Capítulo Uno: Reclutada
Jihyo observa hacia aquella pintura familiar que cuelga sobre lo más alto de la pared, trata de mantener una expresión de seriedad, pero piensa que no puede aguantar su burlesca sonrisa. Lo está soportando porque necesita aquel empleo para poder ayudar a mantener a su familia. Ya tenía una edad lo suficientemente madura, según su madre, dieciocho años, pero para Jihyo crecer no es madurar. Aún conserva en ella aquel lado ingenuo, rebelde y que la hace actuar con locura.
Lo último en sus planes, es casarse y tener a su propia familia. Aunque muchas veces se negaba al tema, sabía que debía casarse lo antes posible, con el hijo del campesino, aquel joven llamado Kang Daniel.
Dejando un poco atrás su historia, la anciana que examina a todas las chicas, se detiene frente a la coreana, cubriendo por completo la vista al cuadro de la familia real.
—¡Tú!—señala la anciana con una regla.—¡Dime cuál es tu nombre!
—Me llamo Park Jisoo, pero...
—Solo pregunté cuál es tu nombre.—interrumpe la anciana y la examina.
—No se puede escoger a cualquier chica.—la ignora, y sigue con las demás chicas que están interesadas en el puesto para servir en el castillo.
¿Había fallado? Y si fue así, ahora le toca cuidar de sus tres hermanos pequeños y sus quince sobrinos, lo cual es una locura, prefería trabajar bajo presión en el castillo que estar cuidando de aquellos mocosos traviesos.
—¡Gracias a todas por venir!—dice la anciana.—¡Park y Yoo vengan conmigo!—les dice la señora a ella y a una chica que es mucho más alta que Jihyo.
Jihyo está sorprendida, jamás pensó que escucharía su nombre. ¿Ahora que haría?
—Recibirán un entrenamiento en este mismo momento, uno para cuidar de la princesa y el otro para mantenimiento del castillo y sus alrededores.—explica la anciana.—Les mostraré cada rincón del castillo y explicaré las reglas que deben seguir, si rompen alguna, ya todas conocemos el castigo que da el reino.
Jihyo traga saliva y la otra chica asiente con seriedad.
—Regla número uno: Siempre el uso del uniforme.—comienza a decir la anciana mientras van caminando por el castillo.—Una de mis empleadas les dará las prendas, es su responsabilidad mantenerlo en su día a día. La reina es muy organizada y le gusta tener a su personal presentable, en especial para los eventos más importantes del reino.—hace una pausa y sostiene su bastón.—Regla número dos: Vigilar a la princesa. Regla número tres: Informar a los reyes cada paso que dé la princesa. Regla número cuatro: No dirigirle la palabra a alguien de la realeza al menos que éste lo permita. Y la próxima es...
—Disculpe...—Jihyo levanta su mano y la joven que está a su lado y la anciana la observan.—pero... ¿por qué tantas reglas en protección a la princesa?
—La próxima regla es: no ser intruso en los asuntos del reino, el rey lo detesta, lo qué pasa en el reino se queda aquí.—aclara la anciana.—Vamos a evitar que una de ustedes sean las próximas en perder su cabeza.
Jihyo abre los ojos espantada ante aquella respuesta y decide mantener silencio.
—Todo empleado debe vivir en el castillo, se debe levantar en el horario de cinco de la mañana e irse a dormir cuando la realeza no te necesite. ¿Entendido?
Una vez más, ambas chicas asienten.
—Entonces... Park cuidarás de la princesa como lo hacía tu madre y Yoo te encargarás del mantenimiento en el castillo. Alguna duda o pregunta, consulten con los demás empleados.
Ambas chicas se enlistan para hacer su trabajo.
—¡Oh, casi lo olvido! A de ser porque estoy muy anciana.—ríe la mujer de tercera edad y las dos jóvenes voltean a observarla.—Última e importante regla: Prohibido abrir el portón hacia el jardín secreto.
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