T R E I N T A Y D O S | E N T E N D E R L A 🎡
«Odiaba que me viese de esa forma y, aún sabiéndolo, seguía ahí... Todavía seguía ahí»
Zoe.
Aquella noche calurosa, casi ya a finales de mayo, una joven salía sola del taxi para llegar a su edificio de Los Ángeles.
Acababa de terminar aquella noche, que había empezado horrible después de que Rhett la viese con aquel hombre y no era porque a ella le gustase, sino porque era su trabajo. El trabajo que, de algún modo u otro, había elegido por necesidad. No la habían obligado, pero ahora era muy difícil dejarlo, mucho más de lo que se podía explicar.
Dio varios pasos, tomando la llave de su edificio y entró al lugar, subiendo las escaleras agotada, sin saber que pensar después de aquella noche.
Al llegar a su piso, se quedó parada frente a la puerta de Rhett, deseando poder tocar su puerta y hablarlo con él, decirle todo lo que pasaba. Sobre todo, de que trabajaba. Quería explicárselo desde hacía varios días y ahora más que Rhett la había visto con un hombre mucho mayor que ella. Lo pensó y negó con la cabeza sin saber como empezar esa maldita conversación que, algún día, tendría que tener con él.
Lo necesitaba, necesitaba soltarlo y poder sentirse diferente y no culpable como se sentía. Necesitaba que alguien la ayudase a levantar la cabeza e ir caminando recto, sin cambiar de dirección. Y la mano de Rhett siempre estaba ahí para guiarla y quería confesárselo.
Pero Zoe, cuando mira la puerta de Rhett, niega con la cabeza, sabiendo que era muy tarde para que él le abriese la puerta, ya que sabía que debía de estar durmiendo.
Suspiró, triste y aguardó para poder hablarlo con él al día siguiente.
Al abrir la puerta, fue cuando notó un movimiento por el rabillo de su ojo, que hizo que girase su cabeza y, ahí, lo que vio, la aterrorizó.
Vio a uno de sus clientes a escasos metros de ella, el cual llevaba obsesionado con ella desde hacía meses y por eso mismo, ella había dejado de hablarle al ver ciertas cosas de su conducta que no le gustaban.
—Zoe —susurró el hombre de unos 35 años.
La joven, agarrando su llave a sus espaldas y preparándolo para defenderse, no se movió, esperando algún movimiento de aquel hombre para prepararse. Pero sus manos comenzaron a temblar, y eso era uno de los muchos motivos por el cual quería dejar aquel trabajo y, a la vez, no podía por otros muchos motivos.
Se arrepintió de haber elegido que había tomado ella misma y su corazón empezó a latir con mucha más fuerza
—¿Qué haces aquí? —preguntó Zoe, elevando un poco la voz, esperando que alguien la escuchase—. Vete.
—No quieres contestar a mis llamadas, ni a mis mensajes —dijo el hombre, el cual comenzó a caminar hacia ella.
Y ahí, Zoe, se quedó petrificada, sin poder moverse y sin saber que hacer.
Vio el rostro de ira del hombre, quien se veía la obsesión que tenía con aquella joven de 23 años y Zoe creyó que iba a acabar muy mal, que quizás no lo contaría y no era nada comparado a lo que había vivido con uno de sus clientes hacía muchos meses.
—Porque estás obsesionado conmigo —contestó, tratando de no ponerse nerviosa, de poder hablar con él antes de que ese hombre fuese a más y preguntó. —¿Cómo sabes donde vivo? ¿Quién te lo ha dicho?
El hombre dio otro paso y, cuando estuvo a escasos centímetros de ella, dijo;
—Te he estado vigilando.
Zoe comenzó a notar sus lágrimas caer sin poder evitarlas y susurró, ya casi sin voz;
—Vete si no quieres que llame a la policía.
Su corazón estaba yendo mucho más rápido de lo normal, a punto de darle algo a la joven y, cuando vio como ese hombre parecía estar dispuesto a llegar a más, tragó saliva y miró la puerta de Rhett. Quiso gritar su nombre, pero sabía que no iba a ser suficiente si él estaba durmiendo a esa hora de la noche. Pero haría ruido, para que cualquier vecino pudiese oírla.
Y entonces, el hombre sentenció;
—Me da igual.
Zoe fue a defenderse, empujando al hombre y tratando de hacerle daño con la punta de la llave, pero de los nervios, el hombre tomó las muñecas de ella y tiró las llaves hacia el interior de su piso. Los ojos de auqel hombre se enfadaron mucho más, comenzando a pegarla en el rostro, tirándola al suelo y suelo se puso sobre ella, agarrándola del cuello y comenzó a asfixiarla, sin que Zoe pudiese hacer nada.
Ella trató de gritar, pero no podía, necesitaba cada bocanada de aire que le llegase a sus pulmones, pero aquel hombre le estaba arrebatando aquel aire, dejándola sin respiración.
Zoe creyó que ese sería su final, que no volvería a hablar con sus padres, ni volvería a abrazarlos. Que no volvería a ver a sus amigos y pasar esos momentos con ellos. Y, sobre todo, que no volvería a sentir los abrazos de Rhett rodeándola, sintiéndose como en casa entre sus brazos, que no podría decirle lo que siente por él. Que lo ama.
Sus lágrimas cayeron mientras se quedaba sin aire.
Pero Rhett apareció detrás de aquel hombre, agarrándolo del pelo y tirándolo hacia atrás, soltando a Zoe de su agarre, consiguiendo que volviese a respirar haciendo que el aire volviese a sus pulmones.
Zoe vio como Rhett, lleno de ira, comenzó a pegar fuertemente al hombre, desfigurándole el rostro. Con sus puños cerrados, estampó cada golpe en el rostro del hombre que estaba en el suelo, lleno de sangre por los golpes de ese joven. Mientras que Zoe todavía estaba en el suelo, por los golpes que había recibido de aquel hombre, asustada y dolorida.
Vio como Rhett perdía los papeles y lo había dejado destrozado, pero acabó, lo agarró por la camiseta y lo acercó a su rostro, desafiante;
—¿Ves mi cara? —preguntó, haciendo que el hombre asintiese—. Pues como te vuelva a ver a tan solo 100 metros de ella, la próxima no voy a parar. ¿Ha quedado claro?
El hombre no respondió, por lo que Rhett repitió, elevando la voz;
—¡¿Te ha quedado claro?!
—Si.
—Vete, ya... —susurró con los dientes apretados.
El hombre, con el rostro machacado, se levantó como pudo y se fue, sin mirar atrás.
Rhett corrió hacia Zoe, arrodillándose ante ella y tomándola del rostro con sumo cuidado, viendo el daño que aquel hombre le había hecho a ella.
Colocó sus manos sobre las mejillas de ella, rozando la yema de sus dedos y preguntó;
—Zoe, ¿te ha hecho algo más? —preguntó con la voz bastante afectada.
La joven negó con la cabeza, entendiendo a que se refería.
Y Rhett, tratando de calmarse por la situación al escuchar los gritos cuando él miraba las horas pasar sin poder dormir desde su piso tras lo que había visto, dijo;
—Vamos a denunciarlo, pero ahora te llevaré al médico.
—No puedo denunciarlo. —Negó Zoe con las lágrimas resbalando por sus mejillas y uno de sus ojos, comenzando a hincharse, apenas podía abrirlo.
Rhett arrugó su frente, preocupado por aquella joven y preguntó;
—¿Por qué no?
Y sin aguantar más, gritó con sus emociones completamente desordenados;
—¡Por que es mi cliente, Rhett! —contestó, dejando que Rhett se sorprendiera por lo que acababa de confesarle—. Pero tú ya lo sabías, ¿verdad? Lo que no entiendo porqué sigues a mi lado, tratándome bien, incluso hasta en la cama... —murmuró Zoe, sintiéndose sucia por lo que estaba confesándole a ese chico que amaba—. Soy una chica de compañía... No puedo denunciarlo...
Zoe se había expresado mal, pero estaba tan mal, tenía todos sus sentimientos por las nubes, que apenas sabía como hablar con claridad.
Era una chica de compañía, y su trabajo era acompañar a hombres a fiestas, reuniones, etc. Y a veces si, había sexo, pero no era siempre. No se sentía orgullosa admitirlo y ahora que lo había hablado, que se lo había dicho a Rhett, se sentía peor que nunca y no quería mirar los ojos de Rhett para no ver el asco en su mirada.
Pero no fue para nada así.
Rhett se tomó varios segundos para asimilar lo que estaba escuchando, pero no tardó en contestar, dejando de lado aquello para hablarlo más tranquilamente al día siguiente, para poder llevar a Zoe al médico y que la curasen. Para poder estar a su lado en el momento que más ella lo necesitaba.
Él negó con la cabeza y dijo;
—No vamos a hablar de eso ahora —contestó, sorprendiendo a Zoe por su respuesta, por ver como no se daba media vuelta y se iba, cuando era todo lo contrario—. Voy a llevarte a que te vea un médico y mañana denunciaremos todo esto. —Y cuando Rhett vio que ella iba a decir algo, continuó. —Y me da igual que sea tu cliente. Nadie debe tratar a nadie de esa forma y menos forzarla. Y no pienso dejar que te traten así en contra de tu voluntad.
Zoe vio que parecía no importarle, aunque a Rhett le doliese que estuviese en esa situación y sabía que debía de ser por algo. Ahora comprendía todas las cosas que ella le estaba diciendo todo ese tiempo, todo lo relacionado con su trabajo. Y sus sospechas eran ciertas, pero siempre había ese resquicio de duda.
Entonces, al soltar todo aquello, al decirle lo que llevaba escondiendo, haciendo que su pecho se liberase de ese peso, por todos los sentimientos de ese momento, comenzó a llorar fuertemente. Rhett la besó con amor en la cabeza, dándole cariño desde la penumbra del piso de la joven.
—Ya pasó... Ya no volverá a hacerte daño, Zoe —susurró.
Ella asintió, pero apenas podía hablar.
Se abrazó a Rhett mientras que él seguía besándola delicadamente.
—¿Puedes levantarte? —cuestionó.
Ella, hipando, asintió y dijo;
—Creo que si...
Rhett, al ver lo adolorida que estaba, no esperó a que ella se levantase. La tomó entre sus brazos y la levantó del piso para llevársela al médico.
Cerró como pudo el piso de ella y bajó hacia la calle, llegando a su viejo coche. Abrió la puerta del copiloto y, cuando fue a soltarla para sentarla allí, le costó bastante. La volvió a besar en su frente, le colocó el cinturón de seguridad y cerró la puerta del coche para llevársela al médico.
Esa noche fue bastante larga, tras curarle las heridas y tener un parte de lesiones para denunciarlo. Pero esa noche, él la llevó después del médico a su piso. Allí mismo la sentó en la cama de él y él se arrodilló ante ella, echándole un mechón de pelo rubio tras su pequeña oreja.
—¿Necesitas algo? Puedes pedirme lo que sea y buscaré la solución, aunque cueste —murmuró Rhett sin dejar de mirar los hermosos ojos azules de Zoe.
Ella apretó sus labios, sintiéndose avergonzada por lo que era, pero al ver que Rhett no la había dejado, que no había montado un número cuando le dijo que era chica de compañía, se sintió de una manera que jamás creía que se sentiría después de contar su secreto... Tranquilidad.
—Solo que estés a mi lado.
Rhett comenzó a sonreír, mostrándole aquellos hermosos dientes de él a la joven y Zoe supo, por esa hermosa sonrisa, que él iba a quedarse a su lado.
—Eso no hace falta que me lo pidas. —Tomó la mano de ella y se la llevó a sus labios para besar el dorso de ella—. Voy a estar a tu lado.
Le puso un suéter holgado de él a ella, para que estuviese más cómoda y, cuando Zoe se cambió, se acostó en la cama y Rhett se acercó a ella, abrazándola y dejando que ella descansara su cabeza sobre el pecho duro de él.
Volvió a besarla en la cabeza y le dio cariño en la intimidad de su piso, en aquella cama, los 2 solos.
Y ese cariño que ese hombre le estaba dando a esa mujer, fue lo que hizo que Zoe comenzara a llorar en silencio, tratando de que Rhett no la escuchase, pero lo hizo.
Era ese cariño que le estaba dando la que la hizo sentirse especial, como ningún otro hombre le había hecho a esa joven. Se sintió de una manera muy especial que deseó repetir por el resto de su vida.
Rhett levantó la cabeza, preocupado por esa chica y preguntó;
—¿Qué pasó, Zoe? ¿Te he hecho daño?
Ella negó con la cabeza mientras disfrutaba de ese cariño que él le estaba dando.
Aquello la hizo pensar, desear poder volver a ver a sus padres, abrazarlos y estar con ellos. Decirles lo que los quería, darle las gracias por ese cariño que le dieron a ella en toda su niñez y adolescencia y volver a sentirlo en su juventud.
Y entonces dijo, siendo sincera;
—No... Es que... Nadie me ha tratado como lo haces tu sabiendo de que trabajo... Y me gusta el cariño que me das —dijo, refiriéndose a aquellos hombres que eran sus clientes y que la trataban como alguien a quien le pagaban por sus servicios.
Entonces, Rhett la abrazó mucho más fuerte y ella se escondió en el hombro de él, agradeciéndoselo, mientras él al acariciaba, disfrutando del momento y entendiéndola más. Aunque le dolió que trabajase de chica de compañía, la de peligros que conllevaba serlo y el desprecio que algunos hombros podrían llegar a tratarla, aunque no lo fueran todos. Pero no, jamás la dejaría por eso, jamás dejaría de hablarla, jamás dejaría de estar a su lado por eso.
Y la amó, como quería amarla siempre.
Y se quedaron en la cama, abrazados toda la noche.
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