D O S | V E C I N I T A 🎡
«Él siempre ha sido un idiota y nunca cambiaría»
Zoe.
Un joven de unos 24 años corría solo por una de las famosas playas de Los Ángeles, sin camisa y aguantando más de lo que acostumbraba.
Había pasado ya varios días después de aquel sueño erótico, —según Rhett, pesadilla—, que había tenido.
Rhett siempre se levantaba muy temprano para correr por esas calles de aquella ciudad y más si tenía ocasión de correr cerca de la playa. Y las mujeres, cada ves que lo veían pasar, disfrutaban de las vistas de aquel jugador de baloncesto, alto y con aquellos músculos marcados.
El joven de cabello oscuro pasó por la misma calle que de costumbre, para llegar ya a su edificio donde vivía en su estancia en L.A. Y ahí se encontraban sus admiradoras, 3 hermanas que se levantaban temprano para ver pasar a aquel joven tan guapo y sudado con un extra, y es ese día hacía el suficiente calor para salir sin camisa. Por lo que, ya asomadas a la ventana, vieron a Rhett pasar corriendo como si nada y todas suspiraron al verlo correr por su calle.
Rhett llegó justo a las 7 a su edificio, quitándose los auriculares y cruzándose con su vecina y enemiga, saliendo de su piso, que estaba frente al suyo.
Zoe, una joven hermosa, rubia y con ojos azules, había cambiado bastante en años. Los años la había cambiado físicamente, pero su personalidad seguía siendo casi igual, aunque más madura que su ex mejor amigo Rhett.
La joven, que ahora parecía haber sido esculpida por la misma diosa del amor, llevaba puesta una camiseta corta sin mangas de color blanco, que se le veía parte de su estómago plano y luego unos pantalones de vestir de color negro, elegantes con unas botas altas. Su cabello, dorado y suelto, no pasaba desapercibido con aquel rostro angelical que poseía. Desde hace años, se había convertido en el sueño erótico de todos los hombres, que se enamoraban de ella nada más verla, excepto el de su enemigo Rhett. Aunque eso dejaba de ser así hacía 3 noches cuando soñó que ella se lo hacía en su cuarto.
Claramente, antes de ser los enemigos que eran a día de hoy, algo había pasado en sus vidas, ya que antes de todo eso, eran grandes amigos. Pero Rhett cambió y, de la noche a la mañana, él dejó de llevarse bien con ella, pero Zoe jamás dejó de ser amable con él. Ya había perdido las esperanzas de volver a recuperar a su antiguo amigo, y ahora Rhett no paraba de molestarla, tanto que ella solo quería que se callase.
Zoe, sin duda, era muy reservada, no contaba a nadie sus problemas, quizás por lo que vivió de niña o un suceso traumático en su pasado que no contó a nadie.
La joven rubia elevó la ceja, mirándolo de arriba abajo y poniendo sonriente a Rhett por aquella vista que le estaba echando la mujer de 23 años.
Alto, guapo y con unos ojos de color caramelo que eran irresistibles para las mujeres, excepto para su vecina.
Zoe miró sus músculos, movió su boca, con cara de asco y contestó;
—Deberían multarte por ir sin camiseta.
Colocó mejor su mochila negra y luego pasó al lado de su vecino. Ya que eso era otro problema, porque los padres de ambos se llevaban bastante bien y consiguieron que ambos pudiesen vivir en el mismo edificio, para que no se sintiesen solos. Aunque los padres de ellos sabían que no se llevaban bien, si hablasen algún día, quizás las cosas cambiarían.
Cosa imposible en el pensamiento de ambos.
—Hola, vecinita. Parece que estás celosa —bromeó chulesco, mientras la provocaba mostrando su torso desnudo—. No te preocupes, que tú eres la única en mi vida.
Zoe lo miró, con aquel rostro de amargada que a veces le dedicaba solo a Rhett y que este le encantaba ver ese rostro, porque sabía que la estaba molestando.
—Vístete antes de que me saque los ojos.
Él la observó como guardaba sus llaves en la mochila y le dedicó una mirada de arriba abajo como ella hizo con él al salir de su piso.
—¿A dónde tan guapa?
—¿A dónde tan enterado?
La sonrisa irresistible de Rhett fue visible hasta para la mujer mayor que los observaba en silencio desde la mirilla, al otro extremo del pasillo.
Si, ella apostaba que algún día esa tensión que ambos tenía y ese odio se fundiría con una noche loca.
De nuevo, ambos si la escuchasen, estarían en desacuerdo con ella.
—Me preocupo por la hija de Mike.
Zoe lo miró a los ojos, cabreada y negó con la cabeza.
—Vístete que vas a llegar tarde al campus.
Rhett parecía divertirse bastante provocándola.
—Guárdame un asiento, rubia.
—Exhibicionista.
Ella se giró, dándole la espalda y caminando por el pasillo del edificio.
—Oh, vamos. Sé que te gusta verme sin camisa —gritó él.
Y la mujer mayor siguió mirando la escena desde el anonimato que le brindaba la protección de su puerta.
Y esperó la frase final que solía dar Zoe normalmente.
Ella lo volvió a mirar, esperó unos segundos y concluyó;
—Antes me declaro soltera eterna.
Rhett le lanzó un beso al aire, haciendo que ella moviese sus ojos hacia el techo y luego de negar la joven con la cabeza, le volvió a dar la espalda y le enseñó, glamurosamente, el dedo corazón. Caminó hacia las escaleras y desapareció de la vista de Rhett.
Este sonrió y sacó sus llaves para abrir la puerta que estaba a menos de 2 metros de la puerta de Zoe, que estaba frente a la suya.
El día prometía para ambos rivales.
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