D I E S I S É I S | C O C H E 🎡
«Si él descubriese mi verdadero yo, entonces sí que no me hablaría en la vida»
Zoe.
Un joven atractivo y recién duchado tras el partido que acababa de ganar con su equipo, se encontraba conduciendo por las oscuras carreteras a las afueras de Los Ángeles.
Solo deseaba llegar a su piso, quitarse toda esa ropa y tomar una cena rápida mientras ve una de sus películas favoritas.
La victoria de ese partido que les clasificaban directamente a la semifinal, a Rhett le sabía amarga por la marcha de Zoe, que solo deseaba verla hasta el final de su partido y ver como lo apoyaba. Pero no fue así. Ya se había acostumbrado a que ella fuese demasiado reservada con su trabajo, pero solo le pedía que se quedase un partido entero, que lo viese, que estuviese ahí.
Quizás era mucho pedir.
Quiso entenderla, pero cosas como esas no le ayudaban a hablar con ella por lo que ocurrió.
En ese coche, ese joven de cabello oscuro, estaba tan, pero que tan enfadado, que apenas podía entender la canción que estaba sonando en la radio. Necesitaba despejarse, estar solo y no pensar en Zoe. En esa melena dorada y brillante de ella, en esos labios gruesos y delicados que ya había besado y deseaba volver a sentirlos, en esos hermosos ojos azules hipnóticos que podían ver dentro de ti...
Rhett sacudió su cabeza, tratando de ignorar esas imágenes de ella, sobre todo, de aquella noche en su sofá cuando la tuvo desnuda en su piso y subió la radio de su coche para desviar aquellos pensamientos de su cabeza.
Entonces, cuando entró en una calle poco transitada que odiaba pasar, y el cual se había despistado, muy problemática donde nunca ocurrían cosas buenas y menos por la noche, vio aquella melena rubia elegante de aquella joven caminando sola por esas calles.
El corazón de él se puso en su garganta y tragó saliva, parpadeando y esperando que no fuese Zoe la que estuviese caminando sola, con una falda corta y aquella camisa rosa por uno de los peores barrios que habían en ese lugar. Pero la forma que ella tenía de caminar, los gestos que ella hacía al echarse el cabello hacia atrás... Era Zoe y Rhett lo sabía muy bien.
Aparcó cerca de ella, bajó la ventanilla del coche para poder verla y ahí fue cuando Zoe se percató de ese coche, sabiendo muy bien de que se trataba y, cuando se acercó para ver si era Rhett, vio el rostro de ese chico con mucha más preocupación de lo que podía imaginarse.
—¿Qué haces en este sitio sola y de noche, Zoe? —cuestionó Rhett, respirando intranquilo y dio gracias a que se confundió de calle al pensar en ella para encontrarla.
Zoe trató de bajar un poco ese malhumor de Rhett con una broma, ya que sabía que ese sitio era bastante peligroso para cualquiera por las personas que vivían en ese lugar. Pero a Zoe no le quedó más remedio que pasar por esa zona para recortar camino hacia su piso.
—No puedo cambiar el día con la mente —bromeó, pero a Rhett no le hizo absolutamente nada de gracia.
Zoe tragó saliva, poniéndose seria y sintiéndose mal por ser una pésima compañera, la recordar que lo dejó de lado en el partido cuando él más apoyo necesitaba de ella. Lo veía enfadado y no porque estuviese caminando sola en ese barrio, ya que Rhett se le veía preocupado, pero si podía ver que ese enfado era por lo del partido.
—Sube —susurró Rhett.
Zoe asintió, abrió la puerta del coche de Rhett, en el cual jamás se había subido tantas veces como en esa última semana y Rhett, lo primero que hizo al ver a Zoe en su coche, fue volver a poner el seguro al coche. Rhett ya había pasado alguna experiencia horrible en esas calles y, por esas experiencias, no quería ni pisar esos barrios. Los Ángeles era muy grande y habían muchos lugares, pero ese lugar no era el ideal para pasar la noche.
Por esas experiencias se preocupó por ella, bajó la radio para escucharla a ella y salieron de aquel barrio para dirigirse hacia la costa.
—Zoe, ya sabes lo peligroso que es esa zona para todos. La de accidentes que ha habido de noche... —Arrugó su frente y la miró fugazmente, antes de volver la vista hacia la carretera—. ¿Qué pasó?
Realmente, aunque se llevasen fatal, Rhett se preocupaba por ella y Zoe se preocupaba por él. Era algo mutuo y por eso sus amigos hacían a puestas a sus espaldas para saber cuando harían las paces.
Lo que no sabrían es lo que habían hecho en privado ambos en el sofá de Rhett.
—Solo cambiaron mi turno —mintió, apretando la mandíbula y Rhett elevó su ceja, sin creérselo.
—Zoe, ¿de que trabajas? —Hizo aquella pregunta que Zoe jamás supo responder.
Lo miró, mientras se apretaba las piernas entre sí, sabiendo que ese coche era muy peligroso para 2 jóvenes deseando devorarse y contestó;
—De camarera, ya te lo he dicho.
Rhett apretó el freno cuando vio el semáforo en rojo y negó con la cabeza, mientras el ritmo musical que sonaba en la radio, animaba a que tuviesen una noche salvaje. Y el coche de Rhett era bastante peligroso para ambos, ya que ahí siempre se notaba las ganas que se tenían mutuamente.
—No me lo creo. De ser así, nos hubieses dicho a todos donde está tu lugar de trabajo para visitarte, pero no es así —contestó.
Sabía que no era de su incumbencia, pero cualquier persona que tuviese una amistad y viese que estuviese siempre metido en líos, que sus horarios de trabajo no corresponden al normal y que siempre estaba anímicamente mal, te preocupabas por esa persona. Y Rhett estaba preocupado por ella, al igual que todos sus amigos.
Eran una familia, aunque dentro de esos integrantes, 2 se llevasen mal.
Hay silencio en ese coche, cuando Rhett miró fugazmente la falda corta de Zoe y vio aquellas piernas semidesnudas, lo cual no le ayudó a pensar en cosas tranquilas y aburridas para que su buen amigo no se levantase. Empezaba a amenazar con ponerse duro si no dejaba de mirarla.
En cambio, Zoe no podía dejar de mirar el cabello mojado de ese chico y en su mente empezaron a pasar varias imágenes de Rhett suplicándole a ella. Y aquello no la ayudaba tampoco a ella a controlarse. Ambos dejaron de mirarse al notar esa química entre ellos y tragaron saliva costosamente.
Y la música, nuevamente, no ayudaba absolutamente nada.
—¿Tenías carga en el móvil? —cuestionó con la voz afectada Rhett, el cual carraspeó al escucharse a sí mismo con aquella voz frente a ella.
—Si.
—La próxima vez que te veas sola en un sitio, sea cual sea, y sientas que no estás cómoda, me llamas y vengo a recogerte rápidamente —susurró. —No importa que hora sea.
Ambos se miraron y Zoe le regaló una de sus mejores sonrisas al escuchar a ese joven preocuparse por esa joven. Sabía que con Rhett, a pesar de que no se llevasen bien, podía contar con él, al igual que él podía contar con ella. Era una relación extraña que si, ambos se sentasen a hablar, solucionarían muchas cosas.
Pero el orgullo podía más y Rhett se sentía tan dolido por ella que no quiso entrar más en detalles.
—Te preocupas mucho por mi y sé cuidarme solita —susurró ella.
Rhett sonrió, recordando que es cierto y que no era quien para decirle eso, pero se preocupaba con ella, como cualquier persona que se preocupase por otra. Él estaba para ella lejos de sus diferencias.
—No lo niego, pero todos necesitamos un hombro en el que llorar... En alguien en confiar nuestros problemas y preocupaciones —susurró, sonriendo al recordar recuerdos bonitos junto a ella—. Como cuando tu me ayudaste con las matemáticas, o cuando te quedaste toda la noche cuidándome cuando enfermé de gastroenteritis y con ese ejercicio el otro día. Mírame como un apoyo donde estaré las 24 horas del día los 7 días a la semana.
Zoe asintió y ambos silenciaron uno minutos, en aquel viaje en coche por las nocturnas calles de Los Ángeles y, lejos de la tensión, en el fondo disfrutaron de ese momento.
—Siento no quedarme le resto del partido —susurró Zoe triste, deseando haberse quedado todo el partido.
Rhett negó con la cabeza.
—No te preocupes; ya estoy acostumbrado.
—No es mi culpa, Rhett —contestó ella con el rostro triste al mirarlo y ver el enfado en los hermosos ojos de ese joven.
Rhett apretó la mandíbula mientras apretaba con demasiada fuerza el volante.
—Lo sé...
Zoe elevó la ceja, mientras seguía apretando sus piernas entre ellas.
—Estás enfadado, lo sé por ese tono de voz de insoportable que pones —contestó con un tono que no le gustó escuchar Rhett.
Y por eso mismo lo había hecho Zoe, para provocarlo un poco. Pero en ese momento no lo había hecho como otras veces, que lo hacía para molestarlo, esa noche no estaba siendo buena para ella después de haberse marchado del lado de sus amigos, donde se sentía segura.
Esa noche era para olvidar y se notaba enfadada por haber cometido muchos errores que la llevaran a ello.
—Vaya, veo que no soy el único enfadado aquí —contestó un enfadado Rhett que apretaba sus dientes por ese enojo.
Zoe lo miró al escuchar aquello y dijo;
—¿A que viene eso ahora?
Él continuó conduciendo, aún lejos de su edificio y negó con la cabeza.
—Zoe, déjalo. No vamos a discutir ahora.
Pero Zoe se sentía traicionada por él, había tenido una noche para olvidar y no paraba de pensar en el daño que Rhett le había hecho sin darse de cuenta.
Tal fue así que la discusión solo había comenzado.
—Pues sí vamos a hacerlo. —Zoe dirigió todo su cuerpo hacia el de Rhett, para mirarlo mejor y, con sus brazos cruzados, empeorando el control de Rhett para evitar mirar el escote de ella, hizo que no pudiese centrarse—. Me tienes cansada con tus tonterías, siempre con esa incógnita por el cual no me dices que pasó, ¿que te hice para que me odiases? —preguntó aprensiva.
Rhett, enfadado, cambió de dirección para aparcar en un callejón, tras un edificio y donde nadie pasaba para mirarla, enfadado.
—No voy a estar hablando de eso ahora, joder.
Zoe respiró hondo antes de soltárselo a la cara.
—Pues no voy a aguantar ni un solo minuto más. Ya llevamos así muchos años. —Empezó a elevar la voz a medida que empezaba una nueva frase, hasta que explotó—. ¡Eres un idiota por haber roto una amistad como la nuestra por no hablar ni una puñetera vez! —lanzó Zoe.
Las cosas empezaron calentarse, cuando Rhett, nervioso por ello, se desabrochó el cinturón con enfado y la miró. Se señaló a sí mismo y preguntó;
—¡¿Qué yo soy un idiota?! ¡Tu eres la mujer con la que todos querían salir e ignorabas a tus amigos durante semanas! ¿O acaso no te acuerdas? —soltó.
Aquello fue una sorpresa para Zoe, que la pilló desprevenida aquello que le había dicho ese hombre. Comenzó a recordar cosas del pasado, pero jamás había dejado a sus amigos de lado, jamás. Ni una sola vez y aquello, ver que Rhett decía lo contrario, la hizo rabiar más.
—¿Qué? Yo jamás ignoré a mis amigos. Tu dejaste de hablarme de la noche a la mañana.
Rhett comenzó a respirar irregularmente mientras trataba de mirar a los ojos a Zoe y evitar mirar como sus manos, que estaban cruzadas bajo sus pechos, apretándolos para que estuviesen mucho más juntos aquellas 2 increíbles montañas que solo veía aquella perfecta línea que deseaba ver al completo por segunda vez.
—¿Te acuerdas aquella barbaridad de deberes que nos puso el profesor de idiomas en pleno mayo? Todos quedamos para hacer esos ejercicios y tu solo te fuiste de nuestro lado —contestó.
Zoe silenció al recordar aquello, aquella horrible semana que pasó y que deseó poder meter en una caja y quemarla para no volver a recordarla jamás. Aquello, lo que pasó en esa semana, fue lo que la hizo cambiar para siempre, lo que hizo que Zoe fuera la persona que era a día de hoy. Una joven cerrada y que no podía confiar en nadie y al que nunca, jamás, no confió en nadie para contarle lo que sucedió.
Al recordarlo, un escalofrío empezó a sentirlo en su piel y Rhett arrugó la frente, extrañado de verla así.
—No fue por salir con hombres, te lo aseguro.
Dejó de mirarlo para observar el callejón, pero Rhett solo negó, enfadado todavía y seguía mirándola. Pero no podía odiarla como él decía, no podía y eso era lo que más le enfadaba.
—No me estés pidiendo explicaciones cuando ni te acuerdas de lo que ocurrió hace años entre nosotros.
—Pues un día tendremos que hablarlo.
Rhett negó.
—No hoy, Zoe. Hoy no... Así que déjame tranquilo.
Rhett se acomodó en su asiento, cuando escuchó como Zoe se quitaba el cinturón y, en menos de 5 segundos, la tenía sobre él.
Zoe tomó el control absoluto y estampó sus labios, agarrando el cabello de Rhett con fuerza mientras que con su otra mano la colocaba de collar sobre el cuello de ese joven.
Sus lenguas empezaron a danzar entre ellas, en un beso apasionado, lleno de necesidad y prisa para continuar. La noche estaba tranquila, sin viento, pero el calor era horrible en ese momento y cuando Rhett colocó sus enormes manos sobre el trasero de ella, metiendo sus manos bajo la falda de Zoe y descubriendo que no llevaba bragas encima, hizo sonreír a una Zoe bastante dominante en ese momento.
Rhett elevó la ceja al descubrir que no llevaba ropa interior, se separó de ella para decirle algo, pero Zoe volvió a meterle la lengua, besándolo como más deseaba, restregando su intimidad en la polla erecta de Rhett, el cual demostraba que ya estaba más que listo para ella.
—Te dejaré tranquilo después —logró decir entre beso y beso.
Él se dejó hacer de todo por ella, sintiéndose cachondo por cada roce de ella, por como manejaba la situación y no le dejaba hacer nada, teniendo el control aquella joven que sabía mucho más de lo que Rhett jamás se imaginaría.
Aquella discusión había creado algo en la atmósfera de dentro del coche, en el cual ambos acabaron por apagar ese fuego de la mejor forma que habían experimentado la última noche en el sofá de él. Pero esta vez sería en el coche de Rhett y de una forma bastante salvaje que deseaban mutuamente.
Las manos de Zoe empezaron a bajar por el torso duro y musculado de Rhett, hasta llegar al tan molestoso pantalón de él, que deseaba tener en el piso y hacerle todas las perversidades que existieran a ese joven que tenía debajo de ella.
Tomó con sus manos la cremallera de él y la bajó, liberando ese miembro que tanto deseaba lamer y sentir, pero esa noche necesitaba algo rápido, tenerlo para ella en ese momento y vaya si lo hizo.
—Necesito un maldito condón, Rhett...
—En la guantera del coche creo que tengo... —murmuró.
Él estiró la mano para abrirlo y dio gracias a todo lo que existiera que tenía justo lo que ambos necesitaban. Se lo entregó a la joven mientras ella seguía con su labor.
Agarró la polla del joven, comenzando a masajearla con soltura y bastante experiencia mientras Zoe disfrutaba del rostro lleno de placer que Rhett estaba poniendo al sentir la mano de ella recorriendo cada centímetro de su intimidad.
—¿No decías que no querías esto? —preguntó en apenas un susurro.
Zoe pegó sus labios sobre el lóbulo de su oreja, mordisqueándolo suavemente y haciendo que él sintiera más placer mientras ella continuaba con ese masaje tan delicioso.
—Nos viene bien de vez en cuando para desahogarnos —respondió ella, deseando empezar—. Y ahora quiero bailar contigo.
Le colocó aquel condón después de romper el envoltorio con rapidez y dirigió el miembro de él en la entrada de ella, comenzando a hundirse y llenándose por completo de él sin dejar ni un solo centímetro, consiguiendo que ambos empezaran a empañar las ventanas del coche de Rhett.
El joven levantó la falda de la joven hasta la espalda, clavando sus manos en las nalgas redondas y perfectas de ella, separándolas y estrujándolas, consiguiendo que Zoe gimiera su nombre por esos gestos. Disfrutó de mirarla y vio un brillo en sus ojos que deseó ver más a menudo.
Y en algún callejón de Los Ángeles, ambos amantes se daban mutuamente placer en aquel coche.
Fue ahí cuando Zoe susurró;
—No te acostumbres a esto.
Ella empezó a moverse, cuando él la frenó, para sentirla por completo y sentirse en el mismo cielo de estar dentro de ella. Subió una de sus manos hacia la camisa de la joven y empezó a subir hasta el cuello de ella, pegando su mano en la nuca de la joven, retirándole el cabello dorado hacia atrás y pegándola a sus labios.
—Házmelo cuanto tu quieras, rubia —murmuró con una voz que puso más caliente a Zoe—. Mi puerta siempre estará abierta. No me importa ser tu juguete con el que te desahogues, así que haz lo que quieras conmigo.
Aquella declaración fue lo que hizo sonreír a Zoe de una manera chulesca y estampó sus labios sobre los de él, comenzando a moverse de una forma que dejaba sudando a cualquiera, haciendo círculos como una experta y poniendo a Rhett sudoroso por cada movimiento de la joven rubia.
Se estaba volviendo loco por cada gesto que hacía la joven, por las maravillas que le hacía y por esos sonidos de ella que deseó escuchar más y más veces.
Ese coche empezaba a moverse con bastante rapidez y fuerza, y la piel de ella se escuchaba como chocaba contra él, haciendo que ambos deseasen mucho más de lo que estaban teniendo.
La joven, que no paraba de gemir por como las manos de Rhett tocaban su trasero de una manera alocada y que la hacía poner esos rostros llenos de placer que no dejaba de mirar Rhett, en un movimiento fuerte, hizo tocar el claxon con su trasero.
Ambos rieron por ello, mirando hacia todos lados, esperando que nadie los hubiera visto, pero las ventanas estaban tan empañadas que apenas se veía.
Rhett alejó su asiento con un movimiento del volante, para darle más espacio a ella y siguiera haciendo esos increíbles movimientos de diosa que tanto le fascinaba. Y siguieron follando en aquel coche, con Zoe sobre él tomando todo el control y teniéndolo a su merced.
—Joder, nena —susurró Rhett como pudo, apretando los dientes por cada movimiento salvaje de la joven—. Vas a romperme las caderas como sigas.
Zoe, sin parar, dijo;
—Si quieres paro —provocó, aún pendiente la venganza por su libro dibujado por Rhett.
Rhett agarró con más fuerza el trasero de ella y negó con la cabeza para decir;
—Ni se te ocurra, rubia. Sigue haciéndolo como lo haces.
Zoe, animada por él, quien comenzó a darle varias nalgadas a la joven para que no parase, siguió moviéndose, sacando y metiendo el miembro de él de su interior y notando como Rhett estaba a punto de llegar al final mientras lo notaba tan duro como a ella le gustaba. Cuando, con varios movimientos más, ambos llegaron al final con un orgasmo increíble, el cual Zoe no silenció, gritando el nombre de Rhett en voz alta y fascinándole a ese hombre por lo salvaje que era Zoe en la intimidad.
Se mordió el labio inferior con ganas mientras la miraba y, cuando ella se acostó sobre él, tratando de respirar tras el ejercicio como lo hacía Rhett.
Zoe levantó su cabeza, negando con la cabeza y ambos rieron por ello después de tener su segunda sesión.
Y supieron, en ese instante, que habrían muchas más sesiones como esa, incluso más intensas, para desahogarse mutuamente.
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