XXIX - You forgive me?
29.- You forgive me?
Nota: Smut >:)
Un suspiro colmado de satisfacción y paz salió de mi garganta en cuanto pisé el suelo de mi casa y saqué los tacones. Los aventé lejos, al igual que mi chaqueta. Me despeiné y con total libertad me encaminé hasta la cocina, donde aseguraba estaban mis hijos viendo televisión. Pero no estaban. Ninguno de ellos por ningún lado.
—¿Niños? —Pregunté por cada habitación que revisaba. La última era la mía; me encaminé hasta allí, observando un par de maletas en un rincón de la habitación. Bufé y molesta bajé las escaleras en busca del intruso.
¿Cómo osaba llegar después de todo lo que me había dicho? La discusión entre ambos se habían vuelto un tema cotidiano entre los dos, pero fue la última la que colmó nuestra paciencia, por lo que decidimos darnos un tiempo, el cual yo estaba completamente dispuesta a realizarlo. Sin embargo, él parecía haberse arrepentido, pese a que en un principio fue él quien propuso darnos el tiempo.
—¡Sebastian! —Chillé indignada. Caminé a paso firme por el pasillo, en dirección al patio del fondo. Abrí puerta corredera de vidrio y volví a llamarle la atención. Era de noche, la luz era tenue debido a unas velas que él mismo se dio el tiempo de posicionar en cada esquina de la piscina. La vista era esplendida si se añadía la luz de la luna sobre él, alumbrando su anatomía semi desnuda recostada sobre una cama inflable. Pero mi ira me impidió ver aquello. Estaba cegada por la rabia y el deseo de que se fuera de casa y cumpliera lo que él mismo propuso.
Le volví a llamar cuando percaté que no me escuchaba. Dos, tres veces chillé su nombre, hasta que opté por tirar una de sus prendas, la que dio de lleno en su rostro.
—Mierda. —Logró decir tras la impresión. Dirigió sus manos a sus oídos y retiró sus audífonos. Aquellos que no logré ver tras la poca luminosidad en el ambiente. — ____________, querida. Te estaba esperando. —Dijo y sonrió amplio.
—¿Qué paso con el "tomémonos un tiempo"? —Imité su voz ronca. Fruncí el ceño, y sin esperar una respuesta, añadí: —Sal de mi piscina.
—Nuestra, querrás decir. —Corrigió. Rodeé los ojos. —Después todo, aún seguimos casado, y con dos hijos a los cuales extraño demasiado. —Murmuró con cierta nostalgia las últimas palabras.
—Los niños, ¿dónde los has dejado?
—Descuida, están con mi mamá. —Tomó el reproductor de MP3 y lo lanzó al césped. —¿Les has dicho que salí de viaje? —Inquirió divertido. —¿A una ciudad llamada Hades? —Y soltó una carcajada. — Me gusta tu imaginación.
—No me comprarás con halagos. —Repliqué. —Sal de mi piscina, ahora. —Insistí.
El rumano volvió a sonreír con diversión. Su anatomía se sumergió en el agua después del chapuzón que decidió dar para nadar hasta donde estaba yo. Me observó desde arriba y estiró su brazo hacia a mí.
—¿Me ayudas? —Pidió.
—Nada hasta la escalera. —Bufé.
—Ya estoy aquí. — Y volvió a ofrecerme su mano. Resignada y totalmente ilusa, me acerqué a él y tomé su mano. Jalé lo que más pude, más él, con un solo tirón, decidido y ágil, logró introducir mi cuerpo al agua. Salí a flote con todo mi cabello pegado al rostro, gritándole un sinfín de palabras con intención de herirlo. Ninguna le causó dolor. Sólo risas divertidas.
—¡Eres un idiota! —Chillé, nadando hasta el borde de la piscina para sostenerme. Intenté subir y salir de allí, pero el peso del agua no me lo permitió. —¡Sal de mi casa y cumple tu palabra!
—Cariño, no quiero tomar ese tiempo. —Murmuró, acercándose a mí. Posó sus manos en mi cintura y me mantuvo a flote. —Te necesito a mi lado. Fue una estupidez pelear por Dylan. Pero verlo a tu lado me nubló el juicio. —Suspiró, arrepentido. —¿Me perdonas?
—No, Sebastian.
—Amor... —Murmuró. Alzó una mano y acarició mi mejilla derecha. Sus ojos me inspeccionaron con detención, grabando cada aspecto de mi rostro. —¿Cómo haces para ser tan perfecta? —Susurró.
—T-tus halagos n-no me harán cambiar de o-opinión. —Farfullé. Sus brazos sujetaron un poco más mi cuerpo hacia a él, acercó su rostro y besó mis labios en un gesto rápido. Observó mi reacción, y sonrió al ver que yo no le decía nada. Aquello le dio la oportunidad al rumano para cubrir mi cuerpo y comenzar a remover prendas que eran un total obstáculo. Me aferré del borde de la piscina y dejé que me desvistiera.
No podía creer que me dejase llevar por simples besos y caricias. En el fondo, estaba enojada. El show que había hecho Sebastian en frente de nuestros hijos me indignó totalmente. Dylan, el joven que no veía hace años atrás se retiró con la amarga experiencia de haber visto al novio de su prima totalmente cegado por los celos. No fue necesario verlo directamente; la discusión que llevamos a cabo en la cocina fue lo suficiente para que Dylan, captara que ello era por él.
Pero sus besos. Dios, ¡sus besos! Me hacían olvidar el mal rato que experimentamos todos en la casa.
—¿Me perdonas? —Murmuró en mi oído. Sus manos traviesas comenzaban a juguetear con el borde de mi ropa interior. Mis músculos se contraían cada vez que sentía su extremidad rozar mi zona vulnerable. Una especie de lava comenzó a recorrer mi anatomía con desenfreno, estimulando mi corazón y sistema nervioso.
—No. —Respondí apenas. Un jadeo salió de mi garganta y yo, temí perder la cordura en cualquier momento.
—Tendré que probar alguna estrategia para que me perdones. —Besó mi hombro y proporcionó una ligera mordida. Ésta, erizó mi piel en cosas de segundos. —¿Me perdonas? —Volvió a insistir. Rozó mis labios, al mismo tiempo en el que sus dedos se adentraban entre la tela de mi ropa interior y amenazaba con atacar allí. —¿Me perdonas?
—N-no. —Suspiré temblorosa. Le miré directo a los ojos, y supe de inmediato que sus intenciones esa noche no serían cortés. Elevó mi anatomía con facilidad, sujetó mis piernas y otorgándome otro beso, volvió a preguntar lo mismo. —No. —Fue mi respuesta, y le desafié.
—Respuesta incorrecta, preciosa. —Sonrió con lascivia. El ruido sordo de la tela romperse bajo el agua me estremeció. Y más aún cuando vi mi prenda flotar débilmente. Contraje mis piernas y sentí como mi corazón trabajaba por bombear más sangre de lo normal. Me aferré a su cuerpo con ambas piernas a su alrededor y gemí su nombre.
—Sé amable. —Supliqué jadeante.
—¿Qué tan amable? —Gruñó, acometiendo brusco contra mí. Mi espalda chocó contra el borde de la piscina una y otra vez por cada movimiento que el rumano realizaba. Tapé mi boca y luché por mantener mis gemidos lo más inaudibles posible. Pero Sebastian se encargó de lo contrario.
—Los vecinos nos escuch... ¡Sebastian! —Chillé y mordí mi labio inferior con fuerzas. —C-cariño...—Me quejé, más sebastian ignoraba mi temor de ser descubiertos.
—¿Me perdonas? —Volvió a preguntar entre jadeos y gemidos placenteros. Su cadera detuvo sus movimientos, presionando la mía con su hombría en mi interior, en lo más profundo, esperando una respuesta positiva. Olas de pequeñas medidas se formaban a mi lado, tanto en el agua como dentro de mí. La sensación del agua fría y mi cuerpo caliente era inexplicable. Estaba en llamas, pero el agua se encargaba de apaciguar aquel sofocamiento producto de las olas de calor que azotaban mi anatomía sin piedad alguna.
Optó por moverse, y bien sabía él que provocaría algo en mí; un gemido alto y colmado de placer invadió el patio de nuestro hogar. Rasgué su dorso, y éste se quejó con voz ronca.
—¿Me perdonas? —Jadeó, y volvió a acometer contra mí, esta vez, con más brutalidad. —Me perdo...
—¡Si, si, si! —Chillé desesperada, a tal punto de perder la razón. —Te perdono, amor. Te perdono.
El rumano esbozó una sonrisa amplia y triunfal, lo que llevó a que siguiera con sus movimientos contra mí, esta vez, más suaves y delicados. Me llevó al paraíso con tan solo sus besos, susurros y caricias. Y era un hecho que no quería salir de allí. Me dejé llevar por la inefable sensación de hacer el amor en la comodidad de nuestra piscina. Hasta el momento la tina se convertía en nuestro nido de amor cada semana. Sin embargo, al parecer, ambos comenzaríamos a utilizar más la piscina como una excusa para amarnos con más espacio y libertad.
—Cariño... —Gimió el rumano. Cerró sus ojos y gruñó entre dientes. —___________. —Gruñó, haciéndome entender que su orgasmo ascendía.
—Hazlo. —Le incentivé. Moví mis caderas contra las suyas, toqueteé su cuerpo y mordí el lóbulo de su oreja. El rumano no tardó en tensarse y gemir; un gemido agónico y colmado de placer dejó salir de su garganta, viviendo y disfrutando su propio y ansiado orgasmo.
Segundos después, tras escuchar su voz, mi orgasmo arrasó con mi anatomía, y un sinfín de sensaciones trajo consigo la culminación de nuestro tan íntimo momento. Rápidamente y con desesperación dirigí mi boca hacia su hombro y mordí con fuerzas, dejando escapar gemidos de puro placer.
Las reconciliaciones son lo mejor, pensé en mi fuero interno. Besé sus labios y me dejé llevar por el efecto dopaminergico ramificarse por mis extremidades.
—Fuiste un idiota con Dylan. —Le dije, un tanto molesta aún. Sebastian respiró profundo.
—Debiste haberme dicho que era tu primo. — Suspiró. —Ya era tarde cuando se había ido.
—Te traté de decir que lo era todo ese rato que me gritabas que era la peor esposa. —Le recordé, y un nudo en mi garganta se alojó en cuanto le dije aquello. Sebastian suspiró, escondiendo su rostro entre mi cuello y hombros, aspirando hondamente. Besó suave. Un atisbo de arrepentimiento logré analizar en sus besos repartidos por todo mi rostro y pecho.
—Lo siento, muñeca. —Susurró, sin dejar de besarme. —Nada de lo que dije es cierto. Tampoco quiere tomarme ese tiempo porque no soporto tenerte lejos de mí. Necesito esto. —Besó mis labios, frente y mejillas. —Tu cuerpo, tus besos, tu voz. —Decía mientras repartía pequeños ósculos por todos lados. —Eres todo lo que necesito en mi vida, ____________. A ti y a nuestros hijos.
Suspiré, sujetando su rostro entre mis manos y acariciando sus mejillas con mi dedo pulgar.
—También eres todo lo que necesito, Sebastian. —Susurré. —Y te amo demasiado. No necesito ese estúpido tiempo para saber si te amo o no. —Reí. Sebastian me imitó.
—Creo que deberíamos retomar el tiempo perdido. —Propuso. —Mi madre estará encantada de recibir a los niños en su casa.
—Pues bien. —Acepté, rodeé mis brazos alrededor de su cuello y sonreí coqueta. —Retomemos nuestro tiempo, Señor Sebastian Stan. —Y volví a besar sus labios; aquellos que no había probado durante las dos semanas que duró nuestra separación.
******
Hace tiempo no hacía un OS con smut. Ya se me hizo extraño escribirlo, But, se lo había prometido a alguien en el OS anterior. 🙊
Y como he dicho antes, hay que darle al pueblo lo que quiere ah.
Lov para todas <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro