella movió sus hombros y esperó que jamás descubriese las fotos que ella le sacaba cuando empezó a jugar en el equipo de baloncesto del instituto, hacía años.

—Eres muy fotogénico.

Rhett elevó la ceja y le preguntó a la bella joven que había frente a él;

—¿Y tu no?

Zoe negó con la cabeza para responderle;

—No me gusta mucho salir en fotos.

El acoso que sufrió en su pasado no fue fácil de sobrellevar y, aunque con fueses una persona hermosa o atractiva, la autoestima ya estaba dañada y Zoe la llevaba dañada desde hacía muchos años. Más de los que pudiera imaginar y Rhett lo supo en ese instante.

Nada más verla, supo que su autoestima estaba por los suelos y él quería tomar la cámara de fotos de ella y sacarle una foto a la joven para demostrarle que era mucho más bella de lo que ella misma creía. Que debía amarse a sí misma y que viese lo que los ojos de Rhett veían.

Pero él estuvo a su lado cuando sufría ese acoso y lo mal que lo había pasado aquella muchacha. Y no hizo eso para no agobiarla. Pero pronto le demostraría que no era así, que ella debía amarse a sí misma.

—Gracias por estar aquí, a mi lado —susurró Rhett.

La joven negó con la cabeza y susurró;

—Nunca me des las gracias por nada, Rhett.

Ambos se quedaron así, mirándose por largo rato, ignorando a la serie que se estaba echando en televisión, siendo ignorada por 2 amantes que se observaban como si fuesen algo más.

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