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Capítulo Nueve: Rendir

SANA's POV

Mi hermana Mina desapareció a sus siete años de edad, desde ese día me he aislado del mundo exterior. Ahora mi soledad me ha llevado a la locura, y esta depende de infinitos sueños inexplicables.

Los reyes -mis padres-, han dejado cerrado el portón del jardín, durante estos últimos años.
Cuando observas el Rabirinsu Garden, piensas en cuan imposible es llegar ahí, tan solo mirarlo desde la ventana de mi habitación, lo hace ver hermoso, pero a la vez inalcanzable, es imposible de llegar, por el temor de que seas arrastrado por las fuertes corrientes del Río Yuné. Además, de que mitad del puente que se hallaba allí hace años fue derribado, por orden de mi padre. El portón está cerrado con una gran y pesada cadena, que está asegurada con un inquebrantable candado, de aquel candado existen solo dos llaves, una la tienen los reyes y la otra la señora Ho. He intentando múltiples veces, distraerla y quitarle la llave, pero es una vieja astuta. No es fácil arrebatarle ese pedazo de hierro de su cuello. No puedo negar el pensamiento de que a veces, tengo ganas de estrangularla para poder obtenerla. Pero, sé que mis padres hacen todo esto para protegerme, aunque, no me puedo quedar de brazos cruzados, necesito rescatar a mi hermana Mina de aquel laberinto donde "desapareció". Fue mi culpa haber tomado esa decisión, fue culpa de mi curiosidad, y ella fue condenada por mis acciones. Eso me hace sentir una pésima hermana, no merezco ser la Reina de Rabirinsu Kingdom, siento que le estoy robando la vida a Mina.

Mina sigue atrapada ahí, siempre escucho su voz, incluso ahora, se escucha desesperada como la última vez.

—Pronto voy por ti, hermanita.

Narrador omnisciente POV's

El relincho del cabello llama la atención de los que se encuentran fuera del castillo, los guardias le permiten hacer su entrada y los empleados se preparan rápidamente para recibir al príncipe Xiumin, quien está dispuesto a pedir la mano de la princesa Minatozaki. Entre los arbustos Jeongyeon se asoma y lo observa, su corazón late rápidamente y sus manos comienzan a temblar.

—Príncipe Xiumin, es un placer verlo nuevamente. Acompáñeme por favor, el rey lo espera.—escucha decir del ministro real.

Se abre la puerta de la habitación, luego de que sonara por unos segundos, y Sana concediera el permiso para entrar.

—Princesa Sana, ¿se puede alistar para recibir al otro príncipe que viene a pedir su mano?—aparece una de las empleadas del castillo.

—Aún no. ¿En dónde está la señora Park?

—Vendrá en breve, está con la bruja Im. Pero yo le puedo ayudar.

—Esperaré por ella, gracias.

La empleada se marcha, y Sana elige su ropa. No quiere resaltar mucho, pero siempre le gusta lucir bien. Bonita y elegante, como su madre le dice. Cuando se logra alistar, la señorita Park entra, y entre abre sus labios de la emoción.

—¡Guau! ¿Hay algún evento importante en el castillo?

Sana ríe.

—No. Solo hay que recibir a un egocéntrico príncipe.

—¿Pr-pri-príncipe? ¿Es guapo?—pregunta Jihyo sonrosada.

—No lo sé, siempre hay de todo un poco cuando quieren pedir mi mano.—encoge sus hombros.

—¡Un momento, princesa!

—Colóquese estos aretes.

Jihyo se dirige al tocador, agarra un pequeño cofre de madera decorado con toques dorados  y corre hasta ella.

—¿Puedes hacerme el favor?—Sana le ofrece los aretes a Jihyo.

—Claro, princesa.—suavemente estira un poco el lóbulo de su oreja, le coloca el arete y luego le susurra:—¿Sintió alguna molestia?

Sana niega y gira su cabeza, para que su sirviente le coloque el último arete en su otra oreja. Cuando finaliza...

—¿Qué tal?

—¡Preciosa!

—Falta una última cosa.—Sana agarra su pañuelo y se cubre.

—P-p-pe-ro así el príncipe no apreciará lo hermosas que estás hoy.

—Ya alguien lo hizo, Jihyo.

Ella sonríe y se mantiene pensando, ¿quién será ese alguien?.

Luego, Jihyo abre la puerta de la habitación con cautela.

Jeongyeon sube rápidamente hacia la habitación de la princesa, trata de no parecer muy apresurada, pero al intentar tocar la puerta, Jihyo aparece, y detrás de ella Sana.

—Princesa, el príncipe Xiumin ha llegado al reino inesperadamente.—hace un reverencia.

—Señora Park, necesito estar a solas con la prin...—Jeongyeon mira a Sana.—La plebeya.—le dice Sana a su empleada.

Esperan unos segundos, se aseguran que Jihyo este lo suficientemente alejada para iniciar la conversación.

—¿Acabas de decir Xiumin? ¿El príncipe que quiere acabar con tu reino?

Jeongyeon asiente.

—Debo ocultarme de él.—se acerca a Sana.

—Tranquila, puedes quedarte en mi habitación, Jeongyeon. 

Sana se cubre con su pañuelo.

—¡Te cuidado con él! No es bueno, recuerda lo que me pasó.

—Lo sé. Con más razón debo reunirme con él y mi padre.

Con su armadura puesta, visualiza a su padre quien está al fondo del salón de entrenamiento hablando con el príncipe. Agarra su espada y camina hacia ellos.

—La princesa está aquí.—dice la voz gruesa del hombre de casi sesenta años y la mira orgullosamente.

Sana se coloca frente a ellos y hace una reverencia.

—Es un placer sentir su presencia, hermosa princesa.—el príncipe se arrodilla y ofrece su mano, en espera de poder besar la mano de ella. Pero Sana solo saluda con un apretón de manos.

—Quisiera decir lo mismo.—susurra ella en voz baja, pero por suerte ninguno de ellos logra escucharla.—¡Nos honra su visita, príncipe!—no sonríe, y agradece estar cubierta con la armadura.

—Sana ha entrenado por mucho tiempo, quiero que sea una reina independiente y se proteja de cualquier enemigo.—le comenta el rey al príncipe.

—Sería un honor tener una lucha de espada con esta bella dama.—dice el joven.—Pero si gano, prometerás mostrarme su rostro.

—Y si yo gano, no pedirás mi mano.

El príncipe Xiumin se mantiene pensando en la apuesta, pero al ser tan prepotente, acepta, esta muy confiado de que él ganaría. Él poseía dichas habilidades e incluso más fuerza. En pasadas guerras había batallado con los mejores caballeros y Sana solo es para él un oponente "débil." Por lo que, no iba a utilizar sus  "habilidades secretas"-trampa-. El rey es un buen espectador, por lo que jugaría limpio y más tratándose de una mujer.

Sana permanece en silencio y se coloca en el centro de la sala de entrenamiento, dispuesta a mostrarle a ese sujeto todo lo que su padre le había mostrado.

«🥀»

—Nos quedaremos aquí mirándonos una a la otra.—dice Jihyo.—¿Por qué no salimos al salón del té? Nadie pasa por ahí, al menos que hoy llueva. ¿Y si mejor no salimos y buscamos a Nayeon? La pobre se siente muy sola en el calabozo.

—Escuchaste las órdenes de la princesa, debemos permanecer aquí.—le recuerda Jeongyeon.

—Es aburrido. Sus pinturas aquí no son lo mismo, solo hay manchas negras y el comienzo de una nueva, no hay nada que apreciar en esta habitación. Hasta mirar aquel estúpido laberinto me aburre.—hace una mueca de disgusto.

—Entonces cierra los ojos y duérmete un rato.

—No tengo sueño.—mira hacia el armario de la princesa.—¿Y si "organizamos" el armario de la princesa?—dice de forma juguetona.

—Sus prendas no nos servirán, es mucho más delgada.

Permanecen en silencio por breves segundos.

—Estoy aburrida.

—Entonces limpia.

—Ya está limpio.

—¡Limpia más, Jihyo!—le grita Jeongyeon en un tono agresivo y su compañera la mira confundida, jamás le había hablado de aquel modo. Jeongyeon suspira.—Lo siento, estoy estresada, es que si no consigo la llave, pienso que jamás podré salir de aquí.—habla en un tono desesperado y agitado.

—¿Llave?—inquiere Jihyo curiosamente.—¿Qué llave?

«🥀»

En la sala de entrenamiento solo se escucha el sonido resbaloso de las espadas y los gemidos de fuerzas que hacen Xiumin y Sana. Ambos se esfuerzan por cumplir su objetivo y ganar la apuesta, pero para Xiumin es mucho más complicado, pensaba que sería pan comido al enfrentarse a una mujer, pero las palabras del rey fueron ciertas.

—¿Crees que puedes deshacerte tan fácil de mí, Xiumin?—le pregunta Sana con su voz agitada.—¿Piensas que soy una simple princesa que necesita ser rescatada?

El príncipe solo se pone nervioso, y trata de defenderse de los ataques de la princesa.

—¡No será tan fácil domarme!—dice más enojada y hace un movimiento rápido y brusco, lo que provoca que el príncipe falle, y Sana apunte su espada al corazón de éste. El joven cae al suelo y ella le arrebata el casco con su misma espada.—Por más poder que tengas, y todos los lujos y tierras que le ofrezcas a mi familia, eso no significará que aceptaré comprometerme contigo.—el príncipe tiembla y observa a la princesa atemorizado.

Mientras el rey observa desde la silla la escena, creyendo que aquello solo se trata de un juego, él se levanta y aplaude orgullosamente.

—¡Grandiosa jugada!—exclama el rey.

—Un trato es un trato y debes cumplirlo.—le recuerda Sana al príncipe.

—Lo haré, pero eso no quiere decir que me rendiré fácilmente.—le sonríe maliciosamente y obliga a Sana a estrechar sus manos.

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