D I E C I N U E V E | L A V A N D E R Í A 🎡
«Siempre discutíamos, pero la forma en la que acabábamos era extraordinaria»
Rhett.
Habían pasado pocos días tras la quedada en la playa entre aquellos grandes amigos y una joven y bella rubia se encontraba haciendo deberes en la lavandería de su edificio.
Podría tener tiempo a hacer aquellos ejercicios en su piso, cuando acabase la colada, pero prefería utilizar cada segundo de su tiempo para adelantar sus estudios y así, cuando llegase ciertas horas, tenerlas libres para descansar.
Lo que no se esperaba, es que su atractivo y odioso vecino, hiciera acto de presencia en aquella lavandería. Ya que normalmente Rhett solía ir los fines de semana. Por eso mismo, cuando lo vio, sonrió, sabiendo el motivo por el cual la estrella del baloncesto en su universidad se encontraba frente a ella, con un rostro de malhumorado que divertía a nuestra protagonista rubia.
La joven, sin borrar su sonrisa, levantó su cabeza de su libreta y, con una sonrisa "cariñosa", miró a su vecino, el cual tenía sujetando en su mano su balón favorito de baloncesto, desinflado.
Zoe estaba deslumbrante al ver a su vecino con aquel enfado que, normalmente, no solía verse porque siempre le gustaba molestarla a ella para verla enfadada. El tema había cambiado drásticamente en ese momento y ahora Zoe tenía bastante poder en ese momento para sacarlo de sus casillas.
Y lo que tenía planeado, ni Rhett se lo imaginaba.
—Hola, vecinito —saludó. —Noto que no estás muy contento hoy —ironizó.
Rhett apretó su mandíbula, haciendo ver sus músculos de mandíbula y negó con la cabeza, mientras dejaba el balón desinflado sobre una de las lavadoras que había ahí.
Dio 2 pasos hacia ella y dijo;
—Rubia, no juegues conmigo... —Negó, con bastante enfado mientras veía como su vecina se estaba divirtiendo de verlo así—. Me has desinflado el balón. Iba a entrenar con los compañeros de equipo y ahora soy el hazme reír del grupo gracias a tu bromita.
Zoe recordó lo que le había hecho el día anterior, ya que sabía cual era la mochila de deporte que siempre solía llevar y que siempre guardaba su balón ahí. De ahí a que aprovechase que él no lo iba a utilizar para desinflárselo, aunque le costó al principio, había merecido la pena.
—Así aprendes a no estropear obras de arte con tu asqueroso bolígrafo —contestó, aún recordando lo que le había hecho con su libro favorito.
Volvió su mirada hacia sus ejercicios, pero Rhett no iba a acabar ese tema ahí y Zoe ya lo sabía.
—Hice una obra de arte en ese libro tan aburrido. Admítelo.
Aquello fue una gran ofensa para ella, que la palabra que utilizara para describir aquel hermoso libro fuese "aburrido".
Levantó su mirada de su libreta, con los labios entreabiertos de la sorpresa al escuchar aquella barbaridad y contestó con otra pregunta;
—¿Cómo te atreves a decir que "Orgullo y Prejuicio" es aburrido?
Rhett suspiró, negando mientras él admitía que ni siquiera sabía muy bien de que trataba, pero no hacía falta ser inteligente para saber que era romántico. Esos eran los libros que le solían gustar a Zoe.
—Por favor, es otra obra romántica de esas que tanto te gustan. Ya la has leído 58 veces, ¿para que más?
Zoe negó con la cabeza, se levantó se su asiento y respondió;
—Yo... —Frenó al pesnar en lo último que había dicho y continuó, divertida—. Espera... ¿58 veces? ¿Has contado las veces que yo me la he leído? ¿Acaso ahora me vigilas? —bromeó divertida.
Rhett comenzó a ponerse nervioso, a mirar hacia la puerta abierta de la lavandería y pensar en su huida, pero al mirarla, prefirió mentir.
—Yo... Fue un número al azar...
Zoe dejó su libreta sobre la lavadora, junto con el balón desinflado de Rhett y se acercó a ese vecino suyo, algo amenazante.
Rhett creía que ella iba a seguir preguntándole sobre lo que acababa de decir, pero se sorprendió al ver que ella lo empujaba hacia la lavadora de enfrente y no le dejaba ninguna escapatoria. Con el dedo índice, empezó a darle toquecitos en su pectoral, molestándolo.
—La historia del señor Darcy y Elizabeth es una de las mejores historias románticas que existen. Así que no insultes, porque entonces tendremos bastantes problemas.
Rhett se burló, negando varias veces y mirando hacia los ojos azules y hermosos de Zoe.
—Lees libros románticos, pero luego no quieres amor, ¿verdad?
Aquello la dejó patinando, sin saber que contestarle. Pero lo cierto es que Zoe prefería soñar con historias que jamás podría vivir. Eso era uno de los muchos motivos por el cual la gente leía y le gustaba alejarse de esa realidad para soñar con otra y olvidarse de sus problemas. Eso era una de las muchas maravillas que tenía la magia de leer.
Por eso, el que no le gustaba leer, no sabía lo que se perdía en el camino.
—Eso es mi problema, Rhett —contestó la joven rubia.
Pero Rhet no iba a dejar el tema de lado, recordándose a él mismo cuando era adolescente, nervioso y a punto de declararse a esa joven que tenía frente a él. Se recordó a sí mismo hacía años y contestó;
—También es el problema de la persona que se enamore de ti.
Zoe lo empujó y sin decirse nada más, lo besó con ganas, dejando aquella discusión que no llegaría a ningún sitio entre ambos. Haciendo una tregua entre ellos.
Rhett se dejó hacer todo por ella, tomándola del cuello y atrayéndola hacia él, metiendo su lengua en la boca de ella e intensificando el beso. Mientras, Zoe agarró las caderas de él para pegarle a ella y empezó a agarrar con ganas el trasero redondo de Rhett, gustándole mucho esa zona de él, a parte de todas las demás que le gustaban. Y no había zona que a Zoe no le gustase del estúpido de su vecino.
Pero el beso no duró mucho, cuando Zoe se separó de los labios de su enemigo, lo observó a los ojos y, olvidando el motivo por el cual estaban ahí, ella empezó a bajar por el cuerpo duro de Rhett, quien la vio arrodillarse ante él en aquella lavandería.
Empezó a respirar costosamente Rhett y se puso peor cuando aquella rubia bajó sus pantalones deportivos, junto con su ropa interior, liberando la polla erecta de él que apuntaba hacia ella. Y lo que hizo Zoe con su lengua al verle listo para ella, hizo suspirar a Rhett con fuerza.
—Que tendrá esta jodida lavandería... —susurró él.
Zoe lo observó desde las caderas de él, clavando sus ojos intensos en los de él y, abriendo la boca lentamente, empezó a meterse la punta de Rhett en su boca, jugueteando suavemente, pasando su lengua con agilidad por esa pequeña parte, hasta que empezó a abrir más la boca y, sin ninguna ayuda de sus manos, comenzó a tragársela entera ante la atenta mirada de Rhett, que observaba como ella se lo chupaba en aquella lavandería.
Él empezó a mirar hacia la puerta, esperando a que nadie, y menos su vecina, los interrumpiera en esa escena. Quería llegar hasta el final y saber que es lo que haría Zoe con él. Saber si era de las que le gustaba llegar al final o, por el contrario, utilizar otras partes de su cuerpo para que Rhett llegase al final.
Solo el sonido de una de las lavadoras hacía que Rhett no se le escuchase tanto sus gemidos.
La joven movía su cuello, de un extremo al otro, chupándolo, sin dejarse ni un solo centímetro de él y dejando sin palabras a un Rhett que estaba a punto de darle algo.
Colocó su mano en la cabeza de ella, animándola a ir más rápido, mientras se mordía el labio y escuchaba los sonidos que ella hacía con la boca llena. Rhett gemía y estaba a punto de mover sus caderas, pero se oprimió para que ella continuase a su ritmo.
Zoe se alejó del miembro de él y le preguntó;
—¿Te gusta esto, Rhett?
Volvió a metérsela por completo, no ayudando a Rhett a aguantar más y este le respondió;
—No se habla con la boca llena, nena...
Estaba fuera de sí, más que nunca, viendo como ella le daba placer de aquella manera y como estaba a punto de derrumbarse. Zoe iba cada vez más y más rápido, cuando, para el fastidio de él, ella frenó, se levantó del suelo, se limpió la boca y sonrió, ante la atenta mirada de desencajado de Rhett.
Zoe se acercó a los labios de Rhett, colocando su mano en el mentón de él para que la mirase y susurró con elegancia;
—La venganza es un plato que se sirve frío.
Le guiñó un ojo, dándole a entender que su venganza por su libro había sido saldada y no era desinflar su balón de baloncesto, sino dejarlo a medias.
La sorpresa en Rhett fue tal, que no supo que decirle.
—No puedes compararme un libro dibujado con dejarme a medias —susurró cuando encontró las palabras. Miró lo duro que seguía estando y luego la observó, el rostro de diversión que tenía ella—. Eso es de maldad.
Zoe sonrió, caminando hacia la puerta, dejándolo medio desnudo y peor de lo que había empezado.
Pasó, adrede y para provocarlo, sus dedos en sus labios para limpiárselos y, con una mirada llena de picardía, contestó;
—Para la próxima te lo piensas antes, vecinito.
Tomó su libreta, junto con su ropa recién lavada y se marchó, dejándolo solo y con ganas de más, aparte del enfado de dejarlo a medias y que se las pagaría pronto, muy pronto.
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