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Capítulo Tres: Caos

La silenciosa y reservada Sana retoca un cuadro más. Su madre es fan de sus pinturas, son exquisitas y la vez extrañas. Desde sus siete años, Sana, había comenzado a dibujar sin parar, permaneciendo en su habitación, no salía, solo se escabullía sobre su arte, los cuales al final le dan una recompensa de orgullo y satisfacción. Pero, cuando a su cabeza viene otro episodio el pincel no puede detenerse, pasa horas y días sin parar para poder terminar, porque cada pintura es solo una pista.

—Señora Park, necesito más pintura.—dice la adolescente, en aquel entonces tenía doce años.

—A su orden, mi princesa.—la empleada hizo una reverencia y se dirigió a buscar más pintura para ella.

—¡Hermosas pinturas!—exclamó la reina mientras apreciaba el arte de su hija Sana.—Cualquiera de la realeza ofrecería mucho por ellas.

—No pienso venderlas, mi majestad.

—Cuando estemos a solas, prefiero que me llames madre.—le recordó la reina.—¿Qué tal una exposición?

—No deseo exponer mis pinturas, madre.—respondió ella.

—¿Qué harás con ellas entonces?

—Se quedarán en el castillo, son un reflejo de mis sueños, para...—se quedó callada.—solo quiero conservarlas, en algún futuro me servirán para algo.

—Pero no hay espacio en este lugar, necesitan ser apreciadas por la realeza y los grandes artistas.

—Está bien, puedes utilizarlas de decoración en el castillo, solo para eso.—le dijo a su madre.—Excepto mi primer dibujo, quiero hacer una remodelación.

—¿La pintura familiar del jardín?

—Sí, es lo que me mantiene cerca de ella, madre.—agachó su cabeza triste.—¿No te has preguntado? ¿cómo sería ella en este momento?

De espaldas y cubierta con un pañuelo color vino, observa fijamente hacia la ventana. Pelea con sus rebeldes mechones naranjas, y trata de mantener una postura cómoda para comenzar su trabajo. Luego agarra el pincel y pasa el color verde sobre la tela blanca, cuando vuelve a repetir el proceso, se fija en qué ya no hay más pintura del color que necesita.

—¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?—dice ella enojada y comienza a tocar la campana apresuradamente.

Luego de unos segundos, tocan la puerta y ella permite que la persona pase.

—Necesito más pintura, señora Park.—coloca las monedas de oro sobre la mesa de noche.

—A la orden.—responde con torpeza la nueva empleada. Tratando de acercarse a la princesa, y lograr ver su rostro, pero la princesa lo impide, y gira su cabeza al lado contrario.

Luego, la joven sale y corre a buscar lo que la princesa necesita.

—¿Señora Park?—habla cuando está fuera de la habitación.—Tal vez esta loca y por eso cree que soy mi madre.—supone la joven empleada.—No me gusta que me digan señora, soy hermosa y joven, prefiero el apodo de señorita, joven...—sigue dialogando, y en la salida del castillo se encuentra con un charco de agua, a través de él observa brevemente su reflejo y sonríe. Evita pisarlo y sigue su camino hacia el pueblo.

—¡Buenos días, Daniel! Necesito pinturas, son para la princesa.—lanza las monedas de oro sobre la barra.

—¿Qué color necesitas, mi futura bella esposa madre de mis hijos?—pregunta el joven campesino.

—Ya no quiero nada.—dice en un tono vago y comienza a recoger las monedas.

—¡Espera, no!—sostiene su mano.—¿De qué color deseas las pinturas?

—¿Qué color?

—Sí. ¿La princesa no te dijo?

—Joder, creo que sí, pero no lo recuerdo y no puedo volver con las manos vacías. ¿Cuál es el color que con más frecuencia mi madre venía a comprar?

—Colores oscuros, tengo rojo, morado, verde...

—Me llevó los tres por sí las dudas.—responde ella.

—Te puedo ayudar, mi bella dama.—se ofrece el joven.

Jihyo pone los ojos en blancos y agarra las latas de pinturas.

—Bien, solo hasta la entrada, la princesa no soporta ver personas cerca de ella.

Daniel se ríe.

—Hermano SeHun, encárgate de la tienda, regresaré en breve.—le pide él.

—No sé pierdan en el camino, enamorados.—dice en un tono pícaro.

—Sí, tan enamorados que me derrito por él.—responde Jihyo con sarcasmo y ambos se ponen en marcha para dirigirse al castillo.

—Puedes llamarme por algún apodo de pareja. No necesariamente Dani o Daniel.

—¿Apodos de pareja? ¿Cuál sugieres entonces?

—No sé me ocurre ninguno.

—Oh vamos, yo tengo para ti: mi melón. ¿Qué te parece?

Jihyo hace una expresión de negación.

—Pensaré en otro.

—Mejor no pienses en ninguno.

Luego de aquel comentario, ambos permanecen en silencio, solo se escucha el ruido de sus pies chocando con el suelo de tierra roja y las cubetas de pintura chocando. Jihyo se adelanta un poco más, luego de saludar a los guardias y explicarle acerca del porqué Daniel la ayudaría, entra con él al castillo y dejaron las pinturas en la entrada.

—Puedo hacer el resto sola. ¡Gracias por ayudarme!—le arrebata de sus manos las dos latas de pintura que éste carga y entra al castillo.

Sube a la habitación y observa que la puerta de la habitación de la princesa está abierta, cuando se adentra la encuentra desordenada y manchas negras de pintura en cada rincón.

—Princesa...—llama ella en voz baja y deja las latas en otra parte, verifica cada rincón de la habitación sin hallar un rastro de ella. Cuando se acerca a la cama, nota que aquellas manchas negras son más que eso, son un rostro de un monstruo dibujado y montado en un rompecabezas. Jihyo se horroriza y comienza a buscar ayuda—¡La princesa ha desaparecido!—grita ella y sale corriendo de la habitación.—¡La princesa no está en su habitación, ha desaparecido!—grita ansiosa a los demás empleados del castillo.

Todos se vuelven locos y salen a buscarla. Ahora el trabajo de Jihyo está en peligro si la princesa no aparece y los reyes se enteran de esta situación.

—¿Y si entró al jardín?—pregunta ella.—Debo informarlo a la anciana.—se apresura y va corriendo.

El castillo es un caos, nadie ha encontrado a la princesa, sospechan de que tanta privación del mundo exterior, le daría suficiente adrenalina para escapar.

—¡Es todo un caos!—habla Jeongyeon mientras limpia la campana de la torre del castillo.

—Hace tiempo no lo ocasionaba.

—Deberías bajar.

—Ahora no, no quiero volver, las voces deben seguir ahí.—dice ella.

—¿Voces?—inquiere Jeongyeon curiosamente.

—No lo entenderías, solo me juzgarías.

—Tu secreto está a salvo conmigo, tanto él mío contigo.—Jeongyeon le sonríe y se acerca a ella—Entonces... ¿cual es su plan princesa Minatozaki?

—¿Cuál fue su plan ex princesa Yoo Jeongyeon? Quien tras de esa apariencia de niña "huérfana" y pobre, los reyes del Suroeste van tras de ti. ¿Saben que si se enteran? Eso podría provocar una nueva guerra.—arquea una ceja.

—Solo quiero algo de ti para no ser encontrada.—le responde.—Aún no me has dicho nada acerca de tu plan.

—Este caos es parte de mi plan, primero hay que ponerla a prueba a ella.

—¿A quién?

—A la señora Park.

Observa la parte inferior del castillo, donde ve a Jihyo buscándola desesperadamente.

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